jueves, 13 de junio de 2019

SAMADHI EL CAMINO DE LA CONCENTRACIÓN




Con el desarrollo de sila, se prepara una base psicológica para entrenarse en samadhi: la concentración. La esencia de la concentración estriba en no estar distraído; sila es la poda sistemática de las distracciones. Ahora, el trabajo del que medita consiste en alcanzar la unificación de la mente, la concentración. La corriente del pensamiento tiene normalmente miles de implicaciones. La finalidad de samadhi es romper con ellas u mantener el pensamiento continuo concentrando la mente en un solo pensamiento. Este pensamiento único es el tema de la meditación. En samadhi, la mente no sólo está fija en el tema, sino que entra en él, lo absorbe y se hace una con él. Se evita la distracción fijando la mente firmemente en este punto.

Cualquier cosa que pueda ser objeto de atención puede ser tema de meditación samadhi. Samadhi es, sencillamente, mantener la atención en un solo punto. Pero el carácter del tema que nos ocupa tiene consecuencias concretas en el éxito de la meditación. La compilación de sutras, conocida como Nikayas, tiene la relación más completa de temas de meditación recomendados por Buddha, llegando a 101.

            El “Visuddhimagga” enumera cuarenta temas de meditación:

Diez kasinas, tema de meditación: tierra, agua, fuego, aire, azul oscuro, amarillo, rojo sangre, blanco, luz atmósfera.

Diez asubhas, cadáveres repugnantes y descompuestos: un cadáver hinchado, un cadáver corroído, un cadáver lleno de gusanos, un esqueleto.

Diez reflexiones: sobre los atributos de Buddha, su Doctrina, el sangha, el propio sila, la propia generosidad, nuestras propias cualidades divinas, o sobre lo inevitable de la muerte; la contemplación de las treinta y dos partes del cuerpo, o de la inspiración y la espiración.

Cuatro estados sublimes: afecto, compasión, gozo por la alegría de los demás y ecuanimidad

Cuatro estados amorfos: contemplación del espacio infinito, consciencia infinita, el reino de la nada y el reino donde no hay ni percepción ni no percepción.

La grosería de la comida, y

Los cuatro elementos físicos (aire, tierra, fuego y agua) como fuerzas abstractas.

Cada uno de estos temas tiene consecuencias características para la naturaleza, profundidad y subproductos de la concentración. Todo ello puede servir como base para el desarrollo de la concentración hasta la profundidad necesaria para alcanzar el estado nirvánico. La concentración producida por los que tienen una naturaleza complicada (por ejemplo, los atributos de Buddha) estará menos unificada que la producida por un objeto simple (por ejemplo, la tierra kasina, una rueda de color arcilla). Prescindiendo del tipo de concentración producido por un tema de meditación concreto, cada uno de ellos tiene distintos subproductos psicológicos. Meditar sobre el desinterés, por ejemplo, tiene como consecuencias: que el que medita se acuesta y se despierta con comodidad, no tiene pesadillas, todo el mundo lo quiere, su mente se concentra con facilidad, su expresión es serna y muere teniendo las cosas claras. Quizás, la consecuencia más importante de un tema sea la profundidad de absorción (jhna) que pueda producir.


 Buddha advirtió que personas de temperamentos diferentes se adaptarían mejor a unos temas de meditación que a otros. La tipología de temperamentos estables que estableció como norma para conocer a qué persona habría de adjudicar cada unos de ellos se divide en cuatro tipos principales: 1) el propenso al odio, 2) el lujurioso, ilusorio o excitable, 3) el confiado, 4) el inteligente[1]. Los temas adecuados para el primer tipo son los cuatro estados sublimes y los cuatro kasinas de color; para el segundo, los diez asubhas, las partes del cuerpo y la respiración: para el tercer tipo, las seis primeras reflexiones; para el cuarto tipo, la reflexión sobre la muerte, la grosería de la comida, y los elementos físicos. Los demás temas sirven para todas las disposiciones cognoscitivas.


El maestro ideal para la meditación fue Buddha, de quien se ha dicho que desarrollo la facultad de conocer la mente y el corazón de los demás y, de esta forma, pudo asignar perfectamente a cada persona el tema de meditación apropiado. Al igual que Buddha, el “Visuddhimagga” aconseja al posible meditante que busque un maestro, según el nivel que haya alcanzado en la meditación, siendo el mejor maestro el de mayor experiencia.

