En algunas civilizaciones se creía que el hombre no desarrollaba su alma hasta la pubertad y, en
todo el mundo, tanto el nacimiento como la pubertad están señalados por ceremonias que introducen
al individuo en la sociedad y le obligan a cumplir con sus normas sociales y sagradas y con la vida
espiritual que indican sus creencias particulares. En el nacimiento se le impone un nombre, con lo
que se le confiere una personalidad propia, con la pubertad llegan los ritos de la iniciación, que
integran al individuo en la vida adulta de la comunidad. “El término iniciación, en el más amplio
sentido de la palabra, significa una serie de ritos y enseñanzas orales, cuyo propósito es producir una
alteración decisiva en el estado religioso y social de la persona que va a ser iniciada.
En términos
filosóficos, la iniciación equivale a un cambio básico en las condiciones de existencia, el novicio sale
de las pruebas a que se somete dotado de una forma de ser completamente distinta a la que tenía
antes de su iniciación, se ha convertido en otro … El proceso de iniciación parece compatible con
todas y cada una de las condiciones humanas”. Eliade ve este proceso como un patrón compuesto de
siete etapas: separación de la madre, muerte y renacimiento simbólicos, regresus ad uterum y
renacimiento, entrada al mundo salvaje, la selva tenebrosa, etc., el héroe combate contra los
demonios, con ayuda mágica o animal, el descenso al submundo, experiencias penosas, tareas
imposibles y hallazgo de las verdades tenebrosas.
Veremos claramente cómo los cuentos de hadas
siguen también este patrón del mito.
En cada rito de iniciación hay una ruptura completa con la madre o la familia original. Hasta ese
momento, la criatura es parte de una comunidad protegida, en la iniciación, el niño o la niña se
separa bruscamente de este estado y se lanza al mundo adulto y responsable, una transición del
inconsciente al consciente. En los cuentos de hadas encontramos esta situación una y otra vez, ya sea
por la muerte de la madre o el padre y la irrupción de una madrastra malvada, como en el caso de
Cenicienta o Blancanieves, o por el rechazo del niño por parte de los padres, que arrojan a la criatura
a un mundo extraño y hostil, como es el caso de Hansel y Gretel.
Es un tema muy extendido, que se
encuentra en el mito griego de Jasón y Perseo, en el Antiguo Testamento en José y en infinidad de
culturas, finalizando siempre con el triunfo del rechazado. En la iniciación tribal, el papel del padre
era, a menudo, llevar a la criatura al lugar de la iniciación y dejarlo allí.
Todos los ritos de iniciación suponen un drama: la ruptura de la niñez para entrar en la madurez y
la pérdida de la madre están dramatizadas en ceremonias que varían desde lo sencillo, primitivo y
físico hasta los complejos rituales de las religiones y las sociedades secretas, aunque muchos de los
llamados ritos primitivos son profundamente espirituales en su simbolismo –como, por ejemplo,
cuando en una iniciación tribal los neófitos están de pie junto a sus madres y separados de ellas por
una fila de hombres que forman una pantalla real y simbólica: después, los novicios son alzados
varias veces y estiran sus brazos por encima de su cabeza todo lo alto que pueden, significando de
esta manera su intento de alcanzar al Dios Cielo y dedicarse a él. Después de esto, se les baja de
nuevo a tierra, se tienden de espaldas en un cerco sagrado, normalmente un círculo que simboliza el
vientre, se cubren y se les arrulla para que se duerman. Es el sueño iniciatorio de la muerte, que
precede al renacimiento.
Las mujeres deben abandonar entonces este escenario y, cuando los
novicios se despiertan, se les instruye en la tradición de los adultos. La iniciación enseña también al
candidato a no temer a la muerte, ya que la ha experimentado interiormente y se le garantiza un
camino seguro al otro mundo.
Algunas veces la representación dramática significa arrancar violentamente a los neófitos de los
brazos de sus madres y alejarse con ellos hacia el cerco sagrado. En algunas ceremonias aborígenes,
se “entierra” a los novicios con ramas de árboles, representando el simbolismo femenino del árbol,
que se encuentra tan frecuentemente en el cuento de hadas cuando el héroe o la heroína encuentran
refugio en un árbol o se ocultan en sus ramas para escapar de un perseguidor o protegerse de algún
hecho aterrador que lleva a los terrores de la iniciación, a la pérdida de la despreocupada inocencia de la niñez y al ingreso en la edad adulta responsable, sexual, mental y espiritual.
