miércoles, 24 de octubre de 2018

Reflexiones sobre La Voz del Silencio



Ayuda a la Naturaleza y con ella trabaja; y la Naturaleza te considerará como uno de sus creadores y te prestará obediencia. — 

La Voz del Silencio Entre los escritos de H. P. Blavatsky su clásico devocional La Voz del Silencio ha tenido una gran aceptación a través de los años. La integridad de la verdad universal es evidente en todas las páginas de este pequeño volumen derivado de “El Libro de los Preceptos de Oro”, que desde hace incontables años ha guiado los pasos de los estudiantes místicos en busca del camino espiritual. 
Los Preceptos originales contienen aproximadamente “noventa pequeños tratados distintos”, de los cuales HPB memorizó treinta y nueve. 

Las copias están grabadas en discos finos, que “se guardan generalmente en los altares de los templos anexos a los centros” de las escuelas Mahāyānas. En sus últimos años tradujo y comentó una selección de estos Preceptos, creando esta obra de gran belleza. La Voz se compone de tres “Fragmentos” —La Voz del Silencio, Los Dos Caminos, y Los Siete Portales— dedicado a despertar el ser inferior al Ser superior cuyos impulsos, sabiduría y voz sin sonido no se entienden completamente hasta que nos convertimos en el Ser, “el agente y el testigo . . . la Luz en el Sonido, y el Sonido en la Luz”. 

La compasión es la fuerza motivadora en ambos: el Buddhismo Mahāyāna y en la Sociedad Teosófica. 
El notable erudito Zen Buddhista, el Dr. D. T. Suzuki, escribió acerca de La Voz del Silencio: Sin lugar a dudas Madame Blavatsky había de alguna manera sido iniciada en la parte más profunda de la enseñanza Mahayana y luego dio lo que ella considera prudente al mundo occidental como la Teosofía. — The Eastern Buddhist (old series) 5:377 La unidad divina de la vida, las operaciones justas y certeras del karma, y nuestros renacimientos cíclicos aquí en la tierra, forman el amplio lienzo en el que se presentan con franqueza los aspectos de los conflictos y las posibilidades humanas. También son tratados diferentes tipos de ilusión derivados de la “herejía de la separatividad”, la disciplina y el ejercicio de las pāramitās o virtudes necesarias de un verdadero adepto o maestro. Estas incluyen la caridad, la armonía en palabra y acto, la paciencia, la fortaleza y la indiferencia al placer y el dolor, que conducen a través de dhyāna (contemplación) hacia la iluminación —prajñā—. “Los Dos Caminos” y “Los Siete Portales” explican las diferencias entre el camino del buddha pratyeka que culmina en la elección de la dicha nirvánica durante eones, y el camino del buddha de la compasión quien es movido a renunciar su bien ganado nirvana con el fin de permanecer en la tierra y ayudar a aliviar el sufrimiento humano. 

El camino “solo para el ser” se llama el Dharma del Ojo o el intelecto, lo externo y transitorio; el camino para ayudar a los demás, el Dharma del Corazón, es el permanente y eterno, conocido como el verdadero sello de la sabiduría esotérica. Esta tierra es nuestra casa, donde por siglos hemos estado cosechando los frutos de las acciones y pensamientos pasados, a veces alegres, a veces llenos de dolor y sufrimiento. Se refiere como la Mansión de Dolor —Myalba (infierno)— debido a los problemas que hemos provocado nosotros mismos en vidas anteriores. A medida que caminamos a través del Vestíbulo de la Instrucción hacia el Vestíbulo de la Sabiduría gradualmente nos damos cuenta que la verdadera alegría viene de seguir el Dharma del Corazón, del sacrificio de lo personal por lo desinteresado y universal, de la oscuridad del miedo al valor de la luz del corazón. Muchos son los pensamientos reconfortantes en hacer frente al karma positivamente, en la justicia absoluta de la acción karmica: ningún esfuerzo, ni aun el más insignificante, así en buena como en mala dirección, puede desvanecerse del mundo de las causas. Ni aún el disipado humo queda sin huella . . . No nacerán rosas del pimiento, ni la 1a argentina estrella del perfumado jazmín se convertirá en una espina o un cardo. 

El uso de la paradoja en La Voz es fascinante para explorar. Una paradoja presenta dos aspectos aparentemente contradictorios de la misma verdad como un medio para despertar la intuición y otras facultades que no sean las puramente racionales, evitando que la mente se fije en una sola opinión permitiéndole explorar libremente otras posibilidades de significado. La verdad es siempre vital y continua, pero cuando está encajonada en un modo de pensar, la vitalidad la deja y se convierte en dogma: “las semillas de la Sabiduría no pueden germinar y desarrollarse en un espacio sin aire”. El significado del sendero es una paradoja envuelto en paradojas. Individualmente somos el sendero que conduce al corazón del universo: “Tú eres TU MISMO el objeto de tus investigaciones”. Sin embargo, colectivamente como seres humanos todos estamos en el camino juntos, aprendiendo las lecciones que pertenecen a nuestro estado de auto-conciencia. Pero ser auto-conscientes no es sinónimo de ser conscientes de nuestra promesa espiritual. Los desafíos y oportunidades son diferentes para cada uno, de acuerdo a la “progenie Kármica de todos nuestros anteriores pensamientos y actos”. 

“El Maestro sólo puede señalar el camino. 

El Sendero es uno para todos; los medios para llegar a la meta han de variar según los Peregrinos”. 
Ya estamos dirigiendo nuestra propia evolución, pero asumimos una mayor responsabilidad por cada uno de nuestros pensamientos y actos con cada grado adicional de voluntad y compromiso que hacemos internamente. Tan pronto como damos un paso adelante con una noble intención, la vida dice “demuéstralo”, y los desafíos aumentan. Es un camino largo y variado, ya que a través de prueba y error se llega a muchos callejones sin salida y recurrimos a desvíos a lo largo de nuestro viaje. Sin embargo, siempre hay estímulo. “No olvides...que cada fracaso es triunfo, que cada esfuerzo sincero alcanza con el tiempo su galardón”: 
“Si no puedes tú ser sol, sé el planeta humilde . . . . Muestra el ‘Camino’ ...como lo muestra la estrella vespertina a aquellos que siguen su ruta en medio de la obscuridad”. La dualidad de la mente es una paradoja importante pues la mente es el centro de nuestra humanidad y se puede utilizar ya sea como “el patio de recreo de los sentidos” o como un instrumento de la sabiduría del alma. Vacilamos entre la conciencia del “Yo soy Yo” y la percatación del “Yo soy parte de todas las cosas”. 

El aprendizaje de la cabeza, no iluminado por el espíritu, cae presa de la luz engañosa de la ilusión que hechiza los sentidos y “ciega la mente”, consintiendo el egoísmo, el interés propio, la crueldad y la ambición, mientras que la humildad y la impersonalidad abren las puertas al auto-conocimiento. En la primera página aprendemos: “La Mente es el gran destructor de lo Real. Destruya el discípulo al Destructor”

Este es un mandato para conquistar el aspecto negativo de la mente y asumir el mando. Lo que sigue elucida la verdadera función de la mente. Porque la mente es parecida a un espejo; cúbrese de polvo mientras refleja. Ha menester de las suaves brisas de la Sabiduría del Alma para que arrebate el polvo de nuestras ilusiones. Procura, principiante, fundir tu mente con tu Alma. . . . Busca en lo impersonal al “hombre eterno” y una vez lo hayas encontrado, mira hacia dentro: eres Buddha.  A través de la experiencia aprendemos a ejercer el discernimiento, y nuestro mejor maestro es la vida y la interacción con los demás. La paradoja familiar “Abandona tu vida, si quieres vivir”, obviamente no significa abandonar nuestras responsabilidades, dejar a la familia, e irse a las colinas para llegar a ser espiritual. “El hombre que no desempeña la terea que tiene asignada en la vida, ha vivido en vano”: Sigue la rueda da la vida; sigue la rueda del deber para con la raza y la familia, el amigo y el enemigo, y cierra tu mente así a los placeres como a los dolores. Agota la ley de retribución Kármica. 

Al cambiar el foco de atención a las prioridades más significativas, y renunciar a los apegos personales y egoístas, nos encontraremos con “la fortaleza del alma” que es constante, transmutando la aceptación pasiva de la vida en un más activo modo de saber y hacer. La imaginación poética y la simbología de la naturaleza se prestan al pensamiento místico, y dado que aspectos de la conciencia humana reflejan operaciones en la naturaleza, símbolos, como la flor de loto, tienen el poder de inspirar: Haz que tu Alma preste oído a todo grito de dolor, de igual modo que descubre su corazón el loto para absorber los rayos del sol matutino. 

