Por EVELYN CLEMENTS
"Sólo puede haber tranquilidad cuando la mente no está ya aprisionada en la red de palabras" (1).
Nos hemos preguntado alguna vez cuál es el carácter fundamental de nuestro sentir de la vida, y cuál es la relación entré el sentir y su expresión? Esta relación es más sutil de lo que conocemos y en el hombre representa eones de evolución, durante los cuales la naturaleza pura de esa energía ha sido teñida por las infiltraciones específicas de la mente.
El niño, como también, los cachorros de animales y pichones de pájaros, comienzan la vida capacitados para sentir de una forma generalizada. El afecto (tono del sentimiento) es subjetivo, y el campo de conciencia impersonal en el que las fuerzas vitales actúan está libre del temor, porque podemos experimentar que la confianza implícita y la afección que surgen de la conciencia recientemente llegada dirigen al ser que se halla en relación con los padres.
"Así como el primer sentimiento del niño es para la madre y nodriza, de igual manera las primeras aspiraciones de la conciencia despertándose en el hombre primitivo eran para aquellos cuyo elemento sentía dentro de si mismo, y que estaban también fuera, e independiente de él.
La devoción surge aparte de ese sentimiento, y se convierte en el primero y principal motor de su naturaleza; porgue es el único que es natural en su corazón, innato en él, y que hallamos igual en el niñito humano y en los animales jóvenes" (2).
Pero muy pronto, así como la conciencia va despertándose por medio del estímulo ambiental y la relación diaria, de las respuestas de atracción y repulsión, de gustos y disgustos, esa energía vital "asciende", y se tiñe debido a la alianza con el pensamiento. La pureza original de su naturaleza se obscurece, y por lo común permanece así durante toda la vida.
(1) Charlas de Krishnamurtí, Benares, India, 1949, pág. 39.
(2) La Doctrina Secreta, I 258 (Edición Adyar).
La vida emocional de los niños es relativamente simple, siendo el miedo y la cólera sus dos primeras expresiones, pero en el adulto es muy compleja, y la relación entre el pensamiento y la emoción es rápida y sutil, y difícil de definir. La vida familiar, con sus constantes discusiones, convenciones sociales y tabús, tradiciones y enseñanzas religiosas, pronto impone su control y disciplina específica, y el resultado es un continuo conflicto entre el pensamiento y la emoción. La acción se hace confusa y automática perdiéndose toda traza de sentimiento subjetivo. El tono del sentimiento original se desvanece cuando las respuestas se hacen habituales, y rebajadas a simples tensiones internas, o están totalmente ausentes como en las acciones descuidadas, cuando el sujeto ha perdido el control de acciones que, como ser pensante, él (o ella) nunca hubieran sancionado.
Podemos comparar la naturaleza del sentimiento puro a la Cenicienta del cuento, tenida en sujeción por sus dos hermanas (pensamiento-emoción), relegada a bajas regiones, a las tareas de cocina. Ella es menospreciada pero nunca enteramente desconocida a causa de la relación y contribución (energía) que le da al todo. Esta energía tiene un medio de abrirse paso en la conciencia por canales subterráneos, y, como un factor rompiente, proporciona una alternativa a la conciencia normal. Como sabemos, puede mirar la salud y a veces hasta la misma vida del individuo.
Hoy esta fuerza, convertida por las infiltraciones de pensamiento en todas formas de egoísmo —miedo, odio, avidez, envidia, celos— es utilizada, como en los métodos de moderna competencia, fortalecida por la codicia del poder, riqueza y dominación, ha irrumpido en nuestra vida corporativa y nos llevó a los mismos lindes del desastre. Hasta nuestros ideales no se hallan libres del colorido egoístico. Podemos aceptar un molde de progreso, de eventual "perfección" a la altura de nuestra proyectada escala de evolución, un ideal con el cual nos esforzamos amoldarnos. Este camino tiene también su molde impuesto, el sentimiento (energía) contenido es aún la Cenicienta, que debe ser inhibido, controlado, disciplinado de acuerdo a reglas y métodos y mientras decimos, "Si, debemos ser buenos", "Sé más bueno", "Nosotros debemos ayudar a los demás". Sirve a la humanidad", "Se fraternal", guardamos la verdadera fuerza, que podría, sin obstáculos, florecer en esta forma, inhibida y presionada, y nuestra pequeña Cenicienta es aniquilada, aletargada en su reposo o helada como en el frío Polo Norte.