Su ayuda y sus consejos son decisivos para la construcción del camino propio a través del desconocido mundo de la mente. El discípulo se “refugia” en el maestro, y debe hacer un pacto de sumisión a él. Lo que se entrega es la predisposición del ego, los “obstáculos”, que podrían evitar que el discípulo siguiera la meditación tal y como se la ha propuesta hasta el punto en el que estas tendencias del ego puedan trascender. Pero en verdad, la responsabilidad de la salvación cae sobre los hombros del discípulo, y no sobre el maestro; el maestro no es el tradicional gurú occidental, sino un “buen compañero” de camino. El maestro señalará al discípulo el sendero por el que debe caminar por sí mismo. La esencia del papel del maestro en esta tradición se puede ver en estas líneas del “Zenrin”.

                                   Si quieres conocer el camino para subir a la montaña.
                                   Deberás preguntar al hombre que vuelve de allí.



Jhana: Niveles de Absorción
Una vez encontrado el maestro adecuado, instruido en un tema de meditación apropiado y establecido de algún modo en sila, el meditante llega a la honestidad. Este primer paso se caracteriza por la tensión psicológicamente entre la concentración sobre los objetos primarios de la atención –el tema de la meditación- y los pensamientos que distraen y dificultan la concentración. Estos obstáculos son principalmente deseos; malevolencia, desesperación e ira; pereza y torpeza; agitación y preocupación: duda y escepticismo. Con un esfuerzo constante se llega al primer momento en que estos obstáculos se vencen por completo, en el que hay un renacer de la concentración. Por el momento, estos componentes de la consciencia, que madurarán hasta la total absorción, llegan a dominar. Este es el primer logro notable de samadhi ya que es el estado más cercano a la total absorción, siendo su nombre concentración de “entrada”.

Este estado de la concentración se puede comparar con un niño que todavía no puede mantenerse en pie, pero lo intenta continuamente. Los factores de una mente que caracterizan la absorción total no son fuertes en nivel de entrada; su aparición es precaria y la mente vaga entre ellos y el “propio lenguaje”, las meditaciones normales y los pensamientos vagos. Todavía influyen en el meditante las percepciones sensoriales y permanece atento a los ruidos cercanos y los estados del cuerpo. El objeto principal es un pensamiento dominante; pero no ocupa totalmente la mente todavía. En esta etapa puede aparecer (aunque no siempre) algo de lo siguiente: fuertes sentimientos de gozo y éxtasis, felicidad y placer, ecuanimidad, un primer contacto con el tema primario, como un ataque, o una relación constante con él, como si tuviésemos presente repetidas veces. Algunas veces, se notan contornos luminosos o destellos de luz brillante, en especial si el tema de la meditación es un kasina o la respiración. A este nivel se pueden producir experiencias de visiones, relacionadas con los estados específicos de la meditación, que purifican la mente aunque puede estar aún ocupada con el nombre y la forma. Se puede sentir también una sensación de ligereza física como si se flotara en el aire. No es seguro que se pueda llegar a la concentración y, si no se afianza uno en la total absorción al mismo tiempo, hay que tener precaución entre sesiones y evitar encuentros e influencias que nos distraigan.

Primer jhana
Teniendo la mente pendiente continuamente del objetivo principal se llega a la primera ruptura total con la consciencia normal. Este se conoce como la absorción total o jhana. La mente, repentinamente, parece sumergirse en el objetivo y fijarse en él. Los  pensamientos inoportunos desaparecen por completo. No hay ni percepción sensorial ni la atención normal al propio cuerpo; el dolor corporal no existe. Además de la atención inicial y la mantenida hace el objeto primario, sólo hay éxtasis, felicidad y atención. Hay una sutil diferencia entre “éxtasis” y “felicidad”; el éxtasis en este primer jhna se puede comparar con el placer inicial y el estímulo por conseguir algo que codiciamos; la felicidad es poder disfrutar ese objeto. El éxtasis se siente como una felicidad pasajera que aparece en un momento dado y desaparece al poco tiempo como un relámpago; como una lluvia que cae sobre el cuerpo; como si se levitara, o como el baño penetrante de una felicidad que nos conmueve. La felicidad es un estado más sosegado de éxtasis continuo. La atención es la propiedad mental que se centra en el estadio jhánico. La primera experiencia del jhana dura un solo momento en la consciencia. Con una práctica continua, se puede mantener el estado jhánico durante intervalos cada vez mayores, hasta que se domine el jhana, se puede perder este logro inestable. El dominio total se consigue cuando el que medita puede llegar el primer jhana cuando y donde quiera y por todo el tiempo que desee.

