domingo, 17 de marzo de 2019

LAS ESCUELAS DE MISTERIOS - PARTE II (FINAL)




Examinando las vidas de los Iniciados, encontramos ciertas cosas en las cuales eran rigurosos al máximo. Es penoso el encontrar hoy día a estudiantes que en estas cosas son más bien negligentes. Por consiguiente sugerimos lo siguiente para la consideración de todo estudiante sincero:

(a) Todo verdadero ocultista acata las leyes del país y de la comunidad en que reside. 
Aun cuando en la mayoría de los casos el ocultista reconozca que tales leyes son imperfectas, las acata a fin de que su ejemplo moral ayude a los menos inteligentes a aprender a obedecer las restricciones de la ley y del orden. Se dice que las leyes se han hecho para aquellos que las infringen. 
Podemos agregar que las leyes no fueron hechas para los Iniciados, más hay una minoría muy pequeña de gente inteligente que puede vivir en comunidad y honestamente, sin necesidad de ninguna clase de leyes. Por más malas que sean tales leyes, son muy superiores a lo que regiría si el azar mental del castigo fuese abolido en medio de una comunidad de seres degenerados o ignorantes. 

De tiempo en tiempo, algunos ocultistas son llevados ante la justicia por no haber dado un buen ejemplo para sus semejantes. No hay duda de que el elemento de persecución de la Edad Media se encuentra todavía en algunos lugares, y de que muchos sufren persecuciones injustas. Pero también, hay muchos quienes, sintiéndose espiritualmente superiores a sus semejantes, ignoran deliberadamente la ley. Esta verdad cobra relieve especial en los casos de las instituciones que enseñan las teorías fantásticas de las "almas gemelas", del "amor libre" y otras por el estilo. Estas cosas no se sancionan bajo ninguna condición por la Antigua Sabiduría, pues las propias Escuelas Misterios instituyeron el lazo legal del matrimonio. Cualquier cosa que sugiriese el rompimiento de las leyes existentes sin antes brindar leyes mejores para la masa de la gente no avisada no tiene nada que ver con la Sabiduría Antigua.

(b) Los verdaderos ocultistas no quiebran las leyes, por más injustas que éstas fueren. Cuando se encuentran con la injusticia, trabajan por una legislación más justa. Un ejemplo notable de esto lo hallamos en la vida de Abrabam Lincoln. Varias veces lo fueron a ver esclavos - antes del estallido de la guerra civil - para rogarle que los ayudase a escapar de sus vidas de servidumbre. Lincoln se negó a hacerlo, porque eso estaba en contra de la ley, pero les dijo que del mismo modo en que no quebraría los estatutos existentes, consagraría su vida en hacer mejores leyes. Es con este espíritu que ha de trabajar el ocultista, en lo que a la justicia se refiere, pues de este modo la verdad se establece sin la sedición ni el bolcheviquismo ilegales.

(c) Todo ocultista e iniciado debería adoptar las vestimentas y las costumbres del país o de la gente con quien reside, a fin de que un apartamiento de tales hábitos no lo hagan señalarse. Era esta una de las reglas más estrictas de los maestros antiguos, y se la halla en los manifiestos de la Hermandad Rosacruz.

(d) El verdadero Adepto e Iniciado no ha de revelar su identidad a nadie salvo a quien sea digno de enterarse de ella. El trabajo oculto que les ha sido encomendado a los Adeptos e Iniciados es como una espada de doble filo. Cuándo se han preparado para recibirlo, esta actividad resulta en gran beneficio, pero si estas enseñanzas se comparten con estudiantes sin la debida preparación, pueden hacer mucho mal. De ahí que no revelan a nadie las instrucciones secretas que han recibido ni la fuente de donde tales instrucciones provinieron, contentándose con difundirlas callada y prudentemente. Si se les pregunta acerca de esto, sólo aclaran el punto de interés inmediato y luego callan. Este privilegio del silencio ellos lo defienden con su propia vida.

(e) El verdadero Iniciado y discípulo jamás será ruidoso ni declamatorio en el hablar, ni radical en sus puntos de vista, ni encarecerá tales condiciones entre aquellos que se acerquen a él, ni hablará en nombre de su organización o de sus Maestros. El verdadero Iniciado no tiene más voluntad que la de sus Maestros; pero nunca aceptara que sus pensamientos tienen un origen más importante que el de su propio cerebro. No dará pasos radicales a menos que así se lo ordenen los Grandes Hermanos, a cuyo cuidado está la vida de los seres humanos.

