H.P. Blavatsky
Este símbolo arcaico es el más
poético de todos los símbolos, así como también el más filosófico. Los antiguos
griegos lo hicieron notorio, y los poetas modernos lo han usado hasta la
saciedad. La Reina de la Noche, cabalgando en la majestad de su luz sin par en
el Cielo, dejando a todo, hasta a Hespero, en la sombra, y extendiendo su
plateado manto sobre el Mundo Sideral entero, ha sido siempre el tema favorito
de todos los poetas de la Cristiandad, desde Milton y Shakespeare, hasta el
último de los versificadores.
Pero la refulgente lámpara de la
noche, con su sequito de estrellas innumerables, ha hablado tan solo a la
imaginación del profano. Hasta últimamente, la Religión y la Ciencia no han
intervenido en este hermoso mito. Sin embargo, la fría y casta Luna, aquella
que según las palabras de Shelley:
… hace hermoso todo aquello
sobre lo que sonríe,
Aquel santuario vagabundo de llama
suave y helada
Que siempre se transforma, mas es
siempre la misma,
Y no calienta, pero ilumina…
esta en relaciones más estrechas
con la Tierra que ningún otro globo sideral. El Sol es la Fuente de Vida de
todo el Sistema Planetario; la Luna es el Dador de Vida a nuestro Globo; y las
primeras razas lo comprendían y sabían, aun en su infancia.
Ella es la Reina y es el Rey. Era
el Rey Soma antes de transformarse en Febo y en la casta Diana. Es, en modo
preeminente, la Deidad de los cristianos por conducto de los judíos mosaicos y
kabalísticos; y aun cuando el mundo civilizado haya permanecido por largas
edades ignorante del hecho, es en realidad así, desde que murió el ultimo Padre
de la Iglesia iniciado, llevando consigo a la tumba los secretos de los Templos
paganos. Para Padres tales como Orígenes y Clemente de Alejandría, la Luna era
símbolo viviente de Jehovah; el Dador de la Vida y el Dador de la Muerte, el
que dispone de la Existencia (en nuestro Mundo).
Pues si Artemisa fue la Luna en el
Cielo, y para los griegos, Diana en la Tierra, que presidia sobre el nacimiento
y vida del niño; entre los egipcios fue Hekat (Hécate) en el Infierno, la Diosa
de la Muerte, que mandaba sobre la magia y los encantamientos. Más aun: lo mismo
que la Luna, cuyos fenómenos son triples, Diana–Hecate–Luna,
es el tres en uno.
Pues es Diva triformis,
tergemina, triceps, tres cabezas en un cuello, como
Brahma–Vishnu–Shiva. Por tanto, es el prototipo de nuestra Trinidad, la cual no
ha sido siempre completamente masculina. El número siete, tan notorio en la Biblia y
tan sagrado en el séptimo día o Sábado, vino a los judíos de la antigüedad,
derivándose su origen del cuádruple numero 7 contenido en los 28 días del mes
lunar. Cada uno de cuyos septenarios está representado por un cuarto de Luna.
El satélite de la tierra ha
figurado muchísimo como emblema en las religiones de la antigüedad, y lo más
comúnmente se la ha representado como femenina, pero esto no es universal,
puesto que en los mitos de los teutones y de los árboles, lo mismo que en el
concepto de los râjputs de la India
(véase: Tod., Hist.), y en la
Tartaria, la luna era del género masculino.
Los autores latinos hablan de Luna
y también Lunus [masculino], pero con
suma rareza. El nombre griego de Selene, y el hebreo de Lebanah y también Yarcah.
En Egipto, la luna estaba
asociada con Isis, en Fenicia con Astarté y en Babilonia con Ishtar. Desde ciertos puntos de vista, los antiguos
consideraban la luna también como un ser andrógino. Los astrólogos asignan a la luna una
influencia sobre diversas partes del hombre, segun los varios signos del
Zodíaco que atraviesa, así como una influencia especial producida por la casa
que ocupa en un horóscopo.
La división del Zodíaco en las
veintiocho mansiones de la luna parece ser más antigua que la división en doce
signos. Los coptos, egipcios, árabes,
persas e indos se servían de la división en veintiocho partes, hace ya algunos
siglos, y los chinos se sirven de ella todavía.
Los herméticos decían que la luna
dio al hombre una forma astral, mientras que la Teosofía enseña que los Pitris lunares fueron los creadores de
nuestro cuerpo humano y de los principios inferiores. (Véase: Doctr.
Secr., I, 386, edic. antig. –W.W.W.).
[La luna es por excelencia la Deidad de los cristianos, sin saberlo
ellos mismos, por mediación de algunos judíos mosaicos y cabalistas.
Para algunos antiguos Padres de
la Iglesia, tales como Orígenes y Clemente de Alejandría, la luna era el
símbolo viviente de Jehovah: el dador
de vida y de muerte, el que dispone de la existencia (en nuestro mundo).
El
cristianismo es una religión enteramente basada en el culto solar y lunar. (Doctr.
Secr., I, 415, etc.). La luna es la Diva triformis, el Tres en Uno: Luna en el cielo, Diana en la tierra, y
Hécate en el infierno.
Las influencias de la luna son de
orden psicofisiológico. Es un astro
muerto que exhala emanaciones nocivas como un cadáver; vampiriza la tierra y a sus
habitantes, de manera que si uno se duerme bajo sus rayos (a menos de estar
protegido por un vestido blanco), experimenta sus malos efectos, perdiendo algo
de fuerza vital. Bajo su influencia las
plantas adquieren cualidades maléficas, y las que son venenosas tienen mayor
actividad cuando se las coge bajo los rayos lunares.
Tal influencia varía, sin
embargo, segun las fases del astro nocturno.
Así leemos en el Zend-Avesta
que la luna calienta, da ánimo y comunica paz; cuando está en el novilunio y plenilunio
favorece el crecimiento, el desarrollo y la vegetación, y tiene generalmente
una influencia bienhechora y saludable.
–Esotéricamente, la luna es símbolo del Manas inferior, y también lo es de la Luz Astral (Doctr.
Secr., III, 562)]. (G.T. H.P.B.)
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