viernes, 19 de octubre de 2018

EL SERMÓN DE LA MONTAÑA



Por PHYLLIS  S. LEAN

EL Sermón de la Montaña es el alma misma del esoterismo Cristiano. La enseñanza que contiene no es un nuevo credo, en ningún sentido. Cristo no vino a añadir nada a las filosofías, teologías y doctrinas que aturden las mentes de los hombres. Sabía El que la doctrina no basta; vino a cambiar nuestros corazones, a convencernos de que el objeto de la religión es conocer y ver a Dios ahora, y que el logro de una meta tan alta envuelve un cambio de conciencia. Sin embargo Su enseñanza, esta enseñanza interna, era para los pocos; estas perlas de Su sabiduría no pueden entregarse a la multitud. Siempre sucede así con la sabiduría interna.

La exposición más completa del Sermón se encuentra en los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de San Mateo. El trasfondo se da en los capítulos 3 y 4. El capítulo 3 comienza por una descripción de Juan el Bautista, un hermitaño cuya comida eran langostas y miel silvestre, que exhortaba a los hombres al arrepentimiento y los preparaba para el bautismo. Jesús fue uno de los que vino a Juan para ser bautizado en el Jordán. El relato pasa rápidamente del bautismo a la iniciación, descrita poéticamente como el descenso de la paloma, del Espíritu Santo. La voz de Dios pronuncia una extraña frase: "Este es mi Hijo amado en quien me he complacido". Un padre humano, al reconocer los triunfos de su hijo, podría haber dicho: "Mi hijo amado, con quien me complazco". Empero tenemos aquí esta indicación, que el Padre y el Hijo se han unificado, que Jesús, de Nasareth es el Cristo, el Instructor Eterno.

El capítulo 4 abre con un relato de la Tentación, en la cual Jesús es invitado a   demostrar   los   poderes   supernormales, o siddhis, que ya para entonce, dudablemente, posee. Conviene considerar por un momento que tentaciones si- rnilares, aunque en escala mucho menor  y menos importante, hemos de confrontar todos; los pequeños poderes que tenemos, las imperfectas habilidades que poseemos, pueden ser erróneamente usadas si no estamos en constante guardia. :

Trascendida la hora de la tentación, Jesús se dedica a reunir Sus pocos discípulos,   escogiendo   primero   a   Simón, llamado Pedro, y a Andrés su hermano; dos  simples   pescadores,   destinados   a ser "pescadores de hombres". Es significativo que El escogió hombres rústicos, y   no   intelectuales  que  habrían  tenido mucho que desaprender.

En esta forma humilde, desde las playas del Mar de Galilea, comenzó a predicar y a curar en forma que atrajo y llamó   la   atención  y  adoración  de   las multitudes.  Pero   algunas   veces   despachaba a las muchedumbres, y reuniendo tranquilamente  a  sus  pocos  discípulos,
Jesús les revelaba los misterios y les enseñaba la filosofía perenne.     
En estas circunstancias dio el Sermón de la Montaña.

El capítulo 5 nos da las bienaventuranzas, y luego aquellas frases secretas sobre la sal que se desvanece, y sobre la luz que debe brillar ante los hombres.
 Luego declara Jesús con sencillez y firmeza que El no ha venido a destruir sino a dar cumplimiento; que El es parte del gran torrente, que El no exigirá que las fées entonces conocidas sean negadas, y que, en un sentido místico, El es el cum- plimiento de todas las fées que aún han de venir, todavía no nacidas ni conocidas sino guardadas en el futuro

…Jesús recuerda a Sus discípulos la necesidad de estar en paz unos con otros; jamás llevar nuestras ofrendas al altar de Dios mientras estamos en discordia con nuestros prójimos. Los Anglicanos reconocerán esta enseñanza en la hermosa invitación de su liturgia:” Aquellos que están en amor y caridad con sus prójimos que se acerquen a recibir este santísimo sacramento para su confortación”
En los primeros  tiempos, el sacerdote negaba  el consuleo del Sacramento a los qiue guardaban mala voluntad contra otro.

Este mismo sentimiento de acercarse a Dios en amor fraternal y concordia, sobrevive en otros ritos.
Este capitulo 5 concluye con una serie de declaraciones dificiles de entender, paradójicas. Se nos dice que saquemos el ojo que no sirva de escándalo; que nuestro hablar sea sí, sí y no no; que no resistamos al mal; que pongamos la otra mejilla y marchemos los otros mil pasos; a los superiores entre nosotros se les corrije diciéndole que el sol nace sobre buenos y malos; y por ultimo todos estas tersas declaraciones se resume en el vibrante  mandato: “Sed pues vosotros perfectos…” Mandato que aparentemente es imposible obedecer.
El capítulo 6 se inicia con el mandato a los discípulos de observar secreto; dar limosna en secreto, ayunar en secreto y orar en secreto. Luego da Jesús la oración perfecta, que ha de elevarse al Padre  solo a, puerta cerrada; y así se dio a los hombres la Oración al Señor.

