martes, 28 de mayo de 2019

CUENTOS DE HADAS - Alegorías de mundos internos - INICIACIÓN



En algunas civilizaciones se creía que el hombre no desarrollaba su alma hasta la pubertad y, en todo el mundo, tanto el nacimiento como la pubertad están señalados por ceremonias que introducen al individuo en la sociedad y le obligan a cumplir con sus normas sociales y sagradas y con la vida espiritual que indican sus creencias particulares. En el nacimiento se le impone un nombre, con lo que se le confiere una personalidad propia, con la pubertad llegan los ritos de la iniciación, que integran al individuo en la vida adulta de la comunidad. “El término iniciación, en el más amplio sentido de la palabra, significa una serie de ritos y enseñanzas orales, cuyo propósito es producir una alteración decisiva en el estado religioso y social de la persona que va a ser iniciada. 

En términos filosóficos, la iniciación equivale a un cambio básico en las condiciones de existencia, el novicio sale de las pruebas a que se somete dotado de una forma de ser completamente distinta a la que tenía antes de su iniciación, se ha convertido en otro … El proceso de iniciación parece compatible con todas y cada una de las condiciones humanas”. Eliade ve este proceso como un patrón compuesto de siete etapas: separación de la madre, muerte y renacimiento simbólicos, regresus ad uterum y renacimiento, entrada al mundo salvaje, la selva tenebrosa, etc., el héroe combate contra los demonios, con ayuda mágica o animal, el descenso al submundo, experiencias penosas, tareas imposibles y hallazgo de las verdades tenebrosas. 

Veremos claramente cómo los cuentos de hadas siguen también este patrón del mito. En cada rito de iniciación hay una ruptura completa con la madre o la familia original. Hasta ese momento, la criatura es parte de una comunidad protegida, en la iniciación, el niño o la niña se separa bruscamente de este estado y se lanza al mundo adulto y responsable, una transición del inconsciente al consciente. En los cuentos de hadas encontramos esta situación una y otra vez, ya sea por la muerte de la madre o el padre y la irrupción de una madrastra malvada, como en el caso de Cenicienta o Blancanieves, o por el rechazo del niño por parte de los padres, que arrojan a la criatura a un mundo extraño y hostil, como es el caso de Hansel y Gretel. 

Es un tema muy extendido, que se encuentra en el mito griego de Jasón y Perseo, en el Antiguo Testamento en José y en infinidad de culturas, finalizando siempre con el triunfo del rechazado. En la iniciación tribal, el papel del padre era, a menudo, llevar a la criatura al lugar de la iniciación y dejarlo allí. Todos los ritos de iniciación suponen un drama: la ruptura de la niñez para entrar en la madurez y la pérdida de la madre están dramatizadas en ceremonias que varían desde lo sencillo, primitivo y físico hasta los complejos rituales de las religiones y las sociedades secretas, aunque muchos de los llamados ritos primitivos son profundamente espirituales en su simbolismo –como, por ejemplo, cuando en una iniciación tribal los neófitos están de pie junto a sus madres y separados de ellas por una fila de hombres que forman una pantalla real y simbólica: después, los novicios son alzados varias veces y estiran sus brazos por encima de su cabeza todo lo alto que pueden, significando de esta manera su intento de alcanzar al Dios Cielo y dedicarse a él. Después de esto, se les baja de nuevo a tierra, se tienden de espaldas en un cerco sagrado, normalmente un círculo que simboliza el vientre, se cubren y se les arrulla para que se duerman. Es el sueño iniciatorio de la muerte, que precede al renacimiento. 

Las mujeres deben abandonar entonces este escenario y, cuando los novicios se despiertan, se les instruye en la tradición de los adultos. La iniciación enseña también al candidato a no temer a la muerte, ya que la ha experimentado interiormente y se le garantiza un camino seguro al otro mundo. Algunas veces la representación dramática significa arrancar violentamente a los neófitos de los brazos de sus madres y alejarse con ellos hacia el cerco sagrado. En algunas ceremonias aborígenes, se “entierra” a los novicios con ramas de árboles, representando el simbolismo femenino del árbol, que se encuentra tan frecuentemente en el cuento de hadas cuando el héroe o la heroína encuentran refugio en un árbol o se ocultan en sus ramas para escapar de un perseguidor o protegerse de algún hecho aterrador que lleva a los terrores de la iniciación, a la pérdida de la despreocupada inocencia de la niñez y al ingreso en la edad adulta responsable, sexual, mental y espiritual. 

Como ya se ha visto, Cenicienta en muchas de las variantes se esconde en un árbol, a Hansel y Gretel los echan al bosque, los pájaros cubren con hojas a los niños abandonados en el bosque, la Bella Durmiente está separada del mundo por la maraña de un rosal silvestre. Todos estos ejemplos se relacionan con el sueño iniciatorio o la separación de la muerte y hay infinitas variaciones del tema. Citando de nuevo a Eliade: “Cualquiera que sea la postura que uno tome en la controversia en cuanto al origen y significado de los cuentos de hadas, es imposible negar que las experiencias desagradables y las aventuras de sus héroes y heroínas se pueden traducir siempre a términos iniciatorios … Los escenarios iniciatorios, incluso camuflados como están en los cuentos de hadas, son la expresión de un psicodrama que responde a una necesidad profunda del ser humano”. 

  La Selva Tenebrosa 

El iniciado contempla el mundo con ojos diferentes. Antes eran los ojos ingenuos de un niño, ahora su visión es la del que posee la experiencia y el conocimiento que le están vedados a quienes no han pasado por el trance de la muerte iniciatoria. El iniciado tiene ahora plena consciencia del significado total de la vida y está física, mental y espiritualmente incorporado a la vida adulta, pero, antes de alcanzar esta etapa, antes de poder reconquistar el Paraíso, están todos los terrores del lado oscuro de la naturaleza y de la muerte, a los que hay que hacer frente. En los cuentos de hadas se simbolizan especialmente mediante la Selva Tenebrosa y los mitos del Engullimiento, del Vientre del Monstruo, del paso a través del Umbral, de las Rocas Demoledoras o la Puerta del Estrecho, la Puerta del Muro, el Puente Peligroso, y otros, símbolos todos de los ritos del paso del límite o umbral donde se juntan el mundo natural y el sobrenatural y donde tiene lugar el cambio del mundo conocido, familiar, profano, al espacio desconocido, interior y sagrado, la entrada en un nuevo mundo, el peligroso Mundo Ignoto.

Ogros, monstruos y animales feroces están de guardia en su umbral, de modo que sólo los que están dispuestos a enfrentarse a ellos y vencer los peligros pueden triunfar y traspasar este umbral. Posiblemente el símbolo más frecuente de este paso en el cuento de hadas es la Selva Tenebrosa o Encantada. En el plano psicológico puede representar el mundo confuso de los problemas sexuales o mentales, es también el reino de las emociones, con toda su inestabilidad. Está asociado también con las Aguas Profundas, los Mares Ignotos, el Desierto o Baldío, las Ciénagas o Pantanos, todos representando el caos, ya sea el caos primordial del gran poder femenino, el Magna Mater, o psicológicamente, el caos del individuo que no está plenamente integrado. Es, principalmente, en los encuentros con el aspecto oscuro del principio femenino donde el héroe se enfrenta al mayor peligro, pero en su aspecto luminoso es ella quien lo alienta a realizar sus más nobles esfuerzos y es a ella a quien en última instancia debe regresar. 

En cualquier caso, psicológico o espiritual, el ego entra en el mundo indiferenciado, es el regressus ad uterum, donde tiene que ser recreado y desde el que emerge de nuevo, renaciendo a la luz. Es un lugar de pruebas y de iniciación, el alma entra en el reino de la muerte para encontrar el significado de la vida y para descubrir su propia profundidad y altura. La oscuridad de la selva y las aguas, cuyas profundidades son tan oscuras como la selva, son imágenes del lado oscuro de la Naturaleza, y aquí, el héroe y la heroína deben buscar y encontrar el conocimiento profundo de los secretos de la naturaleza. Esta oscuridad tiene su paralelo en el nigredo de la Alquimia, en la que el metal base se disuelve simbólicamente en el vientre del hornillo digestor, horno o caldera, y está también simbolizado por el dragón del caos (como ocurre frecuentemente en el cuento de hadas), para renacer como oro o luz y vida. 

La Selva Oscura representa una travesía peligrosa, llena de amenazas, riesgos y bestias salvajes, en la que no hay posibilidad alguna de retroceder. Por mucho que se intente, el tercer y último intento es infructuoso, como en Hansel y Gretel: los pájaros se comen los granos que marcan el camino de regreso o el viento se lleva las cenizas y el iniciado se queda irremediablemente solo, víctima del terror, que es el mayor enemigo emocional y espiritual que tiene el hombre, el destructor de la serenidad y la felicidad, el creador de posibilidades horripilantes y amenazas que a menudo sólo existen en la imaginación, pero que destruyen la confianza. El temor es la fuerza desintegradora que hay que vencer antes de que exista cualquier posibilidad de un avance hacia la integración. 
En muchos cultos y ritos de iniciación se compara a la Selva Oscura con el reino de los muertos, de tal forma que la muerte iniciática tiene lugar en la morada de la muerte. 

El iniciado puede así aprender tanto de los vivos como de los muertos, siendo los últimos los que poseen más conocimientos. La Selva Oscura también tiene el silencio de la muerte, en oposición con el bosque, donde penetra la luz, cantan los pájaros y aparecen los animales para ayudar al niño perdido o héroe. Una persona corriente se pierde en la selva, sólo los héroes y valientes pueden vencer y salir adelante: ejercitan los poderes de la ingenuidad y la intuición e invocan y reciben ayuda sobrenatural. Esto tiene su paralelo en el simbolismo del laberinto, donde, para salir con seguridad, hay que saber dónde está la llave o recibir un hilo que sirva de guía, los que no tienen la preparación adecuada perecen. No es solamente la oscuridad de la misma selva la que es peligrosa, sino que los monstruos, bestias, brujas y poderes que la habitan presentan una amenaza constante. Hay, de nuevo, símbolos del caos, sin que debamos entender esta palabra en el sentido de confusión, sino como el vacío primordial del que surgirá finalmente la luz. 

La pelea del héroe contra estos monstruos o poderes recuerda el conflicto entre las fuerzas de la luz y la oscuridad, el cosmos y el caos, de los mitos de la creación, de Marduk contra el monstruo Tiamar, de Ra contra la serpiente Apop, Indra contra la serpiente Vritra, Zeus contra los Titanes y otros muchos como Apolo, Tor, Hércules, Perseo, Teseo y la divinidad japonesa Michabo. La tradición de los gigantes es universal y figuran, sobre todo, en la mitología de los países nórdicos. El héroe debe asesinar o superar en ingenio al monstruo: en caso de ser héroe, lo asesina, si se trata de una heroína, lo vence con su ingenio (San Jorge y el dragón son el ejemplo clásico de lo primero, mientras que lo segundo está representado por la heroína que trama la muerte de los hijos del gigante o de la bruja, cambiando algo en su ropa o un adorno que sirva de identificación). 

Este tema se repite con bastante frecuencia y aparece en los Jataka y en Ino de Eurípides, cuando Temisto viste a sus propios hijos con ropas nocturnas blancas y a los de Ino con colores oscuros, pero Ino cambia las ropas y Temisto mata a sus propios hijos. Entre los monstruos, aunque utilicen algunas veces un disfraz hermoso, tenemos que citar a la madrastra, la madre asesina y antinatural y a la suegra, que a menudo es una bruja camuflada bajo una apariencia hermosa. Ella es, de nuevo, el aspecto destructivo y oscuro de lo femenino, un poder hostil que se opone a la acción y amenaza las posibilidades de éxito de la heroína o falsifica la verdad para perjudicar al héroe. 
En Occidente, el prototipo del asesino de monstruos es Perseo, cuya historia es típica del cuento de hadas. Un rey sin hijos encuentra un mágico artilugio para tener hijos, pero se le advierte proféticamente de las consecuencias, trata de evitarlas, pero el destino sigue su curso en Perseo y, a pesar de ser enviado a misiones peligrosas, triunfa, recibiendo la ayuda sobrenatural de Atenea y Hermes mediante objetos mágicos: la capa de la oscuridad, que era el casco de la invisibilidad de hados, las sandalias de la celeridad y un zurrón mágico. 

