domingo, 17 de marzo de 2019

LA CREACIÓN




a) ¿Creación o emanación?
b) De la infinitud, de la eternidad y del origen del mundo.
c) Los días de la Crea­ción.
d) Los cuatro grados de condensación de la materia.

¿Es el mundo algo que sale de la nada por un acto de la libre voluntad de Dios, o es algo que se realiza en la substancia del pro­pio ser divino? Es decir: ¿El mundo es algo distinto de Dios (hi­pótesis creadora) o es Dios mismo manifestándose (hipótesis ema­nadora)? ¿Debemos ser creacionistas o panteístas?

¡He aquí el magno problema que dividió a la filosofía pagana y a la cristiana!

Si el mundo (o Universo) es creación de Dios, tiene que haber sido hecho por medio de los tres momentos esenciales de toda crea­ción: 
1° Voluntad creadora (porque, causa o principio); 
2 Idea creadora (modo, forma o noumeno); 
3° Actividad creadora (acto 0 fenómeno); en los cuales el Ser creador se nos manifiesta trino. 
No hay duda para nosotros de que, la existencia del Universo tiene su principio ideal o teorético en la propia esencia del Ser divino.

Pero ¿en qué substancia se va a plasmar en formas tangibles el movimiento creador? o, dicho de otro modo, ¿es la materia (o ma­triz) de que están hechos los mundos, algo distinto de Dios?

Si la materia es algo distinto de Dios, hay que admitir que ha sido creada previamente por Él o que es É1 mismo en otro estado. Esto nos impone un dualismo, una necesidad de admitir un desdo­blamiento previo o anterior al acto de creación. "En el principio creó Dios el Cielo y• la Tierra"` dice el Génesis, expresando la mani­festación dual originaria.

¿Puede concebirse que Dios sea capaz de sacar de la nada, algo que substancialmente sea distinto de Él mismo? San Juan nos aclara en su Evangelio: "El Verbo.> era con Dios y el Verbo (idea creadora) era Dios". No nada ajeno a Dios.

Es difícil explicarse la existencia de la Materia primordial sin admitir que procede de la misma substancia de Dios[1]. La existencia del Universo material parece requerir la previa emanación o des­doblamiento del Ser divino en una especie de condensación ectoplás­mica. 
Y si esto fuese así, el Universo resultaría emanación en cuan­to a substancia y creación en cuanto a la forma. Hipótesis que tiene la ventaja de concordar los dos pensamientos filosóficos, ya que en este abstruso problema no hay más ni menos razones para que sea de un modo o de otra, aparte el respeto que cada tendencia quiera guardar a su respectiva revelación[2].

Emanación y creación serian pues los das momentos de la ma­nifestación. Así, en realidad, en el acto creador el Ser Uno se manifiesta originariamente como Padre-Madre: Es decir, los aspectos masculino y femenino de la creación cósmica: Espíritu o soplo ge­nerador en aspecto trino (Parabráhman de la Doctrina Secreta oriental) y matriz materia o madre (Múlaprakriti de la doctrina ci­tada) donde las formas se hacen.

Admitidas así las cosas; ya no tiene dificultad explicarse los momentos subsiguientes del proceso creador: El Padre (primer as­pecto de Dios) es la esencia (consciencia y voluntad de existencia) de los seres creados; la Madre es la substancia en la cual y de la cual se forman (materia); el Espíritu Santo es el soplo o hálito creador (Fohat de la Doctrina secreta oriental) que hace surgir las formas en la materia proyectando la esencia en la substancia por un acto de voluntad consciente y dándoles así la vida o ánima; es decir animándolas o dándolas alma. Y, en fin, el Hijo es la forma viviente, que seria cascarón vacío sin la vida infundida por "el soplo de Dios en sus narices", según la expresión bíblica.

Es decir que, según la sentencia cristiana, "Dios está en todo por esencia, presencia y potencia"; que equivale a decir, por volun­tad, acto y forma, o la que es lo mismo, en espíritu, substancia y vida...

Mas deducimos, no por especulación filosófica sino por obser­vación universal que, el Padre creador y trino, se manifiesta en sie­te modos de energía creadora (los siete ángeles ante el trono de Dios del cristianismo), logos, arcángeles o entidades creadoras que realizan cada uno de los siete simbólicos días o aspectos de la crea­ción, en la forma y manera que poco más adelante veremos.


b) DE LA INFINITUD, DE LA ETERNIDAD Y DEL ORIGEN DEL MUNDO

Para aclaración del anterior problema y como motivos de me­ditación que pueden servir de base para futuras especulaciones, de­bemos tomar en consideración las opiniones de algunos eminentes teólogos.

Santo Tomás ("Suma teológica") rechaza la extensión como la multitud infinita; es decir limita a número y medida todos los seres manifestados Cardenal Toledo (jesuita), Ocam, Gregorio, Avicena, Algacél, Vázquez, Ulloa, Benedictis y hasta el mismo Balmes que solo rechaza el infinito en cuanto a la coexistencia de estados incompatibles en unos mismos seres.


Santo Tomás también (como Averroes), sostiene la posibilidad de un mundo ab aeterno, haciendo notar que solamente por la reve­lación podemos saber que no haya existido siempre nuestro mundo. (Su portentosa tendencia y capacidad racionalista le impulsa a sa­lirse del dogma revelado). Otros teólogos, por el contrario, repug­nan la idea de la producción ab aeterno de criatura alguna, por que tendríamos también que admitir la posibilidad del número infinito. Suárez sigue una opinión media, defendiendo la posibilidad de un mundo eterno en cuanto a la substancia; con lo cual viene a apoyar en cierto modo la opinión expuesta por nosotros[3].
        
Dice por su parte el padre Mendive: "'Una acción productora de Dios ha sido en último resultado una verdadera creación. Digo en Último resultado, por que no es mi intento examinar aquí si el mundo material con el orden admirable que ahora conserva, ha sa­lido inmediatamente de las manos del Creador, a solamente 1a ma­teria caótica sujeta a las' leyes que la marcó su infinita sabiduría, y de las cuales, andando el tiempo, haya resultado más tarde el presente orden de cosas. Decimos solamente que la materia de que consta el mundo, así como también todas las substancias espiritua­les que en él existen, han sido producidas por Dios de la nada".

Más, aclara Santo Tomás (p., q. 45, a. 1 ad 3): "Cuando se dice que una cosa es hecha (le la nada, esta preposición DE no de­signa la causa material, o sea la materia que entra en la constitu­ción de la cosa creada". Que apoya la siguiente idea de San Agus­tín (Opus imperf. cont. Julian., lib. V, n. 42): "Cuando afirmamos que Dios ha creado el mundo de la nada, lo que únicamente intenta­mos es separar la esencia de Dios de la esencia de las criaturas".

"Lo único que requiere el principio creante, es que no haya repugnancia intrínseca por parte del sujeto en ser producido, y que haya mente creadora que conciba primero con su fuerza intelectual la idea de ese mismo objeto, para que la voluntad pueda decir: Quiero que exista". "Lo cual no indica dependencia alguna del Crea­dor con respecto a la cosa criada; pero si la posibilidad de que esta sea llamada a la existencia. Posibilidad que tiene su fundamento en la misma esencia divina. Así Dios no hace ex nihilo (de la nada) las cosas, sino de su potencia objetiva y del arte divino que se las representa como factibles. Es decir, todo ser tiene su causa en la idea ejemplar que Dios como artífice inteligente, debe formarse pri­mero de la obra para poderla llamar a la existencia. Más aunque la esencia divina sea fundamento de la posibilidad de las cosas, y su imitabilidad ad extra sea condición esencial para que la Omnipo­tencia las pueda producir; no se puede decir, sin embargo, que Dios hace las cosas de su propia esencia o de su misma omnipotencia; por que ni la esencia ni la omnipotencia entran como constitutivos del ser creada, sino solamente como requisitos o como causas efi­cientes del mismo" (Mendive).

Vése por consecuencia que, la teología católica, como en gran parte la musulmana, considera que "Dios no se halla en el mundo sino fuera de él", siendo así "una Causa trascendente y no inma­nente", par que un Dios inmanente como quiere el panteísmo, que hubiese emanado el mundo", sería autor de todo cuanto de bueno y de malo hacen los hombres", cosa que negaría la libertad de albedrío, encerrando la existencia en un determinismo natural, al cual ya nos hemos referido, y hemos de volver a referirnos en el capítu­lo VIII.

Por consiguiente, el mundo, según la filosofía cristiana, es contingente par que no tiene en sí mismo la razón de su existencia, mientras que Dios es necesario por que no está causado por ningún otro ser.

Claro es que; todas estas afirmaciones teológicas, no resuelven el problema en cuyo fondo radica la discrepancia entre el panteísmo y el cristianismo. Si Nos saca el mundo de la nada (es decir de la no existencia), pero todo se crea por su potencia objetiva, es claro que, el origen de la materia caótica primordial está en Él, y las for­mas proceden de Él. Muy cierta que, el autor de una obra se halla fuera de la obra, pero también es muy verdadero que en toda obra hay algo del autor. Por esto dijo Santo Tomás que "todos partici­pamos de la esencia de Dios", puesto que la esencia de toda obra está en el autor, que es su causa. De aquí que, esta aparente contra­dicción en las alturas de la teología, no tenga más solución que la fórmula teosófica expuesta por nosotros y atisbada por Suárez, de que el Universo es emanación en cuanto a substancia y creación en cuanto a forma. La cual pone de acuerdo, por la virtud sincrética del método analógico, a la antigua concepción pagana con la más moderna cristiana.


c) LOS DÍAS DE LA CREACIÓN

La comisión bíblica en 30 de junio de 1909 decretó que el re­lato mosaico de la Creación es una narración histórico-popular pero no un relato simbólico. Los teólogos no tratan de buscar el rigor científico ni el estricto orden cronológico en el relato de Moisés. Santo Tomás dice: "Sobre el origen del inundo hay algo que perte­nece a la substancia de la fe; y es que el mundo comenzó por crea­ción...... Las cuestiones relativas a la manera y al orden de la creación, no pertenecen a la fe si no es per accidens en cuanto se habla de ellas en la Escritura. Y sobre ellas, salva la verdad de la Escritura, expusieron los santos diversas soluciones".

A pesar del amplio margen que los teólogos dejan para la in­terpretación del relato mosaico sobre la creación del Universo, ca­be suponer que Moisés estuvo más cerca de la verdad que lo que muchos pudieran creer.

Comienza con la exposición de conceptos abstractos y univer­sales (lo espiritual y lo material, la materia informe, etc.) para en­trar después en hechos relativos a nuestro planeta (creación de los mares, plantas, aves, peces, animales, etc.).

Distribuye la obra de la creación en siete días o períodos, de las cuales dice San Agustín: "De que condición sean estos días, nos es sumamente difícil y aún imposible el pensarlo, ¿cuánto más el explicarlo?" A pesar de estas modestas palabras, es difícil supe­rar la interpretación agustiniana de dicho texto.
Es evidente que el relato de la Biblia presupone un geocentris­mo como si el Universo todo estuviera subordinado a la importan­cia central de la Tierra. Aunque esto es justificable si pensamos que no se podía exigir, en la época en que fue redactado el texto, que se supiera que las estrellas son soles a veces mayores que el nues­tro, y que el firmamento sigue siendo firmamento observado desde cualquier astro de cualquier sistema o nebulosa. Geocentrismo tam­bién justificable por la observación del giro aparente de toda la bó­veda celeste y de los astros de nuestro sistema, incluso el Sol, al­rededor de la Tierra.

A pesar de todo esto, hay un paralelismo cierto, entre las con­clusiones del relato y las de la ciencia y fa geología contemporá­neas: Aparición de la nebulosa inicial (caos); formación de la Tie­rra y demás astros; del fuego, el agita y el aire; finalmente de las criaturas que habitan los elementos, terminando por el hombre- Tal es el resumen de aquellas fases o épocas nebular, ígnea, azoica o de condensación, paleozoica, mesozoica, cenozoica y neozoica, de los cosmólogos actuales.

Cada uno de los días de la creación, es en realidad una dilatadísima época cósmica o geológica en la que Moisés considera una tarde (hhereb) y una mañana (boker) diciendo: "Vayehi hhereb, vayehí boker",  sea: "Y fue tarde y fue mañana" . . . que equivale a una oscuridad y una claridad (un período de imperfección y otro de perfección subsiguiente).

Analicemos las palabras del Génesis.

I. "En el principio creó Dios el cielo y la tierra". Es decir, lo espiritual y lo material.[4].

II. "Y la tierra estaba desordenada y vacía''. Es decir, la materia estaba sin forma (caos); la substancia primordial o nebular era homogénea en sus elementos indivisibles (átomos),

III. "Y las tinieblas reinaban sobre la haz del abismo". O lo que es lo mismo, no había surgido aún la primitiva luz" (vibración o movimiento primordial) que había de dar la vida y la forma a la materia.

IV. "Y el Espíritu de Dios flotaba sobre las aguas". En cuya frase no hay más remedio que hacer una exégesis de interpretación, Por que si en cuanto al "Espíritu de Dios" no puede cabernos la menor duda, si cabe en cuanto al significado de las "aguas" si ol­vidamos que en simbología arcaica, el agua quería expresar la matriz de toda vida, por tanto la materia primordial homogénea, en la cual se considera implícito el concepto de maternidad (o naturale­za generatriz), como claramente lo indica la raíz mater, común a madre, matriz y materia.

V. "Y dijo Dios: Hágase la Luz. Y la Luz ce hizo. Y fue la tarde y la mañana del día Primero". Claro que no la luz física del sol ni de astro alguno, puesto que no fueron creados hasta el "día cuarto". Si no aquella "luz" invisible por ultraluminosa, que da ori­gen a todas las "vibraciones del éter" que a su vez dan el movimien­to, la vida y la forma (cosmos) a la materia. Aquel "fiat" ó "fohat" creador que es un movimiento espiritual, impulso de vida y volun­tad de existencia que rompió la frialdad de las "tinieblas" existen­tes entre el "cielo" y la "tierra". Movimiento impulsor e informador, en una palabra, origen de toda fuerza y energía.

VI. "Haya un firmamento. Sepárense las aguas de las aguas". Este firmamento en el que faltaban el sol, la luna y las estrellas, no podía referirse, indudablemente, a la esfera celeste a conjunto de astros y sistemas, puesto que éstos fueron creados el cuarto día; si­ no que se refería al "espacio vacío" o extensión, literalmente expre­sado por Moisés con la palabra hebrea rakiah, y que se correspon­de con el koilon griego y el coelum latino. No es por tanto el este­reoma que dice la traducción de los Setenta, ni el firmamentum que San Jerónimo expuso en la Vulgata. Algunos lo refieren a la atmós­fera o aire. Otros creen que el firmamento alude a la mente-forma­dora por la que Dios imaginó las formas de los seres: El conjunto de "constelaciones" de los pensamientos del Creador; quizás el "cie­lo intelectual" a que se refería San Agustín.

