martes, 8 de septiembre de 2015

Cartas de H.P Blavatsky a A Sinnett/ Carta Nº 25



Bien, he recibido tres cartas consecutivas tuyas que me han hecho pedazos, como dices tú, y –peor; porque no me importa un rábano el hacerme pedazos, pero si me importa y siento cuando soy tratada injustamente. Y tú eres injusto. Primero me despedazas y reprochas por sentir y saber que esta carta en el Times se haría un pretexto para perturbar al proyecto. No es que te culpe o te haya culpado por el espíritu de tu carta o los puntos de vista en [expuestos en] ella –porque aún no estoy tan loca– sino por su demasiado temprana creación, por escribirla en general. 

Solo prueba que yo conozco a los Hindús mejor que tú, y que tú, con toda tu finura editorialista y política, pensaste que eran mejor de lo que son. Está la diferencia que no puedo pretender explicar en la situación Inglesa; ni lo haría quizá en cualquier lenguaje, ya que nunca tuve el don del dicho ni tampoco pude escribir a menos que se me dictara. Pero espero que me entiendas. Entonces, unas pocas palabras: Tu carta fue noble, generosa, bien intencionada. Fue todo eso y aun así nació a destiempo –ya sea demasiado tarde o temprano. Si la hubieses escrito cuando estabas en Madrás –te hubiese traído miles de amigos; porque solo era el principio; la afinación de la orquesta y el telón aún no había sido levantado. Escrita en el ojo del huracán, cuando los Hindús insultaron, se burlaron, escupieron públicamente sobre la turba anti Ilbert, hombres llevados a la desesperación, el frenesí y la furia –fue inoportuna. Ellos estaban en uno de esos momentos cuando cualquier hombre piensa y siente –mucho más los Hindús a medio civilizar: Quien no está conmigo de corazón y alma esta CONTRA mí. 
Es absurdo, infantil, pero es la naturaleza humana. Todo lo que dices de los Hindús lo sé y mucho más. Nadie sabe mejor que yo su desconfianza, causada por siglos de esclavitud; su astucia –astucia inferior comúnmente por la misma razón, y su ingratitud para los extranjeros solamente, porque no hay gente más agradecida sobre la faz de la tierra cuando ellos se sienten seguros de una persona –y esto nunca lo podrán hacer con extranjeros, especialmente Ingleses; porque, por cada buen caballero –hay 9 esnobs en la India no caballeros– como tú sabes. 
Yo reconozco todas sus faltas, pero no les puedo culpar porque les compadezco demasiado para hacerlo. No fue de las masas de quienes esperábamos dinero sino de los opresores de las masas y los pobres; de los Zemindars y los Rajás, y estos brutos solo querían un pretexto. Así, Durbonga, que prometió solemnemente 25.000 a Olcott, y a su administrador el Coronel Massey, con quien Olcott se detuvo en la ciudad de Durbonga, fue el primero en renegar del trato, cuando apareció tu carta; después de él el Guikwar; así que ahí van 50.000 perdidos. Y luego los Rajás de Vizianagram y Venkatajeri siguieron el ejemplo, y ya estaban listos con el dinero. Con ellos sí fue un pretexto. Pero es lo que me temía, y sucedió. Ahora me reprochas que había prometido solemnemente que me sentía segura del éxito. Así me sentí. 
Yo y alguien mucho más grande que la pobre de mí –vuestros K.H. y M.– aunque éste último estaba menos confiado. Todo esto porque tenían a los Tibetanos en contra de ellos; y –la verdad sea dicha– el mismo Chohan. Si él les hubiese permitido usar sus poderes no hubieran fracasado como lo hicieron. Ellos hubieran previsto la tremenda pelea en el futuro, la brecha sin fondo que se estaba abriendo. Dices que perdiste dinero. Mi querido Sr. Sinnett –nosotros perdimos suficiente también; y para nosotros una rupia es más que 100 para vos. Pero ni lo que vos o nosotros perdimos o más bien gastamos en enviar Agentes a todas partes de la India (Incluso Subba Row gastó unos cientos y el Juez Moota Swami y algunos otros quienes estaban decididos a servir a los Mahatmas). Todo esto son sandeces. Todos nosotros hemos de perder mil veces más si el último y supremo intento de K.H. falla; porque seguro lo perderemos en tal caso. Esto lo sé y debes estar preparado. 
