martes, 9 de abril de 2019

LA MITOLOGIA DE LAS RAZAS INDO-ARIAS (Parte I)



El estudio de la mitología 

En la historia primitiva de la humanidad, Asia formaba un amplio centro de origen de civilización en el cual eran las extremidades países tales como Egipto, Arabia, Grecia, India y China. Más tarde, por su localización geográfica, Egipto y Arabia estuvieron destinadas a ser invadidas y sufrir la destrucción de su cultura. Grecia y preeminentemente India formaron lo que se llamó culs-de-sac. Aquí, como a lo largo de las costas de alguna cala escondida, sería forzada la marea de una época tras otra, cada una dejando en la costa un rastro que tal vez ninguna de sus sucesoras sería capaz de borrar totalmente. Por tanto, en la India, se puede esperar descubrir métodos de estudio de la sucesión de las épocas en la cultura como en ningún sitio en el mundo. 

La civilización se desarrolla por la nueva mezcla de tribus y razas, cada una con una actitud propia, que es el resultado de un conjunto de costumbres distintivas impuestas por la región geográfica que ha sido su cuna y escuela. Asia occidental es una de las áreas centrales del mundo. Aquí, por la mera necesidad de configuración, las grandes rutas del Norte al Sur y del Este al Oeste se cruzan, y ciudades mercantiles —puntos de trueque e intercambio— crecerán en las confluencias. Igualmente obvio es que la India y los sitios más lejanos del valle del Nilo formarán asentamientos de ocupación y producción. Aquí raza tras raza se establecerá y mezclará. Aquí crecerán naciones agrícolas. 

Aquí se acumulará civilización. Y aquí podemos observar la gradual elaboración de esquemas de pensamiento que no sólo llevarán marcada su propia historia sino que se convertirán a su vez en causa y fuente de influencia dinámica sobre el mundo exterior. No es imposible recuperar la sucesión de ideas con las que las gentes del Nilo han contribuido al mundo tal como lo conocemos actualmente. Sin embargo, según nos informan, estas gentes han dejado irrecuperablemente escapar su propio pasado. Entre ellos y él hay sólo una continuidad de interrupciones, un lapso que no representa un proceso de causa y efecto, sino más bien una interrupción perpetua de tal serie, dado que una sola generación enamorada de los caminos extranjeros es casi suficiente para arriesgar la total continuidad de la civilización y el aprendizaje. 
Las edades de acumulación son confiadas a la fragilidad de cada época que pasa, con la voluntad de ceder sus tesoros para su uso en el futuro. 

Hace falta una cierta terquedad, una tenaz lealtad, incluso tal vez una dosis de irracional conservadurismo, para no perder algo a través del largo curso de las edades, y más aún al enfrentarse con grandes imperios, con una repentina extensión de la idea de cultura, o con la suprema tentación de una nueva religión, mantener firmemente lo que tenemos y agregar a ello sólo cuanto podemos saludable y humanamente acarrear. 

 El genio de la India Sin embargo, esta actitud es producto de un fuerte genio nacional, y en la India, desde el principio de su historia, ha sido mantenida firmemente. La India nunca ha sido contraria a probar una nueva idea, no importa cuál fuera su origen. 

Ávida de nuevos conceptos, pero celosamente reacia a aceptar nuevas costumbres o a ensayar nuevas expresiones, la India ha sido lentamente constructiva, decididamente sintética, desde los tiempos más primitivos al presente. Realmente, el conservadurismo indio ha determinado la tendencia a perpetuar diferencias sin asimilación. Siempre ha habido lugar para que una raza más fuerte, con sus propias costumbres e ideales, se estableciera en los intersticios de la civilización brahmánica, sin influencia y sin posibilidad de ser influenciada. Hasta las actuales Calcuta y Bombay tienen sus distintos barrios —chino, birmano y otros—, pero ninguno contribuye a, o recibe de, la vida cívica en medio de la cual se encuentra. Hasta el presente la Baniya de la India es el Fénix o Fenicia, quizá de un mundo más antiguo. Sin embargo, esta falta de mezcla no ha sido uniforme. 

La personalidad de Buda fue la fuente de un impulso de religión hacia China y otra media docena de naciones menores. El imperio gupta representa un época en la cual las culturas y huéspedes extranjeros eran gratos y valorados en la India como hoy en día en Europa y América. Finalmente sólo el auge del Islam logró terminar estas largas épocas de intercambio que han dejado sus huellas en la fe y pensamiento del pueblo indio. Los motivos de la religión El hinduismo es de hecho una enorme síntesis, con elementos que proceden de cientos de direcciones distintas, y que comprende todo motivo de religión imaginable. Los motivos de la religión son múltiples. 

Adoración a la Tierra, adoración al Sol, adoración a la Naturaleza, adoración al cielo, honra a héroes y antepasados, adoración a la madre, adoración al padre, oraciones para los muertos, la asociación mística de ciertas plantas y animales: todo esto y más se incluye dentro del hinduismo. Y cada uno señala alguna época singular del tiempo, con su conjunto de características o invasión de razas antiguamente ajenas entre ellas. Todas se unen para formar un solo gran conjunto. Pero todavía con visitas a lejanos santuarios, por medio del estudio de cierta literatura de períodos claves y por medio de un riguroso seguimiento de rastros especiales, es posible determinar algunas de las influencias que han intervenido en su formación. 

De cuando en cuando en la historia un gran impulso de sistematización se ha afanado en conseguir ensamblar parte, o todas, las creencias reconocidas en la forma de una totalidad orgánica. Estos intentos resultaron, con mayor o menor éxito, en la recopilación de libros conocidos como el Puranas, el poema épico denominado Ramayana y el más perfecto de todos: el Mahabharata. 

Cada uno coge una antigua norma que ha sido tal vez transmitida oralmente durante siglos, y la registra por escrito, añadiéndole y modificándola de tal modo que es actualizada según la visión del autor.

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