En una perspectiva general,
se encuentra en algunos filósofos griegos la noción de esoterismo aplicada a
una enseñanza oral, trasmitida a algunos discípulos elegidos. Aunque sea
difícil en estas condiciones conocer su naturaleza, es posible deducir, a
partir de estas mismas condiciones que esta enseñanza superaba el nivel de una
filosofía y de una exposición racional para alcanzar una verdad más profunda,
destinada a penetrar de sabiduría el ser entero del discípulo, su alma y su
espíritu al mismo tiempo. Tal parece haber sido el objeto verdadero de las lecciones
de Pitágoras, las que, a través de Platón, han llegado hasta los neopitagóricos
de Alejandría.
Esta
concepción de dos aspectos de una doctrina, uno exotérico y el otro esotérico,
opuestos en apariencia y en realidad complementarios, puede generalizarse, ya
que se funda sobre la naturaleza de las cosas. Aun cuando esta distinción no es
abiertamente reconocida, existe necesariamente en toda doctrina que goce de
alguna profundidad, algo que corresponda a estos dos aspectos, que traducen las
bien conocidas antítesis de lo exterior y lo interior, el cuerpo y la médula,
lo evidente y lo oculto, el camino ancho y el estrecho, la letra y el espíritu,
la cáscara y la sustancia. En la misma Grecia, la doctrina de los filósofos
había sido precedida en este camino por los misterios religiosos, cuyo mismo
nombre implica el silencio y el secreto. No se ignora que los mistas debían
jurar no revelar nada sobre los misterios que los dramas litúrgicos de las
célebres noches de Eleusis les habían permitido conocer y mantuvieron su
juramento a la perfección.
Habitualmente
lo prohibido perteneciente a un conocimiento de cierto orden, presenta grados
diversos según su naturaleza. Puede ser simplemente un silencio disciplinario
destinado a probar el carácter de los postulantes, como lo practicaban los
pitagóricos. O bien, el silencio puede proteger secretos técnicos relacionados
con la práctica de un oficio, ciencia o arte y todas las profesiones antiguas
se encontraban en este caso. El ejercicio de ellas exigía cualidades precisas y
comprendía fórmulas que estaba prohibido divulgar.
Si pasamos
ahora más allá del sentido literal, la oscuridad de una doctrina puede
subsistir pese a una exposición muy clara y completa. En este caso el carácter
esotérico deriva de la desigualdad de los espíritus y de una incomprensión real
por parte de los oyentes. Otro tipo de secreto es el que corresponde al
simbolismo de toda expresión escrita o hablada, sobre todo cuando se trata de
una enseñanza espiritual. Siempre quedará en la expresión de la verdad algo de
inefable, pues el lenguaje no es apto para traducir los conceptos sin imágenes
del espíritu. Finalmente y sobre todo, el verdadero secreto se justifica como
tal por naturaleza; no reside en la capacidad de nadie el divulgarlo. Se mantiene
inexpresable e inaccesible para los profanos y no se lo puede alcanzar de otro
modo que con la ayuda de los símbolos. Lo que trasmite el maestro al discípulo
no es el secreto mismo, sino el símbolo y la influencia espiritual que hacen
posible su comprensión.
Así la
noción de esoterismo implica en definitiva, tres etapas o tres envolturas de
dificultades crecientes. El misterio es en primer lugar lo que se recibe en
silencio, después, aquello de lo que está prohibido hablar, finalmente, aquello
de lo que es difícil hablar. El primer impedimento está constituido por la
forma misma de toda expresión. Es un esoterismo "objetivo". El
segundo depende de la naturaleza imperfecta de la persona a quien se dirige. Se
trata de un esoterismo “subjetivo”. Por último, el postrer velo que oculta la
verdad al expresarla afinca en su carácter natural de inescrutable. Es éste el
esoterismo "esencial" o metafísico el que esperamos tratar más
particularmente, pues gracias a él se unifican interiormente todas las doctrinas
tradicionales.
Es necesario
agregar que si existe una correlación lógica entre exoterismo y esoterismo, no
hay una equivalencia exacta entre ellos, pues el lado interior domina al
exterior al que integra al superarlo, incluso cuando el aspecto externo ha tomado
como en Occidente la forma religiosa. El esoterismo, por consiguiente no es
sólo el aspecto íntimo de una religión, ya que el exoterismo no posee siempre y
obligatoriamente una forma religiosa y la religión no tiene el monopolio de lo
sagrado. El esoterismo no es tampoco una religión especial para uso de los
privilegiados, como a veces se supone, pues él no es autosuficiente, tratándose
sólo de un punto de vista mas profundo sobre las cosas sagradas. Permite
comprender la verdad interior que expresa toda forma, religiosa o no. En la
religión domina el carácter de lo social, aunque éste no sea exclusivo. Ella es
para todos, mientras que el esoterismo no es accesible, sino a algunos. Y esto
no por gusto, sino por naturaleza. Lo que es secreto en el esoterismo llega a
ser misterio en la religión. La religión es una exteriorización de la doctrina
limitada a lo que es necesario para la salvación común de los hombres, siendo
esta salvación una liberación detenida en el plano del ser. En efecto, la
religión considera exclusivamente al ser en su estado individual y humano y le
asegura las mejores condiciones psíquicas y espirituales compatibles con este
estado, sin intentar hacerlos salir de aquí.
En verdad
que el hombre, en tanto que hombre, no puede superarse a sí mismo. Pero si
puede alcanzar un conocimiento y una liberación por identificación, es porque
posee ya en sí un estado universal correspondiente. El esoterismo, que como
vamos a ver, toma para revelársenos el canal metódico de la iniciación, tiene
por objeto liberar al hombre de los límites de su estado humano, hacer efectiva
la capacidad que ha recibido de alcanzar los estados superiores en forma activa
y duradera gracias a ritos rigurosos y precisos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario