En las Escuelas de Misterio, las instrucciones
generalmente se dan en la forma de representaciones simbólicas, o bien dichas
instrucciones se imprimen en la mente del discípulo por medio de formas de
pensamiento. Resulta posible a los maestros superiores conectar su propia mente
con la del discípulo, de manera tal que éste último piense con la mente del
maestro y no con la suya propia. El discípulo en realidad cumplirá con su
propio pensamiento, pero tendrá el poder mental del Maestro a su disposición.
El resultado es que él podrá trascenderse durante un lapso de tiempo sin que,
en muchos casos comprenda de dónde proviene su conocimiento.
Como ejemplo, supongamos que el
discípulo, para comprender ciertos puntos que está estudiando, debe investigar
atentamente la civilización de la luna en la época actual (civilización de un
orden muy inferior y particular). Cuando llega el momento, solicita la ayuda de
su maestro y un segundo más tarde, se siente arrojado al espacio. Unos pocos
segundos más tarde, él se encuentra
caminando en medio de los cráteres y cavernas del mundo aparentemente muerto.
Investiga las cosas que debe estudiar y luego aspira a regresar a la tierra.
Nuevamente es atrapado y lanzado al espacio. A medida que las cosas se aclaran
en torno suyo, percibe que está sentado en su hogar físico una vez más. Si
alguien lo hubiera estado observando, diría que el discípulo acaba de despertar
de una corta siesta, pues es muy probable que dicho discípulo haya realizado
todas sus investigaciones en unos pocos minutos del tiempo terrenal. El discípulo
sentirá que ha visitado la luna; pero si piensa por un minuto, se dará cuenta
de la imposibilidad de tal cosa, pues se requiere un grado de evolución muy
superior al que él posee para cumplir semejante hazaña.
Lo que en realidad sucedió es lo siguiente:
en su iniciación superior, el Maestro realmente visitó la luna. Por lo tanto,
él conoce exactamente el aspecto que ofrece la superficie del satélite.
Construyó una forma mental en su propio cuerpo mental y el discípulo transitó
la forma mental de su Maestro. Este es el sistema utilizado siempre que se hace
necesario instruír a un discípulo respecto de cualquier tema, cuando éste no ha
alcanzado el grado de evolución necesario para estudiarlo por si mismo. Resulta
verdaderamente maravilloso cuan reales pueden ser estas formas de pensamiento,
creadas por estos Maestros del destino humano.
Todos los discípulos aceptados reciben
sus instrucciones superiores en el mundo astral.
En este mundo ellos deambulan
con sus Maestros, estudiando los misterios de la naturaleza invisible de las
cosas. Es interesante advertir que los magos negros también están aquí con sus
alumnos, pues tanto los buenos como los malos reciben las mismas instrucciones;
es el empleo de estas instrucciones lo que diferencia la magia negra de la
magia blanca. Mientras que los hermanos negros jamás pueden ir más allá del
mundo astral, los Hermanos blancos suben a los mundos mentales y espirituales.
Es de esta manera como se los puede descubrir más fácilmente.
Existen también en los mundos invisibles,
razas de criaturas que jamás se manifiestan en el mundo físico. Algunas de
ellas son muy superiores a la raza humana. Esto significa que dichas razas
desempeñan funciones en esferas de la conciencia que la estirpe humana no puede
lograr en muchos ciclos vitales. Pero por medio de las formas de pensamiento,
los Maestros superiores pueden atisbar a través de las mentes de otros, los
misterios que se extienden sin fin más allá del alcance de la comprensión.
En los mundos invisibles, los seres no
se comunican por medio de palabras sino a través de las formas de pensamiento.
Uno escucha palabras en el cerebro, pero no palabras habladas. De esta manera,
se suprimen las diferencias del lenguaje, y cada uno comprende la onda de
pensamientos que le envía quien conversa con él. El simbolismo es el lenguaje
universal de los mundos invisibles, y algún día llegará a ser una forma muy
importante de comprensión en el mundo físico, pero tal día es todavía lejano.
Este método de pensar con la mente del
maestro no es mediumnidad, pues el discípulo no esta hipnotizado ni poseído. Su
conciencia no está interferida, pero está ligada a una gran fuente de
suministro, y durante un tiempo recibe prestada la memoria de un alma más
evolucionada que la suya. Sin embargo, esta práctica jamás se realiza sin la
personal supervisión del Maestro, quien puede, debido a su mayor comprensión,
realizar cosas prohíbidas a los discípulos menos avanzados.