Segundo jhana
Según progresamos en la meditación, se irá intensificando la concentración, al ir eliminando sucesivamente el éxtasis, la felicidad y la atención. La energía que se empleaba en los factores ya eliminados la absorbe la concentración, en los niveles jhánicos superiores. El proceso por el que se consigue la concentración continúa, después de dominar el primer jhana, con la eliminación sistemática de la atención inicial y la mantenida hacia el objeto primario, que, según la reflexión que hay después de emerger del estado jhánico, parece tener mucha relación con los demás factores mentales. Del mismo modo que se van venciendo los obstáculos para alcanzar la meta y se van acallando los pensamientos al alcanzar el primer jhana, al llegar al segundo se abandona la atención aplicada y mantenida en el objeto primario. Para esto hay que entrar en el nivel de absorción basándose en el tema primario y después, cuando ya se ha resuelto, fijar la atención en los sentimientos de éxtasis, felicidad u concentración, libres ya de cualquier idea del tema primario. Este nivel de absorción, al mismo tiempo, más sutil y más estable que el primero; la mente está ahora completamente libre de formaciones verbales o ideas de forma incluidas en el tema primario. Este jhana hay que dominarlo como el anterior.


VIA DE LA CONCENTRACIÓN

ESTADOS SIN FORMA
Octavo jhana              Ni percepción ni no-percepción.
                                   Ecuanimidad y concentración.

Séptimo jhana                        Conocimiento de la nada.
                                   Ecuanimidad y concentración.

Sexto jhana                 Consciencia infinita, sin objeto
                                   Ecuanimidad y concentración.

Quinto jhana              Consciencia del espacio infinito.
                                   Ecuanimidad y concentración.


ESTADOS MATERIALES
Cuarto jhana               Ecuanimidad y atención. Cesan la satisfacción y todos los sentimientos de placer físico. Cesa la respiración.

Tercer jhana               Sentimientos de satisfacción, atención y ecuanimidad. Cesa el éxtasis.

Segundo jhana            Sentimientos de éxtasis, satisfacción y atención. No hay pensamientos de objeto primario.

Primer jhana              Cesan los pensamientos que obstaculizan, la percepción sensorial y el conocimiento de los estados dolorosos del cuerpo. Empieza a mantenerse fija la atención en un objeto primario. Sentimientos de éxtasis, satisfacción y atención.

Acceso                        Aparecen pensamientos que obstaculizan, permanecen otros pensamientos (conocimiento de los estímulos sensitivos del cuerpo). El objeto primario domina el pensamiento. Sentimientos de éxtasis, satisfacción, ecuanimidad. Empiezan y se mantienen pensamientos del objeto primario. Destellos de luz o luz corporal.

 Tercer jhana
Después de dominar el segundo jhana, al salir de él y revisarlo, el meditante ve el factor del éxtasis (una forma de perturbación) como algo denso comparado con la felicidad y la concentración. Al tercer nivel de los jhanas se puede llegar también por la contemplación del tema primario, abandonado sucesivamente los pensamientos del tema y, después, el éxtasis. El tercer nivel de absorción se caracteriza por una sensación de equilibrio e imparcialidad, que se distingue por la desaparición del éxtasis. Este jhana es de una sutileza extrema y la mente se vería empujada al éxtasis, si no volviese a aparecer esta ecuanimidad. Una felicidad excesiva satisface al meditante y, al salir de ese estado, siente la felicidad en todo su cuerpo. Porque, a este nivel, la felicidad va acompañada del equilibrio; la mente se mantiene centrada en estas dimensiones sutiles, resistiendo el empuje del éxtasis. Una vez dominado el tercer jhana, como los anteriores, al revisarlo, el que medita ve la felicidad como algo denso y molesto comparado con la concentración y la ecuanimidad.