El separar las aguas de las aguas, se refiere a los distintos gra­dos de condensación de la materia, formando átomos, moléculas, substancias y cuerpos químicos.

Con esto quedó terminado el día segundo.

VII. En el tercer día, según los versículos genesiacos, creó Dios los elementos: el agua y la tierra. Y después las plantas.

En el cuarto día creó el sol, la luna y las estrellas. Es decir, los astros que habían de servir de soporte a las formas de vida.

En el quinto día fueron creados los peces, las aves y los reptiles.

En el sexto día creó Dios los demás animales terrestres y por fin el hombre.

Y en el día séptimo, dice el Génesis, "Dios reposó". Lo que hay que interpretar como la cesación de crear elementos y formas nue­vas. El día séptimo está ausente de todo acto creador y lleno de la evolución de lo creado. Estarnos pues en él[5].

En el relato de las primeras etapas de la Creación, que prece­den a los citados días o épocas, se revelan tres momentos que, ine­vitablemente, hay que referir al aspecto trino de la manifestación divina: Dios creador, Materia creada y Fuerza animadora; o sea el Theos, Caos
 y Cosmos de los griegos. Conceptos que expresados en términos asequibles para todos, dirían lo siguiente:

I. Dios creó lo espiritual y lo material. Esto último desordenado e informe.

II. Dios lo insufló el movimiento animador y ordenador.

III. Así surgió el Universo.

O lo que es lo mismo: Generación. Ordenación y Plasmación

Tres tiempos del acto creador en que Dios se manifiesta como Padre y causa de todas las cosas; como Hijo, Verbo, Palabra o Logos, Idea o Forma de lo creada; y, en fin, como Espíritu Ordena­dor por impulso de amor y voluntad según se dijo.

El siguiente cuadro resume en un golpe de vista todo lo que llevamos dicho.

La interpretación rígidamente literal del mentado y comenta­do relato mosaico de la Creación, fue causa del famoso proceso contra Galileo por los tribunales de la Inquisición, y que la iglesia ha tratado de defender con las siguientes palabras:

"Cuando la Congregación del Santa Oficio exigió de Galileo la retractación de sus afirmaciones sobre el movimiento de la Tie­rra, entonces esta doctrina distaba mucho de la evidencia, no era más que probable; y así el tribunal, aunque falible, estaba en su derecho al demandar al reo la retractación dicha; y éste a su vez no teniendo evidencia de que el Tribunal se equivocaba en su jui­cio, estaba obligado a adherirse a él en cuanto con su buena volun­tad pudiese. Y por aquí se verá también la prudencia con que pro­cedieron uno y otro tribunal en esta causa, por más que entrambos se hubieron equivocado; por que juzgaron según la ciencia que se tenía entonces". (Mendive).

Si fuera por el gusto de las instituciones dogmáticas (científi­cas o religiosas), ningún innovador tendría razón y, por consecuen­cia., se haría imposible el progreso de la ciencia y la marcha del pen­samiento hacia la verdad[6]


En el proceso contra Galileo se acumuló ligereza sobre ligere­za sin que haya disculpa que las pueda justificar. Si puede asegu­rarse hay día que los tribunales de la Inquisición se equivocaron, esto no justifica el dogmatismo cerrado con que negaron la razón a Galileo. Más ligero es todavía suponer que Galileo no estaba se­guro de sus afirmaciones; cuando precisamente nos consta que al salir del juicio, dijo firmemente convencido: "Y sin embargo, se mueve".

Hoy día está demostrado que la Tierra se mueve como decía Galileo, y que la sagrada Escritura mosaica estaba equivocada en este punto. Un motivo más para ponernos en guardia contra los in­térpretes de la revelación ¡al fin hombres falibles!

Como consecuencia de la enseñanza de Galileo, la Congrega­ción del Índice tuvo que levantar la prohibición hecha en 1616, de interpretar metafóricamente la Escritura y de leer los  libros en que se defendía la doctrina de Copérnico. Y desde entonces todos los cristianos fueran libres de leer y escribir sobre esta materia cuanto se les antojase.

Véase la razón que nos asiste para tornarnos la libertad de in­terpretar las verdades reveladas, de acuerdo con los progresos de la Ciencia. Por que la Ciencia es, asimismo, una revelación hecha por el camino del entendimiento y muchas veces también por el de la intuición.


d) LOS CUATRO GRADOS DE CONDENSACION DE LA MATERIA

Como colofón de nuestro comentario al relato de la Creación del Mundo, y con objeto de aclarar de un modo científico, la génesis de los elementos, las substancias y las formas, exponemos el tema de la condensación material, que nos llevará, como consecuencia lógica al capítulo siguiente.

Llámase con-densa-ción la acción de reunir en forma densa (apretar). Y es denso todo aquello que opone resistencia, por mani­festarse en ello fuerzas de atracción o tensivas [7].

