domingo, 18 de septiembre de 2016

LEYES PSIQUICAS, FUERZAS Y FENOMENOS




WILLIAM Q. JUDGE

El campo de lo psíquico, de la dinámica y de lo fenoménico es muy extenso. 

Tales fenómenos y sus correspondientes fuerzas son manifestados diariamente en todos los países, pero hasta hace pocos años muy poca atención les había sido dada por los científicos, mientras en gran forma se ha ridiculizado a todos los que han atestiguado sobre acontecimientos psíquicos o han aseverado su creencia en ellos. Hace unos cuarenta años surgió un culto en los Estados Unidos, que fue erróneamente denominado como "espiritualismo" o "espiritismo"; pero aún teniendo una gran oportunidad, no pasó de ser una mera búsqueda de lo raro y de lo curioso, sin la más leve sombra de filosofía. Este culto ha logrado poco en cuanto a progreso, exceptuando una larga crónica de sucesos no dirigidos, que por cuatro décadas fracasaron en captar seriamente la atención de la masa en general. 


Aún cuando tal doctrina ha sido de cierta utilidad y sus filas incluyen muchas mentes avanzadas, los grandes peligros y los perjuicios que ha ocasionado a los instrumentos humanos participantes y a aquéllos que se dedicaron a tales entretenimientos, de sobra contradicen el bien realizado, en opinión de los discípulos de la Logia, que preferirían ver al hombre progresar uniformemente y sin riesgos a lo largo del sendero de la evolución. No obstante, otros investigadores Occidentales, dentro de escuelas reconocidas, no han logrado mejores resultados y ésto trae por consecuencia que no exista una Psicología Occidental digna de ese nombre.



Esta carencia de un sistema adecuado de Psicología es el resultado natural de la parcialidad materialista de la Ciencia, y de la influencia paralizante de la religión dogmática; la primera, ridiculizando todos los esfuerzos y obstruyendo el camino; la otra, prohibiendo la investigación. La rama Católica de la Iglesia Cristiana es una excepción hasta cierto punto. Esta siempre ha admitido la existencia del mundo psíquico, porque ése es el mundo de los ángeles y los demonios. En cuanto a que la Iglesia prohibiese la práctica perniciosa de la necromancia a que se dedicaban los espiritistas, éso fue válido; sin embargo, las otras prohibiciones y restricciones no lo fueron. La psicología verdadera de hoy es un producto oriental. También es muy cierto que el verdadero sitema psicológico fue conocido en Occidente, en la época en que una antigua civilización florecía en América y en ciertas partes de la Europa pre-Cristiana; pero en la época actual, la psicología en su aspecto verdadero reside en Oriente.



¿Existen en realidad las facultades, las leyes y los poderes psíquicos? Si ellos existen, entonces sus aspectos fenoménicos deben igualmente existir. Si todo lo que ya ha sido delineado en los capítulos anteriores es verídico, entonces también existen en el hombre los mismos poderes y las mismas facultades que se encuentran en todo el campo de la Naturaleza. El ser humano está considerado por los Maestros de Sabiduría como el producto más elevado de todo el sistema evolucionario, y que refleja en sí mismo todo el poder que yace en la Naturaleza, no importa cuán maravilloso o terrible sea; y por el hecho mismo de ser tal espejo o reflejo, él es Hombre.



Este hecho se ha reconocido por largo tiempo en el Oriente, en donde el autor ha presenciado exhibiciones tales de poderes que trastornarían las teorías de muchos científicos de Occidente. Los mismos fenómenos han sido repetidos en Occidente en presencia del autor, y por consiguiente él sabe por propio conocimento que todos los hombres de todas las razas poseen potencialmente los mismos poderes. Los genuinos fenómenos psíquicos - también denominados mágicos - que producen los faquires o los yoguis orientales, son todos realizados por mediación de fuerzas y procesos naturales que hasta ahora no han sido siquiera soñados en Occidente. 



