Examinando las vidas de los Iniciados,
encontramos ciertas cosas en las cuales eran rigurosos al máximo. Es penoso el
encontrar hoy día a estudiantes que en estas cosas son más bien negligentes.
Por consiguiente sugerimos lo siguiente para la consideración de todo
estudiante sincero:
(a) Todo verdadero ocultista acata las leyes
del país y de la comunidad en que reside.
Aun cuando en la mayoría de los casos
el ocultista reconozca que tales leyes son imperfectas, las acata a fin de que
su ejemplo moral ayude a los menos inteligentes a aprender a obedecer las
restricciones de la ley y del orden. Se dice que las leyes se han hecho para
aquellos que las infringen.
Podemos agregar que las leyes no fueron hechas para
los Iniciados, más hay una minoría muy pequeña de gente inteligente que puede
vivir en comunidad y honestamente, sin necesidad de ninguna clase de leyes. Por
más malas que sean tales leyes, son muy superiores a lo que regiría si el azar
mental del castigo fuese abolido en medio de una comunidad de seres degenerados
o ignorantes.
De tiempo en tiempo, algunos ocultistas son llevados ante la
justicia por no haber dado un buen ejemplo para sus semejantes. No hay duda de
que el elemento de persecución de la Edad Media se encuentra todavía en algunos
lugares, y de que muchos sufren persecuciones injustas. Pero también, hay
muchos quienes, sintiéndose espiritualmente superiores a sus semejantes,
ignoran deliberadamente la ley. Esta verdad cobra relieve especial en los casos
de las instituciones que enseñan las teorías fantásticas de las "almas
gemelas", del "amor libre" y otras por el estilo. Estas cosas no
se sancionan bajo ninguna condición por la Antigua Sabiduría, pues las propias
Escuelas Misterios instituyeron el lazo legal del matrimonio. Cualquier cosa
que sugiriese el rompimiento de las leyes existentes sin antes brindar leyes
mejores para la masa de la gente no avisada no tiene nada que ver con la
Sabiduría Antigua.
(b) Los verdaderos ocultistas no quiebran
las leyes, por más injustas que éstas fueren. Cuando se encuentran con la
injusticia, trabajan por una legislación más justa. Un ejemplo notable de esto
lo hallamos en la vida de Abrabam Lincoln. Varias veces lo fueron a ver
esclavos - antes del estallido de la guerra civil - para rogarle que los
ayudase a escapar de sus vidas de servidumbre. Lincoln se negó a hacerlo,
porque eso estaba en contra de la ley, pero les dijo que del mismo modo en que
no quebraría los estatutos existentes, consagraría su vida en hacer mejores
leyes. Es con este espíritu que ha de trabajar el ocultista, en lo que a la
justicia se refiere, pues de este modo la verdad se establece sin la sedición
ni el bolcheviquismo ilegales.
(c) Todo ocultista e iniciado debería
adoptar las vestimentas y las costumbres del país o de la gente con quien
reside, a fin de que un apartamiento de tales hábitos no lo hagan señalarse.
Era esta una de las reglas más estrictas de los maestros antiguos, y se la
halla en los manifiestos de la Hermandad Rosacruz.
(d) El verdadero Adepto e Iniciado no ha de
revelar su identidad a nadie salvo a quien sea digno de enterarse de ella. El
trabajo oculto que les ha sido encomendado a los Adeptos e Iniciados es como
una espada de doble filo. Cuándo se han preparado para recibirlo, esta actividad
resulta en gran beneficio, pero si estas enseñanzas se comparten con
estudiantes sin la debida preparación, pueden hacer mucho mal. De ahí que no
revelan a nadie las instrucciones secretas que han recibido ni la fuente de
donde tales instrucciones provinieron, contentándose con difundirlas callada y
prudentemente. Si se les pregunta acerca de esto, sólo aclaran el punto de
interés inmediato y luego callan. Este privilegio del silencio ellos lo
defienden con su propia vida.
(e) El verdadero Iniciado y discípulo jamás
será ruidoso ni declamatorio en el hablar, ni radical en sus puntos de vista,
ni encarecerá tales condiciones entre aquellos que se acerquen a él, ni hablará
en nombre de su organización o de sus Maestros. El verdadero Iniciado no tiene
más voluntad que la de sus Maestros; pero nunca aceptara que sus pensamientos
tienen un origen más importante que el de su propio cerebro. No dará pasos
radicales a menos que así se lo ordenen los Grandes Hermanos, a cuyo cuidado
está la vida de los seres humanos.
(f) Al vivir en una comunidad, los Iniciados
tienen que ser amantes de la paz, sencillos, cordiales, caritativos; no han de
criticar a quienes los rodean, pero deben ganarse el respeto y la apreciación
por su inteteligencia y su integridad. Vigilarán día y noche su propia conducta
para que no revele en ningún modo algo que sea contrario a la excelsa
organización a la cual dan testimonio. Serán humildes en todo; tendrán buena
voluntad y se mostrarán contentos de llevar a cabo las tareas más ordinarias o
pesadas, si con tales tareas contribuyen al bienestar y al progreso de sus
semejantes. Ha de poder decirse de cada uno de ellos lo que se dijo del Maestro
Jesús, que estuvo en el mundo para hacer el bien.
(g) Bajo ningún concepto usarán el poder
espiritual de que estàn investidos en su protección o engrandecimiento propios
a menos que esto redunde en desinteresado beneficio de los demás.
Va contra las
leyes del ocultismo el aplicar cualquier conocimiento de índole sobrenatural en
la salvación, conservación o beneficio de si mismo. Dijo el Maestro Jesús que
podía ayudar a otros pero no a si mismo. Por esta razón la psicología moderna y
la magia mental de diversos tipos son contrarias a las leyes de la Antigua
Sabiduría; en la moderna psicología se enseña al estudioso a utilizar estos
dones espirituales en su propio engrandecimiento.
(h) Bajo ningún concepto el Maestro debe
aceptar pago alguno por las instrucciones espirituales que imparte, pues ningún
dinero se ha pagado para recibirlas, ni hay dinero que pueda pagar su valor.
El
estudiante toma su cuota de responsabilidad, y la ingratitud es uno de los
pecados mayores del ocultismo. Si un estudiante que ya se encuentra en
condiciones de prestar ayuda retarda por su mezquindad la labor del Maestro,
contrae todas las responsabilidades del Karma incurrido por su falta de
cooperación. Ningún aspirante debería estudiar ocultismo con el objeto de
utilizar sus conocimientos en empresas comerciales, Quien esto haga, jamás verá
ni a los Maestros ni el Templo.
Lo que acabamos de exponer podrá arrojar
alguna luz en la cuestión de por qué tan difícil determinar la posición de los
antiguos iniciados. Su reticencia y su espíritu humilde raras veces hallaron
cabida en las páginas de la historia, y sin embargo son ellos los verdaderos
modeladores de los destinos de las naciones. Ellos son los poderes invisibles
que están detrás de los tronos terrestres, y los seres humanos no son más que
títeres que bailan según tiren de los
hilos aquellos seres invisibles.
Vemos al bailarín, pero la mente maestra, la
que realiza la obra, permanece envuelta en la túnica del silencio.
El estudiante de los Maestros o de
cualquiera de las siete Grandes Escuelas que aquellos establecieron para
impartir la Antigua Sabiduría, no tiene derecho a llamarse miembro de
ninguna orden ni escuela ocultas hasta que
haya pasado por una o varias iniciaciones en el Templo espiritual de la orden a
la que fue llevado por las luces planetarias que le son propias.
La lectura de
obras pertinentes, el pago de honorarios, la formación de promesas, etcétera,
no convierten al estudiante en ocultista ni en miembro de ninguna de las
verdaderas órdenes espirituales. Sólo por la primera iniciación en el Templo
espiritual se conviene en verdadero miembro. Podrá formar parte de alguna
sociedad, de esta o aquella organización o hermandad, pero con ello estará
afiliado simplemente a una orden exotérica. Su verdadera condición de afiliado
estará dada por su aceptación al Templo que contiene la jerarquía espiritual
que anima y vivifica la institución externa, material.
Con frecuencia encontramos estudiantes,
discípulos y hasta iniciados de las órdenes inferiores que, por cierto resabio
de egoísmo, han traído la desgracia a lo que amaron fielmente.
Esto suele
producirse por algún fracaso ominoso y
por haber proclamado abiertamente ser miembros de una Orden excelsa, sus
errores vienen a recaer sobre la escuela que ellos dicen representar. Revisando
levemente la fraseología escritural, mucha gente de nuestros días dice:
"¿Qué beneficio puede producir el ocultismo?" Esta actitud es
resultado de la humillación impuesta a las grandes escuelas espirituales por
los repetidos fracasos, errores y abyecciones de algunos de sus discípulos.
