domingo, 28 de agosto de 2016

CICLOS

WILLIAM Q. JUDGE
La doctrina de los Ciclos es una de las más importantes de todo el sistema teosófico, aunque la menos conocida, y de todas, a la que se alude con menos frecuencia. Por varios siglos los investigadores occidentales han sospechado que los eventos suceden en forma cíclica, y unos cuantos escritores en el campo de la literatura europea han tratado este asunto, aunque todos lo han hecho de una forma incompleta. Esa falta de cabalidad y escasez de conocimiento exacto se han debido a una falta de creencia en las cosas espirituales y al deseo de reducir y adaptar todas las cosas a la ciencia materialista. Tampoco pretendo dar a conocer la ley cíclica en su totalidad, porque esta es una ley que los Maestros de Sabiduría no han divulgado en todos sus detalles. Pero bastante ha sido ya divulgado y bastante fue por largo tiempo conocido por los hombres de la antigüedad, como para enriquecer considerablemente nuestro saber.

Un ciclo es un anillo, círculo o revolución periódica, como lo indica la etimología de la palabra. En el idioma Sánscrito, las palabras correspondientes son Yuga, Kalpa, Manvantara; pero entre todas, Yuga es la que más se aproxima a la palabra ciclo, por significar menor duración que las otras. El comienzo de un ciclo debe por necesidad ser un instante, que añadido a otros instantes constituyen un día, y éste sumado a los otros días, constituyen los meses, los años, las décadas y los siglos. El Occidente no va más allá de este cómputo ordinario y aunque reconoce el ciclo lunar y el gran ciclo sideral, sólo considera a ambos, al igual que a los demás, como meros períodos de tiempo. Si los hemos de considerar tan sólo como duración de tiempo, no habrá ninguna utilidad excepto para el estudiante estéril o el astrónomo. Y en esta forma están los ciclos considerados hoy día por los pensadores Europeos y Americanos, quienes reconocen la existencia de los ciclos, pero consideran que éstos no ejercen mayor influencia sobre la vida humana, y de hecho ninguna sobre la ocurrencia de eventos o la reaparición en el escenario de la vida, de personas que una vez vivieron sobre la tierra. La teoría teosófica es precisamente lo contrario, como debe ser si ha de sustentarse la doctrina de la reencarnación, a la cual se ha dado una gran importancia en páginas anteriores.

No solamente son llamados los ciclos actuales sucesos físicos en lo que respecta al tiempo, sino que tales ciclos y otros períodos afectan grandemente la vida humana y la evolución del globo terrestre con todas las formas de vida que existen en éste. Comenzando con el instante como punto de partida y prosiguiendo a través de un día, esta teoría erige el ciclo en un amplio anillo que lo abarca todo dentro de sus límites. Siendo el instante la base fundamental, la cuestión a ser esclarecida respecto al gran ciclo es: Cuándo se inició el primer instante? Esto no puede ser contestado, pero puede decirse que los antiguos teósofos sostuvieron que la verdad es que en los primeros momentos de la solidificación de este globo, la masa de materia envuelta en el proceso alcanzó un cierto grado vibratorio que se mantendrá a través de toda variación en cualquier parte de esa masa, hasta que llegue la hora de su disolución. Estos grados de vibración son los que determinan las diversas clases de ciclos y, en oposición a las ideas de la ciencia occidental, la doctrina enseña que el sistema solar y el globo sobre el cual nos encontramos, llegarán a su final cuando la fuerza que yace tras la masa de materia visible e invisible haya alcanzado su límite de duración, de conformidad con la ley cíclica.

Aquí nuestra doctrina difiere otra vez de la doctrina religiosa y de la científica. No admitimos que la cesación de la fuerza se deba a la retirada de la protección de un Dios, ni al súbito arrojo por él de alguna otra fuerza contra nuestro globo, sino que la fuerza en juego, que es la determinante del gran ciclo, es la del hombre mismo considerado como un ser espiritual; tan pronto como él termina su labor sobre el globo, lo abandona y con él se retira la fuerza que sostiene el conjunto; el resultado es la disolución por el fuego, por el agua o por cualquier otra forma de catástrofe, siendo estos fenómenos simplemente efectos y no causas. Las especulaciones científicas corrientes sobre este punto, son que la tierra puede llegar a precipitarse y caer hacia el sol, o ser envuelta por éste, o que un cometa de gran densidad podría destruir nuestro globo, o que podríamos entrar en colisión con un planeta mayor, ya sea conocido o no. Por el momento, todas estas posibilidades son inútiles.

Como la reencarnción es la gran ley de la vida y del progreso, la misma se encuentra íntimamente entrelazada con la ley de los ciclos y del karma. Estas tres leyes van juntas y en la práctica es casi imposible desligar la ley de la reencarnación de la ley cíclica. Los individuos y las naciones regresan al globo terrestre en corrientes determinadas dentro de períodos cíclicos regulares, y traen con ellos de regreso al globo las artes, la civilización y los mismísimos personajes que antes vivieron y laboraron en él. Y como dentro de una nación y de una raza las entidades están magnéticamente conectadas por hilos invisibles y poderosos, grupos y masa considerables de tales unidades, en su lento pero incontenible avance, vuelven a reunirse en diferentes épocas y emergen juntos una y otra vez dentro de cada nueva raza y cada civilización, a medida que los ciclos recorren sus establecidas rondas. Por lo tanto, las almas que erigieron las más antiguas civilizaciones regresarán y traerán con ellas la vieja civilización, en idea y en esencia, lo cual, añadido a lo que otros han llevado a cabo para el desarrollo de la raza humana en su carácter y su conocimiento, producirá un nivel de civilización aún más elevado. Este nuevo y más avanzado desarrollo no será debido a la existencia de libros, crónicas, artes o tecnología, ya que todo éso es destruído periódicamente en lo que a la evidencia física concierne, sino al alma, eternamente reteniendo en Manas el conocimiento que una vez adquirió, e impulsando siempre hacia un más completo desarrollo los principios y poderes superiores; y así persistiendo, la esencia del progreso volverá a surgir otra vez con la misma certeza que el sol brilla. Y a lo largo de esta ruta están los puntos donde, para beneficio del hombre, los ciclos avatáricos menores y mayores proyectan los grandes seres que de tiempo en tiempo van moldeando la raza.

El Ciclo de Avatares incluye varios ciclos menores. Los mayores son esos que marcaron la aparición de Rama y de Krishna entre los hindúes, de Menes entre los Egipcios, de Zoroastro entre los Persas y de Buda entre los hindúes y otras naciones de Oriente. Buda es el último de los grandes Avatares y se encuentra en un ciclo mayor que el de Jesús de los Judíos, pues las enseñanzas de este último son las de Buda y están teñidas con las doctrinas que Buda había enseñado antes a los instructores de Jesús. Otro gran Avatar está aún por manifestarse y corresponderá a las naturalezas combinadas de Buda y Krishna. Krishna y Rama pertenecían al orden militar, civil, religioso y oculto. Buda al orden ético, religioso y místico, en lo cual fue seguido por Jesús; Mahoma fue un intermediario menor para una porción de la raza y perteneció al orden civil, militar y religioso. En estos ciclos podemos incluir personajes varios que han tenido una gran influencia sobre las naciones, tales como el Rey Arturo, Faraón, Moisés, Carlomagno, reencarnado en Napoleón Bonaparte; Clovis de Francia, reencarnado en Federico III, emperador de Alemania; y también Washington, primer Presidente de los Estados Unidos de América, país donde la raíz de la nueva raza está en proceso de formación.
En la intersección de grandes ciclos, siguen efectos dinámicos que alteran la superficie del planeta como resultado de la inversión de los polos del globo u otras convulsiones. Esta no es una teoría generalmente aceptada, pero nosotros sostenemos su veracidad. El hombre es un gran dinamo que genera, acumula y proyecta energía, y cuando las masas de hombres que forman una raza generan y distribuyen así la energía, hay un efecto dinámico sobre la materia del globo, el cual será suficientemente poderoso como para ser perceptible y cataclísmico. Que han habido vastos y horrorosos disturbios en la estratificada corteza del globo, es algo generalmente admitido por todas las disciplinas, y por lo tanto no requiere mayores pruebas; estos disturbios han sido ocasionados por terremotos, cataclismos y fenómenos glaciales en cuanto a la geología concierne; pero, en cuanto a las formas animales, la ley cíclica señala que ciertas formas animales ya extintas, así como ciertas formas humanas desconocidas, pero a veces sospechadas, reaparecerán otra vez en su propio ciclo, y ciertos idiomas humanos considerados ahora como lenguas muertas, se pondrán de nuevo en uso a la hora cíclica señalada.

"El Ciclo Metónico es el ciclo lunar. Este es un período que abarca unos diecinueve años, terminado el cual, la luna nueva y la luna vuelven a caer en los mismos días del mes".
"El Ciclo Solar es un período de veintiocho años, pasado el cual las letras Dominicales regresan a su lugar original y proceden en el orden anterior de acuerdo con el calendario Juliano".

El gran año Sideral es el período requerido por los puntos equinocciales para completar en su precesión una revolución completa e la esfera celeste. Esta revolución consiste en unos 25,868 años solares. Se dice que el último año sideral terminó hace 9,868 años, en cuyo momento debe haberse producido sobre la tierra una violenta convulsión, o una serie de convulsiones, así como distribuciones de naciones. La terminación de este gran período transporta a la tierra dentro de nuevos espacios del cosmos, no tanto con respecto a su propia órbita, como respecto a la progresión del sol en una órbita que le es propia y que no puede ser medida por ningún observador de nuestra época, pero cuyo centro, en la estimación de algunas personas, debe estar situado en una de las constelaciones.
Lo que afecta señaladamente al hombre son los ciclos espirituales, psíquicos y morales, y de éstos surgen los ciclos nacionales, raciales e individuales. Los ciclos raciales y nacionales son ambos históricos. Los ciclos individuales son los de la reencarnación, la sensación y las impresiones. La duración del ciclo de la reencarnación individual para la generalidad de los seres humanos, es de un mil quinientos años, y este cómputo, a su vez, nos da un gran ciclo histórico relacionado íntimamente con el progreso de la civilización. Porque a medida que las masas de Egos regresan del Devachán, debe inferirse que las antiguas eras Romana y Griega, lo mismo que la Ariana y otras Eras pasadas, reaparecerán, y ésto puede en alto grado ser claramente discernido. Más al hombre también lo afectan los ciclos astronómicos, porque él es parte integrante del todo y estos ciclos marcan los períodos en que la humanidad toda ha de experimentar un cambio.
En los libros sagrados de todas las naciones estos acontecimientos son con frecuencia mencionados, y se encuentran en la Biblia de los Cristianos, como, por ejemplo, en la historia de Jonás dentro del vientre de la ballena. Tomado en sentido histórico ésto es un absurdo, pero no si se considera como un ciclo astronómico. "Jonás" se encuentra entre las constelaciones, y cuando el punto astronómico que representa al hombre alcanza en el Zodíaco un punto que está directamente opuesto al vientre de la constelación de Cetus o de la ballena, al otro lado del círculo, en lo que se conoce como el proceso de oposición, entonces se dice que Jonás está en el centro del pez y es "arrojado" al final del período, cuando ese punto humano ha avanzado suficientemente en el Zodíaco como para no estar más en oposición a la ballena. 
De igual manera, a medida que ese mismo punto progresa a través del Zodíaco, viene a estar en oposición con las diferentes constelaciones con las que se va encontrando en exacta oposición, de siglo en siglo, a lo largo de su curso. Durante estos movimientos progresivos, ocurren cambios entre los hombres y sobre la tierra, que son exactamente indicados por las constelaciones cuando aquéllos son descifrados de acuerdo con las reglas correctas de la simbología.