Cuarto jhana
Prosiguiendo con la secuencia de los jhanas y el abandono de todas las formas de placer mental, el meditante llega al cuarto nivel. Con la total desaparición de la felicidad, los factores de ecuanimidad y agudeza logran toda su energía. Todos los estados mentales que podrían oponerse a estos otros dos factores están superados. Las sensaciones de placer corporal han desaparecido por completo, las sensaciones de dolor se acabaron en el primer jhana. No hay no una sola sensación ni pensamiento. La mente descansa concentrada y en equilibro en este nivel de extrema sutileza. Al mismo tiempo que la mente se ha ido sosegando progresivamente en cada nivel de absorción, la respiración se ha hecho más tranquila. En este cuarto nivel, según dicen, la respiración se para por completo. Aquí, la concentración es imperturbable; el meditante saldrá después del tiempo límite preestablecido antes de entrar en ese estado.

Cada jhana se apoya en el anterior. Cuando se entra en un jhana, la mente recorre sucesivamente cada uno de los niveles inferiores eliminando sus elementos uno a uno.

Con la práctica, la travesía de los niveles jhánicos se convierte en algo casi instantáneo y la mente permanece en cada nivel durante los breves momentos de consciencia. Según se eliminan los factores mentales, se intensifica la concentración.

Los jhanas “sin forma”
El siguiente paso en el desarrollo de la concentración culmina con los cuatro estados conocidos como “sin forma”. Mientras que los cuatro primeros jhanas se consiguen al concentrarse en algo material o que derive de ello, los estados sin forma se alcanzan al trascender toda percepción de forma. Mientras que los cuatro primeros jhanas se consiguen al separar los factores mentales, con los jhanas amorfos la superación completa de un estado significa la entrada en el siguiente. Todos los jhanas sin forma comparten los factores de concentración y ecuanimidad, pero estos factores se refinan progresivamente en cada nivel.

La primera absorción sin forma –el quinto jhana- se consigue entrando primero en el cuarto jhana por cualquiera de los kasinas. Extendiendo mentalmente los límites del kasina como uno pueda imaginarse, el meditante pone su atención en el espacio que ha alcanzado. Con este espacio infinito como tema de contemplación y con la plena madurez de la ecuanimidad y la concentración, la mente se queda en una esfera en la que ha desparecido toda percepción formal. La mente se asienta tan firmemente en este nivel de consciencia superior que no hay ningún tipo de sensación externa que pueda perturbarla o interrumpirla. Subsisten todavía en el quinto jhana las tendencias de los mecanismos relacionados con la percepción sensorial, aunque no se les presta atención: si se rompiera la absorción, la atención volvería a ellos.

Se llega al siguiente nivel (una vez dominado el quinto jhana) adquiriendo consciencia del espacio infinito, y fijando después la atención en el elemento de la infinita sabiduría. De este modo se abandona el pensamiento del espacio infinito, mientras que permanece la consciencia infinita, sin tema alguno. Esto es lo que caracteriza al sexto jhna. Una vez dominado el sexto, el meditante llega al séptimo jhna entrando primero en el sexto y fijando la contemplación en la no-existencia de la consciencia infinita. Así, el séptimo jhana tiene por objetivo la absorción con la nada, o el vacío. O sea, la consciencia tiene como finalidad conocer la falta de toda finalidad. Cuando se denomina este jhana, el meditante lo revisa y encuentra cualquier tipo de percepción como algo perjudicial, siendo su ausencia más sublime.

Animado con esto, el meditante puede llegar al octavo jhana pasando primero por el séptimo y dirigiendo su atención hacia el concepto de tranquilidad y apartándola de la percepción de la nada. La sutileza de esta operación se deduce al saber que no se puede entorpecerla ni siquiera el deseo de alcanzar esta paz o el evitar la percepción de la nada.

Contemplando la tranquilidad, se puede llegar hasta el estado ultra-sutil donde sólo hay formaciones mentales residuales. No hay ningún tipo de percepción densa, como la “no-percepción”; hay percepción ultra-sutil: “no-nopercepción”. A este octavo jhana se le conoce como la esfera de la “ni-percepción-ni-no-percepción”. Este mismo grado de sutileza se da en todo lo relacionado con la consciencia. Los estados no mentales están decisivamente presentes; pero los residuales permanecen en un grado de cercana-ausencia. El “Visuddhimagga” dice sobre los estados mentales del octavo jhana que “no habiendo existido, empiezan a existir, una vez que han empezado a existir se desvanecen”. Lama Govinda (1969) lo describe como el límite último de la percepción. Lo que pasa con la mente pasa con el cuerpo: el metabolismo se ralentiza progresivamente al pasar por los jhanas sin forma, hasta llegar al octavo, donde también se puede aplicar a los procesos fisiológicos la caracterización de la cognición de Kashyap’s (1954): es un estado “tan sutil que no se puede decir si es o no es”.

