Por Ralph M. Lewis,
F.R.C.
Siempre intriga a la imaginación lo que no
vemos, lo intangible. Constituye un desafío para la innata curiosidad humana.
Nada se halla tan íntimamente relacionado con el hombre y, no obstante, tan
alejado de su comprensión como la mente. Esta es el instrumento, por
medio del cual el hombre ha comprobado los misterios de su existencia; no
obstante, la naturaleza de la mente constituye uno de los mayores enigmas. ¿Es
acaso la mente por completo una gracia, una substancia, un atributo divino, o
es el fenómeno funcional de un órgano? ¿Qué es lo que se ha supuesto acerca de
la mente y qué es lo que se conoce actualmente acerca de la misma?
Existen determinados fenómenos, como la
consciencia de sí mismo, el pensamiento, la memoria, la razón, la voluntad y la
imaginación, que son clasificados por el individuo medio, bajo la denominación
de mente. Por lo menos son éstas
las funciones que él atribuye a lo que se llama mente. Entonces, ¿es la mente
tan sólo un nombre colectivo de tales procesos, o es un substantivo, una cosa
de la cual estos procesos son el resultado?
Para los antiguos filósofos, la investigación
acerca de la naturaleza de la mente, era un tema preferido de especulación.
Antes del advenimiento de los métodos empíricos, o del comienzo de la ciencia,
la abstracción, o sea el refugio en la razón pura, era el medio principal para
la adquisición del conocimiento de aquellas cosas que intrigaban al
hombre. Las conclusiones obtenidas
proporcionaban satisfacción intelectual.
La confianza en la mente y en la razón,
tenidas frecuentemente como sinónimas, era por consiguiente, de la mayor
importancia. Si, por medio del razonamiento silogístico, llega uno a lo que
parece evidente por sí mismo, ¿constituye eso la verdad. o se
está engañando uno mismo? Si la mente no es más que la operación de un órgano,
existe la posibilidad de que sus conclusiones, a veces, puedan ser tan falsas
como las ilusiones de los sentidos.
El hombre conocía la falibilidad del
cuerpo. Por lo tanto, en el caso de que la mente fuera somática, es decir, tan
sólo otro órgano del cuerpo, lo que se presentara como verdad no podría
ser digno de confianza. Por el contrario, si la mente y su razonamiento fueran
de una substancia o función de un orden más elevado, que transcendiera el
cuerpo, en ese caso todas las deducciones lógicas deberían ser verdaderas. Esta
última y elevada condición era la que la mayor parte de los antiguos filósofos
conferían a la mente.
Con respecto a esto, decía Aristóteles:
“Bien sea la razón o alguna otra cosa lo que parece regular y ejercer autoridad
por derecho natural y tener un concepto de las cosas, un concepto noble y
divino, bien por ser ella misma divina, o por ser la parte más divina de
nuestro ser, lo cierto es que son las actividades de esta parte, de acuerdo con
su propia virtud, lo que constituirá la perfecta felicidad."
En el siglo VI A. C..
Anaxágoras declaró que la mente (Nous) es infinita, regida por sí misma y
separada, “per se”. Para Anaxágoras, la
mente era la cualidad infinita que interpenetraba todo. No delimitó claramente
si él la concebía como una especie de substancia, o bien como lo que podríamos
denominar “pensamiento puro." Decía: “Ciertamente se halla allí donde
todo lo demás está, en la masa circundante, y en lo que ha estado unido a ella
y separado de ella." Como mente, era universal en su conocimiento. Poseía
la sabiduría de todas las cosas, por cuanto, aparentemente, era la esencia del
movimiento o la fuerza que se manifiesta en todo cuanto es.
Por lo tanto, para
Anaxágoras, la mente era el primer motor del universo. De hecho, Anaxágoras ha
sido declarado como el primero en afirmar que la causa de todo era teleológica
(mente). No obstante, una noción similar fue expresada por los sacerdotes de
Ptah en Egipto, siglos antes. Anaxágoras escribió lo siguiente acerca del
poder de la mente universal: “Y Nous tenía poder sobre la revolución completa,
de suerte que comenzó a girar en el principio … Nous ordenó todas las cosas que
iban a existir, todas las que existían y ya no existen …” Sobre este
particular, se pensaba que la sabiduría infinita impregnaba al hombre, siendo
su mente una extensión de la mente universal.
Para Platón, la verdad era de naturaleza
divina. Estas divinas verdades estaban colocadas en la razón como universales,
siendo razón y mente dos palabras sinónimas. Estos universales eran
ideas como la belleza y la justicia, que todos los hombres poseen. Por tanto,
la mente era el depósito en el cual se conservaban estas ideas divinas y universales,
por medio de las cuales el hombre podía medir lo real y lo verdadero de la
realidad que percibía en sí y alrededor de sí mismo.