La condensación hemos de considerarla bajo tres puntos de vis­ta: físico, químico y orgánico, que corresponden a tres realidades naturales.

1º Condensación física. Comprende, en el orden natural de cau­sación, los siguientes grados: a) Estado radiante etéreo o dístensi­vo. b) Estado gaseoso o expansivo. c) Estado líquido o protensivo; y d) Estado sólido o extensivo. De ellos, solamente el primero ca­rece de tensión extrínseca, por lo que le llamamos distensivo y es prácticamente invisible e intangible. El segundo (b) es casi intan­gible y no siempre visible. El tercero (c) y el cuarto (d) son visi­bles y tangibles.

IIº Condensación química. Comprende los cuatro grados si­guientes: a) Estado electrónico, que corresponde exactamente al estado físico radiante, que es el de la materia primordial. b) Esta­do de agregación atómica (o atómico), por reunión de electrones en cantidad y posición determinadas, formando los átomos de cada cuerpo químico (véase figura 4). c) Estado de agregación molecu­lar (o iónico) por reunión de átomos en cantidades y posiciones fi­jas, formando las moléculas de cada cuerpo químico; y d) Estado substancial (o elemental) por reunión de moléculas en número va­riable y forma extrínseca, constituyendo las distintas substancias químicas o elementos. Solamente el último es prácticamente apreciado por nuestros sentidos físicos puesto que ni la molécula, ni el átomo, ni el electrón, son per se visibles ni tangibles.

IIIº Condensación orgánica. La materia y la energía en los se­res, están manifestadas según forma. Materia, energía, forma, tiem­po y espacio son las propiedades esenciales de los cuerpos según Aristóteles.

Como hemos dicho, la energía no es algo distinto de la mate­ria. Todo depende del grado de condensación. Un electrón es ener­gía por ser carga eléctrica, aunque no pueda negársele una masa todo lo pequeña que se quiera pero prácticamente inapreciable. La condensación de masa y energía constituye la materia,

En cuanto a la forma, hay que distinguir previamente la de los seres inanimados o ínorganizados y la de los seres orgánicos o animados.

Forma de los seres inanimados. Un átomo formado por un número fijo de electrones en posición determinada, constituye una for­ma primaria. Una molécula constituida por un número determinado de átomos es, de hecho, otra forma secundaria. Las substancias quí­micas formadas por reunión de moléculas, pueden tener forma fija, como ocurre con el cristal del  mineral, y forma variable, como ocu­rre con un trozo de arenisca o con el agua. Estas substancias de for­ma variable se suden Mamar amorfas (o sin forma) por que en realidad carecen de forma extrínseca aunque no de forma constitutiva o intrínseca (molecular), Cuando una substancia adopta una for­ma extrínseca fija, entonces constituye un cuerpo, por que se ha individualizado, como ocurre naturalmente con el crisol del mineral y artificialmente con un ladrillo o una barra de hierro.

En el reino mineral se dan, por consiguiente, los cuatro grados de condensación química y además una forma extrínseca fija o va­riable, constituyendo o no una individualidad.

La substancia y el cuerpo de un mineral, son perfectamente apreciables por nuestros sentidos corporales, por que presentan el grado máximo de condensación, y con él la propiedad de ser tan­gibles, la cual ha venido a considerarse como característica de la materia. Lo no tangible, como es su estructura molecular, atómica y electrónica, por suponer prácticamente el predominio de las manifestaciones de la energía sobre las de la masa, constituye los éteres o sistemas de fuerzas, que en realidad no son otra cosa sino grados de sublimación de la materia[8].
        
Así pues, para entendernos perfectamente, de acuerdo con las realidades, diremos que todo ser inanimado se compone de subs­tancia y éteres, o lo que es lo mismo, masa y energía. Todo en rea­lidad materia.

Siendo condición de todo ser material la de disgregarse conti­nuamente en una irradiación de incalculable número de electrones, hemos de admitir en él los cuatro grados concomitantes de conden­sación o de disgregación de la materia, interpenetrados. Y si fuésemos capaces de apreciarlo con nuestro sentido visual, percibiríamos lo que trata de expresar la figura


 Los cuatro grados de condensación de la materia en un mineral. a) Cuerpo denso o tangible. b) Eter molecular. e) Eter atómico. d) Eter electrónico o radiante.

Es decir que, en todo ser mineral apreciaríamos los cuatro vehículos materiales de manifestación: el tangible o denso y los energéticos o etéreos.

Forma de los seres animados. En los seres orgánicos (plantas y animales) que presentan un desarrollo autónomo con arreglo a plan y finalidad específicos, existe una forma substancial a "entele­quia" aristotélica, que no es sino su alma vegetativa o "arquetipo", según el cual se manifiesta en la materia, por un acto de "ideopla­sia", el tipo de su especie y no otro.

La organización material es, por consecuencia, el resultado de una "idea previa" en el orden causal de la Naturaleza.

Esta organización material comprende pues a los sistemas energéticos, constituyendo las formas., cuerpos o vehículos etéreos de manifestación.