La levitación o suspensión del cuerpo humano, en aparente desafío a la gravedad, es algo que puede ser llevado a cabo con facilidad tan pronto como el procedimiento ha sido dominado. La levitación no contraviene ley alguna. La gravitación no es sino la mitad de una ley. El filósofo de Oriente admite la gravitación, si es que se desea adoptar ese término, pero la voz técnica verdadera es atracción; a la otra mitad de la ley se le da el nombre de repulsión, ambas gobernadas por las grandes leyes de la fuerza eléctrica universal. El peso y la estabilidad dependen de la polaridad, y cuando la polaridad de un objeto es modificada con respecto a la tierra directamente debajo de él, ese objeto puede levantarse. Pero como los objetos están desprovistos de la conciencia que caracteriza al hombre, los mismos no pueden elevarse sin el concurso de otras fuerzas. Sin embargo, el cuerpo humano se elevará en el aire, sin apoyo, como un pájaro, cada vez que su polaridad sea apropiadamente modificada. 



Esta modificación puede ser producida conscientemente por medio de un sistema de respiración conocido por los Orientales; el proceso puede ser también inducido con la ayuda de ciertas facultades naturales que se mencionarán más adelante, en los casos singulares de personas que sin tener conocimiento de la ley ejecutan esos fenómenos, tales como ciertos casos de santos de la Iglesia.



Una tercera gran ley que toma parte en muchos de los fenómenos de Oriente y Occidente, es la ley de Cohesión. El poder de la Cohesión es un poder en sí mismo y no un resultado como se supone. Esta ley y su funcionamiento deben ser conocidos, si han de producirse ciertos fenómenos como, por ejemplo, los que el autor ha presenciado: el paso de un anillo de hierro maciso a través de otro, o el de una piedra a través de una pared macisa. Aquí se emplea otra fuerza, la cual puede únicamente ser denominada fuerza de dispersión. La Cohesión es la fuerza dominante, pues, en el momento en que la fuerza dispersante se retira, la fuerza cohesiva restablece las partículas a su posición original.



Como resultado de estos poderes, el Adepto versado en esa gran dinámica es capaz de dispersar los átomos de un objeto - exceptuando siempre el cuerpo humano - a tal distancia los unos de los otros, que el objeto se hace invisible, y entonces el Adepto puede proyectar esos átomos a lo largo de una corriente formada en el éter y a cualquier distancia sobre la tierra. En el momento deseado la fuerza dispersante se retira, e inmediatamente la fuerza cohesiva se restablece por sí misma y el objeto reaparece intacto. Esto puede tomarse como ficción, pero siendo conocido por la Logia y sus discípulos como un hecho verídico, es igualmente cierto que la Ciencia admitirá esta proposición tarde o temprano.

La mentalidad laica, sin embargo, contagiada con el materialismo actual, se maravilla de cómo todas estas manipulaciones son posibles, observando desde luego que no son necesarios instrumentos materiales algunos. Los instrumentos yacen en el cuerpo y el cerebro del hombre. La Logia opina que "el cerebro humano es un generador con potencia inagotable", y un conocimiento completo de las internas leyes químicas y dinámicas de la Naturaleza, juntamente con una mente disciplinada, conceden a su poseedor el poder de operar las leyes a que se ha hecho referencia. Este poder será la posesión del hombre del futuro, y lo sería aún hoy, a no ser por el dogmatismo ciego, el egoísmo y la incredulidad materialista. Ni aún el mismo Cristiano vive a la altura de la verídica declaración de su Maestro, de que con fe podría uno mover montañas. 


El conocimiento de la ley, cuando se le añade la fe, confiere poder sobre la materia, la mente, el espacio y el tiempo.

Sirviéndose de los mismos poderes, el Adepto entrenado puede hacer aparecer ante los ojos físicos, palpables al tacto, objetos materiales que no estaban anteriormente visibles, y en cualquier forma deseada. Este fenómeno sería llamado por el vulgo creación, pero es simplemente evolución realizada en nuestra propia presencia. La materia se encuentra suspendida en el aire a nuestro alrededor. Toda partícula de materia visible o aún por precipitar, ha conocido todas las formas posibles, y lo que el Adepto hace es seleccionar alguna forma deseada, que existe, como todas, en la Luz Astral, y entonces por esfuerzo de la Voluntad y de la Imaginación, vestir de materia la forma deseada, por precipitación. El objeto así producido, se desvanecería a menos que se hiciera uso de otros procesos determinados, que no necesitan explicarse aquí, pero si tales procesos se usaran, el objeto quedaría en forma permanente; y sí se deseara hacer visible un mensaje sobre un papel o cualquier otra superficie, las mismas leyes y los mismos poderes son aplicados a ese fin. La imagen distintiva - fotográfica y exactamente definida - de cada línea, de cada letra o figura se formula en la mente, y entonces, del aire se extrae el pigmento para que se precipite dentro de los límites ya establecidos por el cerebro, "generador inagotable de fuerza y forma". El autor ha presenciado la ejecución de todos estos fenómenos en la forma descrita, y jamás ha aceptado la intercesión de ningún médium pasivo e irresponsable, conociendo él, pues, en forma directa el funcionamiento de los fenómenos de que se habla.