El motor inmóvil
Para Aristóteles, la mente o el pensamiento
era inmanente en el universo. Para él, la ubicua y omnipenetrante mente era un motor
inmóvil. Era el estímulo en todo desarrollo, a partir de las formas
inferiores hasta las más elevadas de la creación, siendo esto una
reminiscencia de la antigua doctrina de Anaxágoras. La entelequia o mente era
un ideal aún el que la materia se hallaba en una relación menor. Cuando era alcanzado
tal ideal, se convertía, a su vez, en materia, con relación al próximo ideal
más elevado.
Este ideal mental en el universo dio a la
materia su continuo empuje evolutivo hacía arriba, en la escala del
desarrollo. Así, pues, podríamos decir que cada estadio inferior de la
evolución era atraído por su ideal mental creador inmediatamente superior a él,
dando origen a una especie de jerarquía o escala de ideales. Esta mente del universo
no era producida por nada, ni de nada dependía. Era en sí misma un motor
inmóvil. En el hombre, el pensamiento es razón activa.
Sin embargo, no es una substancia, una
cosa, como pensamos de otras realidades; pues según Aristóteles, el intelecto
“No es nada en absoluto antes de que piense." ¿Sobrevive a la muerte esta
intangible cualidad de la mente-razón? Aristóteles nos asegura que es
separable del cuerpo y que es inmortal, eterna. Aún cuando sobrevive a la
muerte, esta mente-razón no retiene a la personalidad. Esto queda explicado,
partiendo del principio que esta mente-razón no es nuestra. No es una
cosa individual sobre la cual pueda imprimirse nuestra personalidad o alguna
parte de nosotros mismos. Es más bien, tan sólo una corriente, a través de
nuestro ser, la cual era inmortal antes de tocarnos, y permanece inalterada
después de ponerse en contacto con nosotros.
En los últimos tiempos de la Edad Media,
Tomás de Aquino, filósofo escolástico, declaró que el intelecto (mente) es la
más elevada facultad del alma. Afirmaba que, debido a esta facultad del
intelecto, el hombre es un poco menos que los ángeles. La cualidad mental del hombre es un rayo
de luz interior; su fuente es iluminación divina. Sin embargo, Aquino sostenía que el
cuerpo y la materia, a causa de su espesa naturaleza, eran obstáculos para la
pura verdad del intelecto.
Este es un viejo
concepto del dualismo: El cuerpo es la prisión de la cualidad anímica. El
intelecto (mente) del hombre, de acuerdo con Aquino, extrae la esencia de las
verdades divinas que son inherentes al hombre. Durante la meditación, el hombre
entra en comunión con la divina iluminación interior, y la mente humana,
cualidad anímica, realiza entonces la verdad y la expresa objetivamente. En
cuanto a la inmortalidad, Aquino postula que es el intelecto activo, la mente,
lo único que sobrevive a la disolución del cuerpo. Sin embargo, a la manera de
un halo o aura, la voluntad y la personalidad, el yo, se unen al intelecto y
sobreviven con él.
René Descartes
concebía la mente como una substancia anímica que venía de Dios. Para él, el
alma y la mente eran completamente distintas del cuerpo. La mente no es materia
y no tiene ninguna dependencia de ella. El movimiento corporal no es una causa
directa del pensamiento, toda vez que éste es un atributo del alma. Por lo
tanto, éste no puede actuar sobre la materia. Por ello, Descartes se alzó
contra la noción de que los animales piensan, sea cual fuere la evidencia de
pensamiento que parecieran desplegar. Pues, si piensan, tendría que haber
admitido que tenían alma. Por tanto, para ser consecuente con este concepto,
dice: "El mayor de todos los prejuicios que guardamos de nuestra infancia
es el de creer que los animales piensan."
Esto no obstante, el alma, por medio de la
voluntad, puede producir movimientos corporales. Descartes creía que la
glándula pineal era un punto dentro del cuerpo, donde el alma influenciaba de
manera misteriosa el movimiento del cuerpo, de acuerdo con la voluntad. Por
tanto, existía una interacción indirecta entre el alma (mente y
pensamiento) y el cuerpo.
Para Baruch Spinoza, filósofo judío
holandés del siglo XVII, la mente y la materia eran de la misma substancia
básica, siendo Dios la substancia. Mente y materia, o pensamiento y extensión,
como Spinoza los designaba, no eran más que dos de los infinitos atributos de
Dios. Son éstos los dos únicos atributos de los cuales es conocedor el hombre.
Sin embargo, no se afectan recíprocamente, sino que constituyen un paralelismo.