(f) Al vivir en una comunidad, los Iniciados tienen que ser amantes de la paz, sencillos, cordiales, caritativos; no han de criticar a quienes los rodean, pero deben ganarse el respeto y la apreciación por su inteteligencia y su integridad. Vigilarán día y noche su propia conducta para que no revele en ningún modo algo que sea contrario a la excelsa organización a la cual dan testimonio. Serán humildes en todo; tendrán buena voluntad y se mostrarán contentos de llevar a cabo las tareas más ordinarias o pesadas, si con tales tareas contribuyen al bienestar y al progreso de sus semejantes. Ha de poder decirse de cada uno de ellos lo que se dijo del Maestro Jesús, que estuvo en el mundo para hacer el bien.

(g) Bajo ningún concepto usarán el poder espiritual de que estàn investidos en su protección o engrandecimiento propios a menos que esto redunde en desinteresado beneficio de los demás. 
Va contra las leyes del ocultismo el aplicar cualquier conocimiento de índole sobrenatural en la salvación, conservación o beneficio de si mismo. Dijo el Maestro Jesús que podía ayudar a otros pero no a si mismo. Por esta razón la psicología moderna y la magia mental de diversos tipos son contrarias a las leyes de la Antigua Sabiduría; en la moderna psicología se enseña al estudioso a utilizar estos dones espirituales en su propio engrandecimiento.

(h) Bajo ningún concepto el Maestro debe aceptar pago alguno por las instrucciones espirituales que imparte, pues ningún dinero se ha pagado para recibirlas, ni hay dinero que pueda pagar su valor. 
El estudiante toma su cuota de responsabilidad, y la ingratitud es uno de los pecados mayores del ocultismo. Si un estudiante que ya se encuentra en condiciones de prestar ayuda retarda por su mezquindad la labor del Maestro, contrae todas las responsabilidades del Karma incurrido por su falta de cooperación. Ningún aspirante debería estudiar ocultismo con el objeto de utilizar sus conocimientos en empresas comerciales, Quien esto haga, jamás verá ni a los Maestros ni el Templo.

Lo que acabamos de exponer podrá arrojar alguna luz en la cuestión de por qué tan difícil determinar la posición de los antiguos iniciados. Su reticencia y su espíritu humilde raras veces hallaron cabida en las páginas de la historia, y sin embargo son ellos los verdaderos modeladores de los destinos de las naciones. Ellos son los poderes invisibles que están detrás de los tronos terrestres, y los seres humanos no son más que títeres  que bailan según tiren de los hilos aquellos seres invisibles. 
Vemos al bailarín, pero la mente maestra, la que realiza la obra, permanece envuelta en la túnica del silencio.

El estudiante de los Maestros o de cualquiera de las siete Grandes Escuelas que aquellos establecieron para impartir la Antigua Sabiduría, no tiene derecho a llamarse miembro de
ninguna orden ni escuela ocultas hasta que haya pasado por una o varias iniciaciones en el Templo espiritual de la orden a la que fue llevado por las luces planetarias que le son propias. 
La lectura de obras pertinentes, el pago de honorarios, la formación de promesas, etcétera, no convierten al estudiante en ocultista ni en miembro de ninguna de las verdaderas órdenes espirituales. Sólo por la primera iniciación en el Templo espiritual se conviene en verdadero miembro. Podrá formar parte de alguna sociedad, de esta o aquella organización o hermandad, pero con ello estará afiliado simplemente a una orden exotérica. Su verdadera condición de afiliado estará dada por su aceptación al Templo que contiene la jerarquía espiritual que anima y vivifica la institución externa, material.