Así, como lógicamente se deduce y la observación comprueba, todo ser animal o vegetal tiene su forma corporal organizada y sus tres sistemas de éteres organizados sobre cuyas líneas de fuerza se condensa la materia tangible.

Los seres organizados presentan, de este modo, los cuatro co­rrespondientes grados dé condensación corporal: a) Forma elec­trónica o éter distensivo, el cual constituye el más sutil de los ve­hículos. b) Forma atómica o éter intensivo. e) Forma molecular o éter protensivo; y d) Forma densa o extensiva. Veamos ahora los conceptos que explican estas realidades.
En los seres organizados hay tres clases de funciones que se realizan por medio de tres grandes sistemas orgánicos de todos co­nocidos: I. Funciones (de nutrición individual y especifica) reali­zadas por fuerzas extensivas. lI. Funciones de circulación, realiza­das por  fuerzas protensivas; y III. Funciones de inervación reali­zadas por fuerzas intensivas[9]. Las fuerzas distensivas son con­trarias a la forma que significa tensión.

Efectivamente, toda forma supone tensión; y en el continuo cambio de materiales dentro de la persistencia de la forma que su­pone toda vida, hay un predominio de la agregación sobre la dis­gregación. La muerte es la distensión o sea el predominio de la dis­gregación sobre la tensión interna.

Así, toda forma es intensa, extensa y protensa, en lo cual solo hemos de ver los ya citadas grados de condensación en manifesta­ción activa.

Podemos decir que el cuerpo visible es denso y tangible. Y que el cuerpo invisible o sutil, formado por los grados menos tensivos de condensación material, es invisible e intangible. Estos son res­pectivamente los conceptos de sarcosoma y etereosoma de la mo­derna escuela metapsiquista (el último perfectamente visible por la pantalla de dicianina, de un modo análogo al que reproduce la fi­gura 8).

"Soma" es toda forma material orgánica. Si ahondamos en la constitución somática de los seres vivos o animados, nos encontra­mos con un "sarcosoma" (o cuerpo de carne) compuesto de sólidos, líquidos y gases, y un etereosoma u organismo sutil, compuesto de los siguientes sistemas etéreos, que realizan las funciones en los órganos.

a) Eter intensivo o conjunto de fuerzas que se manifiestan en el sistema nervioso; que mantienen la forma a pesar del cambio de materia. En sus dos polaridades representadas por el circuito mo­tor o centrífugo y el sensitivo o centrípeto (sensorial).

b) Eter protensivo o conjunto de fuerzas que se manifiestan en el sistema torácico; que tienden a la disgregación del ser por que suponen combustión y arrastre, o sea respiración y circulación. En sus dos polaridades representadas respectivamente por el doble fe­nómeno de inspiración-expiración y circulación arterial-venosa, que equivalen a una manifestación alternativa eferente o centrífuga y aferente o centrípeta.

c) Eter extensivo o conjunto de fuerzas que se manifiestan en el sistema abdominal, que producen el crecimiento y manteni­miento del cuerpo en sus dos aspectos de nutrición individual, y ge­neración (o nutrición de la especie), ambas con su doble polaridad centrípeta y centrífuga, que en la nutrición son asimilación y des­asimilación, y en la generación son femenina o conceptiva y mascu­lina o fecundativa, respectivamente.

En el éter intensivo se manifiestan los fenómenos del intelecto que tienen sus órganos en la cabeza; en el éter protensivo se mani­fiestan los fenómenos del sentimiento, que repercuten en los órga­nos del pecho, y con el éter extensivo se manifiestan, en fin, los del instinto a cuyo servicio, como ya hemos dicho, están los órganos del vientre.
Por esto es perfectamente gráfico y exacto decir que nuestros instintos (con su raíz en las apetencias químicas) san substancia­les; nuestros sentimientos son moleculares y• nuestros pensamientos son atómicos, o lo que la mismo, instinto, sentimiento y pensamien­to son manifestaciones de nuestra alma que se plasman por medio de modificaciones inmediatas originadas en su respectivo vehículo, por orden de condensación de lo más grosero a lo más sutil, y es­calonadas, por tanto, según una categoría psíquica que se traduce en categoría fisiológica. (Dejando a un lado su ulterior expresión inteligente por medio de la palabra, la actitud, el arte, etc.).

La forma distensiva o electrónica de nuestro ser material, que constituye la atmósfera radiante y ordinariamente invisible, de nues­tra personalidad (fig. 8) es el vehículo apto, móvil y sutilísimo, como las llamas del fuego, donde nuestra ideación plasma y concre­ta sus imágenes en formas de pensamiento, fugazmente tensivas, cuya duración depende de la fuerza con que se inmixen en nuestro vehículo sutil y que pueden ser registradas en formas de mayor per­manencia por medio de engramas etéreos y cerebro-espinales. Se ha admitido por esto, la existencia de un éter reflec­tor o forma tensiva de nuestro cuerpo sutil, donde quedarían este­reotipados, de un modo equivalente al de los engramas cerebrales, los pensamientos elaborados durante la vida del individuo y de la especie, formando una memoria sensible o etérea, dentro de la cual están los modelos de todo automatismo[10].