Esto, pues, nos conduce hacia la proposición de que la Voluntad humana es todopoderosa y que la Imaginación es una muy útil facultad dotada de fuerza dinámica. La Imaginación es el poder de creación de imágenes de la mente humana. En el promedio normal, la imaginación del ser humano carece de entrenamiento o poder adecuado para ser algo más que una especie de ensueño, pero puede educarse. Una vez educada, la Imaginación se convierte en el Constructor dentro del Taller. Cuando alcanza tal nivel, traza un molde en la substancia Astral, a través del cual emanarán los efectos objetivizados. Después de la Voluntad, la Imaginación es el poder supremo dentro del agregado humano de complicados instrumentos. La definición occidental moderna de la Imaginación está incompleta y fuera de perspectiva; se le usa mayormente para designar las fantasías o los conceptos falsos, pero en toda ocasión como una definición de lo irreal. Sin embargo, es imposible considerar otro término más apropiado, porque uno de los poderes de la Imaginación educada es precisamente el de producir una imagen. La palabra se deriva de esos vocablos que significan la formación o reflexión de una imagen. Esta facultad usada, o más bien dejándola actuar irregularmente, no ha proporcionado al Occidente más que lo expresado por la palabra "fantasía". Hasta cierto punto la sugerencia es aceptable, pero esa facultad puede ser extendida hacia mayores límites, que, al ser alcanzados, inducen a la Imaginación a desarrollar en la substancia Astral una imagen o modelo que puede usarse, de la misma manera que se usa un molde de arena para verter o colar el hierro derretido. La Imaginación, por lo tanto, es la Facultad Regia ya que la Voluntad no puede efectuar su tarea si la Imaginación es débil o indisciplinada. Por ejemplo, si la persona que desea precipitar del aire vacila en lo más mínimo con respecto a la imagen formulada en la materia Astral, el pigmento se precipitará sobre el papel de una manera igualmente borrosa e incierta.



Para comunicarse con otra mente a cualquier distancia, el Adepto armoniza todas las moléculas de su cerebro y todos los pensamientos de su mente, con el fin de vibrar al unísono con la mente que va a ser impresionada; y de la misma manera, esa otra mente y cerebro tienen que estar al unísono voluntariamente, o sintonizarse con ello voluntariamente. Por lo tanto, así el Adepto se encuentre en Bombay y su amigo en Nueva York, la distancia no ofrece obstáculo alguno, porque los sentidos internos no dependen del oído, y esos sentidos pueden percibir los pensamientos e imágenes que se desarrollan en la mente de la otra persona.



Cuando se desea examinar la mente y captar los pensamientos de otra persona, y las imágenes que la rodean de todo lo que ha estado pensando y contemplando, la vista y el oído internos del Adepto se enfocan hacia la mente que va a ser examinada, cuyo contenido se hace perceptible al punto. Pero, según se dijo anteriormente, sólo un farsante haría ésto y los Adeptos no llevan a cabo acciones de esta índole, excepto en casos estrictamente autorizados. El hombre moderno no ve delito alguno en inmiscuirse en los secretos ajenos por medio de este poder, pero los Adeptos dicen que ello es una violación de los derechos de la otra persona. Ningún hombre tiene el derecho, así tenga tal poder, a penetrar en la mente de otro ser y captar sus secretos. Esta es la Ley de la Logia para todos los que buscan, y si uno reconoce que está a punto de descubrir los secretos de su semejante, debe instantáneamente retirarse y jamás proseguir adelante. Si prosiguiese, ese poder le sería retirado en el caso de que fuese un discípulo; en el caso de cualquier otra persona, ella debe aceptar las consecuencias de esta especie de pillaje. La Naturaleza tiene sus leyes y sus guardianes, y si cometemos felonías en el mundo Astral, la gran Ley y sus guardianes, la que nadie puede sobornar, llevarán a cabo el castigo, no importa por cuánto tiempo tengamos que esperar, así fuera por diez mil años. He aquí otra salvaguardia de la ética y la moral ocultas. Pero mientras los hombres no lleguen a admitir el sistema filosófico expuesto en este libro, no juzgarán erróneo el cometer felonías en esferas de acción en donde sus minúnsculas leyes humanas no tienen alcance y efecto alguno; pero al mismo tiempo, al así rehusar esta filosofía ellos siguen postergando el día en que todos puedan llegar a poseer estos grandes poderes para el bien de todos.