Nunca más mostrará Él su cara ni se comunicará con ninguno de nosotros. Como tuvo él muy poco que ver con nosotros antes de aquel año en Simla, así Él recaerá una vez más en la obscuridad y será ignorado. Tú no sabes cómo se siente él –yo sí. Él nunca me dijo una palabra acerca de vuestra carta pero su alter ego, D. Khool lo hizo, y dijo lo que te estoy diciendo ahora. Así que si en mi emoción pude haber escrito cosas estúpidas y dicho cosas desagradables, debes atribuirlas a su causa justa no a mi deslealtad o mi enojo hacia ti. Casi lloro cuando vi esta carta desafortunada. Siempre desprecié y desprecio a Hume y por vos siempre tuve sentimientos de gratitud y afecto. Así que si dije algo de la política de Hume fue para mostrar un paralelo, supongo, que aun tal sabandija como él fue más político de lo que tu aseguras. Y me mal interpretas. Claro que ahora no recuerdo ni una palabra que escribí –como olvidaré esta carta un unos días– (no puedo evitarlo, así es mi cabeza); pero estoy segura que no puedo decirte nada malo a ti. Tampoco K.H. podría. Estoy segura porque tengo la certeza de que él nunca te hubiese escrito nada desagradable. ¿Entonces por qué le mandas indirectas?
En cuanto a la queja del «Tío Sam». –¿Qué diablos sé yo de tareas de oficina? ¿Qué tengo yo que ver con la administración del negocio de Damodar, el cual es el negocio de Olcott? Le envió a Ward esta notificación impresa como lo hizo a miles, y así como Olcott es un hombre de negocios Americano, también lo es Ward, y no es de los Yanquis el hacerle el feo a un buen negocio como dice el dicho. Estaba furiosamente avergonzada cuando recibí tu carta y el telegrama de Ward. Pero me sentí una tonta; porque Olcott, a quien regañé y arranqué el cuero por ello (él acababa de llegar aquí de una Sucursal Anglo-India) dice que envían ese tipo de halagos impresos a todos, y Damodar no sabía en ese momento que yo tenía o más bien iba a recibir estas 20 rupias que me envió el Sr. Ward, anexas en privado e incluso sin registrar. Claro que él debiese hacer una diferencia, pero no la hace porque es un muchacho y no fue criado para negocios de oficina, ¿y si el S. Ward pensase mal o peor de mi por ello? No le envié todo el año pasado el Theosophist, y le prohibí a Damodar siquiera pedir dinero por ello. «¿Que me hizo pensar que estaba arruinado?». Él mismo –en varias cartas que he guardado y puedo enviarte. 
Nunca dije que él no tenía que comer. Pero sí dije que había perdido una fortuna si no toda su fortuna, aunque estas no fueron sus propias palabras hacia mí. Si me contó un cuento, que el pensó fue una buena broma, entonces él no habla a su favor. Pero yo sé que él perdió mucho dinero a través de Judge en Nueva York y aun su amigo Harrison, y S. Ward me dijo que se había perdido a través de Ski, y pensó, o al menos escribió que eso pensaba, que era quizá una prueba traída por K.H. –cuando K.H. nunca se ha inmiscuido en asuntos de dinero hasta ahora– y nunca lo hará supongo. Me sentí muy mal por Ward y te lo dije; y D.K. si bien recuerdo, habló de haber perdido dinero, e incluso creo (aunque no recuerdo con certeza) que K.H. dijo algo al respecto, que con o sin dinero S. Ward era el mejor hombre viviente. Y que K.H. me dijo que S. Ward había perdido toda su fortuna más de una vez, eso sí lo recuerdo bastante bien. Pero si él perdió mucho o todo su dinero, no sé nada más que lo que S. Ward mismo me escribió en ese momento. Pregúntale. Pero supongo que aun K.H. nunca puso atención en esto; porque M. me preguntó si había yo escuchado de los haberes de Ski y le di la carta de Ward para mí para que la leyera. 
Pero si Ellos sabían, o creían no lo sé, a menos de que ellos vean algo que les interesa a Ellos –claro que aun Ellos pueden creer algunas veces, o trabajar bajo las impresiones equivocadas. Varias veces M. sospechó que yo le decía las cosas equivocadamente hasta que él vio dentro de mi cabeza y encontró la verdad. Igual para todo lo demás. Pero si S. Ward perdió solo una parte de su fortuna, ¿para qué me hubiese escrito esas cartas? Y forzarme a escribirle lo que sentía; llámese que la arruinada de mi lo amaba mejor, huyo y temo a la gente demasiado rica. Pero todo estas son tonterías y no me importa un centavo si es Creso o un mendigo. No tengo nada que ver con las 8 miserables rupias o 1 libra de suscripción; y no veo el por qué debas reprocharme a mí como si yo, temiendo que ahora que ha perdido su fortuna ¡no pudiese pagar su suscripción! Nunca quise decir que el debiese (pagar por ella) hasta que él mismo le envió el dinero a Damodar. Todo esto es mucho más «grave» para mí y más «chocante» que lo es para ti.

