Helena Petrovna Blavatsky, una de las más notables figuras mundiales de
fines del siglo XIX, fue demasiado revolucionaria y desafiante ante las
ortodoxias que imperaban, ya se tratase de religión, ciencia, filosofía o
psicología, como para permanecer ignorada. Fue una iconoclasta que hizo añicos
las envolturas que ocultaban lo Real de lo ilusorio: pero la mayoría, aferrada
a los convencionalismos e ignorante de la Verdad, la atacó e injurió por su
temeridad y coraje al rasgar el velo de aquello que parecía una blasfemia
revelar. Lenta pero seguramente los años la han vindicado. A pesar de ser
ultrajada, ella se contentó con trabajar “al servicio de la humanidad” y
demostró su sabiduría al dejar que las futuras generaciones juzgaran su magnífica
obra [1].
Helena Petrovna Hahn
nació prematuramente en la medianoche entre el 30 y 31 de julio (según el
calendario ruso el 12 de agosto) de 1831, en Ekaterinoslav, provincia de
Ekaterinoslav, al sur de Rusia. Algunos raros incidentes que ocurrieron a la
hora de su nacimiento y en oportunidad de su bautismo, hicieron que la
servidumbre le presagiara una existencia tormentosa.
Helena fue una niña
indócil, descendiente de una larga línea de hombres y mujeres poderosos y
altivos. La historia de su linaje es la historia de Rusia. Siglos atrás los
nómadas eslavos erraban por las regiones del centro y parte oriental de Europa,
y si bien tenían sus formas propias de gobierno, cuando se establecieron en
Novgorod comenzaron a producirse entre ellos luchas internas a las cuales no
lograban poner fin. Llamaron entonces en su ayuda a Rurik, jefe de una de
las errantes tribus de “Russ”, hombres del norte o escandinavos, que buscaban
extender su radio de influencia. Rurik estableció el primer gobierno civil en Novgorod,
que se convirtió en un poderoso centro comercial para oriente y occidente. Él
fue el primer soberano y reinó por espacio de quince años. Durante su vida su
hijo Igor y su sobrino Oleg consolidaron su poderío en el oeste y en el sud del
país; Kiev se convirtió en un gran principado, y el que gobernaba allí era
virtualmente el soberano de Rusia.
Al correr de los siglos los descendientes de
Rurik se expandieron en son de conquista y dominio a través del país: Vladimiro
I (muerto en el año 1015) escogió al Cristianismo como religión de su pueblo y
el denominado “paganismo” desapareció. Yaroslao el Sabio (muerto en el 1034)
estructuró los Códigos y “Derechos Rusos”. El sexto hijo de Vladimiro II
(1113-25) fue Yuri, el codicioso o “dolgorouki”, apelativo éste que se mantuvo
como un título de familia. Yuri fundó Moscú y su dinastía dio origen a los
poderosos Grandes Duques que gobernaron y, como siempre, lucharon entre sí
fieramente. En 1224 las hordas mogólicas aprovecharon esta falta de unión y
dominaron a los grupos turbulentos, cada uno de los cuales envidiaba el poder y
la posición del otro. Pero Iván III, un Dolgorouki, en el año 1480 rompió el
yugo mogol, e Iván IV exigió ser coronado como Zar, arrogándose la autoridad
suprema. Con su hijo terminó la larga y brillante dinastía Dolgorouki. No
obstante, la familia todavía tuvo influencia en la época de los Romanoff hasta
la muerte de la abuela de la señora Blavatsky, la talentosa y erudita Princesa
Elena Dolgorouki que contrajo matrimonio con André Mikaelovitch Fadéef, el
“mayor” de la línea de los Dolgorouki, de la cual los Zares Romanoff eran
considerados una de las ramas más “jóvenes”.
Como se ha visto, la
familia de Helena era una de las de primer rango en Rusia, con tradición y
dignidad a sostener y conocida a través de toda Europa. Helena fue una rebelde
y desde su niñez se burló firmemente de los convencionalismos, aunque ella era
lo suficientemente sensitiva como para comprender que sus acciones no debían
afectar a su familia ni herir su honor. Su padre, el Capitán Peter Hahn,
descendía de los viejos Cruzados de Mecklenburg, los Rottenstern Hans. Debido a
que su madre, una ilustrada literata, murió cuando ella tenía once años, pasó
Helena su niñez con sus abuelos, los Fadéef, en una vieja e inmensa mansión en
Saratov que cobijaba a muchos miembros de la familia y a numerosos criados y
asistentes por ser su abuelo Fadéef, gobernador de la provincia de Saratov.