Entre los fenómenos que merecen mención, se encuentran los que consisten en el movimiento de objetos sin ningún contacto físico. Esto es posible de distintas maneras. La primera es proyectar fuera del cuerpo la mano y el brazo astrales, y con dichos instrumentos asir el objeto que se desee transportar. Este fenómeno puede llevarse a cabo a una distancia aproximada de hasta diez pies del cuerpo de la persona. El propósito aquí no es iniciar una discusión sobre el tema, sino simplemente hacer alusión a las peculiaridades de la materia y miembros astrales. Esto podrá servir para explicar algunos de los fenómenos producidos por médiums. En casi todos los casos de tales aportes, la hazaña se realiza con la ayuda de la mano Astral, invisible pero material. El segundo método consiste en hacer uso de los elementales, o espíritus de los elementos, acerca de los cuales ya se ha hecho referencia con anterioridad. Estos elementales, mientras los guía el hombre interno o astral, tienen la facultad de transportar los objetos cambiándoles la polaridad, y entonces vemos, como en el caso de los fenómenos practicados por los faquires de la India y algunos médiums en América, objetos pequeños moviéndose sin aparente sostén alguno. Estas entidades elementales se emplean cuando los objetos se transportan a distancias mayores que la que los miembros Astrales pueden alcanzar. El hecho de que los médiums desconocen el procedimiento de este fenómeno, no es argumento en contra de esta tesis. Los médiums raramente, o jamás, conocen la forma en que ellos mismos efectúan cualquier proeza de mediumnidad, y su ignorancia de la ley no es prueba alguna contra la existencia de ésta. Aquellos estudiantes que internamente han observado el funcionamiento de estas facultades, no necesitarán mayor argumento sobre este particular.



La clarividencia, la clariaudiencia y la doble visión, están muy estrechamente vinculadas. El ejercicio de cualquiera de estas facultades atrae simultáneamente las otras dos. Tales facultades no son sino variaciones de un solo poder. El sonido es una de las características distintivas de la esfera Astral, y como la luz acompaña al sonido, la vista se adquiere simultáneamente con lo que se oye. Ver una imagen con los sentidos Astrales significa que al mismo tiempo se produce un sonido, y de la percepción de tal sonido se infiere la presencia de una imagen relacionada con la substancia Astral. El verdadero estudiante de ocultismo conoce perfectamente bien que cada sonido produce instantáneamente una imagen, y este fenómeno, por tan largo tiempo conocido en Oriente, ha sido recientemente demostrado en Occidente ante testigos oculares, en forma de imágenes producidas por sonido sobre un tímpano o tambor. Este aspecto de la materia puede ser tratado con mucho más amplitud con la ayuda del ocultismo, pero, como este asunto resulta peligroso dentro del estado actual de la sociedad, me abstengo aquí de ello.

En la Luz Astral se encuentran, sin excepción alguna, las imágenes de todos los acontecimientos que han tenido lugar durante la vida de cada ser humano, así como también las imágenes de todos aquellos sucesos del porvenir, con sus correspondientes causas bien señaladas y establecidas. Si las causas están aún indefinidas, lo mismo estarán las imágenes del futuro. Pero, en cuanto al conjunto de eventos relativos a los años venideros, todas las causas productoras están siempre trazadas con suficiente precisión como para permitir que el vidente las vea con anticipación como si estuvieran en el presente. Por mediación de estas imágenes percibidas con los sentidos internos, todos los videntes ejercitan su extraña facultad, y, sin embargo, esta facultad es común a todos los hombres, aunque en la mayoría apenas ligeramente desarrollada; pero el ocultismo afirma que si no fuera por el gérmen de este poder ligeramente activo en cada uno de nosotros, ninguna persona podría transmitir a otra idea alguna.


