martes, 12 de marzo de 2019

El concepto de la Trinidad. I




Dice el Concilio Vaticano en el capitulo primero de la Consti­tución "Dei Filius"' "Hay un solo Dios vivo y verdadero, Creador y Señor del Cielo y de la Tierra, omnipotente, eterno, inmenso, in­comprensible, infinito en su entendimiento, voluntad y toda suerte de perfección"

Siendo Dios incomprensible, sería insensata la posición intelec­tual del hombre que pretendiera haberle comprendido, hasta el pun­to de querer descifrar sus designios y aun tratar de imponer su con­cepto de Dios como el único verdadero.

Todos los conceptos de Dios imaginados por los hombres, tie­nen algo de verdad y algo de error. Como todas las concepciones relativas de la mente humana. Creacionistas, panteístas, panenteis­tas, emanantistas, agnósticos e idealistas, han visto alguna faceta de ese Ser incomprensible. Dios no puede ser objeto de polémicas, y menos de luchas, sino motivo, muy respetable, de que cada uno de nosotros se esfuerce en comprender la verdad relativa que ha cabi­do en la inteligencia de los demás. Si el hombre es la medida de todas las cosas, como afirmaba Protágoras, no cabe duda que, en este aspecto, cada hombre pretende hacerse un Dios a su medida. Y lo peor del caso es que esta medida resulta ¡ay! harto pequeña para medir a un Ser infinito y absoluto.

El Concilio Vaticano en el canon 3°, "De Deo rerum omnium creatare", dice: "Si alguno dijere que una sola y misma es la subs­tancia o esencia de Dios y de todas las cosas, sea anatematizado".

Naturalmente, el anatema no resuelve el problema al entendimiento. El mismo Santo Tomás ha dicho: "Todos participamos de la Esen­cia de Dios". San Pablo dijo en el Areópago griego: "Por que den­tro de Dios vivimos, nos movemos y existimos; y como algunos de vuestros poetas dijeron: Somos del linaje o descendencia del mismo Dios". En los "Hechos" (17-28) se nos dice: "Dios no está lejos de cada uno de nosotros porque dentro de Él vivimos, nos movemos y existimos". Por otro lado se nos dice en la "Doctrina Cristiana" que Dios está en todo por esencia, presencia y potencia. Si pues Dios está en todo y todos vivimos dentro de Él, ¿puede reputarse demasiado heterodoxo el preguntarse si la Creación es substancial­mente diferente de su Creador? En su momento lo veremos.

Sigue diciendo el Concilio Vaticano (Cap. IV. "De fide et ra­tione"): "Si alguno dijere que en la revelación divina no se contie­ne misterio alguno, verdadero y propiamente dicho, sino que pue­den todos los dogmas de la fe ser entendidos y deducidos con evi­dencia por la razón convenientemente impuesta en los principios na­turales, sea anatematizado". Esta actitud del Concilio no tiene na­da de persuasiva y da la medida del peligro que encierra el dogma­tizar con criterio cerrado.

Dios -dice algún teólogo- "no es ni cuerpo, ni espíritu, ni substancia, ni ser; sino sobrecorporal, sobrespiritual, sobresubstan­cial y sobresencial. Moisés al anunciarles a los hijos de Israel, le lla­ma El que es. (O on) ". Este es el concepto de lo Absoluto.

Se comprende que el Ser Supremo no puede tener atributos ni cualidades, sino en todo caso, propiedades esenciales. Tales son las de Unidad, Eternidad, Inmensidad, Inmutabilidad, Simplicidad, Om­nisciencia, Omnipotencia, Bondad y Providencia.

Bonatto emplea una frase de raigambre pitagórica para defi­nir al Absoluto: "Dios en su eternidad es como un ojo desde el centro de un círculo, que ve a un tiempo todas las cosas: el presente, el pasado y el futuro". "Es el Punto al cual están presente todos los tiempos", dice el Dante (Paraíso XVII). "Para representar a Dios, el sabio escribe la unidad", dijo también Pitágoras hace veinticinco siglos. Añadiendo: "Dios es un circulo cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna".

Dice Víctor Hugo (en "William Shakespeare"): "Dios es el invisible latente del infinito patente. Dios es el invisible evidente. El mundo concentrado es Dios; Dios dilatado es el mundo; y nada hay fuera de Dios".

"Después de manifestar el Universo con un átomo de mi Ser, sigo existiendo" (que dice el Bhagavad-Gita).