La naturaleza de Helena
estaba fuertemente imbuida con una innata capacidad psíquica, tan poderosa que
indudablemente constituía su más predominante característica. Ella sostenía y
demostraba que tenía habilidad para comunicarse con los moradores de los mundos
sutiles e invisibles y con los seres que para nosotros están “muertos”. Esta
capacidad natural fue posteriormente disciplinada y desarrollada a través de
toda su vida. Su educación sufrió la influencia de la posición social de su
familia y de los factores culturales imperantes. Así ella fue una hábil
lingüista y una brillante música, adquirió sentido científico y experiencia a
través de su erudita abuela y heredó las facultades literarias que
caracterizaban a la familia.
En 1848, a la edad de
17 años, Helena contrajo matrimonio con el General Nicephore V. Blavatsky,
gobernador de la provincia de Erivan, que era un hombre ya entrado en años.
existen diversas versiones referentes al porqué de este casamiento, pero lo que
se hizo evidente desde un primer momento fue que esta unión no agradó a Helena,
pues después de tres meses ella abandonó a su marido y huyó a casa de sus
familiares, quienes la enviaron a su padre. Mas, temerosa de que se la obligara
a regresar con el General Blavatsky, volvió a escaparse, comenzando así sus
años de vagabundeo y aventuras. A pesar de ello su padre mantuvo contacto con
ella y la ayudó financieramente. Aparentemente ella se mantuvo alejada de Rusia
el tiempo necesario como para hacer que la separación de su esposo fuera legal.
En 1851 Helena, ahora
Madame Blavatsky o H. P. B., encontró por primera vez físicamente a su Maestro,
el Hermano Mayor o Adepto, que había sido siempre su protector y la había
preservado de daños mayores en sus aventuras juveniles. A partir de ese momento
ella se convirtió en su fiel discípula, totalmente obediente a sus indicaciones
o directivas. Bajo Su guía aprendió a controlar y dirigir las fuerzas a las
cuales se encontraba sometida en razón de su excepcional naturaleza. Esta
conducción la llevó a través de experiencias de extraordinaria variedad dentro
de los dominios de la magia y del ocultismo. Ella aprendió a recibir mensajes
de sus Maestros y a transmitirlos a sus destinatarios, eludiendo valientemente
cada peligro y mala interpretación en su camino. Seguir el rastro de sus
peregrinajes durante el período de su aprendizaje, es verla a ella trabajando a
través de todo el mundo. Parte de este tiempo lo pasó H. P. B. en las regiones
del Himalaya, estudiando en monasterios en los cuales se han preservado las
enseñanzas de algunos de los más eruditos y espirituales Maestros de los tiempos
pasados. Ella estudió la Vida y las Leyes de los mundos internos y las reglas
que deben cumplirse para ganar el acceso a los mismos. Como testimonio de esta
etapa de su entrenamiento esotérico, nos ha dejado una exquisita versión de
axiomas espirituales en su libro The Voice of the Silence (La Voz del
Silencio).
En 1873, H. P.
Blavatsky fue a los Estados Unidos de América para realizar la obra que le
había sido encomendada. Para cualquier espíritu menos valeroso, esto hubiera
parecido irrealizable, pero ella, una desconocida mujer rusa, irrumpió en el
movimiento Espiritista que entonces conmovía tan profundamente a América y en
menor grado a otros países. Las mentes científicas estaban ansiosas de
descubrir el significado de los extraños fenómenos y les resultaba difícil
encontrar el camino en el enorme conjunto de fraudes y engaños existentes. De
dos maneras trató H. P. B. de hallar una explicación a los mismos, o sea: 1)
por la demostración práctica de sus propios poderes; y 2) declarando que
existía un antiquísimo conocimiento de las más profundas leyes de la vida,
estudiado y preservado por aquellos que podían usarlo con seguridad y para
realizar el bien, seres que en sus más altos rangos recibían la denominación de
“Maestros”, aunque también otros títulos eran usados por Ellos, como ser
Adeptos, Chohans, Hermanos Mayores, la Jerarquía Oculta, etcétera.
Para substanciar sus declaraciones, H. P. B.
escribió Isis Unveiled (Isis sin Velo),
en 1877, y The Secret Doctrine (La
Doctrina Secreta), en 1888, obras ambas transmitidas a ella por los
Maestros. En Isis Unveiled arrojó
valerosamente el peso de la evidencia recogida por ella en las escrituras del
mundo y otros registros, en los aspectos relativos a la ortodoxia religiosa, el
materialismo científico, las creencias ciegas, el escepticismo y la ignorancia.
Ella tropezó con la injuria, pero el pensamiento del mundo fue afectado e
iluminado.