No se pretende demostrar que las conjunciones causan los efectos, sino que edades atrás los Maestros de Sabiduría resolvieron todos los problemas con respecto al hombre y encontraron en la bóveda celeste los medios de computar con exactitud las fechas en que los eventos han de ocurrir, y entonces, grabando en las mentes de las viejas naciones la simbología del Zodíaco, fueron capaces de preservar los anales y la profecía. Así pues, de la misma manera que el relojero puede decir la hora cuando las manecillas o la maquinaria del reloj alcanzan ciertos puntos determinados, igualmente los Sabios pueden pronosticar la hora de los eventos por el reloj Zodiacal. Desde luego, ésta no es la creencia de hoy en día, pero será bien comprendida en los siglos venideros, y como las naciones de la tierra tienen signos generalmente similares para el Zodíaco, y las crónicas de las razas hace tiempo extintas muestran los mismos símbolos, no parece ser probable que el espíritu vandálico del occidental siglo diecinueve sea capaz de borrar esta valiosa herencia de nuestra evolución. En Egipto, el Zodíaco de Dendera relata la misma narración que nos fue legada por la antigua civilización del continente Americano, y todas ellas proceden de la misma fuente; representan la obra de los Sabios, quienes se manifiestan al comienzo del gran ciclo humano para darle al hombre, que comienza su fatigoso ascenso por la ruta del desarrollo, esos grandes símbolos e ideas de carácter astronómico que perdurarán a través de todos los ciclos.
En lo que toca a los grandes cataclismos que ocurren al comienzo y final de los grandes ciclos, las leyes principales que gobiernan los efectos son la de Karma y la de Reencarnación, procediendo bajo la ley cíclica. Estas leyes no sólo gobiernan al hombre, sino también a cada átomo de materia, y todo el conjunto de materia está constantemente sufriendo transformaciones al mismo tiempo que el hombre. Esta materia, por lo tanto, tiene que mostrar alteraciones correspondientes a las que experimenta el Ego mismo o pensador. Sobre el plano físico, los efectos son producidos por los fluídos eléctricos y de otros orígenes, actuando con los gases sobre las substancias sólidas del globo. Al cambio de un gran ciclo, ésto alcanza lo que pudiera llamarse un punto explosivo y causa convulsiones violentas de las clases siguientes: a) Terremotos, b)Inundaciones, c)Incendios, d)Fenómenos Glaciales.

Los terremotos pueden producirse, de acuerdo con esta filosofía, por dos causas generales: Primero, por inmersión o elevación bajo la corteza terrestre, debido al calor y al vapor; Segundo, cambios eléctricos y magnéticos que afectan simultáneamente el agua y la tierra. Estos últimos tienen el poder de hacer la tierra fluída instantáneamente sin licuarla, causando así inmensos y violentos desplazamientos en grandes o pequeñas oleadas. Este efecto es ahora observado algunas veces en distritos azotados por terremotos, cuando causas eléctricas similares entran en acción en una escala menor.

Las inundaciones de carácter general son causadas por el desplazamiento de aguas resultante de un hundimiento o elevación del terreno, y también por esos fenómenos en combinación con cambios de naturaleza eléctrica que inducen una enorme descarga de humedad. Esto último no es simplemente el resultado de nubes que se descargan, sino una súbita transformación de enormes masas de fluidos y sólidos en agua.

Los incendios universales son el resultado de cambios eléctricos y magnéticos en la atmósfera, por medio de los cuales la humedad es desalojada del aire que a la sazón se transforma en un masa ardiente; y, en segundo lugar, por la expansión repentina del centro magnético solar en siete centros similares, causando así el incendio del globo.

Los cataclismos glaciales no provienen solamente de la alteración repentina de los polos, sino también de descensos de temperatura, debido a la alteración de las cálidas corrientes fluídas del mar y de las calientes corrientes magnéticas de la tierra; las primeras son conocidas por la ciencia, las otras todavía no. Los estratos más profundos de humedad en la tierra se congelan repentinamente y vastas regiones se cubren de gruesas capas de hielo en una noche. Este fenómeno puede ocurrir muy fácilmente en las Islas Británicas, si las corrientes cálidas del océano son desviadas de sus costas.