Como ya se ha
visto, Cenicienta en muchas de las variantes se esconde en un árbol, a Hansel y Gretel los echan al
bosque, los pájaros cubren con hojas a los niños abandonados en el bosque, la Bella Durmiente está
separada del mundo por la maraña de un rosal silvestre. Todos estos ejemplos se relacionan con el
sueño iniciatorio o la separación de la muerte y hay infinitas variaciones del tema. Citando de nuevo
a Eliade: “Cualquiera que sea la postura que uno tome en la controversia en cuanto al origen y
significado de los cuentos de hadas, es imposible negar que las experiencias desagradables y las
aventuras de sus héroes y heroínas se pueden traducir siempre a términos iniciatorios … Los
escenarios iniciatorios, incluso camuflados como están en los cuentos de hadas, son la expresión de
un psicodrama que responde a una necesidad profunda del ser humano”.
La Selva Tenebrosa
El iniciado contempla el mundo con ojos diferentes. Antes eran los ojos ingenuos de un niño,
ahora su visión es la del que posee la experiencia y el conocimiento que le están vedados a quienes
no han pasado por el trance de la muerte iniciatoria. El iniciado tiene ahora plena consciencia del
significado total de la vida y está física, mental y espiritualmente incorporado a la vida adulta, pero,
antes de alcanzar esta etapa, antes de poder reconquistar el Paraíso, están todos los terrores del lado
oscuro de la naturaleza y de la muerte, a los que hay que hacer frente. En los cuentos de hadas se
simbolizan especialmente mediante la Selva Tenebrosa y los mitos del Engullimiento, del Vientre del
Monstruo, del paso a través del Umbral, de las Rocas Demoledoras o la Puerta del Estrecho, la
Puerta del Muro, el Puente Peligroso, y otros, símbolos todos de los ritos del paso del límite o umbral
donde se juntan el mundo natural y el sobrenatural y donde tiene lugar el cambio del mundo
conocido, familiar, profano, al espacio desconocido, interior y sagrado, la entrada en un nuevo
mundo, el peligroso Mundo Ignoto.
Ogros, monstruos y animales feroces están de guardia en su
umbral, de modo que sólo los que están dispuestos a enfrentarse a ellos y vencer los peligros pueden
triunfar y traspasar este umbral. Posiblemente el símbolo más frecuente de este paso en el cuento de
hadas es la Selva Tenebrosa o Encantada. En el plano psicológico puede representar el mundo
confuso de los problemas sexuales o mentales, es también el reino de las emociones, con toda su
inestabilidad. Está asociado también con las Aguas Profundas, los Mares Ignotos, el Desierto o
Baldío, las Ciénagas o Pantanos, todos representando el caos, ya sea el caos primordial del gran
poder femenino, el Magna Mater, o psicológicamente, el caos del individuo que no está plenamente
integrado. Es, principalmente, en los encuentros con el aspecto oscuro del principio femenino donde
el héroe se enfrenta al mayor peligro, pero en su aspecto luminoso es ella quien lo alienta a realizar
sus más nobles esfuerzos y es a ella a quien en última instancia debe regresar.
En cualquier caso, psicológico o espiritual, el ego entra en el mundo indiferenciado, es el
regressus ad uterum, donde tiene que ser recreado y desde el que emerge de nuevo, renaciendo a la
luz. Es un lugar de pruebas y de iniciación, el alma entra en el reino de la muerte para encontrar el
significado de la vida y para descubrir su propia profundidad y altura.
La oscuridad de la selva y las aguas, cuyas profundidades son tan oscuras como la selva, son
imágenes del lado oscuro de la Naturaleza, y aquí, el héroe y la heroína deben buscar y encontrar el
conocimiento profundo de los secretos de la naturaleza. Esta oscuridad tiene su paralelo en el
nigredo de la Alquimia, en la que el metal base se disuelve simbólicamente en el vientre del hornillo
digestor, horno o caldera, y está también simbolizado por el dragón del caos (como ocurre
frecuentemente en el cuento de hadas), para renacer como oro o luz y vida.
La Selva Oscura representa una travesía peligrosa, llena de amenazas, riesgos y bestias salvajes,
en la que no hay posibilidad alguna de retroceder.