Con frecuencia encontramos estudiantes, discípulos y hasta iniciados de las órdenes inferiores que, por cierto resabio de egoísmo, han traído la desgracia a lo que amaron fielmente. 
Esto suele producirse por algún fracaso ominoso  y por haber proclamado abiertamente ser miembros de una Orden excelsa, sus errores vienen a recaer sobre la escuela que ellos dicen representar. Revisando levemente la fraseología escritural, mucha gente de nuestros días dice: "¿Qué beneficio puede producir el ocultismo?" Esta actitud es resultado de la humillación impuesta a las grandes escuelas espirituales por los repetidos fracasos, errores y abyecciones de algunos de sus discípulos. Esto es producto del egoísmo pues ciertos discípulos son incapaces de recibir honores y grados dignos sin que todo el mundo se entere de ello. El egotismo uno de los errores humanos más graves, el cual el ocultista, más que nadie, debe controlar y eliminar, pues el egotismo insensibiliza con respecto a la propia indignidad, y ningún discípulo verdadero debe perder de vista este importante factor.

En esta época de credos religiosos, la mayoría de la gente anhela pertenecer a algo, como lapas se aferran al barco del progreso humano, y finalmente, cuando se ha aferrado una cantidad suficiente de tales crustáceos, recubiertos de sus duras caparazones de opiniones y prejuicios, el barco o se hunde bajo el peso o, como alguna de nuestras organizaciones ocultistas, tiene que ser puesto en dique seco para que la quiten las incrustaciones. Cada vez que uno anhele adherirse a algo, debe preguntarse si tal institución puede sentirse tan orgullosa de tenerlo a uno como miembro, o puede sentirse uno orgulloso de pertenecer a ella. La mayoría de la gente se adhiere a movimientos espirituales para obtener ventajas personales. Se convierten en parásitos, viven del árbol de la Sabiduría que otro plantó y cultivó. La gente sincera se afilia a las Escuelas de  Misterios, no para mejorar su situación personal, sino para servir fiel y buenamente a esas instituciones. Hasta que ellos no sientan que constituyen un verdadero crédito para la institución en todo sentido de la palabra, no deben desear ligar su nombre a lo que todavía no son dignos de representar.

En lugar de ufanarse de ser miembros de esto, aquello o lo de más allá y de echar sombras sobre la integridad de los Maestros, observemos otra de las antiguas reglas, a fin de mantener la dignidad de lo superior. Supongamos que uno haya entrado recién en la vieja orden religiosa de los Gnósticos. Usamos este nombre porque en la actualidad es impersonal, de manera que no nos deje ningún sentimiento parecido al que nos embargaría si usásemos el nombre de una organización todavía existente.

Hemos dicho existen tres divisiones: estudiantes, discípulos e iniciados. Veamos como deberíamos afirmar nuestra posición si tuviésemos que alcanzar cualquiera de esos tres grados en la antigua religión de los Gnósticos.

Si fuésemos estudiantes, diríamos: "Soy estudiante de filosofía Gnóstica". Si fuésemos discípulos, diríamos: "Soy discípulo de la senda Gnóstica de la sabiduría'. Si fuésemos iniciados del Templo espiritual de los Gnósticos, diríamos: "Soy Gnóstico”. Y con esta última afirmación nos aclaramos como afiliados de la jerarquía espiritual de la Orden Gnóstica. Jamás diríamos que somos algo de esto si no        fuésemos iniciados en la organización ejecutiva, que, oculta tras la orden exotérica, es en todo caso la institución verdadera de la cual la estructura exotérica no es más que el símbolo.

Todo miembro de una organización ocultista tendría que aclarar inequívocamente su posición. 
No sólo debe esto a la Orden, sino también a si mismo, pues los malentendimientos cotidianos se producen porque los estudiantes no son lo suficientemente honestos para admitir que no son más que buscadores de la Verdad y no adeptos disfrazados. La Antigua Sabiduría exige honestidad; no admite en sus filas a nadie que carezca del amor indispensable a la Orden como razón para  defenderla de la calumnia , y cargar sobre sus hombros, si es necesario, su honor y su integridad.

¿Por qué hacer un esfuerzo en ser virtuosos, si otros entran en la sabiduría conservando todo sus pecados? El alto nivel y las altas normas de las Escuelas de la Sabiduría se desacreditan por las personas que, llenas de defectos o faltas, aspiran a ser miembros - “en buena posición" de una organización que representa todo lo que es alto y noble. En nombre de la Gran Obra, es sabio admitir que todo lo que poseemos de virtud lo debemos a los Maestros y a sus instrucciones, mientras que a nuestra naturaleza inferior debemos todas nuestras faltas y vicios. Esta justa actitud ayudara a la realización de la Gran Obra mucho más de lo que podemos imaginarnos.

Manly Palmer Hall

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