La segunda parte de este capítulo está
dedicada al estudio del desarrollo de la conciencia universal, tal como sucede
en el sistema cósmico. Comencemos por tomar una bellota y plantarla en el
espacio. Esta crece y se convierte en un gran árbol, pero el árbol es solamente
la expresión del germen de vida que ya estaba en la bellota. Cada hoja y cada
rama del árbol estaban en la bellota; el proceso de crecimiento simplemente
manifiesta los poderes del germen envolviendo dichos poderes con la sustancia
tomada de la tierra que cubre la semilla. El espíritu del árbol en realidad no
crece, pero, a medida que aumentan sus manifestaciones, crea una forma en
constante crecimiento para expresar dichas manifestaciones. Ahora bien, este
árbol alcanza la madurez y se cubre con bellotas, cada una del tamaño de la
original. Pero todas estas semillas
estaban también en el germen de la primera bellota pues de lo contrario no
hubieran podido adquirir forma. A su vez, cada una de éstas germina para
constituir un árbol que nuevamente se cubre con semillas, pero incluso estas
distintas bellotas se encuentran en el germen de la primera bellota que se
plantó una vez. Esto está expresado en el siguiente diagrama:
Pero si el germen de la primera
bellota muriera, todo morirá, pues el primer germen vive en todas las partes de
sí mismo.
Por lo tanto, tal como nosotros lo
afirmamos, la división se produce dentro del germen (Dios), pero el germen
jamás se divide, pues es siempre la suma total de todas las partes de si mismo.
En el diagrama VIII, se generan de la primera bellota cincuenta y seis
bellotas, pero todas esas cincuenta y seis reunidas sólo hacen una; puesto que
la una es siempre la suma de todas sus manifestaciones.
Debe enseñársele al hombre a reconocer
esta unidad. Hay un sólo hombre; a éste lo llamaron los cabalistas Adam Kadmon.
Él es la primera bellota y comenzó como una simple unidad. Ahora, hay millones
de hombres, pero la suma de los mismos es siempre Adam Kadmon. Él es el germen,
y todos los fuegos se encienden a partir de su altar.
Sabemos que el universo comenzó como
un diminuto germen sobre la superficie del espacio. Igual que la bellota,
germinó y, convirtiéndose en un árbol, dejó caer sus propias semillas sobre la
tierra de alrededor. Éstas germinaron convirtiéndose en los mundos y sistemas
solares, pero todavía el poder del estupendo todo se encuentra en el diminuto
germen; y este germen es todo cuanto hay o cuanto habrá, ya que toda
diferenciación es solamente una objetivación de los poderes que existían en la
primera mónada. Cuando culmina el día de actividad, se separa el primer germen,
y todo el complejo y masivo cosmos muere por falta de él. El desarrollo del
germen es el resultado del crecimiento que siempre se está produciendo en su
seno. No interesa cuántas son las partes que se forman ya que el germen es
siempre una unidad, pero una unidad en
constante crecimiento.
El hombre debe aprender a desempeñar
su parte en este gran germen en desarrollo. Cumple con su papel cuando
comprende que su lugar es semejante al de una de las múltiples bellotas que
crecen en el árbol a partir de la semilla primitiva. La turgencia del pimpollo
de loto surgiendo de dentro hacia fuera se utiliza para simbolizar el
desarrollo del hombre. La evolución del hombre debe siempre producirse dentro de su conciencia, pues a pesar de
las partes en que está dividida su personalidad, el hombre debe comprender que
todas estas partes divididas están incluídas en el germen primitivo de su
espíritu, de la misma manera que todas las cosas vivientes están incluídas
dentro de la bellota germen del cósmico Uno: el Uno que es la suma incluyente
de toda la actividad y conciencia del universo.
Sabemos que toda raza tiene un
espíritu de raza. Este recibe el nombre de Manu.
Se encarna al principio de una
raza y coloca su semilla en los cuerpos de los progenitores de esa raza. De
esta semilla nace a la manifestación objetiva, la raza de millones de
individuos, pero todos ellos son parte del único espíritu de raza que los
controla por medio de la semilla de la vida (su vida), semilla contenida por
todos los que pertenezcan a dicha raza. Cuando culmina el trabajo de la raza,
la semilla desaparece, y el resultado es la exterminación de ese pueblo, pues
debido a ello sus integrantes pierden el poder de reproducir su estirpe.
Los animales y las razas se extinguen
porque la semilla de la inteligencia racial se pierde. Pero ya sea que ud.
contemple a una raza como unidad o como una integración de millones de partes,
es todavía un pequeño germen de vida desarrollando sus posibilidades latentes
en forma de poderes dinámicos dentro del aura de su propia unidad.
Manly Palmer Hall
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