"Todos los sistemas filosóficos, todas las religiones convienen en comprender bajo el nombre de Dios a lo absoluto. Entendemos por absoluto lo que es en si y para si, el sujeto-objeto. Es fin, en si y para si; es su síntesis. ¿Suponéis ahora que esa síntesis se verifi­ca en el hombre? El hombre es Dios". .. "Me aíslo del mundo, me concentro y siento en mi algo que se llama espíritu. Este algo vue­la de idea en idea a las más altas regiones de lo abstracto. ¿Quién lo determina a la acción? Tengo cerrados mis sentidos al Universo exterior; no serán mis impresiones. He echado un velo sobre mi me­moria: no serán mis recuerdos". . . "Un ser, me digo, que tiene ac­tividad propia y la puede ejercer sobre sí mismo, es un ser en sí y para sí, un sujeto-objeto, la reproducción de Dios; estamos casi con­fundidos en el mar de la existencia. No vacilo en repetirlo; el hom­bre está en Dios y Dios en el hombre". . . "Fundid en uno lo finito y lo infinito, abrazad a Dios en el conjunto de sus determinaciones, concebible en toda la generalidad y la pureza de la idea en que se ha desenvuelto él Universo, y si os sentís inclinados a doblar la ro­dilla ante lo invisible y lo absoluto, la doblaréis ante el Espíritu, an­te ese espíritu que se desprende del seno de la eternidad por la es­cala del tiempo, recorre en alas de su inmensidad el espacio, se de­rrama por el mundo con sus torrentes de atributos y produce miríadas de seres sin destruirse como causa". (Pi y Margall).

"Ningún hombre puede dudar de su propia existencia y de ello se infiere la existencia de Dios. Por eso se dice que el YO es la única prueba evidente". (`El Yo es invisible, indomesticable, intangible, indefinible, inefable e inconcebible", porque es la primera realidad; dice el Mandukyopanishad).

"El Universo es de Dios, en Dios y para Dios, pero Dios per­manece más allá del Universo" (Valera).

"Sobre lo manifestado existe en verdad lo Inmanifestado y eter­no que permanece entre la destrucción de todos los seres". (Bhaga­vad-Gita).

 EL CONCEPTO DE LA TRINIDAD.

Dice la teología cristiana que "Dios es uno en esencia y trino en personas".

La frase es inexacta y conviene que, en estos conceptos metafí­sicos, empleemos las palabras adecuadas para que no se nos pier­dan los conceptos. La palabra "persona" quiere decir máscara u apariencia, cosa no aplicable en ningún caso al Ser divino. Debemos sustituir la frase por esta otra: "Dios es uno en esencia y trino en manifestación".

Pero vamos por partes:

La palabra Dios es un término concreto que indica manifesta­ción. Antes que Dios está la Divinidad, por que antes del Ser está la Seidad; antes de la existencia está la esencia. En una palabra, antes de lo concreto está lo abstracto en el orden causal de la mani­festación.

Dios es trino al manifestarse como Creador. La teología cris­tiana trata de definir de una manera racional el llamado "misterio de la Trinidad" en la forma siguiente: "Dios es Espíritu. Dos son las operaciones del espíritu: conocer y querer. Dios conociéndose a Sí mismo engendra la Idea eterna expresada en el Verbo. Esta Idea, esta palabra es por sí subsistente; es un yo divino, y se denomina Hijo, por que es engendrado, y Verbo por que es la palabra de Dios. El Padre conociéndose en el Hijo, le ama y el Hijo ama al Padre, y este amor substancial es Dios. Y así, de ambos procede el Espí­ritu Santo, aspirado por vía de voluntad y de amor". Sintetizando: Dios Padre conociéndose a Sí mismo, engendra al Hijo por vía de entendimiento; Dios Padre amándose a Sí mismo en el Hijo, aspira al Espíritu Santo por vía de voluntad y de amor.

El concepto está explicado con la suficiente claridad y suges­tión para despertar una intuición sobre él. Casi no resulta suprarra­cional. Pero esto exige que hablemos de "espíritus" y nunca más de personas. La idea personal de Dios ha hecho mucho daño a la teo­logía.

Es natural que en el corazón del creyente se humanice el amor a Dios y que las almas sencillas busquen una imagen concreta en la que se pueda posar su intuición de lo divino. Pero esto, que se puede dejar pasar como símbolo, no es aceptable en la realidad que con ello se quiere expresar. Dejemos a un lado por el momento la en­carnación del Hijo en la figura (esta si persona) de Jesucristo, que no atañe al concepto metafísico del Principio Creador.

El siguiente esquema, que por ser geométrico permite mantener el concepto en la esfera de lo ideal, resume todo lo dicho.




A lo que debemos añadir la siguiente tabla de conceptos ter­narios correspondientes: [1]


Trinidad Espiritual         Padre                     Hijo                        Espíritu Santo
Propiedades                   Ser                         Conocer                 Querer
Facultades                     Esencia                 Consciencia             Amor
Funciones                     Existencia              Ideación                  Voluntad
Manifestaciones           Esencia                  Presencia                Potencia
Proyecciones               Espíritu                  Forma                      Fuerza

que indican distintos modos o grados de la manifestación divina.

Algunos artistas eminentes (Velázquez y el Greco entre ellos) con certera intuición filosófica, han representado la Trinidad divi­na con una cuarta figura: la Madre. Nueva persona que tampoco es "persona" en su realidad metafísica. Es un símbolo de la "mater" o materia (también "matriz") sobre la cual se plasma la voluntad ordenadora de la Trinidad divina para crear el Universo. La "tria­da" se plasma en el "Cosmos" para formar el mundo, corno decía Pitágoras. Y surge así el "cuaternario", "augusto y puro símbolo" por el que juraban los pitagóricos.


Estos tuvieron el acierto de expresar todos estos conceptos sin salirse de la esfera abstracta de la matemática; sin personalizar ni concretar en figuras alegóricas; lo cual les permitió conservar en ello el espíritu filosófico y el rigor metafísico[2].

El cristianismo, al igual que otras religiones positivas anterio­res, ha expresado estos "misterios" concretándolos y humanizándo­los, hasta el punto de referir algunos de ellos a las personas de Je­sucristo y de su madre: Jesucristo es el Hijo de Dios que ha encar­nado en María virgen. Se ha mezclado lo metafísico, lo mítico, lo místico y lo histórico. Y aunque esto sea plausible para los efectos prácticos y populares de la religión, debemos discriminarlo para evitar equívocos en el campo de la metafísica, de la filosofía y de la misma teología.

La verdad metafísica que llevamos expuesta se resume en lo siguiente: La Divinidad se manifiesta en tres modos espirituales: Ser, Conocer y Querer o sea Esencia, Ideación y Voluntad; los cua­les se plasman en la Substancia universal realizando el acto crea­dor. La Esencia viene a la existencia.

La verdad mística o sea la que se refiere a las realidades espi­rituales del ser humano, puede concretarse en este concepto: El es­píritu humano proviene de la Esencia divina, y como ella, posee las tres propiedades de ser, conocer y querer. De aquí las ideas del "Cristo interior" y de la "Chispa divina" a que nos hemos referido. Y también el sabio aserto de que el hombre está hecho "a imagen y semejanza de Dios" (el "microcosmos" semejando al "macrocos­mos" según los antiguos griegos): Ese espíritu humano, uno y tri­no, constituido de esencia, consciencia y sentencia, se manifiesta en la materia por medio de una forma corporal. Por esto el hombre es, en síntesis, un compuesto de Esencia, Substancia y Vida, o sea de Espíritu, Alma y Cuerpo, que más adelante veremos.

La verdad mítica es que el Cristo, hijo de Dios, toma cuerpo en la Virgen madre por obra del Espíritu Santo. Cosa que tomada al pie de la letra ha llevado la incredulidad a muchas almas razona­doras. Y que tiene dos interpretaciones; una mística y otra cósmica. Bajo el punto de vista místico, el Cristo es nuestro propio espíritu, hijo de Dios puesto que participa de su Esencia; que toma cuerpo (o encarna) en la materia por obra de la Voluntad del Creador. Bajo el punto de vista cósmico, el Cristo que es el Verbo o Idea di­vina, produce las formas de los seres, plasmándolas en la materia virgen (el Caos) por obra de la Voluntad del Padre, que es amor, fuerza creadora por excelencia o Espíritu Santo; como ya hemos visto y aun volveremos a ver cuando nos ocupemos de la Creación.[3]

La verdad histórica es que Jesucristo, el genio místico del Cris­tianismo, hijo de Dios, como lo somos todos, pero más aun en el sentido de manifestar las perfecciones divinas en lohumano, nace del vientre de María, la mujer pura que por su corazón limpio y por haber concebido sin pasión, merece el calificativo de virgen. Con­cepción que se atribuye el Espíritu Santo en forma de paloma como símbolo del puro amor que supo albergarse en los corazones privi­legiados de la madre y del hijo.