¡Y pensar que fui Yo, yo, horrible tonta, yo, la idiota de la era, quien primero [se lo] notifiqué a K.H.! ¡Yo, quien le guía ahora a ser objeto de burlas y abuso por cada asno en Light! Esto es obra mía y yo no olvidaré mi pecado. ¿Piensas que el Chohan y otros no escuchan cada palabra de abuso en su contra impresa o dicha? ¿Que todos ELLOS no saben cuándo una corriente maligna se fija en contra de ellos? Hablando de corrientes malignas ¿por qué invitaste críticos malignos y tontos a tu Conferencia del 17 –¿por qué arrojaste perlas delante de tantos cerdos? Si tenías solamente 63 personas interesadas –teosofistas contigo, vegetarianos con la Sra. K. y Espiritualistas (algunos) con ambos– y más o menos amigables; y el resto –más de cuatro veces ese número eran todos enemigos negros o hipócritas burlones disimulando. 
Y las damas, la mayoría de ellas tan desvestidas que nadie de aquí podría mirarlas. No había más que una del sexo femenino en la multitud a la que se puede mirar sin sonrojarse y ella es la «Jefa» (esto es un cumplido por su forma de vestir) junto a ella –la Sra. Kingsford. Dime ¿por qué estaba ella vestida en un vestido que parecía «el abrigo negro y amarillo de las cebras en el zoológico del Rajá de Cachemira?». Y ¿es verdad que tenía rosas en su cabello «el cual es como un atardecer en llamas, amarillo dorado»?, y ¿por qué? – ¡apiádate de nosotros! ¿Por qué tenía ella «sus manos y brazos pintados de negro, negro azabache –hasta los codos» o eran guantes? Y luego, ¿es verdad que esa noche tenía delante de ella un bolso de metal brillante, con broches y campanas y algo más; y «tintineantes aretes con una luna –creciente»– simbolizando la brillantez creciente de la «Logia de Londres»? Ésta luna ha tomado luz prestada del Satélite. Y hablando ahora de lunas, por qué deberías tú, por piedad, ¡hablar de cosas prohibidas! 
No te dije cien veces que Ellos [los Hermanos] no permitían a nadie saber o hablar de la octava esfera, ¿y cómo sabes tú que es la luna, como la vemos todos? ¿Y por qué debiste tu imprimir acerca de ello, y ahora una F.T.S. (NOTA: quizá Fellow Teosophical Society, Compañero de la Sociedad Teosófica.–El Traductor. FINAL NOTA) viene con su pregunta, y éste asno de Wyld llamándola el cesto de la basura. Llamé a su cabeza el cesto de la basura en Light. Ustedes dos lo atraparán en la respuesta, pueden apostar su ultimo dólar; porque estas (las respuestas) han llegado, las ultimas esta noche y vous ne l’aurez pas vole (NOTA: en fránces, literalmente, no tienes lo robado.–El Traductor. FINAL NOTA) como dicen los Franceses –vuestro savonade.
Cuando Subba Row leyó la pregunta que se discute en tu Libro casi se desmaya. Cuando la leyó (la pregunta del Sr. Myers) en la galera –Damodar escribe que él se puso verde. Es asunto tuyo y de K.H., no mío. Pero ¿por qué –por qué ella «la mística del siglo» ¡tenía tanta joyería puesta!? ¿Cómo puede ella confabular con los Dioses invisibles cuando se ve como «El escaparate de un joyero Ingles de Delhi»? Bien, también pienso yo que la vi y me gustaría tener su retrato para comparar. Porque ella me fue mostrada a mí. ¿No es ella más bien alta, delgada de cintura pero ancha en los hombres, y muy rubia, y mejillas rosadas y con labios muy rojos y una nariz más larga o gruesa cuando habla que cuando esta callada? Sus ojos son azul claro. 
Ella es fascinante; entonces, ¿por qué hacer que su hermoso cabello parezca «el inglete de un Dashatu Lama Dugpa»? Todo esto son tonterías. Estoy triste hasta morir, y no me interesa bromear. Dale mi amor a la querida Sra. Sinnett y a todos; y al charlatán Yanqui también –«Tío Sam», quien pretende haberse convertido en un pordiosero en sus cartas. ¿Fue para ponerme a prueba? Una buena idea. Ahora que me dices que todavía es rico nunca le escribiré de nuevo. Le puedes decir esto. Creo que Olcott va a Londres en Enero. El Coronel Strong se ha unido y la Sra. Carmichael se quiere unir pero su –«David» tiene miedo, y el Sr. y la Sra. Kenny Herbert y Lady Souter. 

Sí; otro reproche «Nº 3». Es la negligencia de la «Oficina Teosofista», ingratitud por las 10 libras enviadas por la Srita. Arundale ¡que no envió diplomas! ¿Puedes amablemente verificar si primero hay que enviarlos al Scotland Yard, o la oficina de cartas Muertas –porque difícilmente podemos enviar diplomas a aquellos quienes de cuyos nombres no sabemos nada? ¿Nos ha enviado alguien los nombres de los miembros, mucho menos las solicitudes? Damodar nunca ha recibido ni una sola solicitud ni un nombre de Londres. Hasta ahora no sabemos nada del número de miembros o de su calidad o siquiera los nombres. Déjelos que actúen oficialmente y de acuerdo a nuestras leyes y nosotros haremos lo mismo. La «Logia de Londres» se debió de haber llamado la S.T. criticante. Muy fácil de criticar. Sin embargo.
Vuestra en Dios,

H. P. BLAVATSKY.
Traductor: Trini

Gentileza de Jose.S.Rubio.-



No hay comentarios:

Publicar un comentario