El cuadro adjunto resume todo lo que llevamos dicho sobre los grados de condensación de la materia, cuya aplicación fisioló­gica puede verse en mi citada obra.




.Para la mejor interpretación de lo que precede, damos a con­tinuación el significado de las palabras empleadas en nuestra expo­sición, y al cual habrá de referirse siempre que empleemos dichos términos en el curso de nuestra obra[11].

Tenso o tensiva. Aquello en que predominan fuerzas de agre­gación o atracción de sus elementos, sobre las de disgregación o repulsión, Y que es cualidad de toda forma.

Intenso o intensivo. Aquello en que hay tensión interna o que proviene de su ser esencial. Ej.: el átomo.

Protenso o protensivo. Aquello que es capaz de cambio o cir­culación, como la molécula que puede combinarse con otras y des­plazarse de sus combinaciones sin perder su propia intensión. 0 el agua que corre.

Extenso o extensivo. Aquello que presenta una exteriorización de su tensión que se traduce en crecimiento o volumen, sin llegar a perder su intensión. Ej.: cualquier cuerpo.

Distenso o distensivo. Lo que pierde la tensión, como un cuer­po que muere o se disgrega, o un átomo que se descompone en sus electrones constituyentes.

Expansivo. Lo que no tiene tensión formal pero si molecular, y por tanto se expande, como un gas.

Electrónico. Estado en que los electrones permanecen disgre­gados sin formar átomos (caos).

Atómico. Estado en que existen átomos sin formar moléculas.

Molecular. Estado en que existen moléculas o grupos de áto­mos (iones) sin formar substancias. Por ejemplo, una cantidad de hiposulfito sódico disuelto en agua o una molécula de oxígeno en el aire.

Éteres. Sistemas de fuerzas organizadas.

Arquetipo. (Literalmente, primer ejemplar). Imagen ideológica o forma mental creada por la mente universal, según la cual se plas­ma la forma material de cualquier ser. (Es la "entelequia" de Aris­tóteles y la "forma substancial" de los escolásticos).

Sarcosoma. Cuerpo de carne.

Etereosomo. Cuerpo de fuerzas o etéreo, (electromagnético).

Engrama. Alteración de la substancia viva por cualquier exci­tación externa.

Substancia o substancial. Lo que está debajo o sirve de sopor­te a la manifestación de un ser. Puede aplicarse tanto a la materia en el sentido de substancia química, como al alma vegetativa en cuanto soporte del ser.

 Amorfo. Lo que no tiene forma.

 Protomorfo. Que tiene primera forma.

Dimorfo, Que tiene dos formas.

Exomorfo. Que tiene forma externa


Dr Eduardo Alfonso


NOTAS


[1] Y decimos substancia no en el sentido de materia, si no en el sentido de Ser o esencia, de acuerdo con su etimología que expresa lo que sirve de ba­se (sea o no material).
[2] Esta hipótesis coincide con la doctrina vedanta de los Upaninhads, donde se nos enseña que "Brahman crea el Universo desplegando el manto (le su propia substancia".

[3] San Agustín parece querer zanjar la cuestión con la siguiente afirmación: "El mundo ha sido creado con el tiempo, o el tiempo con el mundo, que no en el tiempo. El tiempo es una propiedad de las cosas creadas".
[4] Dice San Agustín en las "Confesiones" (libro XII, cap. XIII): "Por aquel cielo del cielo entiendo un cielo intelectual
[5] (1) Como curiosidad intercalamos, Ios siguientes fragmentos de antiquísimos relatos orientales de la creación, que siguen la tradición arcaica.

Relato babilónico de la. Creación.

"Cuando en la altura de los cielos no estaban nombrados".
"Y debajo, los abismos no habían registrado ni un nombre".
"El agua profunda primero los 'engendré, la Señora Tiamat fue la que lo hizo surgir todo”.
"Las aguas primero fueron reunidas, pero las nubes no fueron reunidas juntas y en la tierra no había, una semilla’’.
—Entonces ninguno de los dioses había nacido"......

Texto de la Tabla Esmeraldina de Hermes.

"Es indudable, sin mentira, cierto y muy verdadero”.
I "Lo que es abajo es como lo que está arriba. Y lo que esta arriba es como lo que esta abajo para obrar los misterios de la Unidad".
II. "Y como todas las cosas han procedido y- proceden de uno, por la mediación de uno, así todas las cosas han nacido de esta cosa única por adaptación—.
III El Sol es el padre; la Luna es la madre; el Aire lo ha llevado en su vien­tre; la Tierra es la nodriza. El padre de todo el secreto (telema) de todo el mun­do, está aquí. Su fuerza o potencia está entera, si ello está convertido en tierra".
IV. "Separarás la Tierra del Fuego, lo sutil de lo grosero, suavemente con grande industria Sube de la Tierra al Cielo y de rechazo desciende a la Tierra, y recibe la fuerza de las cosas superiores o inferiores. Por este medio tendrás la luz de todo el Mundo, y por esto toda oscuridad huirá de ti".
V. —Es la Fuerza fuente de toda fuerza, por que ella vencerá, toda cosa sutil y penetrará toda cosa sólida".
"Así fue creado el mundo—.
"De aquí serán y saldrán admirables adaptaciones, cuyo medio está aquí"­
"Por esta he sido llamado Hermes Trimegisto, que posee las tres partes de la filosofía de todo el mundo—.
''Lo que he dicho de la operación del Sol, está cumplido y acabado".