Por mucho que se intente, el tercer y último intento es infructuoso, como en Hansel y Gretel: los
pájaros se comen los granos que marcan el camino de regreso o el viento se lleva las cenizas y el
iniciado se queda irremediablemente solo, víctima del terror, que es el mayor enemigo emocional y
espiritual que tiene el hombre, el destructor de la serenidad y la felicidad, el creador de posibilidades
horripilantes y amenazas que a menudo sólo existen en la imaginación, pero que destruyen la
confianza. El temor es la fuerza desintegradora que hay que vencer antes de que exista cualquier
posibilidad de un avance hacia la integración.
En muchos cultos y ritos de iniciación se compara a la Selva Oscura con el reino de los muertos,
de tal forma que la muerte iniciática tiene lugar en la morada de la muerte.
El iniciado puede así
aprender tanto de los vivos como de los muertos, siendo los últimos los que poseen más
conocimientos. La Selva Oscura también tiene el silencio de la muerte, en oposición con el bosque,
donde penetra la luz, cantan los pájaros y aparecen los animales para ayudar al niño perdido o héroe.
Una persona corriente se pierde en la selva, sólo los héroes y valientes pueden vencer y salir
adelante: ejercitan los poderes de la ingenuidad y la intuición e invocan y reciben ayuda sobrenatural.
Esto tiene su paralelo en el simbolismo del laberinto, donde, para salir con seguridad, hay que saber
dónde está la llave o recibir un hilo que sirva de guía, los que no tienen la preparación adecuada
perecen.
No es solamente la oscuridad de la misma selva la que es peligrosa, sino que los monstruos,
bestias, brujas y poderes que la habitan presentan una amenaza constante. Hay, de nuevo, símbolos
del caos, sin que debamos entender esta palabra en el sentido de confusión, sino como el vacío
primordial del que surgirá finalmente la luz.
La pelea del héroe contra estos monstruos o poderes
recuerda el conflicto entre las fuerzas de la luz y la oscuridad, el cosmos y el caos, de los mitos de la
creación, de Marduk contra el monstruo Tiamar, de Ra contra la serpiente Apop, Indra contra la
serpiente Vritra, Zeus contra los Titanes y otros muchos como Apolo, Tor, Hércules, Perseo, Teseo y
la divinidad japonesa Michabo. La tradición de los gigantes es universal y figuran, sobre todo, en la
mitología de los países nórdicos. El héroe debe asesinar o superar en ingenio al monstruo: en caso de
ser héroe, lo asesina, si se trata de una heroína, lo vence con su ingenio (San Jorge y el dragón son el
ejemplo clásico de lo primero, mientras que lo segundo está representado por la heroína que trama la
muerte de los hijos del gigante o de la bruja, cambiando algo en su ropa o un adorno que sirva de
identificación).
Este tema se repite con bastante frecuencia y aparece en los Jataka y en Ino de
Eurípides, cuando Temisto viste a sus propios hijos con ropas nocturnas blancas y a los de Ino con
colores oscuros, pero Ino cambia las ropas y Temisto mata a sus propios hijos.
Entre los monstruos, aunque utilicen algunas veces un disfraz hermoso, tenemos que citar a la
madrastra, la madre asesina y antinatural y a la suegra, que a menudo es una bruja camuflada bajo
una apariencia hermosa. Ella es, de nuevo, el aspecto destructivo y oscuro de lo femenino, un poder
hostil que se opone a la acción y amenaza las posibilidades de éxito de la heroína o falsifica la verdad
para perjudicar al héroe.
En Occidente, el prototipo del asesino de monstruos es Perseo, cuya historia
es típica del cuento de hadas. Un rey sin hijos encuentra un mágico artilugio para tener hijos, pero se
le advierte proféticamente de las consecuencias, trata de evitarlas, pero el destino sigue su curso en
Perseo y, a pesar de ser enviado a misiones peligrosas, triunfa, recibiendo la ayuda sobrenatural de
Atenea y Hermes mediante objetos mágicos: la capa de la oscuridad, que era el casco de la
invisibilidad de hados, las sandalias de la celeridad y un zurrón mágico.
Además de un tema
relacionado con la iniciación, algunos ven en Perseo y los asesinos de monstruos al dios sol y a la
diosa luna, otros sugieren que es el símbolo del verano asesinando al invierno, mientras que los
Estoicos lo consideran simplemente una historia moralista en la que Perseo representa el valor,
auxiliado por la sabiduría que sin duda se le adjudica, Atenea, que termina triunfando sobre las
fuerzas oscuras. En los países cristianos, la leyenda se transformó en San Jorge contra el Dragón y se
ha perpetuado en el teatro, la pantomima y el cuento de hadas.