En cuanto a la clarividencia, las imágenes en la Luz Astral pasan ante la visión interna y se reflejan desde el interior hacia el ojo físico. Entonces esas imágenes aparecen al vidente en forma aparentemente objetiva. Si tales imágenes son de los acontecimientos pasados, o de los eventos venideros, sólo la imagen es percibida; si los eventos están actualmente acaeciendo, los sentidos internos vivamente perciben la escena a través de la Luz Astral. La diferencia característica entre la visión ordinaria y la clarividencia, consiste, pues, en que durante la clarividencia, estando la vista ordinaria en vigilia, la vibración es comunicada primero al cerebro, del cual se transmite al ojo físico, donde produce una imagen sobre la retina, de la misma manera que el disco giratorio del fonógrafo hace vibrar la bocina, exactamente como la voz había vibrado en el momento de ser impulsada hacia el interior del micrófono receptor. En la vista natural del ojo físico, las vibraciones son primero transmitidas al ojo y de este órgano hacia el cerebro. Las imágenes y los sonidos son ambos producidos por vibraciones y, por lo tanto, cualquier sonido, una vez producido, se conserva en la Luz Astral; desde allí el sentido interno puede asirlo y del interior transmitirlo al cerebro, de donde el sonido alcanza al oído físico. De igual modo en la clariaudiencia, a una distancia retirada el oyente no oye a través del oído, sino por mediación del centro auditivo en el cuerpo Astral. La doble vista es o no la combinación de la clariaudiencia y de la clarividencia, según sea la índole del caso; y la frecuencia con que los eventos futuros son percibidos por el vidente que posee la doble vista, añade un elemento de profecía.



El orden más elevado de clarividencia, o sea, el de la visión espiritual, es muy raro. El vidente ordinario interviene solamente con los aspectos y los estratos comunes de la materia Astral. La visión espiritual viene a los seres que son puros, devotos y constantes. Esa facultad puede lograrse por medio del desarrollo especial del peculiar órgano del cuerpo a través del cual tal visión es posible, y sólo después de una disciplina adecuada, un largo entrenamiento y supremo altruísmo. Cualquier otro sistema de clarividencia es transitorio, inadecuado y fragmentario, y únicamente trata, como lo hace, con asuntos materiales e ilusorios. Su carácter fragmentario e inadecuado, resulta del hecho de que pocos videntes poseen la facultad de ver a un mismo tiempo en más de uno de los grados o estratos inferiores de la substancia Astral. Los seres de pensamiento puro y los valientes, pueden siempre confrontar el futuro y el presente mejor que cualquier vidente. Pero como la existencia de estas dos facultades afirma la presencia en nosotros de los sentidos interiores y del medio indispensable, o sea la Luz Astral, tienen entonces como facultades humanas un significado importante con relación a las pretensiones de los llamados "espíritus" de las Séances o reuniones espiritistas.



Los sueños son a menudo el resultado de la acción automática cerebral, y son también producidos por transmisiones efectuadas por la verdadera entidad interna al cerebro físico, de esos panoramas o ideas, elevados o no, que el verdadero ser ha percibido mientras el cuerpo físico dormía. Esas imágenes mentales penetran entonces al cerebro como si flotaran en el alma, a medida que ésta se hunde de regreso en el cuerpo físico. Estos sueños nos pueden ser muy útiles, pero en general el retorno a la actividad corporal destruye su significado, desnaturalizando la imagen y reduciéndolo todo a confusión. Aún así, el hecho principal del sueño es que sí hay una entidad que percibe y siente allí dentro, y éste es uno de los argumentos que comprueban la existencia de una entidad interna. Durante el sueño, el hombre interno se comunica con inteligencias superiores y algunas veces logra registrar en su cerebro los conocimientos adquiridos, bien sea una idea elevada o una visión profética, a no ser que falle a consecuencia de la resistencia que ofrece la substancia cerebral. El Karma de la persona también determina el significado de un sueño, porque un gobernante puede soñar algo que atañe a su gobierno, mientras que el mismo sueño experimentado por uno de sus súbditos no tiene necesariamente que traducirse en hechos de trascendencia secular. Pero en todo caso, como dijo Job: "En ensueños y visiones nocturnas el hombre es instruído".