En seguida les habla del atesoramiento, de la vanidad de las posesiones terrenales, los tesoros que el orín consume; y luego el verdadero tesoro que es el Reino de la virtud  de una actitud comprensiva de la vida, que nada pide, que nada espera, que no se afana por el mañana el valor de una vida vivida como “los lirios del campo”. Y termina el capítulo con la recomendación de buscar que importa, todo lo demás vendrá por añadidura.

“No juzguéis, para que no seáis juzgados” es la prevención con que se abre el capítulo 7.  Se nos recuerda una vez más que los tesoros del conocimientos son para los pocos; que las perlas de la sabiduría no puedan regarse sin discriminación; y luego se nos da la promesa  cierta: “Pedid, y se os dará; llamad y se os abrirá”. Se nos previene, además, que la puerta, una vez abierta, y el camino que sigue tras de ella. Son rectos y angostos; que el camino es difícil. Por último, contesta Jesús la pregutna que debió predominar entre sus discípulos entonces, como predomina entre nosotros ahora cuando se nos ofrece lo que pretende que es gran sabiduría (¿cómo sabremos se es una enseñanza genuina?): “Por sus frutos los conoceréis”

El notable comentario de San Mateo, su acotación editorial, cierra el capítulo y vibra en nuestros oídos con tanta frescura y poder como siempre: “Porque les enseñaba como quien tiene autoridad , y no como los escribas” . He aquí dice San Mateo, un verdadero Instructor, no otro pedante o teólogo, letrado, clrérigo, ratón de biblioteca. Esta es laverdad.

Es evidente según todas las grandes escrituras que todo instructor ha traído dos juegos de enseñanzas, un mensaje para la multitud y un mensaje para sus discípulos.

El Sermón de la Montaña, que representa un cuerpo de verdades dirigido a discípulos, es mucho más que una alocución. Debió ser, para quienes lo escucharon de propios labios del Maestro, una verdadera transmisión de energía espiritual dirigida al desenvolvimiento  de los discípulos ¿Cómo puede uno esperar ponerse en contacto con esa enseñanza? ¿Cuáles son los requisitos para el discipulado? Para comenzar debe uno darse cuenta cabal de que es una vida dura; que esta empresa de aprender es penosa, ya que bien  quisiéramos todos enseñar más bien que ser enseñados!

La Vedanta enumera las condiciones para el discipulado, poniendo siempre de primero el discernimiento, la capacidad de distinguir entre lo real y lo irreal, entre lo eterno y lo transitorio. Se le pide a uno apartarse de kis (placeres meramente efímeros (los tesoros terrenales del Sermón), .no por medio de un programa yermo y miserable de abnegación, sino por el cultivo sereno, lento y deliberado de ciertas cualidades, apellidadas en la tradición Hindú como los Seis Tesoros, a saber: tranquilidad de la mente, control de los sentidos, paciencia y contento, fe en Dios, renunciamiento y desapego. En el sistema Védico se enseña la fe en Dios como un gozo; se alienta al discípulo a considerar con verdadero deleite la perspectiva de la realización.

Se puede apreciar que mucho del contenido del Sermón ofrece la misma enseñanza, y que se pone particular énfasis en la.necesidad de un control interno sobre las pasiones y pensamientos. De ahí lo significativo del versículo concerniente al adulterio que se comete en el corazón (Mateo 5:28).
Todas las disciplinas ocultas exigen que uno ame a sus enemigos; el discernimiento entra en este difícil propósito, la habilidad de ver algún destello de bien en los sitios más horrendos y en las personas más desagradables. Una de las cualidades finales es la de la determinación persistente de jamás interrumpir la  prueba, jamás abandonar la lucha.

Las bienaventuranzas representan quizá, la parte más conocida y menos entendida del Sermón. "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino del cielo" .Se nos dice así que antes de que podamos recibir cualquier enseñanza espiritual hemos de haber quebrado espiritualmente. La palabra "quebrado" es muy adecuada, pues no sólo hemos de sentirnos arruinados sino quebrados en pedazos. Entonces, y solamente entonces, puede ser elevada la conciencia. Bienaventurados son en verdad los mendigos espirituales, que piensan que no merecen nada, que están libres de toda vanidad o ambición personal, y se contentan con empezar por el puesto más humilde y desde el puro principio. Meister Eckhart puso ésto mismo en las siguientes palabras:

Debe haber vencido la rivalidad y vivir en -la contemplación del bien supremo, y satisfacerse con hacer la voluntad de Dios y ser un principiante entre principiantes y nada por sí mismo...
"Bienaventurados los que lloran, que serán consolados", es una promedada a quienes se sienten espiritualménte muertos, los que lloran por su pobreza y soledad espiritual, por que no háftvisto a Dios y no pueden imajinar que jamás podrán verle. Junto con esta podemos considerar la cuarta bienaventuranza: "Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos". Esto se refiere a otro estado de conciencia quizá más desesperado, y más hondo que el de los qué lloran. Justicia no significa aquí simple virtud moral, sino más bien esa hambre y angustia de conocer y experimentar la fundamental bondad y verdad del Universo.

La tercera bienaventuranza dice: "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán  la  tierra".  Los  mansos  no   son los tímidos, sino los que han conquistado en sí mismos toda ira y resentimiento. La tierra que poseerán no es la tierra física sino el Reino de Dios. Hay un aforismo de Yoga que dice: "El hombre que se ha confirmado en el no hurtar se convierte en el dueño de todas las riquezas".
El que "no hurta" es un hombre manso en el sentido espiritual, pues ello signifi
ca que ha desechado la idea de que podemos poseer algo,  que ha llegado  a  comprender   que   nada,   absolutamente nada, nos pertenece; y cuando esto se
comprende de veras y se siente en el corazón, nos viene como por milagro el conocimiento   de  que   todo   es   nuestro. Junto con la conquista de la ira y el resentimiento,  se vencen otras emociones negativas,  tales como  los  recelos  y el odio.  "Bienaventurados los misericordiosos,  porque ellos  alcanzarán  misericordía", describe a los que han conquistado esas  emociones  negativas,  y  están en camino de escapar el Karma, pues la verdadera misericordia es liberación de las faltas de acción.                              

"Bienaventurados  los de  limpio corazón,   porque   ellos   verán   a  Dios".   Los limpios son los purificados, los emocionalmente   puros   y  tranquilos,   aquellos que tienen una conciencia como un lago sereno que los capacita para reflejar el mundo de Dios. Así como la palabra "justicia" en la cuarta bienaventuranza no se refiere a una virtud moral, así la "pureza" o "limpieza" en esta cláusula no se usa en un sentido ético. Jesús habla del hombre que fija su mente y su corazón en el amor a Dios, en forma pura y libre de trabas de impresiones distrayentes. Este estado de pureza puede alcanzarse en cierta pequeña medida lanzando un ataque contra el sentido del "yo-soy", y contra todos nuestros apegos y aversiones. Este llamamiento a la pureza y perfección se encuentra en toda escritura, y tarde o temprano hemos de afrontarlo.

"Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios". Esta paz debe lograrse primero dentro de uno mismo. El pacífico no es necesariamente el que va derramando aceite en las aguas agitadas, sino aquel que, por llevar mucho de Dios en su corazón, trae gozo, paz y cierta alegría especial a cualquier compañía; aquel que en todas las vicisitudes, en medio de conflictos y contradicciones, mantiene su equilibrio y tranquilidad, su paciencia e indulgencia.

Cuando suframos las críticas y reproches de nuestros compañeros; cuando seamos despreciados, rechazados, y hasta denigrados, recordemos que "Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia"; y que "Bienaventurados sois cuando os maldijeren y os persiguieren, y dijeren todo mal contra vosotros mintiendo, por Mi causa".

Aprenderemos a soportar persecución cuando aprendamos a evitar el amor propio; cuando el "yo" y "lo mío" lleguen a ser la parte menos importante de nuestras vidas y no la más importante.
Una serie completa de frases enigmáticas, difíciles de comprender, viene después de las nueve bienaventuranzas. "No resistáis al mal"; el cumplimiento de este requerimiento nos haría perfectos de verdad. ¿Y qué no decir del no afanarnos por el mañana? ¿Es sensato, o sería más prudente que atendiéramos el dicho popular,   "Confía en Dios  pero guarda tu pólvora en seco"
Vivir como los lirios del campo es lo correcto para los que se han dedicado íntegramente a Dios. Tener ahorros y pólizas de seguro, una despensa bien provista y un cuñete de pólvora seca, es lo correcto para los que viven en el mundo de Maya (y eso nos cubre a casi todos nosotros). Nos corresponde a nosotros decidir en cuál de esos mundos queremos vivir.

"No juzguéis, para que no seáis juzgados". A casi todos nos gusta juzgar, criticar a nuestros compañeros, porque este hábito nos hace sentirnos superiores, infla el ego que debiéramos estar tratando de desinflar. Pensemos más bien en el Sabio que, contemplando una gotita de bondad en su extraviado discípulo, la agrandó en su imaginación hasta convertirla en todo un océano de bondad. Ver las potencialidades de un hombre es mejor que ver el enmarañado montón de sus faltas.

