jueves, 10 de septiembre de 2015

La Memoria en el Agonizante



Encontramos en una carta muy antigua de un MAESTRO, escrita años atrás a un miembro de la Sociedad Teosófica, las siguientes líneas sugestivas sobre el estado mental de un hombre agonizante:

" En el último momento, la vida entera es reflejada en nuestra memoria y emerge de todos los rincones y esquinas olvidadas, cuadro tras cuadro, un evento tras otro. El cerebro agonizante desaloja su memoria con un fuerte y supremo impulso; y la memoria restablece fielmente cada impresión que le ha sido confiada durante el período de actividad del cerebro. Esos pensamientos e impresiones que fueron los más fuertes, naturalmente se vuelven los más vívidos, y sobreviven, por así decirlo, a todos los demás, los cuales ahora se desvanecen y desaparecen por siempre, pero reaparecerán en el Devachan. Ningún hombre muere demente o inconsciente, como unos fisiólogos afirman. Igualmente un hombre loco o uno en un ataque de delirium tremens tendrán su instante de perfecta lucidez en el momento de la muerte, aunque sean incapaces de decírselo a los que estén presentes.

 El hombre frecuentemente podría aparentar estar muerto. Todavía desde la última pulsación, y entre el último latir de su corazón y el momento cuando la última chispa de calor animal abandone el cuerpo, el cerebro piensa y el EGO vive, en estos pocos segundos, vive su vida entera de nuevo. Hablad en voz baja, tú que le asistes en su lecho de muerte, y te encuentras ante la solemne presencia de la muerte. Especialmente guardad silencio, después que la muerte ha puesto su mano fría sobre el cuerpo. Hablad en voz baja os digo, para que no perturbes la silenciosa onda de pensamiento e impidas el arduo trabajo del Pasado proyectando su reflexión sobre el velo del futuro..."

La declaración precedente ha sido más de una vez opuesta intensamente por los materialistas; la Biología y la Sicología (científica), insistían en oponerse juntas a la idea, y mientras la última no tenía datos que tendieran a demostrar tal hipótesis, la anterior rechaza la idea como una "superstición" vacía. 

Mientras tanto, incluso la biología esta limitada a progresar, y esto es lo que de sus últimos logros hemos aprendido. El Dr. Ferré ha comunicado muy recientemente a la Sociedad Biológica de París una muy curiosa nota sobre el estado mental del agonizante, la cual corrobora maravillosamente las líneas antes expuestas. Por que, es este fenómeno especial de la reminiscencia de la vida y del súbito resurgir de las paredes vacías de la memoria, de todo su largo abandono y olvidados "rincones y esquinas", de "cuadro tras cuadro", que el Dr. Ferré atrae la atención de los Biólogos.

Debemos prestar atención especial a dos de entre los numerosos casos dados por este científico en su Informe, que muestra como científicamente correctas las enseñanzas que recibimos de nuestros Maestros Orientales.
El primer caso es el de un tísico moribundo cuya enfermedad desarrolló a consecuencia de una afección espinal. Ya la conciencia había dejado al hombre, cuando fue llamado a la vida por dos inyecciones sucesivas de un gramo de éter, el paciente levantó ligeramente su cabeza y empezó a hablar rápidamente en Flamenco, un idioma que ninguno alrededor ni tampoco él mismo, entendían. Ofreciéronle un lápiz y un pedazo de cartón blanco, escribió con gran rapidez varias líneas en ese idioma — muy correctamente,  como se determinó posteriormente -  calló de espalda y murió. Cuando se tradujo, se encontró que el escrito se refería a un asunto muy prosaico. Él había repentinamente recordado y escrito que le debía a cierto hombre una suma de 15 francos desde 1868 -  hacía más de veinte años — y deseó que le fuera pagado.

¿Pero, porqué escribió su último deseo en flamenco? El difunto era nativo de Antwerp, pero había salido de su país de niño, sin nunca haber aprendido el idioma, y habiendo vivido toda su vida en París, hablaba y escribía solamente en Francés. Evidentemente su conciencia retornó, esa última llamarada de memoria se desplegó ante él, como un panorama retrospectivo de toda su vida, aun para el hecho fútil de haber pedido prestado veinte años atrás unos francos a un amigo, esto no emanó de su cerebro físico solamente, sino que de su memoria espiritual, del Ego Superior (Manas o Individualidad Re-encarnada). 

El hecho de hablar y escribir en Flamenco, un idioma que había escuchado una vez en su vida cuando todavía no podía pronunciarlo, es una prueba adicional. El EGO es casi omnisciente en su naturaleza inmortal. De hecho la materia no es nada más que "el último grado y como la sombra de la existencia", como Ravaisson, miembro del Instituto Francés, nos dijo.

Pero, a nuestro segundo caso.