Esto es producto del egoísmo pues ciertos discípulos son incapaces de recibir
honores y grados dignos sin que todo el mundo se entere de ello. El egotismo
uno de los errores humanos más graves, el cual el ocultista, más que nadie,
debe controlar y eliminar, pues el egotismo insensibiliza con respecto a la propia
indignidad, y ningún discípulo verdadero debe perder de vista este importante
factor.
En esta época de credos religiosos, la
mayoría de la gente anhela pertenecer a algo, como lapas se aferran al barco
del progreso humano, y finalmente, cuando se ha aferrado una cantidad
suficiente de tales crustáceos, recubiertos de sus duras caparazones de
opiniones y prejuicios, el barco o se hunde bajo el peso o, como alguna de
nuestras organizaciones ocultistas, tiene que ser puesto en dique seco para que
la quiten las incrustaciones. Cada vez que uno anhele adherirse a algo, debe
preguntarse si tal institución puede sentirse tan orgullosa de tenerlo a uno
como miembro, o puede sentirse uno orgulloso de pertenecer a ella. La mayoría
de la gente se adhiere a movimientos espirituales para obtener ventajas
personales. Se convierten en parásitos, viven del árbol de la Sabiduría que
otro plantó y cultivó. La gente sincera se afilia a las Escuelas de Misterios, no para mejorar su situación
personal, sino para servir fiel y buenamente a esas instituciones. Hasta que
ellos no sientan que constituyen un verdadero crédito para la institución en
todo sentido de la palabra, no deben desear ligar su nombre a lo que todavía no
son dignos de representar.
En lugar de ufanarse de ser miembros de
esto, aquello o lo de más allá y de echar sombras sobre la integridad de los
Maestros, observemos otra de las antiguas reglas, a fin de mantener la dignidad
de lo superior. Supongamos que uno haya entrado recién en la vieja orden
religiosa de los Gnósticos. Usamos este nombre porque en la actualidad es
impersonal, de manera que no nos deje ningún sentimiento parecido al que nos
embargaría si usásemos el nombre de una organización todavía existente.
Hemos dicho existen tres divisiones:
estudiantes, discípulos e iniciados. Veamos como deberíamos afirmar nuestra
posición si tuviésemos que alcanzar cualquiera de esos tres grados en la
antigua religión de los Gnósticos.
Si fuésemos estudiantes, diríamos: "Soy
estudiante de filosofía Gnóstica". Si fuésemos discípulos, diríamos:
"Soy discípulo de la senda Gnóstica de la sabiduría'. Si fuésemos
iniciados del Templo espiritual de los Gnósticos, diríamos: "Soy
Gnóstico”. Y con esta última afirmación nos aclaramos como afiliados de la
jerarquía espiritual de la Orden Gnóstica. Jamás diríamos que somos algo de
esto si no fuésemos iniciados en la
organización ejecutiva, que, oculta tras la orden exotérica, es en todo caso la
institución verdadera de la cual la estructura exotérica no es más que el
símbolo.
Todo miembro de una organización ocultista
tendría que aclarar inequívocamente su posición.
No sólo debe esto a la Orden,
sino también a si mismo, pues los malentendimientos cotidianos se producen
porque los estudiantes no son lo suficientemente honestos para admitir que no
son más que buscadores de la Verdad y no adeptos disfrazados. La Antigua
Sabiduría exige honestidad; no admite en sus filas a nadie que carezca del amor
indispensable a la Orden como razón para
defenderla de la calumnia , y cargar sobre sus hombros, si es necesario,
su honor y su integridad.
¿Por qué hacer un esfuerzo en ser virtuosos,
si otros entran en la sabiduría conservando todo sus pecados? El alto nivel y
las altas normas de las Escuelas de la Sabiduría se desacreditan por las personas
que, llenas de defectos o faltas, aspiran a ser miembros - “en buena
posición" de una organización que representa todo lo que es alto y noble.
En nombre de la Gran Obra, es sabio admitir que todo lo que poseemos de virtud
lo debemos a los Maestros y a sus instrucciones, mientras que a nuestra
naturaleza inferior debemos todas nuestras faltas y vicios. Esta justa actitud
ayudara a la realización de la Gran Obra mucho más de lo que podemos
imaginarnos.
Manly Palmer Hall
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