No permitas que el Sol ardiente seque una sola lágrima de dolor, antes que tú la hayas enjugado en el ojo del que sufre. Pero deja que las ardientes lágrimas humanas caigan una por una en tu corazón, y que en él permanezcan sin enjugarlas, hasta que se haya desvanecido el dolor que las causara. Esas lágrimas, oh tú de corazón muy compasivo, son los arroyos que riegan los campos de la caridad inmortal. ‘En ese suelo es donde crece la flor de la medianoche la flor del Buddha . . .  ¿Podrían las lágrimas de dolor de la humanidad no ser la llamada que trae a el buddha de compasión a hacer su elección final de renunciar el nirvana? 
“La compasión habla y dice: ‘¿Puede haber bienaventuranza cuando todo lo que vive ha de sufrir? 
¿Te salvarás tú y oirás gemir al mundo entero?’” Tal es la calidad del compromiso, el grado de auto-sacrificio de un bodhisattva o buddha de compasión que se entrega totalmente y se une a ellos, “inadvertido para el hombre y sin que se lo agradezcan”, que construye y sostiene el Muro Protector protegiendo a la humanidad, para protegernos a nosotros y este planeta “invisiblemente de males aún peores”. 

Diariamente tomamos decisiones y éstas tienen un efecto acumulativo como una compasión cada vez más universal, o como el egoísmo spiritual ejemplificado por el pratyeka buddha quien, aunque completamente puro, no obstante, cegado por su objetivo de nirvana, desconsiderado de otros. Los logros más nobles provienen de orígenes simples. Al principio de La Voz se encuentra la máxima, “Pasa de la luz del sol a la sombra, para hacer más espacio a otros”. Esto es tan claro que un niño podría entenderlo, y una bonita manera de transmitir el principio de consideración por otros antes que el de uno mismo. También hay pensamientos en este libro tan profundos que podrían tomar vidas para entenderlos. Lo poco que vemos de la gran realidad que somos internamente. Somos todo lo que hemos hecho de nosotros mismos hasta ahora, y nuestra presencia refleja lo invisible, así como lo visible. Lo que perdura de vida a vida se oculta en el fondo, no se ve, no se ha realizado: Fijar la mirada de tu Alma en la estrella cuyo rayo eres tú, la estrella flamígera que resplandece en los tenebrosos abismos del eterno ser, en las regiones sin límites de lo Desconocido. 

La belleza de estas palabras lleva al pensamiento y el sentimiento fuera de la pista mundana hacia esos campos sin límites de lo Desconocido en el que el Ser más interior se halla en casa. Tales cavilaciones dan matices más profundos a la vida diaria, haciendo posible tomar una línea o dos de estos preceptos y mantenerlos en mente por días hasta el fin. Esta es una forma natural de meditación que puede permanecer de forma continua, sin interrumpir las actividades ordinarias a las que se les debe prestar plena atención. Y uno nunca sabe cuándo una repentina intuición puede destellar a través de la mente despertando conocimiento valioso. Porque estas palabras tienen una fuerza —la fuerza vital de la verdad eterna, de la sabiduría de lo divino de la voz del silencio. 

• Nuestro destino está en nuestras propias manos, y podemos hacer o deshacer nosotros mismos. 
Ningún dios prohíbe, ningún dios impone; somos hijos de lo divino, y por lo tanto partícipes de la divina libertad de voluntad; y en nuestra forma débil como almas sólo parcialmente evolucionadas, trabajamos nuestro destino. A medida que moldeamos nuestras vidas, esas vidas se convertirán en buenas, malas, bien formadas, distorsionadas, hermosas o feas. Nosotros los hacemos así. 
No hay fatalismo en esto.  La naturaleza que nos rodea no sólo nos está ayudando, sino que, al mismo tiempo extrañamente, hasta nos restringe de manera que nos da la oportunidad de ejercitar nuestra fuerza contra la oposición, ¡la cual es la única manera de desarrollar un buen par de bíceps! El ejercicio trae fuerza. Si la naturaleza no nos dio la oportunidad de probar el dios dentro de nosotros, nunca creceremos. Por lo tanto, la naturaleza no es sólo una madre hermosa y provechosa, sino también una enfermera severa que nos cuida con un ojo infinitamente compasivo, e insistiendo en sus operaciones y reacciones a lo que hacemos o seguimos con nuestra voluntad, esta voluntad puede crecer en fuerza mediante el ejercicio; nuestra comprensión será más brillante y más intensa a través de su uso.. 

Fuente: THE THEOSOPHICAL SOCIETY /PASADENA, CALIFORNIA

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