Otro paciente, agonizando de un consumo pulmonar e igualmente reanimado por una inyección de éter, giró su cabeza hacia su esposa y rápidamente le dijo: "Tú no puedes encontrar el prendedor ahora, todo el piso ha sido renovado desde entonces". Esto era en referencia a la pérdida de un prendedor de bufanda dieciocho años atrás, un hecho tan insignificante que casi se había olvidado, pero que no falló en ser revivido en el último pensamiento del moribundo, quien habiendo expresado en palabras lo que vio, de repente se detuvo y respiró por última vez. Así uno de los miles de pequeños eventos diarios, y accidentes de una larga vida parecerían ser llamados a la conciencia fluctuante, en el supremo momento de la disolución. ¡Una larga vida, quizás, vuelta a vivir en el espacio de un corto segundo!

Un tercer caso al que podemos prestar atención, que corrobora todavía más fuertemente esa aserción del Ocultismo que localiza tales recuerdos en el poder-pensamiento de la individualidad, en lugar del EGO personal (inferior). Una joven muchacha, quien había sido sonámbula hasta sus veintidós años, ejecutó durante sus horas de sueño sonámbulo las funciones más variadas de vida doméstica. De las que no tenía ningún recuerdo al despertar.

Entre otros impulsos síquicos que se manifestaron únicamente mientras ella dormía, estaba una tendencia sigilosa bastante ajena a su estado de vigilia. En este último ella era franca y sincera hasta cierto punto, y muy descuidada en su propiedad personal; pero en el estado sonámbulo tomaría artículos que le pertenecían o que estuvieran a su alcance y los ocultaría con ingeniosa habilidad. Este hábito siendo conocido por sus amigos y parientes, y estando al cuidado de dos enfermeras, las cuales observaban con atención sus acciones durante sus paseos nocturnos por años, nada desapareció que no se pudiera restaurar fácilmente a su lugar usual.

Pero en una noche sofocante, la enfermera calló dormida, la joven se levantó y fue al estudio de su padre. Este último, un notario de fama, había trabajado hasta muy tarde esa noche. Y fue durante una ausencia momentánea de su cuarto que la sonámbula entró, y deliberadamente tomó posesión de un testamento dejado sobre el escritorio, y también de una suma de varios miles de libras en bonos y notas. 
Luego procedió a ocultarlos en la cavidad de dos pilares huecos colocados en la biblioteca para hacer juego con los pilares sólidos, y robándoselo del cuarto antes del regreso de su padre, regresó a su habitación y cama sin despertar a la enfermera que aún estaba dormida en el sillón.

El resultado fue, que, como la enfermera negó categóricamente que la joven dejara el cuarto, la sospecha fue desviada del real culpable, y el dinero no pudo ser recuperado. La pérdida del testamento implicó una demanda legal la cual casi empobreció a su padre y arruinó por entero su reputación, y la familia calló en grandes aprietos. Cerca de nueve años más tarde la muchacha quien, durante los últimos siete años no había sido sonámbula, cayó dentro de un consumo del cual finalmente murió.
En su lecho de muerte, el velo que había colgado delante de su memoria física se levantó, su discernimiento divino despertó; los cuadros de su vida vinieron de repente ante su ojo interno; y entre otras cosas vio la escena de su robo sonámbulo. 

De repente despierta del letargo en el que había quedado por varias horas, su rostro mostró señales de una terrible emoción dentro de ella, y lloró exclamando "¡Ah! ¿Qué he hecho?... fui yo quién tomó el testamento y el dinero... Vayan a buscar en los pilares huecos en la biblioteca, yo he... " Ella nunca terminó su  oración, pues la propia emoción la mató. Pero la búsqueda se realizó y el testamento y el dinero fueron encontrados dentro de los pilares de roble como ella había dicho. Lo que hace este caso más extraño es que, los pilares estaban tan altos que, aún parándose en una silla y con suficiente tiempo a su disposición, en lugar de sólo unos pocos minutos, la sonámbula no podría haber alcanzado y haber dejado caer los objetos dentro de las columnas huecas. Se debe notar, sin embargo, que el extático y el convulsivo (Vide the Convulsionnaires de St. Médard et de Morizine) parecen poseer una facilidad anormal para escalar paredes y saltar aún a la cima de los árboles.

Tomando los hechos como se han dicho, ¿no podrían inducirnos a creer que el personaje sonámbulo posee una inteligencia y memoria propia aparte de la memoria física del despierto Ego inferior; y que es la anterior la que recuerda in articulo mortis, el cuerpo y los sentidos físicos cuando en el último caso cesan de funcionar, y la inteligencia gradualmente fabrica su escape final a través de la avenida de la psiquis y por último de toda la conciencia espiritual? ¿Y porqué no? La ciencia materialista comienza ahora a conceder  a la psicología más de un hecho que hubiera vanamente suplicado reconocimiento veinte años atrás.
 En "La Existencia Real", Ravaisson nos dice, "la vida de la cual cada otra vida es un imperfecto bosquejo, un boceto débil, es aquella del Alma". Esa que el público en general llama "alma", nosotros la llamamos "Ego reencarnado". "Ser, es vivir, y vivir es voluntad y pensamiento", dice el científico francés.1

Pero, si de hecho el cerebro físico es sólo un área limitada, el campo para contener las rápidas llamaradas del ilimitado e infinito pensamiento, ni la voluntad ni el pensamiento se puede decir se generan dentro de él, aun de acuerdo a la ciencia materialista, la grieta intransitable entre la materia y la mente ha sido ya confesada por Tyndall y muchos otros.