La Selva Oscura aparece en historias de Europa y otros continentes, pero algunas veces (en
Islandia, por ejemplo) la niebla ocupa el lugar de la selva. La niebla tiene una cualidad mágica y
aparece a menudo en la saga, la leyenda y el cuento de hadas.
La Tuatha de Danann llegó a Erin
envuelta en ella y en el ciclo de Cenicienta la niebla se usa para permitirle escapar pronunciando la
frase mágica: “Por delante de mí la claridad, por detrás la niebla”.
En lo que puede denominarse grupo Jonás de cuentos, en lugar de la Selva Oscura aparecen las
Aguas, el “regressus” es el vientre de la ballena o las mandíbulas de un monstruo. En muchas
iniciaciones tribales se simulan las mandíbulas de monstruos o los picos entreabiertos de grandes
pájaros y los novicios pasan a través de ellos para alcanzar la cueva o choza que se encuentra detrás,
se hacen ruidos aterradores con megáfonos u otros instrumentos, o dando agudos gritos, y los
candidatos permanecen en la oscuridad durante todo el período de la ceremonia de “muerte”. Sus
muertes son anunciadas a las mujeres que se lamentan y lloran por ellos. Algunas veces los iniciados
se cubren con sangre o barro para indicar la muerte o se pintan de amarillos para indicar que han sido
engullidos. En algunas ceremonias aborígenes australianas los hombres que traen las buenas nuevas
de la “resurrección” de los novicios llegan simulando desmayo y cubiertos de barro para simular su
regreso del reino de los muertos. En un rito del Congo los candidatos pasan a través de un túnel
oscuro, amenazados por hombres que llevan máscaras de aspecto fiero y que hacen ruidos
estremecedores.
Caperucita Roja
Veamos como la historia de Caperucita Roja sigue el patrón de iniciación en la separación de la
madre, la tentación en los bosques (que, aunque no son la Selva Oscura y están llenos de
encantadoras distracciones, albergan la presencia amenazadora del lobo), después el engullimiento y
la entrada en la oscuridad de la muerte y la resurrección final a una nueva vida. En este ciclo del
“engullimiento” hay cuentos hindúes, griegos, aborígenes americanos, bosquimanos y de Oceanía.
La escuela antropológica ve en ellos el simbolismo del mar que se traga al sol por la noche y una
historia de la Melanesia parece dar fundamento a esta teoría. En un principio, era siempre de día,
pero la gente se cansó de esto y el héroe cultural Qat se marchó en busca de la noche, que lo recibió
con amabilidad, le enseñó el sueño y lo envió después en busca del amanecer. Al día siguiente, los
hermanos de Qat vieron al sol desaparecer por occidente y, cuando observaron la llegada de la Noche
desde el mar, preguntaron de qué se trataba.
Qat les explicó que era de noche y les enseñó a cerrar
los ojos y quedarse quietos, y así fue como se durmieron. Cuando la noche hubo durado lo suficiente,
Qat hizo un corte en la oscuridad con un trozo de obsidiana roja y apareció entonces el Amanecer. En
otra versión la Noche vomita al Amanecer. Este cuento se podría aplicar, sin embargo, al simbolismo
de la iniciación.
Otras escuelas de pensamiento dan diferentes interpretaciones al grupo de Caperucita Roja.
Entre
los franceses, Lefvre sugiere que Caperucita Roja (Le Petite Chaperon Rouge) representa el rojo del
amanecer, Husson piensa que se trata del sol del mediodía, Saint-Yves cree que es un tocador ritual,
ya que en numerosos ritos se han utilizado gorros, guirnaldas y una gran variedad de tocados,
encuentra que este cuento tiene algo que ver con la primaveral Reina de Mayo y afirma que esta tesis
se ve refrendada por las ofrendas que la niña lleva a su abuela –los pastelillos y la mantequilla, que
era una ofrenda de Mayo tradicional en Francia, al igual que la mantequilla y el vino en la versión
alemana. Para Lefvre y Husson, el lobo es el sol, que todo lo devora, un simbolismo también
presente en los mitos védicos y greco-romanos.