Así pues, la afirmación de que "el Cristo, hijo de Dios, nació de la Virgen madre por obra del Espíritu Santo", es rigurosamente cierta bajo todos los puntos de vista. Pero aquél que incapaz de captar la intuición religiosa que esta afirmación encierra, la tome en sentido material, será el único equivocado. ¿Por qué se ha de in­volucrar en un concepto metafísico el cuerpo físico de una mujer por muy santa que haya sido?

Sabemos que alguien nos ha de objetar que Dios, en su omni­potencia y libérrima voluntad, puede fecundar un óvulo en el vientre de una mujer sin el concurso de varón[4]. No ponemos en duda ni un momento que esto pueda ocurrir por un acto sobrenatural, por que ignoramos hasta donde puede llegar la voluntad divina. Pero hasta el presente sabemos que las Leyes de la Naturaleza obran siempre en su plano correspondiente. El plano físico tiene sus leyes físicas; el plano espiritual tiene sus leyes espirituales. Y el tratar de inmiscuir lo espiritual en lo físico y viceversa, trabucando los prin­cipios de causalidad estatuidos por Dios como base de la ordena­ción universal, no agrega ni un ápice de grandeza o excelsitud a las realidades trascendentes que tratan de expresarse por medio de mi­tos y metáforas.

Y si aceptamos la excepción de lo sobrenatural para el caso del divino Maestro de Nazaret, tenemos también que aceptarlo para to­dos aquellos casos acusados por tradiciones anteriores; como por ejemplo, el de Buddha naciendo de la virgen Maya y el más antiguo aún de Sarrukin, rey de Akkad, hijo de una princesa virgen, y cual Moisés, echado al río en un arca embetunada; y, en fin el de la le­yenda china de Fo-Hi, nacido de la virgen Hoa-Se fecundada por tina radiación sobrenatural, y el de la tradición indostánica de Kris­hna nacido del vientre de la virgen Devaki que fue fecundada mila­grosamente por el Maha-Deva. A no ser que adoptemos la actitud Intransigente del dogmático ingenuo y digamos que nuestra verdad es la única verdadera. Pero a esto conviene recordar las sensatas frases del padre Mendive: "Dios no puede inducirnos con sus mi­lagros a que admitamos como verdadero lo que pugna manifiesta­mente con los principios de nuestra propia razón". "El acudir siem­pre a lo desconocido y problemático para saltar las dificultades sin cuento que, a manera de torrente devastador, se echan sobre una doctrina problemática e incierta, me parece muy semejante a aque­llo que todo el mundo conoce con el nombre de "el mentir de las estrellas"[5].
        
Y por su parte, el padre Feijó nos dijo: "El grano del Evan­gelio no presta nutrimento seguro, sino separado de la paja. Paja llamó a las relaciones de revelaciones y milagros, que carecen de fundamento sólido, y aunque vulgarmente se crea que estas alimen­tan en algún modo la piedad, digo, que ese es un alimento vicioso, sujeto a muchos inconvenientes". (Purgatorio de San Patricio).



Dr Eduardo Alfonso



 NOTAS
[1] La Conciencia es la esencia del ser en cuanto conocedora o capaz de co­nocer.
 La conciencia es la esencia consciente enfocada en cualquier plano de existencia (conciencia física, emocional, sentimental, intelectual, etc.). Y estos conceptos son aplicables al hombre.
[2] Los indostánicos con su trimurti de Brahma, Vishnú y Sihva, personifica­ron las fuerzas cósmicas creadoras, conservadoras y destructoras. A otras trinidades aludimos en el capítulo final.
[3] "Entre el mundo de las ideas y el de la forma, existe un abismo que solo puede salvar la palabra". (Gustavo Adolfo Becquer - Prólogo de "RI­MAS").
Frase clarividente. ¡Por eso Dios creó el Universo con el Verbo! (El "Logos" platónico).
[4] Los biólogos han logrado también provocar el desarrollo de los huevos de ciertos animales sin el concurso del macho, simplemente por un estímulo físico-químico; como por ejemplo los óvulos de rana y de erizo de mar por la acción del ácido butírico y el agua salina hipertónica. Pero esto sola­mente ocurre en los gérmenes que tienen cierta tendencia partenogenética.
[5] Mendive. "La Religión católica vindicada de las imposturas racionalistas".

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