viernes, 1 de julio de 2016

La Constitución Septenaria del Hombre

WILLIAM Q. JUDGE.
Con respecto a la naturaleza del hombre, en los círculos religiosos Cristianos nos encontramos dos ideas prevalecientes: una es la enseñanza y la otra es su común aceptación. La primera ciertamente no es ningún secreto dentro de la Iglesia, pero es tan raramente divulgada a los laicos que parece ser casi un arcano para las muchedumbres. 

La gran mayoría de las personas creen tener un alma y un cuerpo y ahí terminan sus pesquisas. Lo que en realidad el alma es y si ésta es o no la persona verdadera, o si tiene poderes propios, no es algo que se investiga; los predicadores generalmente se limitan a tratar sobre su salvación o condenación. Y al hablar así del alma, como si fuera una cosa diferente de uno mismo, la gente ha adquirido una idea subyacente de que ellos no son almas, ya que pueden perder tal alma. De ésto ha devenido una tendencia hacia el materialismo, que induce a los hombres a prestar mayor atención al cuerpo que al alma, siendo esta última abandonada a la tierna misericordia de los sacerdotes; y entre los disidentes, el cuidado del alma es muy frecuentemente diferido hasta el día de la muerte. Pero cuando la verdadera doctrina se comprende se podrá ver que el cuidado del alma, que es el Yo impersonal o superior, es un asunto vital que requiere atención de día a día y que no puede ser diferido sin causar un penoso daño al hombre completo: cuerpo y alma.
La enseñanza Cristiana, sustentada por San Pablo, puesto que en él descansa en efecto el Cristianismo dogmático, es que el hombre está compuesto de cuerpo, alma y espíritu. 

Esta es la constitución trina del hombre en la que creen los teólogos, pero ocultada en el trasfondo porque su investigación podría resultar en la readopción de puntos de vista considerados como ortodoxos en el pasado, pero que ahora son heréticos; porque cuando colocamos el alma entre el espíritu y el cuerpo, estamos muy próximos a la necesidad de examinar el problema de la responsabilidad de esa alma, ya que el cuerpo mismo no puede tener ninguna responsabilidad. Y con el fin de hacer responsable al alma de los actos cometidos, debemos asumir que el alma posee poderes y facultades. A partir de ésto, es fácil tomar la actitud de que el alma puede ser racional o irracional, igual que pensaron los griegos algunas veces, y entonces ya no queda sino un paso para subsecuentes proposiciones teosóficas.

Esta concepción tríptica de la naturaleza del hombre contiene, en efecto, la enseñanza Teosófica de la constitución septenaria, porque las otras cuatro divisiones que faltan en la clasificación, se pueden encontrar en los poderes y facultades del cuerpo y del alma, según procuraré demostrar más adelante. Esta convicción, de que el hombre es de constitución septenaria y no simplemente una dualidad, fue sostenida desde hace largo tiempo y claramente inculcada a cada individuo en el pasado con las correspondientes demostraciones; pero lo mismo que otras doctrinas filosóficas, esta convicción se perdió de vista, pues fue gradualmente retirada en la época en que la moral degeneraba en la Europa Oriental, antes de que el materialismo hubiera adquirido completa preponderancia en unión del escepticismo, su hermano gemelo. 

A su retiro, quedó dentro del Cristianismo la actual doctrina de cuerpo, alma y espíritu. La razón de tal encubrimiento y de su rejuvenecimiento en este siglo, está muy bien expresada por la señora H. P. Blavatsky en su Doctrina Secreta. En respuesta a la declaración "no podemos comprender cómo el más mínimo peligro pudiera surgir de la revelación de una doctrina tan puramente filosófica como la de la evolución de la cadena planetaria", ella dice:

El peligro era éste: Tales doctrinas, como la de la cadena planetaria y de las siete razas, de inmediato dan una pauta de la naturaleza septenaria del hombre, porque cada principio está correlacionado con un plano, un planeta y una raza, y los principios humanos están en cada plano en correlación con las séptuples fuerzas ocultas; esas fuerzas de los planos superiores poseen un poder oculto formidable, el abuso del cual causaría a la humanidad males incalculables. Esta es una pista que quizás no sea tomada como tal por la generación actual, especialmente los occidentales, protegidos como están por su misma ceguera y su incredulidad ignorante y materialista, pero una pista que no obstante, sería muy verídica en los primeros siglos de la era cristiana, para pueblos plenamente convencidos de la realidad del ocultismo y entrando en un ciclo de degradación que los preparaba para el abuso de los poderes ocultos, y una hechicería de la peor descripción.

El señor A. P. Sinnett, en un tiempo funcionario del gobierno de la India 1, fue el primero en bosquejar en esta época la verdadera naturaleza y constitución del hombre en su libro "El Budismo Esotérico", el cual fue recopilado de informaciones transmitidas a él por H. P. Blavatsky directamente desde la Gran Logia de Iniciados a la que ya se ha hecho referencia.-

Y así, al presentar la antigua doctrina ante la civilización occidental, él le confirió un gran beneficio a su generación y ayudó considerablemente a la causa de la Teosofía. Esa clasificación fue:
1) Cuerpo Físico, o
Rupa
2) Vitalidad, o
Prana-Jiva
3) Cuerpo Astral, o
Linga-Sarira
4) Alma Animal, o
Kama-Rupa
5) Alma Humana, o
Manas
6) Alma Espiritual, o
Kama-Rupa
7) Espíritu, o
Atma

Las palabras en letra bastardilla, en el idioma Sánscrito, son los equivalentes de los términos adoptados en inglés por él. Esta clasificación continúa en pie en nuestros días para todos los usos prácticos, pero es susceptible de modificación y extensión. 
Por ejemplo, una modificación ulterior, que coloca el cuerpo astral en segundo lugar en vez del tercero, no altera substancialmente la clasificación. 
Esta clasificación da inmediatamente una idea de lo que es el hombre, que es muy distinta a la vaga descripción expresada con las palabras "cuerpo y alma", y también reta audazmente el concepto materialista de que la mente es el producto del cerebro, o sea, una parte del cuerpo. No se tiene la pretensión de que estos príncipios fueran desconocidos hasta ahora, porque han sido conocidos de diferentes maneras, no solamente por los hindúes sino también por muchos europeos; sin embargo, la simple presentación de la constitución séptuble del hombre, en combinación íntima con la constitución septenaria de una cadena de globos a través de la cual el ser evoluciona, no había sido dada. 

El abate francés Eliphas Levi, escribió sobre el reino astral y el cuerpo astral, pero evidentemente no tenía conocimientos del resto de la doctrina, y aún cuando los hindúes poseían los otros términos en su idioma y filosofía, no usaban una clasificación septenaria, sino que dependían mayormente de una clasificación cuádruple y sin duda ocultaban (si es que tenían conocimiento de ello) la doctrina acerca de una cadena de siete globos, incluyendo la tierra. Por cierto, un hindú erudito, Subba Row, ya fallecido, afirmaba que ellos sabían de una clasificación septenaria, pero que tal clasificación no había sido ni sería divulgada.

Considerando estos constituyentes del hombre desde otro punto de vista, nosotros diríamos que el hombre inferior es un ser compuesto, pero en su naturaleza real es una unidad o un ser inmortal, incluyendo una trinidad compuesta de Espíritu, Discernimiento y Mente, la cual requiere cuatro instrumentos inferiores y mortales para poder trabajar en la materia y obtener la experiencia que la naturaleza confiere.
A esta Trinidad se le denomina Atma-Buddhi-Manas en el idioma Sánscrito, términos difíciles de traducir al castellano.