Los estados de consciencia correspondientes a los jhanas son característicos de lo que en sistema del “Visuddhimagga” se ha dado llamar los “reinos de Brahma”, los “planos de iluminación”, y las “moradas puras”. Lo mismo que los jhanas están fuera del mundo relativo de la percepción sensorial, el pensamiento, el tiempo y el espacio, están impregnados de esta felicidad y/o ecuanimidad, tienen una consciencia infinita, etc., de igual forma se considera que estos otros planos simplemente existen en estas dimensiones jhánicas. Los seres pueden nacer a una existencia dentro de uno u otro de estos planos, según los karmas de vidas pasadas y, en especial, el nivel que han llegado en el dominio de los jhanas[*]. Así pues, se dice, por ejemplo, que desarrollar el segundo jhana y practicarlo hasta su grado más alto hace que se nazca en el reino de los “Brahmas radiantes”, de cuyo cuerpo salen rayos de luz, como si fuesen relámpagos.

La sección que trata de las fuerzas supranormales es la parte del “Visuddhimagga” que más dudas ofrece a la mente occidental, ya que se trata como algo real cosas que sobrepasan los límites incluso de las más avanzadas ciencias físicas. El “Visuddmimaga" enumera entre estos logros supranormales: el conocimientos de la mente ajena, conocer cualquier hecho pasado o futuro, materialización de objetos, ve y oír a grandes distancias, andar sobre agua, volar por el aire, te. Como algo más interesante, el “Visuddhimagga” describe con detalles técnicos como se interpretan estos hechos, mientras que en el presente la ciencia occidental no puede aceptar su posibilidad. Incluso todas las escuelas de meditación los reconocen como sub-productos de estados avanzados del dominio, aunque sólo sea para prevenir contra su mal uso. El “Visuddhimagga” los ve como frutos de la concentración, que pueden ser un obstáculo para adquirir un conocimiento global, y dicta firmes preceptos como requisitos previos para las fuerzas supranormales, avisando que son frágiles y difíciles de mantener. El grado de dominio de la mente que se requiere para hacer uso de ellos es muy grande. En un principio, se debe tener dominio completo de los catorce métodos de control mental, empezando por lograr los ocho jhanas, y teniendo como base cada uno de los ocho kasinas hasta el blanco, incluyendo tanto las acciones como las omisiones, alternando, al mismo tiempo, los kasinas y los jhanas. Por ejemplo, llegando primero al primer jhana en la kasina de la tierra, y después al tercero en la kasina del fuego, etc. El “Visuddhinagga” estima que sólo una de cada cien mil o un millón logra el nivel de dominio requerido. Se considera, además como una infamia buscar la fama al tener facultades para poner en práctica tales cosas.

Desde el punto de vista budista el logro de los poderes es una ventaja insignificante, sin ningún valor propio para el proceso hacia la liberación. Los poderes, en alguien que no ha alcanzado el estado nirvánico, se ven como un impedimento, ya que puede correr peligro su evolución fomentando su propia estima y fortaleciendo el amor propio. En la tradición budista, sólo se deben utilizar los poderes cuando puedan beneficiar a alguien. Es un pecado contra la comunidad de monjes que un monje budista demuestre, antes de su secularización, tener unos poderes psíquicos superiores a los de cualquier hombre normal. Un falso alarde de sus facultades podría suponer la expulsión de la orden.

DANIEL GOLEMAN



 [1] Esta tipología es paralela al esquema psicoanalítico de los tipos de carácter, basado en los estilos cognoscitivos. El mismo orden (Shapiro, 1961): (1) el “paranoide”, que ve a los demás como distintos y sospechosos;(2) el “histérico” que juzga y actúa según su primer impulso; (3) el “obsesivo”, que está pendiente de los demás, y (4) el “psicópata”, que ve las cosas correctamente , pero cambia la realidad a su antojo.

[*] [ Estos “reinos de los cielos” se conocen también, a veces, en otras doctrinas cosmológicas, como “planos astrales”, deva lokasbardos, etc

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