Dicho de otro modo, para cada pensamiento
existe una forma igual de materia. Por
consiguiente, para toda materia existe un pensamiento correspondiente,
borrando este paralelismo toda necesidad de mostrar de qué manera la mente
tiene una relación material o mecánica con el cuerpo. Una cosa no puede
interferirse a sí misma, y la mente y la materia son ambas de Dios. Así, cada
una de ellas tiene su manera distinta de expresar su relación con la misma
substancia fundamental, o Dios. Spinoza
dice sucintamente:
“Un modo de expresión, y la idea de ese
modo, son una y la misma cosa; pero expresado de una manera distinta ...”
Estas opiniones del
pasado son representativas de una multitud de doctrinas filosóficas que,
haciendo la apoteosis de la mente, la mostraron como divina. Más frecuentemente
fue presenta da como vehículo de la sabiduría divina, como una dote del hombre,
manifestándose en y a través de su ser corporal, pero no de la naturaleza del
ser, ni teniendo dependencia alguna del mismo.
Con el adelanto de la ciencia, especialmente en los campos de la
Medicina, la Fisiología, la Anatomía y la Neurología, el concepto de mente
sufrió un cambio radical.
Ya no se creyó por más tiempo que la mente
fuera una etérea esencia divina, una substancia inexplicable, misteriosamente
depositada en el hombre. Más bien, fue concebida como un proceso mecánico, como
el funcionamiento de un órgano. El hombre había estado buscando la mente, a
través de los siglos, intentando percibirla como si fuera de naturaleza
material. No encontrando semejante cosa, imaginó que sería lo mismo que su
noción del alma, esto es, una entidad, pero sin ninguna clase de substancia
física. Estos materialistas sostenían que si el hombre hubiera seguido
pensando acerca de la mente, como de un fenómeno, resultado de una función
orgánica, habría ya descubierto su naturaleza real.
El sistema nervioso
La Neurología, ciencia del sistema
nervioso, postulaba que éste es un aparato complejo que ha sufrido una larga
serie de cambios. Es el instrumento por medio del cual el animal puede
responder a su propia estructura corporal y al mundo que lo rodea, reaccionando
de la manera más adecuada a las necesidades del organismo. Los neurólogos en
general han defendido la tesis de que la mente es un complejo de fenómenos del
sistema nervioso humano, en comparación con el tipo primitivo del sistema
nervioso central de los animales inferiores. El de estos últimos no es más que
“un reflejo de acciones inconscientes.”
Todo vertebrado posee un sistema nervioso,
compuesto de una serie de largas neuronas (células nerviosas), con diversas
conexiones. Estas se efectúan por medio de neuronas más cortas. Las neuronas
largas son receptoras (aferentes y sensoriales). Conducen los impulsos al
interior. Las neuronas más cortas se denominan internunciales y son las
conexiones existentes entre las neuronas largas. Su función es eferente y
motriz, es decir, envían los impulsos hacia afuera, para producir el movimiento
de los músculos y el funcionamiento de los órganos y glándulas.
La base elemental de todos los fenómenos
mentales se halla, de acuerdo con la mayoría de los neurólogos, ligada a las
neuronas o células nerviosas. No obstante, se sostiene que el fenómeno de la
mente está relacionado principalmente con las neuronas internunciales más
cortas. En el cerebro humano se halla "esa masa de neuronas en las cuales
se verifican esas reacciones frente al medio ambiente a las cuales se les
llama mente."
Se ha estimado, por lo menos teóricamente,
que el cerebro humano medio posee 9,280 millones de neuronas cerebrales. Toda
deficiencia o subdesarrollo de estas neuronas explica las aberraciones de la
inteligencia y del comportamiento del hombre con respecto a su medio
ambiente. Estas neuronas, en
combinaciones de cadena, como las cuentas de un rosario, para emplear una
analogía corriente, son el instrumento de la mente, según se enseña actualmente.
La Cadena nerviosa se llama un ARCO. El hombre difiere de los animales
inferiores, en cuanto a inteligencia y mente, solamente por el hecho de tener
tres veces más cantidad de neuronas cerebrales que ellos. Esto explica su
mayor mentalidad.
¿Funcionan las neuronas independientemente,
o dependen unas de otras?
Las últimas investigaciones afirman que
aparentemente son unidades independientes desde el punto de vista
estructural; pero que funcionan solamente en cadena o arco. Las neuronas más
cortas, es decir, las internunciales, se hallan generalmente limitadas a la
materia gris del sistema nervioso.