Pero Saint-Yves encuentra en él el simbolismo de la
mitología escandinava y teutona, el de la noche y la oscuridad del invierno. Ploix considera también
al lobo como la personificación de la noche y a Caperucita Roja como lo femenino en su aspecto
luminoso, mientras que el cazador que la extrae del estómago del lobo es el típico héroe que salva a
la heroína del monstruo del mito, la Abuela es el Año Viejo, engullido por el Invierno. En algunas
versiones, sobre todo la tirolesa, el lobo es reemplazado por un ogro caníbal.
Entre otros ejemplos, en la Mitología Cronos devora a sus hijos, Zeus devora a Metis y el lobo a
Odín. Krappin ve en el acto de devorar a la muerte que todo lo devora, o el día y la noche, un punto
de vista reforzado por el simbolismo del lobo como dios familiar o primitivo de los muertos. Pero,
con excepción de la versión de Perrault que está truncada y es sólo un cuento con una intención
moralista para entretener a un público cortesano, encontramos siempre el renacimiento y el
resurgimiento de la luz y la vida nueva, una vez que se han vencido los poderes del mal.
En muchas ceremonias de iniciación se supone que los candidatos, después de su renacimiento,
han olvidado su vida anterior ya que son prácticamente recién nacidos.
Esta amnesia de iniciación es
un tema mitológico bien conocido, donde recordar es importantísimo y olvidar un sacrilegio. Los
actos divinos y las historias deben recordarse por completo en las ceremonias y los ritos. Olvidar es
signo de muerte espiritual, y a la víctima se le debe recordar su verdadera identidad, como en el caso
del Hijo Pródigo, que se había apartado del buen camino. Este tema mitológico aparece en todos los
cuentos de hadas cuando el héroe o la heroína olvida sus obligaciones. La Bella se marcha al hogar y
olvida a la Bestia, o el Príncipe se casa y es seducido más tarde por la Falsa Novia o una madre o
madrastra malvada se las ingenia para hacer que olvide a la Novia Auténtica. En algunas variantes de
la Bella Durmiente el Príncipe oculta su boda, pero su madre lo descubre y mediante artimañas logra
que se ausente, para intentar, durante su ausencia, matar a la Bella Durmiente y a sus dos hijos, el
Amanecer y el Día, o le produce amnesia de la que se recupera al volver a despertar.
El tema aparece
especialmente en el mito hindú y griego, aquí el sueño no sólo es iniciatorio, sino que es el símbolo
de la condición humana, en la que el hombre se encuentra exiliado de su hogar habitual o está
envuelto en el sueño de la ilusión maya, del que despertará al alcanzar la ilustración -un simbolismo
empleado también en la imagen de la “recolección” de Platón, donde el alma ha olvidado sus
orígenes verdaderos.
A menudo, las diversas etapas y los requisitos de la iniciación están representados por las
transformaciones. El cambio de apariencia del héroe o la heroína, partiendo de una forma animal o
cualquier otra forma impuesta, simboliza la liberación del alma de las limitaciones del mundo
sensible y la transformación de la naturaleza básica en la espiritual, que es en realidad el verdadero
propósito de la iniciación. En muchos ritos iniciatorios, especialmente los de Mitras, se adoptan
apariencias de animales para representar los diversos grados y muchos ritos de hechicería se realizan
vistiendo pieles de animales o mantos de plumas.
Debe tenerse en cuenta también que el cuento de hadas emplea a menudo el simbolismo numérico
iniciático de los siete estados del cosmos, los siete infiernos y los siete cielos a través de los cuales
pasa el iniciado para llegar a la meta, el octavo cielo o Paraíso Recuperado.
Los siete hermanos o
hermanas de los cuentos de hadas son, en realidad, aspectos de una persona –de aquí que el séptimo
sea el perfecto, por haber pasado por los grados menores de la iniciación y estar, por lo tanto,
capacitado para salvar a los seis, que no son aún capaces de actuar por encima de los planos
inferiores. El número que aparece con mayor frecuencia, después del siete, es el tres. El poder del
tres es universal y el mundo creado es tripartito, como el cuerpo, el alma y el espíritu, el nacimiento,
la vida y la muerte, el pasado, el presente y el futuro y las tres fases de la luna, suprema controladora
del tiempo. Como dijo Aristóteles: “La Tríada es el número del todo, ya que tiene un principio, un
centro y un final”. Es también la cantidad desconocida, el tertium quod non datur, por lo que en el
cuento de hadas el tercer hijo aparece con tanta frecuencia como el simple, la cantidad desconocida.