Además de un tema relacionado con la iniciación, algunos ven en Perseo y los asesinos de monstruos al dios sol y a la diosa luna, otros sugieren que es el símbolo del verano asesinando al invierno, mientras que los Estoicos lo consideran simplemente una historia moralista en la que Perseo representa el valor, auxiliado por la sabiduría que sin duda se le adjudica, Atenea, que termina triunfando sobre las fuerzas oscuras. En los países cristianos, la leyenda se transformó en San Jorge contra el Dragón y se ha perpetuado en el teatro, la pantomima y el cuento de hadas. La Selva Oscura aparece en historias de Europa y otros continentes, pero algunas veces (en Islandia, por ejemplo) la niebla ocupa el lugar de la selva. La niebla tiene una cualidad mágica y aparece a menudo en la saga, la leyenda y el cuento de hadas. 

La Tuatha de Danann llegó a Erin envuelta en ella y en el ciclo de Cenicienta la niebla se usa para permitirle escapar pronunciando la frase mágica: “Por delante de mí la claridad, por detrás la niebla”. En lo que puede denominarse grupo Jonás de cuentos, en lugar de la Selva Oscura aparecen las Aguas, el “regressus” es el vientre de la ballena o las mandíbulas de un monstruo. En muchas iniciaciones tribales se simulan las mandíbulas de monstruos o los picos entreabiertos de grandes pájaros y los novicios pasan a través de ellos para alcanzar la cueva o choza que se encuentra detrás, se hacen ruidos aterradores con megáfonos u otros instrumentos, o dando agudos gritos, y los candidatos permanecen en la oscuridad durante todo el período de la ceremonia de “muerte”. Sus muertes son anunciadas a las mujeres que se lamentan y lloran por ellos. Algunas veces los iniciados se cubren con sangre o barro para indicar la muerte o se pintan de amarillos para indicar que han sido engullidos. En algunas ceremonias aborígenes australianas los hombres que traen las buenas nuevas de la “resurrección” de los novicios llegan simulando desmayo y cubiertos de barro para simular su regreso del reino de los muertos. En un rito del Congo los candidatos pasan a través de un túnel oscuro, amenazados por hombres que llevan máscaras de aspecto fiero y que hacen ruidos estremecedores. 

Caperucita Roja 

Veamos como la historia de Caperucita Roja sigue el patrón de iniciación en la separación de la madre, la tentación en los bosques (que, aunque no son la Selva Oscura y están llenos de encantadoras distracciones, albergan la presencia amenazadora del lobo), después el engullimiento y la entrada en la oscuridad de la muerte y la resurrección final a una nueva vida. En este ciclo del “engullimiento” hay cuentos hindúes, griegos, aborígenes americanos, bosquimanos y de Oceanía. La escuela antropológica ve en ellos el simbolismo del mar que se traga al sol por la noche y una historia de la Melanesia parece dar fundamento a esta teoría. En un principio, era siempre de día, pero la gente se cansó de esto y el héroe cultural Qat se marchó en busca de la noche, que lo recibió con amabilidad, le enseñó el sueño y lo envió después en busca del amanecer. Al día siguiente, los hermanos de Qat vieron al sol desaparecer por occidente y, cuando observaron la llegada de la Noche desde el mar, preguntaron de qué se trataba. 

Qat les explicó que era de noche y les enseñó a cerrar los ojos y quedarse quietos, y así fue como se durmieron. Cuando la noche hubo durado lo suficiente, Qat hizo un corte en la oscuridad con un trozo de obsidiana roja y apareció entonces el Amanecer. En otra versión la Noche vomita al Amanecer. Este cuento se podría aplicar, sin embargo, al simbolismo de la iniciación. Otras escuelas de pensamiento dan diferentes interpretaciones al grupo de Caperucita Roja.
Entre los franceses, Lefvre sugiere que Caperucita Roja (Le Petite Chaperon Rouge) representa el rojo del amanecer, Husson piensa que se trata del sol del mediodía, Saint-Yves cree que es un tocador ritual, ya que en numerosos ritos se han utilizado gorros, guirnaldas y una gran variedad de tocados, encuentra que este cuento tiene algo que ver con la primaveral Reina de Mayo y afirma que esta tesis se ve refrendada por las ofrendas que la niña lleva a su abuela –los pastelillos y la mantequilla, que era una ofrenda de Mayo tradicional en Francia, al igual que la mantequilla y el vino en la versión alemana. Para Lefvre y Husson, el lobo es el sol, que todo lo devora, un simbolismo también presente en los mitos védicos y greco-romanos. 