Tanto los egipcios como los griegos tenían sus propios sitemas cíclicos, que en nuestra opinión derivaron de los Sabios de la India. Los chinos fueron siempre una nación de astrónomos, y han registrado observaciones que datan de las épocas remotas anteriores a la era Cristiana, pero como pertenecen a una raza antigua que está llamada a extinguirse (por extraña que esta aseveración pueda parecer) sus conclusiones no resultarán válidas y correctas en lo que concierne a las razas arianas. Al advenimiento de la era Cristiana, un denso palio de oscuridad veló las mentes de los hombres de Occidente, y la India por siglos hubo de permanecer aislada de manera que pudieran preservarse estas grandes ideas durante la noche mental de Europa. Este aislamiento fue llevado a cabo deliberadamente como una necesaria precaución tomada por la Gran Logia a la cual ya hice referencia en el Capítulo Primero, porque sus Adeptos, conociendo perfectamente las leyes cíclicas, deseaban preservar la filosofía para las generaciones futuras. Como sería tan solo pedantería y especulación tratar de discutir los Saros y los Naros y otros ciclos de los Egipcios, daré pues aquí los ciclos Brahmánicos, ya que éstos concuerdan casi exactamente con los períodos correctos.

A un período o expresión de manifestación universal se le da el nombre de Brahmanda, que significa una vida completa de Brahma, y la vida de Brahma se compone de días con sus años, los cuales siendo cósmicos, son de una duración inmensa. El día de Brahma, como el del hombre, es de 24 horas y pico de duración; su año de 360 días y pico; el número de sus años es 100.


Tomando en consideración este globo - puesto que a nosotros no nos concierne ahora ningún otro - su gobierno y su evolución prosiguen bajo la dirección de El Manú, nombre de cuya raíz Sánscrita derivan Manas, "mente" y Man, "hombre"; de este término surge el vocabloManvántara, o "entre dos Manus". El curso de la evolución está subdividido en cuatro Yugas por cada raza dentro de su propia duración y ruta. Estos Yugas no afectan a la humanidad toda a un mismo tiempo, en razón de que mientras unas razas están en uno de los Yugasotras están en un ciclo diferente. El indio Piel-Roja, por ejemplo, se encuentra al final de su edad de piedra, mientras que los Arios están en una fase enteramente diferente. 

Los citados cuatro Yugas son: Krita o Satya, la edad de oro; Treta, Dvapara, y Kali o edad de la oscuridad. Con respecto al Occidente y a la India, la actual era es la del Kali Yuga, especialmente con respecto al desarrollo moral y espiritual. El primero de estos mientras que el actual Kali Yuga es rápido, siendo su curso acelerado precisamente como ciertos períodos astronómicos conocidos hoy con relación a la Luna, pero aún no completamente comprendidos.



Los primeros 5,000 años del Kali Yuga terminan entre los años de 1897 a 1898. Este Yuga comenzó alrededor de 3,102 años antes de la era Cristiana, al momento del fallecimiento de Krishna. Como los años de 1897-1898 no están muy lejanos de nosotros, los científicos de hoy tendrán una oportunidad de ver si la conclusión del ciclo de cinco mil años será precedida o seguida de algunas convulsiones o grandes cambios políticos, científicos o físicos, o bien de todos estos sucesos combinados. Cambios cíclicos están ahora generándose a medida que de año en año las almas o Egos de previas civilizaciones están encarnando en este período, en que la libertad de pensamiento y de acción no están tan restringidos en Occidente como lo estuvieron en el pasado por las religiones dogmáticas y el prejuicio y fanatismo religioso. Nos encontramos actualmente en un ciclo de transición, en que todo en filosofía, religión y sociedad, se encuentra en un proceso de cambio. Durante un período de transición, las cifras exactas y las reglas completas con respecto a los ciclos no se divulgan a una generación que exalta el dinero por encima del más alto nivel de pensamiento y se mofa de la gran perspectiva espiritual del hombre y de la naturaleza.

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