Es opinión que, al
contrario de las otras células vivientes, todas las neuronas que un ser adulto
ha de poseer, están ya presentes en el momento del nacimiento. En
otras palabras, las neuronas no
se engendran, ni las destruidas se renuevan, como ocurre con otras células. La
energía potencial de las neuronas, así como la fuerza de los impulsos recibidos
a través de los receptores (órganos de los sentidos, etc.) parecen ser un
factor importante en la inteligencia del individuo y en aquellas funciones que
se atribuyen a la mente.
El Dr. R. J. A. Berry, eminente Profesor
de Anatomía y Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Melbourne, afirma en un texto que:
"la conclusión inevitable y la única lógica es que la neurona,
especialmente la neurona internuncial corta, es el instrumento físico de la
mente; pero la consciencia, la memoria, el lenguaje, el pensamiento y la razón
pueden manifestarse solamente, cuando existen suficientes neuronas para tales
finalidades."
Manifiesta que la prueba de que el cerebro
es el instrumento físico de la mente queda demostrado en los golpes en la
cabeza. Si estos golpes son lo suficientemente graves, como para dañar
temporalmente las neuronas cerebrales, dejan de ser activos los fenómenos del
lenguaje, el razonamiento, el pensamiento, la consciencia, el sentido común y
la inteligencia. De todo esto se deduce que el Dr. Berry, como muchos de sus
célebres colegas, hace depender principalmente la mente del instrumento físico
del cerebro y de sus neuronas.
Combatiendo a ciertos
psicólogos que ofrecen otras explicaciones para las emociones y los impulsos
psíquicos, un fisioneurólogo afirma que tales fenómenos dependen solamente de
la mayor complejidad de los arcos neurales. Dicho de otro modo, las emociones y
los impulsos psíquicos son la consecuencia de las numerosas combinaciones de
las cadenas de neuronas. Dicho
fisioneurólogo más adelante establece que: “la psicología sola no puede
determinar la función de la mente, sin acudir a la Neurología, a la estructura
del cerebro." Hace la afirmación positiva de que una fórmula excelente en
el estudio de la mente debe ser: "no neuronas, no mente."
La teoría de Pavlov puesta en duda
El fisiólogo ruso y premio Nobel. Pavlov,
sostenía que la consciencia, el vehículo de nuestros procesos mentales, tiene
lugar en el hemisferio cerebral. Es allí donde tienen lugar los reflejos
"excitados y condicionados" que constituyen nuestro comportamiento.
Experimentos posteriores han hecho surgir grandes dudas acerca de los
postulados de Pavlov sobre este particular.
Aún cuando ha habido una localización
perfectamente específica de los sentidos receptores cerebrales, es decir,
determinadas áreas para las sensaciones auditivas, las olfativas y las
gustativas, no ha habido semejante localización definida para otros fenómenos
mentales. De hecho, otra autoridad en la anatomía del sistema nervioso, el Dr.
S. W. Ransom, es terminante sobre este punto:
"En el estadio presente de nuestro conocimiento de la actividad
cortical y de su relación con la consciencia, es prudente el ser muy
cuidadosos en la localización de cualquier fracción mental de nuestra
experiencia consciente en un punto cualquiera del cortex cerebral ... "
Los neurólogos han hecho de la consciencia
un proceso de desarrollo que depende igualmente del crecimiento y
desarrollo de las neuronas. Dicen que en un infante, la consciencia consiste
esencialmente en los reflejos viscerales, como por ejemplo los dolores del hambre.
Con el crecimiento y desarrollo de las neuronas, se adquieren ciertas propiedades
físicas, como son la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
Estas aumentan, por lo tanto, la extensión
de la consciencia, no solamente de la estructura corporal, sino también del
medio ambiente. Con el lenguaje y la educación, la extensión se aumenta aún
más. Esta extensión aumentada de la consciencia se hace dependiente del aumento
de los arcos neurales en el cortex cerebral. Otro factor que contribuye a esto
mismo es la ilimitada sincronización o combinación de los arcos y sus impulsos
para ensanchar la consciencia.
Es interesante observar que la opinión de
un neurólogo niega la consciencia, como fenómeno, a los animales
inferiores. Explica que todas las acciones
de los animales tienen que tener una finalidad, en el sentido de la vida; pero
esto no debe considerarse como consciencia. En los animales inferiores, no hay
más que acciones reflejas, afirma, hallándose las neuronas condicionadas a
responder de la manera más adecuada al animal. En este sentido, el animal
manifiesta una finalidad, pero no consciente. Más adelante, afirma:
"Donde no existen ni aún las ideas más
mínimas y sencillas, no puede haber consciencia. La consecuencia deducida de esto, es que
tiene que existir esa masa de neuronas en "el extremo cefálico del tubo
neural (cerebro), en el cual puedan almacenarse recuerdos de impulsos previos,
para que existan las ideas y la consciencia.”
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