Pero Saint-Yves encuentra en él el simbolismo de la mitología escandinava y teutona, el de la noche y la oscuridad del invierno. Ploix considera también al lobo como la personificación de la noche y a Caperucita Roja como lo femenino en su aspecto luminoso, mientras que el cazador que la extrae del estómago del lobo es el típico héroe que salva a la heroína del monstruo del mito, la Abuela es el Año Viejo, engullido por el Invierno. En algunas versiones, sobre todo la tirolesa, el lobo es reemplazado por un ogro caníbal. Entre otros ejemplos, en la Mitología Cronos devora a sus hijos, Zeus devora a Metis y el lobo a Odín. Krappin ve en el acto de devorar a la muerte que todo lo devora, o el día y la noche, un punto de vista reforzado por el simbolismo del lobo como dios familiar o primitivo de los muertos. Pero, con excepción de la versión de Perrault que está truncada y es sólo un cuento con una intención moralista para entretener a un público cortesano, encontramos siempre el renacimiento y el resurgimiento de la luz y la vida nueva, una vez que se han vencido los poderes del mal. En muchas ceremonias de iniciación se supone que los candidatos, después de su renacimiento, han olvidado su vida anterior ya que son prácticamente recién nacidos. 

Esta amnesia de iniciación es un tema mitológico bien conocido, donde recordar es importantísimo y olvidar un sacrilegio. Los actos divinos y las historias deben recordarse por completo en las ceremonias y los ritos. Olvidar es signo de muerte espiritual, y a la víctima se le debe recordar su verdadera identidad, como en el caso del Hijo Pródigo, que se había apartado del buen camino. Este tema mitológico aparece en todos los cuentos de hadas cuando el héroe o la heroína olvida sus obligaciones. La Bella se marcha al hogar y olvida a la Bestia, o el Príncipe se casa y es seducido más tarde por la Falsa Novia o una madre o madrastra malvada se las ingenia para hacer que olvide a la Novia Auténtica. En algunas variantes de la Bella Durmiente el Príncipe oculta su boda, pero su madre lo descubre y mediante artimañas logra que se ausente, para intentar, durante su ausencia, matar a la Bella Durmiente y a sus dos hijos, el Amanecer y el Día, o le produce amnesia de la que se recupera al volver a despertar. 

El tema aparece especialmente en el mito hindú y griego, aquí el sueño no sólo es iniciatorio, sino que es el símbolo de la condición humana, en la que el hombre se encuentra exiliado de su hogar habitual o está envuelto en el sueño de la ilusión maya, del que despertará al alcanzar la ilustración -un simbolismo empleado también en la imagen de la “recolección” de Platón, donde el alma ha olvidado sus orígenes verdaderos. A menudo, las diversas etapas y los requisitos de la iniciación están representados por las transformaciones. El cambio de apariencia del héroe o la heroína, partiendo de una forma animal o cualquier otra forma impuesta, simboliza la liberación del alma de las limitaciones del mundo sensible y la transformación de la naturaleza básica en la espiritual, que es en realidad el verdadero propósito de la iniciación. En muchos ritos iniciatorios, especialmente los de Mitras, se adoptan apariencias de animales para representar los diversos grados y muchos ritos de hechicería se realizan vistiendo pieles de animales o mantos de plumas. Debe tenerse en cuenta también que el cuento de hadas emplea a menudo el simbolismo numérico iniciático de los siete estados del cosmos, los siete infiernos y los siete cielos a través de los cuales pasa el iniciado para llegar a la meta, el octavo cielo o Paraíso Recuperado. 

Los siete hermanos o hermanas de los cuentos de hadas son, en realidad, aspectos de una persona –de aquí que el séptimo sea el perfecto, por haber pasado por los grados menores de la iniciación y estar, por lo tanto, capacitado para salvar a los seis, que no son aún capaces de actuar por encima de los planos inferiores. El número que aparece con mayor frecuencia, después del siete, es el tres. El poder del tres es universal y el mundo creado es tripartito, como el cuerpo, el alma y el espíritu, el nacimiento, la vida y la muerte, el pasado, el presente y el futuro y las tres fases de la luna, suprema controladora del tiempo. Como dijo Aristóteles: “La Tríada es el número del todo, ya que tiene un principio, un centro y un final”. Es también la cantidad desconocida, el tertium quod non datur, por lo que en el cuento de hadas el tercer hijo aparece con tanta frecuencia como el simple, la cantidad desconocida. El poder divino también se manifiesta como la Tríada o Trinidad. 