¿Es posible observar cómo la mente colorea esa energía del sentimiento en toda nuestra conducta? Si vemos solamente que podemos cambiar las piezas en la estructura del molde que hemos aceptado, pero no podemos transformar el todo; que, por más que nos esforcemos en hacerlo, no podemos poner en relación nuestro molde con la naturaleza pura del sentimiento de nuestro principio, ¿no estaremos entonces golpeándonos con un muro de ladrillos?
En Occidente, estamos tan imbuidos de las influencias judaicas de la llamada era cristiana, con sus formas de "bien" y "mal", que provee el molde de nuestras vidas diarias con respeto a la familia, matrimonio, educación, conducta social ,etc., y tan empapados de los falsos valores de la vida moderna industrial y económica, que por lo general no nos damos cuenta cuan profundamente están condicionadas nuestras mentes y cómo esa corriente de pensamiento impide que cualquier impulso más puro surja dentro nuestro.
Pero, cuando comprendemos la urgencia de una nueva dirección, de una completa reversión en nuestra manera de vivir, si es que nuestra generación tiene que ser salvada del desastre, y si también vemos el fracaso de los métodos de la antigua tradición para ser traídos de nuevo, ¿no nos preguntaremos si no existe otro camino, y no escucharemos a quien ha estado señalando una nueva dirección durante muchos años?
¿No experimentaremos con lo que ha estado diciendo?
En años recientes el Sr. Krishnamurti, ha estado hablando muchísimo de "sin nombre", y podemos hallar en eso una varita mágica para transformar nuestra Cenicienta.
Supongamos ahora, que surge una reacción y no la nombráis. Entonces, no la absorbéis en la conciencia, sino que simplemente os dais cuenta de ella; el sentimiento y la respuesta o reacciones cesarán después de seguir su curso; el sentimiento no es juzgado ni avaluado y no es absorbido por la memoria" (1).
En un momento del día, cuando en respuesta a un llamado, un sentimiento ha surgido, y antes que haya fluido en la conciencia de la mente nombrándola, siendo coloreada por la habitual reacción, expresada o inexpresada, ¿podemos sostenerlo? Porque entonces, podemos descubrir su naturaleza real que es otra de la que nuestro pensamiento hubiera nombrado. Krishnamurti nos ha dado aquí la clave para liberar el tono del sentimiento puro.
"Así pues, el conflicto de dualidad solo existe cuando hay nombre de los sentimientos y si no denominamos los sentimiento, hay liberación de conflicto. Lo que es importante entonces para vosotros, es hallar, en vuestra vida diaria la verdad de eso; y entonces estaréis contentos con una más pacífica, serena e inteligente vida. Cuando llegáis a ese punto podéis hallar el significado de la vida, que realmente signiiica amar, y no su significado de diccionario, no un significado filosófico para que lo sigáis" (1).
Solo el ser humano adulto puede re-despertar esa fuerza pura, vital dentro de sí mismo, que sin ningún esfuerzo de la mente transformará en verdad su vida, porque es el despertar del amor, y ese sentimiento puro, innato en cada joven, que florecerá a través de la conciencia del hombre, a través de una mente limpia y nuevamente dirigida. Y esto traerá una comprensión de la vida, está en el corazón de todos.
(1) Notas de discusiones de grupos en Madras durante 1947 con Krishnamurti.
(2) La Doctrina Secreta, I 260 (Edición Adyar)
"El "aliento del Cielo", o más bien el aliento de Vida, llamado Nephesh en la Biblia, está en cada animal en cada punto animado, en cada átomo mineral.
Pero ninguno de estos tiene, como el hombre, la conciencia de la naturaleza de ese "Ser Supremo", como ninguno posee esa divina armonía en la forma que posee el hombre" (2).
Y es solo el hombre quien, por la negación del yo, puede liberar ese "Ser Supremo" dentro de si, de manera que su vida fluya sin impedimento en los caminos creativos de la vida.
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