Al considerar el poder del pensamiento, necesitamos previamente recordar
el efecto psicológico de nuestra atmósfera mental sobre los demás, Quién se
pone en contacto con nosotros recibe la influencia de nuestra actitud mental,
cuya intensidad varía según sean nuestros pensamientos firmes y concentrados, o
débiles y esparcidos. Si nuestra actitud es armoniosa o agresiva, inducirá
calma o inquietud.
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Hay como una química en las modalidades.
Cuando se encuentra dos personas de modalidad diferente, se produce algo como
una reacción química. Por ejemplo, si una persona en estado de emoción colérica
se encuentra con otra timorata y nerviosa, ocurre una explosión. La persona
nerviosa se siente dañada sin saber que su temor ha producido un estado
propicio para el florecimiento de la cólera.
Igualmente, si nos aproximamos a alguien con
una actitud de crítica, pronto encontramos que nuestros pensamientos de censura
vuelven hacia nosotros con más fuerza de lo que desearíamos. Así, nosotros; con
nuestra crítica nos hacemos agresores, aunque no hayamos pronunciado una
palabra. Hemos creado la mala atmósfera en la que no pueden mantenerse las
vibraciones más sutiles de la armonía.
Algunas personas padecen de lo que podría
llamarse un "círculo vicioso" mental. Empiezan con un pensamiento de
preocupación y giran a-su rededor como -el penado en el molino de escalones.
Continúa y sigue la inquietud y la rueda de pensamiento gira y vuelve al mismo
objeto. Si por algún tiempo se desprenden de esa preocupación, no tardan mucho
en volver a su apesadumbrada, rueda, obligando a la mente a un trabajo arduo y
a una innecesaria fricción a los nervios. Cuanto, más se apenan, tanto mayores
molestias y trastornos pueden aparecer, los que aumentan a su vez las
preocupaciones y congojas.
Es la naturaleza maligna de los pensamientos
y su impetuosidad la que ha creado un campo magnético favorable al
florecimiento de la ansiedad. Únicamente restringiendo esa tendencia y elevando
los pensamientos a un plano superior de vibraciones, pensando en concepciones
de optimismo y valentía, que como el rayo de sol iluminan el pensamiento, es
como podemos remover ese estado de la mente. Algunas personas están tan
impregnadas con sus pesares que ni siquiera admiten que su estado mental pueda
curar. La mayoría de nosotros estamos convencidos que el control del
pensamiento, la concentración y la meditación sobre temas agradables y
edificantes son de gran valor; aunque en los intervalos de estos esfuerzos, el
pensamiento vuelva a las rutas que han creado una barrera para la expresión de
lo mejor de nuestro ser.
Conviene elegir alguna idea relevante, el
verso de un himno o poema, y dirigir hacia él nuestro pensamiento varias veces
al día. Esto enderezará la mente hacia una vibración diferente, un nuevo rango
de onda, y con perseverancia se llegará a obtener un inmenso beneficio para el
carácter. Más aun, pueden ser adquiridas virtudes para nuestro carácter,
meditando todas las mañanas .durante cinco minutos sobre la virtud deseada, y
volviendo frecuentemente sobre ese pensamiento durante el día.
Aunque la mayor importancia de nuestra fuerza
de pensamiento es para nosotros mismos, conviene recordar siempre que
constituye un elemento saludable o perturbador para la comunidad en la que
vivimos. Nuestra aura magnética, la atmósfera personal que todos llevamos
influye en la gente que nos rodea y provoca reacciones; y todo pensamiento
nuevo que producimos la altera y modifica nuevamente. El temor aporta de
nosotros todo lo que podemos desear; es algo como una vía de agua, un
desperdicio de poder. El valor da vida al aura; el amor y la serenidad, la
embellece. La admiración y la aspiración, a estados superiores de conciencia en
el mundo mental.
Nunca hemos de caer en el error de creer que
el pensamiento de una persona común, es menospreciable, pues con los
pensamientos reunidos del mundo se hacen las guerras, las revoluciones y los
tumultos. Los pensamientos negativos constituyen la mecha que prende con las
chispas incendiarias de las ideas de los perturbadores. Antes de que podamos
tener un mundo perfectamente gobernado, tendremos que influir para que la
mayoría de los individuos puedan gobernar con perfección su propiamente. Todos
tenemos parte de responsabilidad en este asunto.
Podemos acordar nuestro vehículo mental al
tipo de pensamiento que deseamos, a un ritmo de vulgaridad o de idealismo. Mas
hemos de procurar en conservar inalterado nuestro propio ritmo mental, libre de
influencia a las olas de contienda que nos llegan con demasiada frecuencia.
Para ello tenemos que esforzarnos en afinar nuestro mental al tono de la música
interna que existe y vibra en nosotros, con lo cual lograremos establecer un
ritmo de gozo y armonía.
Este poder de elevarnos espiritualmente nos
abrirá la puerta de la comprensión, y nos permitirá penetrar en el reino de la
felicidad; y en la luz de esa dicha de poder encontrar amor y compasión para
todas las manifestaciones de vida que nos rodean, a la vez que darnos cuenta de
la belleza y el misterio en el corazón de las cosas.
M. R. Walker
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