Quizá el estudio más amplio y
detallado de los estados superiores de consciencia sea la “Enciclopedia Abhidhamma”, atribuida a la
interpretación que los discípulos de Gotama Buddha hicieron de sus discursos
durante más de cuarenta años. Algunas de las doctrinas básicas del “Abhidhamma” quedaron compendiadas en el
siglo V en el voluminoso “Visuddhimagga”,
el “camino hacia la purificación”. Buddhaghosa nos explica que debemos entender
la purificación como nirvana.
Mientras se describe este camino, se trata virtualmente el otro camino hacia
los estados alterados de consciencia; se dice que Buddha para por todos antes
de alcanzar el estado nirvánico. Verdaderamente, el sistema de caminos y sus
estados respectivos tratados en el “Visuddhimagga”
comprende o tiene en cuenta las principales prácticas de la mayoría de las
escuelas orientales traspasadas a occidente.
El sistema de Buddha empieza con “sila” (pureza virtual o moral), el
cultivo sistemático del pensamiento, la palabra y el hecho, convirtiendo las
energías derrochadas en energía productivas o sanas; entendiéndose como “sanas”
la falta de codicia, odio y engaño, que pueden llevarnos a las estados
meditativos de la consciencia, y, finalmente, al nirvana. En el proceso que culmina con el nirvana, “sila” es
principio esencial, la “serenidad” que sirve de base para alcanzar los estados
específicos de meditación. “Sila” es
una de las tres divisiones superiores del entrenamiento en el esquema
buddhista, y los otros dos son samadhi
o concentración, y prajña o
discernimiento. Existe una interacción psicológica entre sila, samadhi y prajña. Con esfuerzo sila, facilita la concentración inicial,
que ayuda a discernir. Establecido en samadhi
o en prajña, sila, que antes era un acto de voluntad, se presenta sin esfuerzo y
de forma natural. Prajña puede
reforzar la pureza mientras ayuda a la concentración; la concentración profunda
puede aportar, como subproductos, el discernimiento y la pureza. La dinámica de
la interpretación no es lineal; la evolución de cualquiera de los tres ayuda a
los demás. No se da, necesariamente, una progresión, sino, más bien, una simultaneidad y una espiral de
interacciones en el transcurso de una forma dada de meditación. Aunque esta
presentación es necesariamente lineal, hay que tener en mente que, en realidad,
existe una interrelación compleja en la evolución de la pureza, concentración y
discernimiento moral del individuo. Estas son tres facetas de un proceso único.
Para alcanzar sila sin esfuerzo, debe “morir” el ego (los deseos producidos por
los propios pensamientos dejan de ser los determinantes primarios de la
conducta). Según el “Visuddhimagga”, si esta “muerte” llega por el desarrollo
del samadhi, el ego permanecerá en
estado de tendencias latentes donde quedará inoperante durante el tiempo en el
que la mente esté en estado de concentración, apareciendo de nuevo cuando ésta
disminuya. Si muere el ego, es porque ha madurado prajña; dejará de ser una fuerza que influye en la conducta, aunque
puede permanecer en el pensamiento como un viejo hábito de la mente. Cuando
tiene pleno discernimiento, la mente se libera de los deseos del ego, al darse
cuenta de que son transitorios, insatisfactorios y ajenos a nosotros. Al
conseguir por primera vez el nirvana
(la “corriente de entrada”), se perfecciona sila
y se pierde por completo la posibilidad de cometer actos impuros. Desde el
punto de vista oriental, este estado se conoce como vayragya, elección de sila.
Sila no es sólo abstenerse de hacer
algo proscrito, sino también supone evitar todo intento de actuar o hablar de
forma prohibida, ya que las intenciones se consideran como la raíz de la
acción. Así, por ejemplo, el “Visuddhimagga”
estimula al que medita, caso de surgir pensamientos sensuales, para responder
inmediatamente a esos pensamientos teniendo en cuenta lo grosero que es el
cuerpo. El objeto de la práctica de la pureza moral es liberar al que medita de
remordimientos, culpas o vergüenzas.
Lo que en principio era una práctica
difícil, ahora facilita un cambio de la consciencia hacia estados superiores,
donde las actitudes propias de sila
son un subproducto secundario, fácil y natural del propio estado de
consciencia. En estos estados, las leyes del pensamiento y la conducta vienen
determinadas por las experiencias de felicidad, satisfacción y desapego que
prevalecen en ellos. Las viejas psicologías occidentales, basadas en supuestos
fundamentales como los dinamismos sexuales y el ansia de poder, ya no tienen
aplicación en estos nuevos estados de la mente, lo mismo que la física de
Newton resultó inadecuada para comprender la física nuclear[1]. Los estados meditativos
y superiores son, para la mayoría de las psicologías occidentales,
“trascendentales” por ser un campo que está más allá de su forma de
pensamiento; pero los estados específicos de la meditación y los estados
superiores de consciencia no existen sin leyes ni reglas propias.
Sila, en la tradición del “Visuddhimagga”, empieza con la
observancia de los códigos de disciplina en los seglares, novicios, y la
totalidad de los monjes ordenados. Los preceptos para seglares son hasta cinco:
prohibido asesinar, robar, el contacto sexual ilícito, mentir y las bebidas
alcohólicas. Para los novicios la lista asciende hasta diez y para los monjes
hasta doscientas veintisiete prohibiciones y observancias que regulan su vida
monacal. Mientras la práctica de sila
varía según el proprio modo de vida, su intención es la misma: la necesaria
purificación de nuestras palabras y actos como preparación a la meditación.
Hasta cierto punto, es un código para llevar una conducta social mejor, en esta
tradición buddhista, tiene una importancia secundaria para llevar una vida de
conducta correcta y pureza de intenciones. Hay que entender a sila no sólo en el sentido externo y
común de perfección, sino también como una serie de actitudes mentales y
predisposiciones psicológicas, de las que surgen palabras, acciones y
pensamientos correctos. La conducta debe controlarse mientras afecta a la
consciencia. Sila es la limitación
consciente e intencionada de la acción, con el fin de conseguir la tranquilidad
y el dominio de la mente. La pureza moral no tiene más propósito que la pureza
de mente.
Satipatthana
Al ser el control de la mente la
finalidad de sila, conseguirlo supone
una limitación de los sentidos. El medio de conseguirlo es Satipatthana, o la atención. Se controlan los órganos de los
sentidos, adquiriendo el hábito de observar las percepciones sensoriales y no
permitiendo que lleven a la mente hacia cadenas de pensamiento que son
reacciones ante dichas percepciones. Esta actitud de no prestar casi atención a
los estímulos sensoriales, cuando se hace en el vipassana de forma sistemática, viendo las cosas tal como son, es
la avenida que nos lleva al estado nirvánico. En la práctica cotidiana, esto
facilita la separación hacia un universo interno propio de percepción y
pensamiento. Uno se convierte en observador de su propia corriente de
consciencia, preparando así el camino que lleva a otros estados que trascienden
la consciencia normal.
En las etapas iniciales, antes de
haberse anclado firmemente en la atención, se es vulnerable a las distracciones
que llegan del exterior. Por eso “Visuddhimagga”
da instrucciones al posible meditante para que se plantee la mejor forma de
vida. Se debe llevar una “vida correcta” de tal forma que el dinero no sea
causa de temor. En el caso de los monjes, están completamente prohibidas
profesiones como la quiromancia, la astrología y la interpretación de los
sueños, recomendándose, en cambio, la mendicidad. Las propiedades han de ser
las mínimas. Un monje tan solo tiene ocho cosas: tres hábitos, un cinturón, un
tazón una navaja para afeitarse, aguja e hilo y un par de sandalias. La comida
debe tomarse con moderación, la suficiente para sobrevivir pero menos de la que
se comería para abotargarse. Debe vivir lo más apartado del mundo, en un lugar
solitario; los que no puedan vivir apartados del mundo deberían disponer de una
habitación aislada para la meditación. Hay que evitar todo lo que perjudica al
cuerpo; pero, en caso de enfermedad, se debe conseguir la medicina apropiada.
Las cuatro necesidades de ropa, comida, morada y medicina deben satisfacerse
tan sólo si son necesarias para el bienestar y sin ambiciones, para que incluso
las necesidades materiales sean puras e inmaculadas.
Cuando el estado de la mente propia
se vea afectado por el de la que nos rodean, se aconseja que el que medita se
relacione con gente de ideas parecidas. Esta es una de las ventajas de una sangha (en sánscrito: satsang), definido escuetamente como el
que ha alcanzado el estado nirvánico y, aplicado en su más amplio sentido, la
comunidad formada por las personas que están en el camino. La meditación
resulta más fácil si se está en compañía de personas atentas y concentradas, y
es más difícil con los “vividores”, que están excitados, distraídos e inmersos
en los asuntos mundanos. Es posible que este último mantenga unas
conversaciones que no conducen al desapego, el desapasionamiento ni a la
tranquilidad. La serie de tópicos que son característicos de conversaciones
intrascendentes y banales los enumera Buddha como:
Hablar de reyes,
ladrones, ministros, ejércitos, hambre y guerra; sobre comida, bebida, ropas,
vivienda; sobre guirnaldas, perfumes, familiares, vehículos, ciudades y
estados; sobre mujeres y vinos, charlatanes callejeros; sobre antepasados y
distintas pequeñeces, cuentos sobre el origen del mundo, charlas sobre esto y
aquello y otras cosas parecidas.
(Nyanaponika Thera, 1962,
p.172)
Obstáculos
Cuando se han conseguido todos los
estímulos y ventajas que se pueden encontrar en un sangha se ha entrado decididamente en la meditación, puede ser que
en las últimas etapas se vean obstáculos donde antes se veían ayudas. El “Visuddhimagga” tiene una lista de diez
categorías de posibles apegos e inconvenientes para el progreso en la
meditación:
1) Cualquier domicilio fijo, si su conservación es la causa de preocupación,
2) la familia, si su bienestar nos produce inquietud,
3) el aumento de dones y
fama, si comprometen y hacen perder tiempo con admiradores,
4) seguir estudios
o dedicarse a la enseñanza,
5) actividades o proyectos, que tienen “algo que
hacer”,
6) viajes,
7) seres queridos que necesitan ayuda,
8) todo lo que
produzca enfermedad,
9) estudios teóricos faltos de práctica, y,
10) fuerzas
físicas supranormales, cuya práctica nos resulte más interesante que la
meditación. El principio que se deduce de esta relación es que desprenderse de
las obligaciones mundanas libera a uno para dedicarse de lleno a la meditación.
Esto es una purificación puesto que libera a la mente de todo lo que podría
perturbarla.
Hay otro grupo de trece prácticas de
auto-purificación, además de sila,
que se tratan en el “Visuddhumagga”.
Estas prácticas ascéticas son opcionales en el “camino medio” de Buddha. Si alguien que se dedique a
la vida contemplativa encontrase algo que condujese a tal fin, puede ponerlo en
práctica; pero ha de ser discreto en la observancia y es mejor que no diga lo
que hace.
En estos medios ascéticos de purificación entra llevar ropas hechas
sólo de trapos; mendigar para comer; comer sólo un tazón, y sólo uno, de comida
al día; vivir en el bosque bajo un árbol; morar en un cementerio o en el campo;
velar durante la noche. Aun siendo opcional Buddha elogia a los que siguen este
tipo de vida “buscando la frugalidad, satisfacción, austeridad y desapego;
mientras que critica a los que se precian de austeros y desprecian a los demás.
En todas las facetas de sila, el
orgullo espiritual va contra la pureza. El fin de sila es una mente impasible a lo exterior, tranquila y madura en lo
interior y que presta atención a la meditación.
DANIEL GOLEMAN
[1] Una excepción es la reciente “Teoría Z” de Abraham Maslow (1970), que junto con los trabajos de R. Assagioli y C.G. Jung, es la piedra angular para el conocimiento de los estados superiores de consciencia en Occidente.
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