Cuando H. P. B. fue
“enviada” a los estados Unidos, una de sus tareas más importantes fue la de
constituir una Sociedad, la cual fue denominada durante su formación THE THEOSOPHICAL SOCIETY (Sociedad Teosófica)
y tenía por objeto “recoger y difundir el conocimiento de las leyes que
gobiernan el Universo” [2]. La
Sociedad invitaba a “la fraternal cooperación de todos los que pudieran
comprender la importancia de su campo de acción y tuvieran simpatía por los
objetivos para los cuales había sido organizada” [3]. Esta
“cooperación fraternal” llegó a convertirse en el primero de los Tres
Propósitos de la labor desarrollada por la Sociedad, los que por muchos años
han sido enunciados como sigue:
Primero: Formar el núcleo de una Fraternidad
Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, creencia, sexo, casta o
color.
Segundo: Fomentar el
estudio comparativo de la Religión, la Filosofía y la Ciencia.
Tercero: Investigar las leyes inexplicables de la Naturaleza y los poderes latentes latentes en el hombre.
Se le encomendó a
Madame Blavatsky persuadiera al Coronel Henry Steel Olcott para que cooperara
con ella en lo concerniente a la formación de la Sociedad. Él era un hombre
altamente apreciado y muy conocido en la vida pública de América, y tanto él
como H. P. B. sacrificaron todo con el fin de desarrollar la tarea que los
Maestros les habían confiado.
Ellos fueron a la India
en 1879 y allí establecieron los primeros fundamentos firmes de su labor. La
Sociedad se expandió rápidamente de país en país, fuertemente apoyada por los
hombres y mujeres para quienes habían resultado convincentes su afirmación de
servicio a la humanidad, la amplitud de su plataforma, la claridad y lógica de
su filosofía y la inspiración de su guía espiritual. H. P. B. fue investida por
los Maestros con la responsabilidad de impartir la Doctrina Secreta o teosofía
al mundo - ella fue la suprema instructora; y al Coronel Olcott le fue delegada
la terea de organizar la Sociedad, lo que realizó con notable éxito. Por
supuesto estos pioneros hallaron oposición e incomprensión, especialmente H. P.
B., pero ella estaba preparada para cualquier sacrificio. Así ella había
escrito en el Prefacio de LA DOCTRINA SECRETA: “Estoy acostumbrada a las
injurias, me hallo en relación diaria con la calumnia, y ante la maledicencia
me sonrío con silencioso desdén”.
El período más efectivo
y brillante de la vida de H. P. B. fue posiblemente el que pasó en Inglaterra
entre 1887 y 1891. Ya habían pasado en parte los efectos causados por el
injusto Informe de la “Society for Psychical Research” del año 1885, acerca de
los fenómenos que ella producía, como asimismo los de los ataques de los
misioneros cristianos de la India. A su incesante tarea de escribir, editar y
atender la correspondencia, se agregaba la tarea de instruir a sus discípulos
para capacitarlos en la prosecución de su obra. A este fin ella organizó, con
la aprobación oficial del Presidente (el Coronel Olcott), la Sección Esotérica
de la Sociedad Teosófica. En el año 1890 más de un millar de miembros de muchos
países se encontraban bajo su dirección.
LA DOCTRINA SECRETA se
define por sí misma a través de su título, y “no expone la Doctrina Secreta en
su totalidad, sino un número seleccionado de fragmentos de sus principios
fundamentales”.
1) Ella indica: que puede lograrse una percepción de las verdades universales a través de la comparación de la Cosmogénesis de los antiguos;
2) proporciona una guía para revelar la verdadera historia racial de
la humanidad;
3) levanta el velo de la alegoría y del simbolismo para revelar la belleza de la Verdad;
4) presenta al intelecto anhelante, a la intuición y a la percepción espiritual, los “secretos” científicos del Universo para su comprensión. Ellos siguen siendo secretos hasta tanto no sean comprobados.
3) levanta el velo de la alegoría y del simbolismo para revelar la belleza de la Verdad;
4) presenta al intelecto anhelante, a la intuición y a la percepción espiritual, los “secretos” científicos del Universo para su comprensión. Ellos siguen siendo secretos hasta tanto no sean comprobados.
H. P. B. falleció el 8
de mayo de 1891 y dejó a la posteridad el gran legado de algunos de los más
elevados pensamientos jamás presentados al mundo. Ella abrió las por tanto
tiempo cerradas puertas de los Misterios, reveló una vez más la verdad sobre el
Hombre y la Naturaleza y dio testimonio de la presencia sobre la tierra de la
Jerarquía Oculta que guarda y guía al mundo. Ella es reverenciada por muchos
millares, porque ella fue y es un faro que ilumina la senda a las alturas a las
cuales todos deben ascender.
JOSEPHINE
RANSOM
Adyar, 1938.
(Traducido por J. D. y E. R. D.)
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