La Mitología, la saga y la leyenda están llenas de historias de transformación y muchos de los dioses, como Indra, Vritra, Ea, Odín/Woden, son transformadores mágicos: Hermes aparece aquí nuevamente como el maestro de la transformación, un conductor de almas y guía de iniciados. Sus atributos, la varita mágica, las sandalias aladas y el casco alado, son instrumentos de transformación y movimiento rápido, tiene todas las cualidades que necesita el iniciado para superar las dificultades y pasar las pruebas. Lo que en el mito es transformación en el cuento de hadas se convierte en cambio de apariencia, donde la transformación tiene lugar normalmente como resultado de algún hechizo o maldición impuesta por un hada malvada, una persona celosa o una bruja. 

La transformación al comer o beber algo es un tema muy extendido, tanto en Oriente como en Occidente, y algunos alimentos, frutas o bebidas están prohibidos y pueden tener un efecto desastroso o ridículo. En Blancanieves la manzana envenenada (u otras frutas en diferentes países) la colocan en un sueño iniciático similar a la muerte, que la transforma de una niña en una princesa al despertar. 
En Hermano y Hermana encontramos el motivo de la transformación animal cuando la madrastra embruja el agua y la hermana trata de evitar que el hermano sediento beba, lo logra en los dos primeros arroyos, pero en el tercero él no puede resistir la tentación y se convierte en un cervatillo, para recuperar su verdadera apariencia sólo después de muchas pruebas y tribulaciones. 

Todos los rituales están relacionados con el paso de un estado inferior a otro superior, sobre todo en los ritos iniciáticos de paso, transición y transformación. En el mito y en el cuento de hadas figura siempre la presencia de otro mundo. Como dice Joseph Campbell: “Toda la Mitología, ya sea del pueblo o de los eruditos, preserva la iconografía de la aventura espiritual que los hombres han venido siguiendo repetidamente durante milenios y que, donde quiera que ocurra, revela características tan constantes que las mitologías del mundo se asemejan unas a otras, como dialectos de una misma lengua”. Lo mismo ocurre con el cuento de hadas, que procede del mito, en realidad, “el contenido del conocimiento tradicional (folklore) es metafísico. 

Si no lo reconocemos se debe sobre todo a nuestra ignorancia abismal de la Metafísica … Mientras siga existiendo el material del conocimiento tradicional, seguirá habiendo un terreno propicio para construir la superestructura del pleno entendimiento iniciático”. Ni siquiera el moderno espíritu desacralizado escapa al tema iniciático, que se manifiesta de forma decadente en todo drama o ficción en que el héroe o la heroína debe demostrarse a sí mismo que, tras verse envuelto en situaciones peligrosas, trances difíciles y amenazas de muerte, es capaz de salir victorioso con el refuerzo de penosas experiencias y emprender una vida nueva y mejor. En cada país, cultura y época encontramos un gran volumen de cuentos de hadas, pero el número de argumentos de estas historias es limitado en el fondo, no sólo en la cantidad, sino en los términos y fraseología, que a veces coincide y se repite casi con exactitud. Los cuentos satisfacen necesidades psíquicas y espirituales enraizadas profundamente en el individuo y cumplen la función del mito para la raza, ambos siguen líneas tradicionales y obedecen a las leyes universales del simbolismo. 

En ellos encontramos el motivo constante de la lucha del hombre para encontrar su verdadera valía, su identidad interior, su lugar en el universo. Sus argumentos hacen referencia a la creación, al Paraíso Perdido y Recuperado, a la unión de los contrarios, a la iniciación, al conflicto entre los poderes del bien y del mal y al significado de la vida, un significado que puede variar desde lo moral y social hasta lo psicológico o mitológico y espiritual, según la interpretación y las necesidades de cada persona. Pero, ya sea psicológico o espiritual, el tema principal es la iniciación y la integración, la transformación del hombre por sí mismo con ayuda sobrenatural, la transición de lo mortal a lo inmortal en el ciclo nacimiento, muerte y renacimiento, que se repite constantemente hasta que logre trascender también y vivir feliz por siempre jamás.

Cooper J.C

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