El poder divino también se manifiesta como la Tríada o Trinidad.
La Mitología, la saga y la leyenda están llenas de historias de transformación y muchos de los
dioses, como Indra, Vritra, Ea, Odín/Woden, son transformadores mágicos: Hermes aparece aquí
nuevamente como el maestro de la transformación, un conductor de almas y guía de iniciados. Sus
atributos, la varita mágica, las sandalias aladas y el casco alado, son instrumentos de transformación
y movimiento rápido, tiene todas las cualidades que necesita el iniciado para superar las dificultades
y pasar las pruebas.
Lo que en el mito es transformación en el cuento de hadas se convierte en cambio de apariencia,
donde la transformación tiene lugar normalmente como resultado de algún hechizo o maldición
impuesta por un hada malvada, una persona celosa o una bruja.
La transformación al comer o beber
algo es un tema muy extendido, tanto en Oriente como en Occidente, y algunos alimentos, frutas o
bebidas están prohibidos y pueden tener un efecto desastroso o ridículo. En Blancanieves la manzana
envenenada (u otras frutas en diferentes países) la colocan en un sueño iniciático similar a la muerte,
que la transforma de una niña en una princesa al despertar.
En Hermano y Hermana encontramos el
motivo de la transformación animal cuando la madrastra embruja el agua y la hermana trata de evitar
que el hermano sediento beba, lo logra en los dos primeros arroyos, pero en el tercero él no puede
resistir la tentación y se convierte en un cervatillo, para recuperar su verdadera apariencia sólo
después de muchas pruebas y tribulaciones.
Todos los rituales están relacionados con el paso de un estado inferior a otro superior, sobre todo
en los ritos iniciáticos de paso, transición y transformación. En el mito y en el cuento de hadas figura
siempre la presencia de otro mundo. Como dice Joseph Campbell: “Toda la Mitología, ya sea del
pueblo o de los eruditos, preserva la iconografía de la aventura espiritual que los hombres han venido
siguiendo repetidamente durante milenios y que, donde quiera que ocurra, revela características tan
constantes que las mitologías del mundo se asemejan unas a otras, como dialectos de una misma
lengua”. Lo mismo ocurre con el cuento de hadas, que procede del mito, en realidad, “el contenido
del conocimiento tradicional (folklore) es metafísico.
Si no lo reconocemos se debe sobre todo a
nuestra ignorancia abismal de la Metafísica … Mientras siga existiendo el material del conocimiento
tradicional, seguirá habiendo un terreno propicio para construir la superestructura del pleno
entendimiento iniciático”.
Ni siquiera el moderno espíritu desacralizado escapa al tema iniciático, que se manifiesta de
forma decadente en todo drama o ficción en que el héroe o la heroína debe demostrarse a sí mismo
que, tras verse envuelto en situaciones peligrosas, trances difíciles y amenazas de muerte, es capaz de
salir victorioso con el refuerzo de penosas experiencias y emprender una vida nueva y mejor.
En cada país, cultura y época encontramos un gran volumen de cuentos de hadas, pero el número
de argumentos de estas historias es limitado en el fondo, no sólo en la cantidad, sino en los términos
y fraseología, que a veces coincide y se repite casi con exactitud. Los cuentos satisfacen necesidades
psíquicas y espirituales enraizadas profundamente en el individuo y cumplen la función del mito para
la raza, ambos siguen líneas tradicionales y obedecen a las leyes universales del simbolismo.
En ellos
encontramos el motivo constante de la lucha del hombre para encontrar su verdadera valía, su
identidad interior, su lugar en el universo. Sus argumentos hacen referencia a la creación, al Paraíso
Perdido y Recuperado, a la unión de los contrarios, a la iniciación, al conflicto entre los poderes del
bien y del mal y al significado de la vida, un significado que puede variar desde lo moral y social
hasta lo psicológico o mitológico y espiritual, según la interpretación y las necesidades de cada
persona. Pero, ya sea psicológico o espiritual, el tema principal es la iniciación y la integración, la
transformación del hombre por sí mismo con ayuda sobrenatural, la transición de lo mortal a lo
inmortal en el ciclo nacimiento, muerte y renacimiento, que se repite constantemente hasta que logre
trascender también y vivir feliz por siempre jamás.
Cooper J.C
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