El hecho es que el cerebro humano es simplemente un canal entre los dos planos --el psico-espiritual y el material–por medio del cual cada idea abstracta y metafísica se filtra desde el plano Manásico a la más baja conciencia humana.

Por consiguiente, las ideas sobre el infinito y el absoluto no son, ni pueden estar, dentro de las capacidades de nuestro cerebro. Ellas pueden ser reflejadas fielmente únicamente por nuestra conciencia Espiritual, por lo tanto son más o menos una débil proyección en los índices de nuestras percepciones en este plano. Así mientras frecuentemente se borran archivos de eventos importantes de nuestra memoria, ni siquiera la más trivial acción de nuestras vidas puede desaparecer de la memoria del "Alma", porque no hay MEMORIA para ello, sino una siempre presente realidad en el plano que esta fuera de nuestras concepciones de espacio y tiempo. "El hombre es la medida de todas las cosas", dijo Aristóteles; ¡y ciertamente él no quiso decir por hombre, una forma de carne, huesos y músculos!

De todos los profundos pensadores Edgard Quinet, el autor de " La Creación", expresó mejor esta idea, hablando del hombre, lleno de sentimientos y pensamientos de los cuales no tiene conciencia del todo, o de los cuales él siente solamente una opaca o nublada impresión, muestra que el hombre se da cuenta realmente sólo de una pequeña porción de su ser moral. "Los pensamientos que pensamos, pero que no somos capaces de definir y formular, una vez rechazados, buscan refugio en la misma raíz de nuestro ser"... Cuando son alcanzados por el esfuerzo persistente de nuestra voluntad, "se retiran ante ello, más allá, aún más profundo de — quien sabe que — fibras, pero donde se mantienen para reinar e impresionar en nosotros aún sin ser invitados y desconocidos..."

; ellos se vuelven tan imperceptibles y tan inalcanzables como las vibraciones del sonido y el color cuando estos superan el rango normal. Sin ser vistos y eludiéndose, trabajan todavía, y así de esta manera ponen los fundamentos de nuestras acciones y pensamientos futuros, y obtienen dominio sobre nosotros, aunque nunca pensaríamos en ellos y a menudo ignoráramos su mismo ser y presencia.

En ninguna parte Quinet, el gran estudiante de la Naturaleza, parece ser más acertado en sus observaciones que, cuando habla de los misterios de los cuales estamos todos rodeados: "Los misterios ni de tierra ni del de cielo, sino aquellos presentes en la médula de nuestros huesos, en las células de nuestro cerebro, en nuestros nervios y fibras.
Esos no faltan", él agrega, "para investigar lo desconocido, nos perdemos en el reino de las estrellas, cuando aquí, cerca de nosotros y en nosotros, descansa lo inalcanzable. Así como nuestro mundo está en su mayor parte formado de seres imperceptibles que son los verdaderos constructores de sus continentes, así también es el hombre".

Verdaderamente, desde que el hombre es un manojo obscuro, y para sí mismo de percepciones inconscientes, de sentimientos indefinidos y emociones mal interpretadas, de memorias por siempre olvidadas y conocimientos que llegan a ser sobre la superficie de su plano —la ignorancia. Sin embargo, mientras la memoria física en un hombre saludable es a menudo obscurecida, un hecho fuerte deja fuera otro débil, ahí en el momento del gran cambio que el hombre llama muerte–eso que llamamos "memoria" parece regresar a nosotros con un vigor y frescura total.

¿Podría esto no ser debido como se dijo, simplemente al hecho que, por unos pocos segundos al menos, nuestras dos memorias (o más bien los dos estados, el superior e inferior de conciencia) se mezclan, y en consecuencia forman uno, y que el ser agonizante se encuentra en el mismo plano en el qué no hay pasado ni futuro, todo es presente?

La memoria, como todos sabemos, es más fuerte con respecto a sus primeras asociaciones, en aquel tiempo cuando el hombre del futuro es solamente un niño, y más de una alma que de un cuerpo; y si la memoria es una parte de nuestra Alma, entonces, como Thackeray ha dicho en alguna parte, la memoria debe ser por necesidad eterna. Los científicos niegan esto; nosotros, los teósofos, afirmamos que esto es así. Ellos tienen para lo que sostienen sólo pruebas negativas; nosotros tenemos, para apoyarnos, innumerables hechos por el estilo citados, en los tres casos descritos por nosotros. 

Los eslabones de la cadena de causa y efecto con relación a la mente son, y deben quedar siempre como una terra-incognita para los materialistas. Pues si ya han adquirido una profunda convicción que como dice el Papa–
Calma en las innumerables cámaras del cerebro
Nuestros pensamientos están unidos por muchas cadenas ocultas...
¡--y si todavía son incapaces para descubrir estas cadenas, cómo esperan desenredar los misterios de la más alta, Espiritual, Mente!
                                                 H. P. B.
                                     Lucifer, Octubre, 1889
1 Rapport sur la Philosophie en France au XIXme. Siècle.





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