La creación según  el "Manava-Dharma-Sastra" o —Código de Manu" (Libro I).

Este mundo estaba sumergido en 'la oscuridad, imperceptible, desprovisto de to­do atributo, de todo distintivo; sin poder ser descubierto por el raciocinio, ni ser revelado; parecía entregado enteramente al sueño" (5).
"Cuando el término de la disolución hubo concluido, entonces el   existente por si mismo y que no está al alcance de los sentidos externos, haciendo perceptible este mundo con los cinco elementos y los otros principios, resplandecientes del más puro brillo, apareció y disipó la oscuridad, es decir desarrolló la natura­leza" (6)...
"Y habiendo resuelto, en su mente, hacer emanar de su substancia las diversas criaturas, produjo primero las aguas y depositó en ellas un germen" (8).
"Las aguas han sido llamadas naras por ser obra de Nara (el Espíritu Divino), y habiendo sido estas aguas el primer lugar del movimiento (ayana) de Narn, ha sido llamada en consecuencia Narayana (aquel que se mueve sobre las aguas" (10).
"Después de haber permanecido en el huevo salido del germen un año de Brahma (3.110.400, 000,'000 de años humanos), el Señor, por obra de su pensamiento únicamente, separó este huevo en dos partes" (12).
"Y de estas dos partes formó el cielo y la tierra; en el medio colocó la atmósfera, las ocho regiones celestes y el depósito permanente de las aguas" (13).
 "Habiendo unido moléculas imperceptibles de los seis principios dotados de una gran energía, a sabor loa rudimentos sutiles de los cinco elementos y la concien­cia, o partículas de estos mismos principios, transformados y tornados en los ele­mentos y los sentidos, formó entonces todos los seres" (16).

Otras mitologías tan distintas de las anteriores como, por ejemplo, la sintoísta japonesa y la tagala filipina (cuyo común origen no es difícil de colegir), conciben la Creación del Mundo a base de una primordial sepa­ración de cielo y tierra, e incluso en la tagala se hace surgir a ésta de unas "aguas" primordiales. No hablemos de la mitología mayaquiché ameri­cana, cuya raigambre con la tradición arcaica es más evidente. Véase el comienzo de su relato: "En un principio no había una sola gente, ni ani­males ni pájaros, ni peces ni cangrejos, ni árboles ni piedras, ni hondona­das, ni barrancas, ni pajonales, ni guatales. Solo el cielo existía. Aún no estaba visible la superficie de la Tierra; solamente existía el mar tranqui­lo y todo lo que hay en cielo. No había nada que estuviera en conjunto, que reposara; algo que se moviera, que tuviera semejanza con lo que existe hecho en el cielo. Nada había en pie; solamente existía la tranquilidad de las aguas y el silencio del mar; únicamente había calma, ninguna otra cosa existía—. Etc....” (Del Popol-Vuh o Biblia maya).

[6] Dice Ortega y Gasset ("Personas, obras, cosas... ") : "Galileo tuvo la debilidad de desdecirse ante un tribunal ridículo de mentecatos y tonsurados Y, sin embargo amó la verdad con tan ardiente y fecundo amor, que las almas sabias que aun hoy nacen no son más que retoños de sus viriles con­templaciones. Pero había descubierto una ley natural; ¿qué importa que él la proclamara? E pur si mouve: la ley está ahí, quiérase o no se quiera ... la ciencia no necesita de mártires".

[7] Estas fuerzas, como llevamos dicho, son las elementales de gravitación universal, ya manifestadas en el electrón como energía y movimiento pri­mordiales.

  [8] Tanto se nos da llamarles grados de sublimación de la materia como gra­dos de condensación de la energía. Depende del punto de partida.

    [9] La de respiración es complementaria de las de nutrición. La de reproduc­ción es derivada de las de nutrición, constituyendo la nutrición de la es­pecie.

[10] Véase mi obra "Curso de Medicina Natural en 50 lecciones". 

     [11] En lenguaje filosófico, como ya hemos apuntado, debemos ser exactos en las palabras para que no se extravíen los conceptos.
A lo que es esencial y substancial debemos nombrarlo con un sustantivo. A lo que es facultativo o de propiedad debemos denominarlo con un adje­tivo.
A lo que es funcional o de acción, debemos designarlo con un verbo. Ejemplo: Consciencia es substancial, como órgano espiritual del conocer. Conocimiento es el contenido adjetivo (o de propiedad) de la conciencia. Conocer es el acto de aprehender lo que ha de ser contenido de conciencia, etc.
Y con esto criterio obramos siempre en nuestras exposiciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario