Con el desarrollo de sila, se prepara una base psicológica
para entrenarse en samadhi: la
concentración. La esencia de la concentración estriba en no estar distraído; sila es la poda sistemática de las
distracciones. Ahora, el trabajo del que medita consiste en alcanzar la
unificación de la mente, la concentración. La corriente del pensamiento tiene
normalmente miles de implicaciones. La finalidad de samadhi es romper con ellas u mantener el pensamiento continuo
concentrando la mente en un solo pensamiento. Este pensamiento único es el tema
de la meditación. En samadhi, la
mente no sólo está fija en el tema, sino que entra en él, lo absorbe y se hace
una con él. Se evita la distracción fijando la mente firmemente en este punto.
Cualquier cosa que pueda ser objeto
de atención puede ser tema de meditación samadhi.
Samadhi es, sencillamente, mantener
la atención en un solo punto. Pero el carácter del tema que nos ocupa tiene
consecuencias concretas en el éxito de la meditación. La compilación de sutras,
conocida como Nikayas, tiene la
relación más completa de temas de meditación recomendados por Buddha, llegando
a 101.
El
“Visuddhimagga” enumera cuarenta temas de meditación:
Diez kasinas, tema de meditación: tierra, agua, fuego, aire, azul
oscuro, amarillo, rojo sangre, blanco, luz atmósfera.
Diez asubhas, cadáveres repugnantes y descompuestos: un cadáver
hinchado, un cadáver corroído, un cadáver lleno de gusanos, un esqueleto.
Diez reflexiones: sobre
los atributos de Buddha, su Doctrina, el sangha,
el propio sila, la propia
generosidad, nuestras propias cualidades divinas, o sobre lo inevitable de la
muerte; la contemplación de las treinta y dos partes del cuerpo, o de la
inspiración y la espiración.
Cuatro estados sublimes:
afecto, compasión, gozo por la alegría de los demás y ecuanimidad
Cuatro estados amorfos:
contemplación del espacio infinito, consciencia infinita, el reino de la nada y
el reino donde no hay ni percepción ni no percepción.
La grosería de la comida,
y
Los cuatro elementos
físicos (aire, tierra, fuego y agua) como fuerzas abstractas.
Cada uno de estos temas tiene
consecuencias características para la naturaleza, profundidad y subproductos de
la concentración. Todo ello puede servir como base para el desarrollo de la
concentración hasta la profundidad necesaria para alcanzar el estado nirvánico.
La concentración producida por los que tienen una naturaleza complicada (por
ejemplo, los atributos de Buddha) estará menos unificada que la producida por
un objeto simple (por ejemplo, la tierra kasina,
una rueda de color arcilla). Prescindiendo del tipo de concentración producido
por un tema de meditación concreto, cada uno de ellos tiene distintos
subproductos psicológicos. Meditar sobre el desinterés, por ejemplo, tiene como
consecuencias: que el que medita se acuesta y se despierta con comodidad, no
tiene pesadillas, todo el mundo lo quiere, su mente se concentra con facilidad,
su expresión es serna y muere teniendo las cosas claras. Quizás, la
consecuencia más importante de un tema sea la profundidad de absorción (jhna) que pueda producir.
El maestro ideal para la meditación
fue Buddha, de quien se ha dicho que desarrollo la facultad de conocer la mente
y el corazón de los demás y, de esta forma, pudo asignar perfectamente a cada
persona el tema de meditación apropiado. Al igual que Buddha, el
“Visuddhimagga” aconseja al posible meditante que busque un maestro, según el
nivel que haya alcanzado en la meditación, siendo el mejor maestro el de mayor
experiencia.
Su ayuda y sus consejos son
decisivos para la construcción del camino propio a través del desconocido mundo
de la mente. El discípulo se “refugia” en el maestro, y debe hacer un pacto de
sumisión a él. Lo que se entrega es la predisposición del ego, los
“obstáculos”, que podrían evitar que el discípulo siguiera la meditación tal y
como se la ha propuesta hasta el punto en el que estas tendencias del ego puedan
trascender. Pero en verdad, la responsabilidad de la salvación cae sobre los
hombros del discípulo, y no sobre el maestro; el maestro no es el tradicional
gurú occidental, sino un “buen compañero” de camino. El maestro señalará al
discípulo el sendero por el que debe caminar por sí mismo. La esencia del papel
del maestro en esta tradición se puede ver en estas líneas del “Zenrin”.
Si
quieres conocer el camino para subir a la montaña.
Deberás
preguntar al hombre que vuelve de allí.
Jhana:
Niveles de Absorción
Una vez encontrado el maestro
adecuado, instruido en un tema de meditación apropiado y establecido de algún
modo en sila, el meditante llega a la
honestidad. Este primer paso se caracteriza por la tensión psicológicamente
entre la concentración sobre los objetos primarios de la atención –el tema de
la meditación- y los pensamientos que distraen y dificultan la concentración.
Estos obstáculos son principalmente deseos; malevolencia, desesperación e ira;
pereza y torpeza; agitación y preocupación: duda y escepticismo. Con un
esfuerzo constante se llega al primer momento en que estos obstáculos se vencen
por completo, en el que hay un renacer de la concentración. Por el momento,
estos componentes de la consciencia, que madurarán hasta la total absorción,
llegan a dominar. Este es el primer logro notable de samadhi ya que es el estado más cercano a la total absorción,
siendo su nombre concentración de “entrada”.
Este estado de la concentración se
puede comparar con un niño que todavía no puede mantenerse en pie, pero lo
intenta continuamente. Los factores de una mente que caracterizan la absorción
total no son fuertes en nivel de entrada; su aparición es precaria y la mente
vaga entre ellos y el “propio lenguaje”, las meditaciones normales y los pensamientos
vagos. Todavía influyen en el meditante las percepciones sensoriales y
permanece atento a los ruidos cercanos y los estados del cuerpo. El objeto
principal es un pensamiento dominante; pero no ocupa totalmente la mente
todavía. En esta etapa puede aparecer (aunque no siempre) algo de lo siguiente:
fuertes sentimientos de gozo y éxtasis, felicidad y placer, ecuanimidad, un
primer contacto con el tema primario, como un ataque, o una relación constante
con él, como si tuviésemos presente repetidas veces. Algunas veces, se notan
contornos luminosos o destellos de luz brillante, en especial si el tema de la
meditación es un kasina o la
respiración. A este nivel se pueden producir experiencias de visiones,
relacionadas con los estados específicos de la meditación, que purifican la
mente aunque puede estar aún ocupada con el nombre y la forma. Se puede sentir
también una sensación de ligereza física como si se flotara en el aire. No es
seguro que se pueda llegar a la concentración y, si no se afianza uno en la
total absorción al mismo tiempo, hay que tener precaución entre sesiones y
evitar encuentros e influencias que nos distraigan.
Primer jhana
Teniendo la mente pendiente
continuamente del objetivo principal se llega a la primera ruptura total con la
consciencia normal. Este se conoce como la absorción total o jhana. La mente, repentinamente, parece
sumergirse en el objetivo y fijarse en él. Los
pensamientos inoportunos desaparecen por completo. No hay ni percepción
sensorial ni la atención normal al propio cuerpo; el dolor corporal no existe.
Además de la atención inicial y la mantenida hace el objeto primario, sólo hay
éxtasis, felicidad y atención. Hay una sutil diferencia entre “éxtasis” y
“felicidad”; el éxtasis en este primer jhna
se puede comparar con el placer inicial y el estímulo por conseguir algo que
codiciamos; la felicidad es poder disfrutar ese objeto. El éxtasis se siente
como una felicidad pasajera que aparece en un momento dado y desaparece al poco
tiempo como un relámpago; como una lluvia que cae sobre el cuerpo; como si se
levitara, o como el baño penetrante de una felicidad que nos conmueve. La
felicidad es un estado más sosegado de éxtasis continuo. La atención es la
propiedad mental que se centra en el estadio jhánico. La primera experiencia del jhana dura un solo momento en la consciencia. Con una práctica
continua, se puede mantener el estado jhánico
durante intervalos cada vez mayores, hasta que se domine el jhana, se puede perder este logro
inestable. El dominio total se consigue cuando el que medita puede llegar el
primer jhana cuando y donde quiera y
por todo el tiempo que desee.
Segundo jhana
Según progresamos en la meditación,
se irá intensificando la concentración, al ir eliminando sucesivamente el
éxtasis, la felicidad y la atención. La energía que se empleaba en los factores
ya eliminados la absorbe la concentración, en los niveles jhánicos superiores. El proceso por el que se consigue la
concentración continúa, después de dominar el primer jhana, con la eliminación sistemática de la atención inicial y la
mantenida hacia el objeto primario, que, según la reflexión que hay después de
emerger del estado jhánico, parece
tener mucha relación con los demás factores mentales. Del mismo modo que se van
venciendo los obstáculos para alcanzar la meta y se van acallando los
pensamientos al alcanzar el primer jhana,
al llegar al segundo se abandona la atención aplicada y mantenida en el objeto
primario. Para esto hay que entrar en el nivel de absorción basándose en el
tema primario y después, cuando ya se ha resuelto, fijar la atención en los
sentimientos de éxtasis, felicidad u concentración, libres ya de cualquier idea
del tema primario. Este nivel de absorción, al mismo tiempo, más sutil y más
estable que el primero; la mente está ahora completamente libre de formaciones
verbales o ideas de forma incluidas en el tema primario. Este jhana hay que dominarlo como el
anterior.
VIA DE LA CONCENTRACIÓN
ESTADOS SIN
FORMA
Octavo
jhana Ni
percepción ni no-percepción.
Ecuanimidad y
concentración.
Séptimo
jhana Conocimiento de la nada.
Ecuanimidad y
concentración.
Sexto
jhana Consciencia
infinita, sin objeto
Ecuanimidad y
concentración.
Quinto
jhana Consciencia
del espacio infinito.
Ecuanimidad y
concentración.
ESTADOS
MATERIALES
Cuarto jhana Ecuanimidad
y atención. Cesan la satisfacción y todos los sentimientos de placer físico.
Cesa la respiración.
Tercer jhana Sentimientos
de satisfacción, atención y ecuanimidad. Cesa el éxtasis.
Segundo jhana Sentimientos
de éxtasis, satisfacción y atención. No hay pensamientos de objeto primario.
Primer jhana Cesan
los pensamientos que obstaculizan, la percepción sensorial y el conocimiento de
los estados dolorosos del cuerpo. Empieza a mantenerse fija la atención en un
objeto primario. Sentimientos de éxtasis, satisfacción y atención.
Acceso Aparecen pensamientos
que obstaculizan, permanecen otros pensamientos (conocimiento de los estímulos
sensitivos del cuerpo). El objeto primario domina el pensamiento. Sentimientos
de éxtasis, satisfacción, ecuanimidad. Empiezan y se mantienen pensamientos del
objeto primario. Destellos de luz o luz corporal.
Tercer
jhana
Después de dominar el segundo jhana, al salir de él y revisarlo, el
meditante ve el factor del éxtasis (una forma de perturbación) como algo denso
comparado con la felicidad y la concentración. Al tercer nivel de los jhanas se puede llegar también por la
contemplación del tema primario, abandonado sucesivamente los pensamientos del
tema y, después, el éxtasis. El tercer nivel de absorción se caracteriza por
una sensación de equilibrio e imparcialidad, que se distingue por la
desaparición del éxtasis. Este jhana
es de una sutileza extrema y la mente se vería empujada al éxtasis, si no
volviese a aparecer esta ecuanimidad. Una felicidad excesiva satisface al
meditante y, al salir de ese estado, siente la felicidad en todo su cuerpo.
Porque, a este nivel, la felicidad va acompañada del equilibrio; la mente se
mantiene centrada en estas dimensiones sutiles, resistiendo el empuje del éxtasis.
Una vez dominado el tercer jhana,
como los anteriores, al revisarlo, el que medita ve la felicidad como algo
denso y molesto comparado con la concentración y la ecuanimidad.
Cuarto jhana
Prosiguiendo con la secuencia de los
jhanas y el abandono de todas las
formas de placer mental, el meditante llega al cuarto nivel. Con la total
desaparición de la felicidad, los factores de ecuanimidad y agudeza logran toda
su energía. Todos los estados mentales que podrían oponerse a estos otros dos
factores están superados. Las sensaciones de placer corporal han desaparecido
por completo, las sensaciones de dolor se acabaron en el primer jhana. No hay no una sola sensación ni
pensamiento. La mente descansa concentrada y en equilibro en este nivel de
extrema sutileza. Al mismo tiempo que la mente se ha ido sosegando
progresivamente en cada nivel de absorción, la respiración se ha hecho más
tranquila. En este cuarto nivel, según dicen, la respiración se para por
completo. Aquí, la concentración es imperturbable; el meditante saldrá después
del tiempo límite preestablecido antes de entrar en ese estado.
Cada jhana se apoya en el anterior. Cuando se entra en un jhana, la mente recorre sucesivamente
cada uno de los niveles inferiores eliminando sus elementos uno a uno.
Con la práctica, la travesía de los
niveles jhánicos se convierte en algo
casi instantáneo y la mente permanece en cada nivel durante los breves momentos
de consciencia. Según se eliminan los factores mentales, se intensifica la
concentración.
Los jhanas “sin
forma”
El siguiente paso en el desarrollo
de la concentración culmina con los cuatro estados conocidos como “sin forma”.
Mientras que los cuatro primeros jhanas
se consiguen al concentrarse en algo material o que derive de ello, los estados
sin forma se alcanzan al trascender toda percepción de forma. Mientras que los
cuatro primeros jhanas se consiguen
al separar los factores mentales, con los jhanas
amorfos la superación completa de un estado significa la entrada en el
siguiente. Todos los jhanas sin forma
comparten los factores de concentración y ecuanimidad, pero estos factores se
refinan progresivamente en cada nivel.
La primera absorción sin forma –el
quinto jhana- se consigue entrando
primero en el cuarto jhana por
cualquiera de los kasinas. Extendiendo
mentalmente los límites del kasina
como uno pueda imaginarse, el meditante pone su atención en el espacio que ha
alcanzado. Con este espacio infinito como tema de contemplación y con la plena
madurez de la ecuanimidad y la concentración, la mente se queda en una esfera
en la que ha desparecido toda percepción formal. La mente se asienta tan
firmemente en este nivel de consciencia superior que no hay ningún tipo de
sensación externa que pueda perturbarla o interrumpirla. Subsisten todavía en
el quinto jhana las tendencias de los
mecanismos relacionados con la percepción sensorial, aunque no se les presta
atención: si se rompiera la absorción, la atención volvería a ellos.
Se llega al siguiente nivel (una vez
dominado el quinto jhana) adquiriendo
consciencia del espacio infinito, y fijando después la atención en el elemento
de la infinita sabiduría. De este modo se abandona el pensamiento del espacio
infinito, mientras que permanece la consciencia infinita, sin tema alguno. Esto
es lo que caracteriza al sexto jhna.
Una vez dominado el sexto, el meditante llega al séptimo jhna entrando primero en el sexto y fijando la contemplación en la
no-existencia de la consciencia infinita. Así, el séptimo jhana tiene por objetivo la absorción con la nada, o el vacío. O
sea, la consciencia tiene como finalidad conocer la falta de toda finalidad.
Cuando se denomina este jhana, el
meditante lo revisa y encuentra cualquier tipo de percepción como algo
perjudicial, siendo su ausencia más sublime.
Animado con esto, el meditante puede
llegar al octavo jhana pasando
primero por el séptimo y dirigiendo su atención hacia el concepto de
tranquilidad y apartándola de la percepción de la nada. La sutileza de esta
operación se deduce al saber que no se puede entorpecerla ni siquiera el deseo
de alcanzar esta paz o el evitar la percepción de la nada.
Contemplando la tranquilidad, se
puede llegar hasta el estado ultra-sutil donde sólo hay formaciones mentales
residuales. No hay ningún tipo de percepción densa, como la “no-percepción”;
hay percepción ultra-sutil: “no-nopercepción”. A este octavo jhana se le conoce como la esfera de la
“ni-percepción-ni-no-percepción”. Este mismo grado de sutileza se da en todo lo
relacionado con la consciencia. Los estados no mentales están decisivamente
presentes; pero los residuales permanecen en un grado de cercana-ausencia. El “Visuddhimagga” dice sobre los estados
mentales del octavo jhana que “no
habiendo existido, empiezan a existir, una vez que han empezado a existir se
desvanecen”. Lama Govinda (1969) lo describe como el límite último de la
percepción. Lo que pasa con la mente pasa con el cuerpo: el metabolismo se
ralentiza progresivamente al pasar por los jhanas
sin forma, hasta llegar al octavo, donde también se puede aplicar a los procesos
fisiológicos la caracterización de la cognición de Kashyap’s (1954): es un
estado “tan sutil que no se puede decir si es o no es”.
Los estados de consciencia
correspondientes a los jhanas son
característicos de lo que en sistema del “Visuddhimagga”
se ha dado llamar los “reinos de Brahma”, los “planos de iluminación”, y las
“moradas puras”. Lo mismo que los jhanas
están fuera del mundo relativo de la percepción sensorial, el pensamiento, el
tiempo y el espacio, están impregnados de esta felicidad y/o ecuanimidad,
tienen una consciencia infinita, etc., de igual forma se considera que estos
otros planos simplemente existen en estas dimensiones jhánicas. Los seres pueden nacer a una existencia dentro de uno u
otro de estos planos, según los karmas de vidas pasadas y, en especial, el
nivel que han llegado en el dominio de los jhanas[*]. Así pues, se dice, por
ejemplo, que desarrollar el segundo jhana
y practicarlo hasta su grado más alto hace que se nazca en el reino de los
“Brahmas radiantes”, de cuyo cuerpo salen rayos de luz, como si fuesen
relámpagos.
La sección que trata de las fuerzas
supranormales es la parte del “Visuddhimagga”
que más dudas ofrece a la mente occidental, ya que se trata como algo real
cosas que sobrepasan los límites incluso de las más avanzadas ciencias físicas.
El “Visuddmimaga" enumera entre
estos logros supranormales: el conocimientos de la mente ajena, conocer
cualquier hecho pasado o futuro, materialización de objetos, ve y oír a grandes
distancias, andar sobre agua, volar por el aire, te. Como algo más interesante,
el “Visuddhimagga” describe con
detalles técnicos como se interpretan estos hechos, mientras que en el presente
la ciencia occidental no puede aceptar su posibilidad. Incluso todas las
escuelas de meditación los reconocen como sub-productos de estados avanzados
del dominio, aunque sólo sea para prevenir contra su mal uso. El “Visuddhimagga” los ve como frutos de la
concentración, que pueden ser un obstáculo para adquirir un conocimiento
global, y dicta firmes preceptos como requisitos previos para las fuerzas
supranormales, avisando que son frágiles y difíciles de mantener. El grado de
dominio de la mente que se requiere para hacer uso de ellos es muy grande. En
un principio, se debe tener dominio completo de los catorce métodos de control
mental, empezando por lograr los ocho jhanas,
y teniendo como base cada uno de los ocho kasinas
hasta el blanco, incluyendo tanto las acciones como las omisiones, alternando,
al mismo tiempo, los kasinas y los jhanas. Por ejemplo, llegando primero al
primer jhana en la kasina de la tierra, y después al
tercero en la kasina del fuego, etc.
El “Visuddhinagga” estima que sólo
una de cada cien mil o un millón logra el nivel de dominio requerido. Se
considera, además como una infamia buscar la fama al tener facultades para
poner en práctica tales cosas.
Desde el punto de vista budista el
logro de los poderes es una ventaja insignificante, sin ningún valor propio
para el proceso hacia la liberación. Los poderes, en alguien que no ha
alcanzado el estado nirvánico, se ven como un impedimento, ya que puede correr
peligro su evolución fomentando su propia estima y fortaleciendo el amor
propio. En la tradición budista, sólo se deben utilizar los poderes cuando
puedan beneficiar a alguien. Es un pecado contra la comunidad de monjes que un
monje budista demuestre, antes de su secularización, tener unos poderes
psíquicos superiores a los de cualquier hombre normal. Un falso alarde de sus
facultades podría suponer la expulsión de la orden.
DANIEL GOLEMAN
[1] Esta tipología es paralela al esquema psicoanalítico de los tipos de carácter, basado en los estilos cognoscitivos. El mismo orden (Shapiro, 1961): (1) el “paranoide”, que ve a los demás como distintos y sospechosos;(2) el “histérico” que juzga y actúa según su primer impulso; (3) el “obsesivo”, que está pendiente de los demás, y (4) el “psicópata”, que ve las cosas correctamente , pero cambia la realidad a su antojo.
[*] [ Estos “reinos de los cielos” se conocen también, a veces, en otras doctrinas cosmológicas, como “planos astrales”, deva lokas, bardos, etc
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