Las apariciones y los desdoblamientos son de dos tipos generales. Uno, compuesto de cascarones astrales o imágenes del plano Astral, ya sean actualmente visibles al ojo, o el resultado de vibraciones internas proyectadas hacia la vista, e induciendo así a la persona a creer que percibe una forma material exterior. La otra categoría se compone de cuerpos astrales de personas vivientes, con plena conciencia o por lo menos parcialmente conscientes. Laboriosos experimentos llevados a cabo por Sociedades de Investigación Psíquica, con el fin de probar la realidad de esas apariciones, pero sin conocer estas leyes, realmente no prueban nada, porque de veinte casos que se admitan, diecinueve pueden ser la mera objetivización de imágenes proyectadas al cerebro. Pero de lo que sí no cabe duda alguna, es que numerosas apariciones han sido presenciadas y testificadas. Las apariciones de recién fallecidos pueden ya bien ser imágenes objetivizadas, tal como se explicó anteriormente, o el mismo Cuerpo Astral de los fallecidos, al que en esta esfera se le da el nombre deKama Rupa. Y como las energías vitales y los pensamientos que se liberan del cuerpo agonizante son muy poderosos, nos encontramos con un mayor número de reportajes de este tipo que de cualquier otra clase.



El Adepto puede proyectar su propia aparición, la cual es, sin embargo, conocida bajo otro nombre, ya que consiste en su cuerpo astral consciente y disciplinado, con el pleno goce de toda su inteligencia y no del todo desconectado de su cuerpo físico.

La Teosofía no niega ni desconoce las leyes físicas descubiertas por la ciencia, pero sí asevera la existencia de otras leyes que modifican la acción de aquellas comúnmente conocidas. Detrás de todos los fenómenos visibles yace el cosmos oculto con su mecanismo ideal; ese cosmos oculto sólo puede ser plenamente conocido por mediación de los sentidos internos que le corresponden; esos sentidos no se desarrollarán fácilmente mientras se niegue su existencia. El cerebro y la mente, actuando al unísono tienen el poder de desarrollar formas; en primer lugar, formas o moldes astrales en la materia astral, y luego, como formas visibles por acumulaciones de la materia física sobre este plano. El sentido de objetividad depende en alto grado de la percepción, y a su vez la percepción puede ser afectada por el estímulo interior. Por lo tanto, un testigo puede percibir un objeto que actualmente existe exteriormente, o puede ser inducido a percibir un objeto por medio de un estímulo interno. Esto nos permite tres métodos de visión: a) con los ojos físicos mediante la luz que emana del objeto; b) con los sentidos internos por medio de la Luz Astral, y c) por estímulos desde el interior, que inducen a los ojos a comunicar al cerebro, proyectando de esta suerte la imagen hacia el exterior. Los fenómenos de los demás sentidos pueden producirse de manera más o menos comparable a lo antes dicho.


Como la substancia Astral constituye el registro de todos los pensamientos, sonidos, imágenes y otras vibraciones, y como el hombre interno es un ser capaz de actuar con o sin la participación del cuerpo físico, todos los fenómenos de hipnotismo, clarividencia, clariaudiencia, mediumnidad y todos los demás que no se experimentan en forma consciente, pueden, pues, ser explicados. En la substancia astral se encuentran registrados todo sonido y toda imagen, y en el hombre astral permanecen las impresiones de todos sus eventos, no obstante lo remotos o insignificantes que sean. Estas impresiones y cuerpo astral, cuando actúan simultáneamente producen los fenómenos que parecen tan extraños a esos seres que niegan o que desconocen los postulados del ocultismo.


Pero para llegar a explicar los fenómenos ejecutados por los Adeptos, los Faquires, los Yoguis y todos los ocultistas disciplinados, es necesario comprender las leyes ocultas de la química, de la mente, de la energía y de la materia. Estos temas eidentemente no pueden tratarse aquí en detalle, por encontrarse fuera del alcance de esta obra.



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