La promesa cierta de que todos los que piden, todos los que buscan diligentemente, todos los que llaman, serán atendidos, es la mismísima esencia de la vida espiritual, la espléndida expresión de fe y de esperanza en Dios ¿Por qué hemos de hacer a los demás como queremos que ellos hagan con nosotros? Porque, fundamentalmente, nosotros y ellos somos uno, nuestro propio ser es el Ser en cada criatura. Llamemos, pidamos, busquemos, y al final se abrirá el portal tras el cual está el estrecho y angosto sendero. Realizar a Dios no es fácil; la jornada es de incesante lucha. Los Upanishads describen el sendero en estas palabras: "Como el filo afilado de una navaja, es el Sendero. Duro y difícil de recorrer".
Es lo natural precipitarse a salir al grato mundo externo de deleites por las puertas de los sentidos; pero el sendero del crecimiento espiritual requiere una vuelta hacia dentro, de modo que las corrientes de vida fluyan hacia el Reino de Dios, que está dentro de nosotros.

La Oración del Señor ha sido motivo de innumerables libros y tesis. Veamos algunos pensamientos sobre esta la más poderosa de todas las plegarias. "Hágase Tu voluntad". No tenemos la más ligera idea de cuál sea la voluntad del Señor. Tan sólo podemos esperar ser instrumentos para que El nos use, y eso después de mucho esfuerzo nuestro.

"El pan nuestro de cada día dánosle hoy". Necesitamos y queremos y tenemos derecho a esperar el pan de vida hoy, y no en algún remoto futuro. La constante y sincera repetición de esta plegaria nos prepara para estar listos, como hemos de estarlo, pues se nos dice que el Señor vendrá "como un ladrón en la noche", que ningún hombre puede saber la hora de Su venida.

"Y perdónanos nuestras faltas". Esto se entiende más fácilmente si consideramos nuestras faltas como deudas nuestras. Es una petición de que se nos libere de las ataduras de Karma.

"Y no nos dejes caer en tentación" es una petición extraña y curiosa hasta que nos damos cuenta de que el mundo de tentación es el mundo de Maya, y que en cuanto el mundo es una vasta ilusión, es también una vasta tentación. El único escape es rendirnos a Dios, y eso es lo que pedimos. Y cuando abogamos por la venida del Reino, estamos realmente pidiendo el conocimiento de esa Realidad que trasciende al tiempo y al espacio.

Y así llegamos al corazón del asunto, a la realización de que el Sermón de la Montaña es la explicación de un estado o modo de ser. A Jesús le preocupa más decirnos cómo debemos ser que qué debemos hacer. Tanto el cielo como la tierra están dentro de nosotros. La tierra es el símbolo de todo lo que está sujeto al tiempo y al espacio, a la relatividad y al incesante cambio de normas y sucesos; mientras que el cielo es aquel que perdura por siempre en nosotros.

¿Por qué les dijo Jesús a Sus discípulos, quienes después de todo no era ¿más que unos hombres muy sencillos humildes, que ellos eran la sal de la tierra, la luz del mundo? Estas son forrnas secretas de describir la realidad de que ellos habían alcanzado; ellos habían experimentado la Unión. Las bodas de Cana es otro relato de esa Unión? Las bienaventuranzas describen ese estado interno de deseo, de aspiración, que puede conducir a la Unión. La sal contodo su sabor; la luz que resplandece ante los hombres; la ciudad erigida en un alto donde no puede ser ocultada; todas estas son formas poéticas para describir a los que han logrado la unión del conocer o saber con el ser. No podemos esperar el logro de la liberación, de la culminación, de la felicidad, mientras no hayamos unido lo que sabemos con lo que somos. Sólo así nos transformamos.

En la versión de San Lucas sobre el Sermón de la Montaña, aparece Jesús diciendo:  "Bienaventurados vosotros los" pobres", lo cual sirve para recordarnos lo que dijo el Hermano Lawrence: "Esto rne hizo resolverme a dar el todo por el  TODO". Si queremos la plenitud de la experiencia espiritual,  tenemos  que  darlo todo, y pobres, desnudos y humildes, salir a mendigar.

"Mas líbranos del mal", o, en otras palabras, concédenos la experiencia de la Unión. Meister Eckhart, para citarlo una vez más, nos da el resumen perfecto de toda esta cuestión, así:
"Oh Señor Dios, Te rogamos nos ayudes a escapar de la vida que está dividida a la vida que está unificada".

Phyllis S. Lean

No hay comentarios:

Publicar un comentario