domingo, 27 de septiembre de 2015

Luna

                                                            



                                                                  H.P. Blavatsky

Este símbolo arcaico es el más poético de todos los símbolos, así como también el más filosófico. Los antiguos griegos lo hicieron notorio, y los poetas modernos lo han usado hasta la saciedad. La Reina de la Noche, cabalgando en la majestad de su luz sin par en el Cielo, dejando a todo, hasta a Hespero, en la sombra, y extendiendo su plateado manto sobre el Mundo Sideral entero, ha sido siempre el tema favorito de todos los poetas de la Cristiandad, desde Milton y Shakespeare, hasta el último de los versificadores.

Pero la refulgente lámpara de la noche, con su sequito de estrellas innumerables, ha hablado tan solo a la imaginación del profano. Hasta últimamente, la Religión y la Ciencia no han intervenido en este hermoso mito. Sin embargo, la fría y casta Luna, aquella que según las palabras de Shelley:

… hace hermoso todo aquello sobre lo que sonríe,
Aquel santuario vagabundo de llama suave y helada
Que siempre se transforma, mas es siempre la misma,
Y no calienta, pero ilumina…

esta en relaciones más estrechas con la Tierra que ningún otro globo sideral. El Sol es la Fuente de Vida de todo el Sistema Planetario; la Luna es el Dador de Vida a nuestro Globo; y las primeras razas lo comprendían y sabían, aun en su infancia.

Ella es la Reina y es el Rey. Era el Rey Soma antes de transformarse en Febo y en la casta Diana. Es, en modo preeminente, la Deidad de los cristianos por conducto de los judíos mosaicos y kabalísticos; y aun cuando el mundo civilizado haya permanecido por largas edades ignorante del hecho, es en realidad así, desde que murió el ultimo Padre de la Iglesia iniciado, llevando consigo a la tumba los secretos de los Templos paganos. Para Padres tales como Orígenes y Clemente de Alejandría, la Luna era símbolo viviente de Jehovah; el Dador de la Vida y el Dador de la Muerte, el que dispone de la Existencia (en nuestro Mundo).

Pues si Artemisa fue la Luna en el Cielo, y para los griegos, Diana en la Tierra, que presidia sobre el nacimiento y vida del niño; entre los egipcios fue Hekat (Hécate) en el Infierno, la Diosa de la Muerte, que mandaba sobre la magia y los encantamientos. Más aun: lo mismo que la Luna, cuyos fenómenos son triples, Diana–Hecate–Luna, es el tres en uno. 

Pues es Diva triformis, tergemina, triceps, tres cabezas en un cuello, como Brahma–Vishnu–Shiva. Por tanto, es el prototipo de nuestra Trinidad, la cual no ha sido siempre completamente masculina. El número siete, tan notorio en la Biblia y tan sagrado en el séptimo día o Sábado, vino a los judíos de la antigüedad, derivándose su origen del cuádruple numero 7 contenido en los 28 días del mes lunar. Cada uno de cuyos septenarios está representado por un cuarto de Luna.

El satélite de la tierra ha figurado muchísimo como emblema en las religiones de la antigüedad, y lo más comúnmente se la ha representado como femenina, pero esto no es universal, puesto que en los mitos de los teutones y de los árboles, lo mismo que en el concepto de los râjputs de la India (véase: Tod., Hist.), y en la Tartaria, la luna era del género masculino.  

Los autores latinos hablan de Luna y también Lunus [masculino], pero con suma rareza.  El nombre griego de Selene, y el hebreo de Lebanah y también Yarcah.

En Egipto, la luna estaba asociada con Isis, en Fenicia con Astarté y en Babilonia con Ishtar.  Desde ciertos puntos de vista, los antiguos consideraban la luna también como un ser andrógino.  Los astrólogos asignan a la luna una influencia sobre diversas partes del hombre, segun los varios signos del Zodíaco que atraviesa, así como una influencia especial producida por la casa que ocupa en un horóscopo. 

La división del Zodíaco en las veintiocho mansiones de la luna parece ser más antigua que la división en doce signos.  Los coptos, egipcios, árabes, persas e indos se servían de la división en veintiocho partes, hace ya algunos siglos, y los chinos se sirven de ella todavía. 

Los herméticos decían que la luna dio al hombre una forma astral, mientras que la Teosofía enseña que los Pitris lunares fueron los creadores de nuestro cuerpo humano y de los principios inferiores.  (Véase: Doctr. Secr., I, 386, edic. antig. –W.W.W.).  [La luna es por excelencia la Deidad de los cristianos, sin saberlo ellos mismos, por mediación de algunos judíos mosaicos y cabalistas. 

Para algunos antiguos Padres de la Iglesia, tales como Orígenes y Clemente de Alejandría, la luna era el símbolo viviente de Jehovah: el dador de vida y de muerte, el que dispone de la existencia (en nuestro mundo).  

El cristianismo es una religión enteramente basada en el culto solar y lunar.  (Doctr. Secr., I, 415, etc.).  La luna es la Diva triformis, el Tres en Uno:  Luna en el cielo, Diana en la tierra, y Hécate en el infierno. 

Las influencias de la luna son de orden psicofisiológico.  Es un astro muerto que exhala emanaciones nocivas como un cadáver; vampiriza la tierra y a sus habitantes, de manera que si uno se duerme bajo sus rayos (a menos de estar protegido por un vestido blanco), experimenta sus malos efectos, perdiendo algo de fuerza vital.  Bajo su influencia las plantas adquieren cualidades maléficas, y las que son venenosas tienen mayor actividad cuando se las coge bajo los rayos lunares. 

Tal influencia varía, sin embargo, segun las fases del astro nocturno.  Así leemos en el Zend-Avesta que la luna calienta, da ánimo y comunica paz; cuando está en el novilunio y plenilunio favorece el crecimiento, el desarrollo y la vegetación, y tiene generalmente una influencia bienhechora y saludable.  –Esotéricamente, la luna es símbolo del Manas inferior, y también lo es de la Luz Astral  (Doctr. Secr., III, 562)].  (G.T. H.P.B.)



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