Atma es el Espíritu; Buddhi, es la facultad más elevada del intelecto, aquello que discierne y juzga; Manas, es la mente. Esta triple combinación es el hombre real, y sin duda alguna esta doctrina es el origen de la enseñanza teológica acerca de la Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los cuatro instrumentos o vehículos inferiores se bosquejan a continuación:

Estos cuatro constituyentes inferiores y materiales son transitorios y por su naturaleza están sujetos de por sí a ser desintegrados, así como también a separarse los unos de los otros. Cuando llega la hora de comenzar su separación, la combinación de los cuatro no puede mantenerse por más tiempo, el cuerpo físico muere, los átomos que componen cada uno de los cuatro comienzan a separarse unos de otros, y la combinación completa, al ser desarticulada, ya no es capaz de servir de instrumento al hombre verdadero. Esto es lo que entre nosotros los mortales se denomina "muerte"; pero no es muerte para el hombre real, porque éste es imperecedero, persistente, inmortal. El es, por esta razón, llamado la Triada o la Trinidad indestructible, mientras que los otros instrumentos son conocidos como el Cuaternario, o los Cuatro Mortales.

Este cuaternario u hombre inferior es un producto de la substancia y de las leyes cósmicas o físicas, y ha sido desarrollado durante el transcurso de las edades partiendo de la substancia cósmica, lo mismo que cualquier otro objeto físico, y por consiguiente está sujeto a las leyes físicas, fisiológicas y psíquicas que gobiernan el conjunto de la raza humana. Por lo tanto, su posible período de duración puede ser calculado lo mismo que un ingeniero puede calcular el esfuerzo de tensión de los metales usados en la construcción de puentes. Cualquier agregado en la forma humana, integrada por estos constituyentes, está por lo tanto limitado en duración por las leyes del período evolutivo durante el cual existen. Hoy en día es generalmente de unos setenta a cien años, pero su posible duración es más larga. Así, en la historia hay casos de personas ordinarias que han vivido hasta la edad de doscientos años; y por medio de un conocimiento de las leyes ocultas de la naturaleza, el límite posible de duración puede ser extendido a cuatrocientos años aproximadamente.




Por ésto se notará que la parte física de nuestra naturaleza se extiende a una segunda división, que aunque invisible a los ojos externos, es sin embargo material y está sujeta a la desintegración. Por razón de que la gente en general ha estado acostumbrada a admitir como real solamente lo que puede ver con los ojos físicos, la generalidad de los hombres ha llegado por último a suponer que lo invisible no es ni real ni material. Pero ellos se olvidan de que aún sobre el plano terrestre hay gases nocivos que son invisibles aunque reales y poderosamente materiales, o de que el agua puede existir en forma invisible suspendida en el aire, hasta que las condiciones atmosféricas la alteran y causan su precipitación.

Recapitulemos, pues, antes de entrar en detalles. El Hombre Real es la Trinidad de Atma-Buddhi-Manas, o Espíritu, Alma y Mente, y emplea ciertos agentes e instrumentos para ponerse en contacto con la naturaleza, a fin de conocerse a sí mismo. Estos instrumentos y estos agentes se encuentran en los Cuatro constituyentes inferiores, o Cuaternario. Cada uno de los principios es en sí mismo un centro de percepción para la particular experiencia que corresponde a su propio campo de acción, siendo el cuerpo físico el más inferior, el menos importante y el más transitorio de toda la serie. 

Porque cuando nosotros llegamos al cuerpo, procediendo de la Mente Superior, puede demostrarse que los órganos de aquél, privados del hombre interior, son en sí mismos insensibles e inútiles. La vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato no pertenecen al cuerpo, sino al segundo e invisible hombre físico. Los verdaderos órganos que sirven para el ejercicio de esas facultades se encuentran en el Cuerpo Astral, y esos órganos en el cuerpo físico no son sino los instrumentos mecánicos exteriores de coordinación entre la naturaleza y los verdaderos órganos interiores.


1 El señor Sinnet fue el editor del Pioneer de Allahabad, el órgano oficial del Gobierno de la India.

El Oceano de la Teosofía



No hay comentarios:

Publicar un comentario