Miles de años antes de Cristo, los Arios, quienes eran los pobladores de las
tierras del Caucaso, adoraban dos divinidades de nombre Varuna y Mitra. La
tradición narra que estos Dioses fueron los primeros en surgir cuando la
Creación: Varuna era el Dios primordial, mientras que Mitra era el Dios de la
luz y la verdad, por lo tanto era considerado el dios testigo de los juramentos y
de los pactos. Los pueblos Arios invadieron todos los países entonces conocidos
llegando hasta la India.
Desde el principio el dios Mitra tomó el lugar más importante en el ámbito de
las divinidades indo-iraníes, también en virtud de su estrecha relación con la
luz y el sol, estuvo casi por encima de Varuna.
En el idioma persa moderno “mirh” significa Sol, esto nos indica lo profunda
que era su conexión con Mitra.
El Sol como arquetipo siempre ha representado
el bien y la justicia. La importancia de Mitra está sustentada también por el
hecho que aparece en varias citas en los “Vedas” y en los “Upanishad” que son
los más antiguos textos Hindúes. Aparece también en lo que es llamado “El
sacrificio del caballo” que es el núcleo del mito de la creación. En este mito se
describe que la Divinidad primordial después de haber surgido del Caos y tras
haber separado la tierra del cielo, toma la apariencia de un caballo para ser
sacrificado y desmembrado. Este, por ser un caballo macho es el símbolo de la
fuerza generadora. Gracias a su sacrificio es que surge el mundo, los animales,
los hombres y los Dioses ; cada uno brota de una parte del cuerpo o de la sangre
de la víctima.
La importancia del caballo se debía a la estrecha relación que mantenían los
Arios con sus animales, lo que les permitió dispersar a los ejércitos enemigos
con sus carros de guerra. Sucesivamente con la difusión de la religión aria, el
caballo de los “Vedas” fue sustituido en Mesopotamia por la figura imponente
de un toro, un símbolo que se difundió por todo el mundo hasta entonces
conocido.
La religión védica había colocado a Mitra como uno de los dioses más
importantes de su panteón.
En Persia el “Zoroastrismo” -que había surgido
algunos miles de años antes- no alteró su prestigio y lo veneró como santo
supremo encargado por el dios creador “Ahura Mazda”, para vigilar el mundo
desde lo alto de los cielos. Mitra entonces adquirió, por otro lado, el carácter de
un dios salvador protector de la humanidad, al cual se recurría en las
necesidades cotidianas y, después de la muerte, para ser acompañado en el
último viaje. Esta nueva característica del dios sobrepasó a la misma religión
Mazdaica y, con la diáspora persa, se difundió en el mundo greco-romano como
divinidad autónoma, alrededor de la que se centró un nuevo corpus religioso:
El culto de los misterios Mitraicos. En este ámbito, Mitra fue identificado con el
“Sol Invicto” y fue venerado como creador y ordenador del mundo, posterior a
la matanza de un toro cósmico del cual surgió la parte buena de la realidad
natural y humana. La matanza del toro (Tauroctonia) aparece comúnmente en
los monumentos Mitraicos, lo que constituía un solemne sacrificio en el culto al
Dios.
Con el pasar del tiempo, Mitra se volvió cada vez más importante hasta ocupar
el rol de Juez ultraterreno , ya que en el momento del gran juicio universal
sopesaría las buenas y malas acciones y acompañaría a las almas hacia el cielo o
las entregaría a las fuerzas inferiores.
Tanto el Mitra Indú como el Persa mantienen una clara relación con la fuerza
vital, como lo aclara la leyenda del sacrificio del toro. Mitra personifica la vida y
la vitalidad y es enemigo de la esterilidad la cual por medio de los demonios de
las tinieblas difunde sobre la tierra los males, vicios e impurezas. Mitra cuida al
mundo ya que conoce y puede verlo todo, con miles de oídos y diez mil ojos observa toda la tierra, nadie puede engañarlo; sabe también cuando es el
momento en que debe intervenir. Sus fieles decían que desde lo alto de los
cielos se lanzaba sobre los impíos y los malvados y los dispersaba o masacraba,
fueran individuos, tribus o naciones enteras.
El Mitraismo continuó evolucionando a través del tiempo adaptándose y
enriqueciéndose cada vez más con conceptos nuevos, adquiriendo su máxima
expresión y congruencia ideológica en los siglos III y II a.c.. justo en el período
en que fue el máximo impulso de la astrología. Las representaciones
cosmológicas de los Babilonios –pueblo que tomaba en gran consideración a la
astrología hasta el punto de regular cada momento del día en base a los
tránsitos astrales- dieron al Mitraismo los primeros impulsos hacia una nueva
dirección: la fe en el Dios Mitra se concretó en el sentido de las representaciones
astrológicas, tal como habían sido desarrolladas por los pueblos antiguos
orientales, hacia una religión cosmológico/planetaria.
La religión del dios Mitra en la época tardía romana se había convertido en una
religión que narraba la lucha entre el dios de la luz, de la verdad y el dios de la
oscuridad y del engaño: el dios Arhiman.
Plutarco narra que los pueblos de la Cilicia practicaban los ritos Mitraicos hacia
el año 67 a.c.
El Mitraismo alcanzó su máxima difusión geográfica en el siglo III
d.c. y finalmente sucumbió a la expansión del cristianismo “Paulino” hacia el
final del siglo IV d.c. contemporáneamente con la caída del imperio romano de
Occidente.
Los miembros del culto eran en su mayoría militares, funcionarios de estado y
mercantes (las mujeres no podían acceder).
Como ocurría para otras religiones
antiguas (entre las que se encuentran los misterios de Isis y los Eleusinos), para
ser miembro del culto de Mitra era necesario pasar por un ritual iniciático
secreto. Los iniciados tenían la obligación de no revelar a los extraños los
secretos del culto; de aquí deriva el apelativo de mysteria, un término de raíz
griega que significa “mantener el silencio”.
La palabra “misterio” y otras a ella relacionadas, como “misticismo”, derivan
todas del nombre griego dado a este tipo de culto. El Mitraismo estaba
organizado en estadios de iniciación distintos que formaban una estructura
jerárquica a través de la cual sus miembros progresaban.
De los secretos del culto se deriva el hecho que no existen testimonios escritos
acerca del Mitraismo. En consecuencia las únicas informaciones disponibles a
los estudiosos que tratan de reconstruir las doctrinas están dadas por las
complejas representaciones e inscripciones que adornan los sacrarios o mitreos.
Estos muestran escenas en las que el dios es protagonista y las imagen más
importante es la Tauroctonia en la cual Mitra acompañado por diversos
personajes aparece en el acto de matar al toro. Esta representación está colocada
en un lugar de honor en todos los Ipogei o templos subterráneos de Mitra y por lo tanto queda claro que esta imagen es la clave de los secretos más recónditos
del culto Mitraico. En ausencia de una documentación escrita, su interpretación
se ha revelado decididamente difícil.
Si visitamos los niveles inferiores de la Iglesia de San Clemente en Roma
podemos admirar un mitreo en cuyo altar vemos la representación del toro
ritual acompañado por los símbolos tradicionales del zodíaco.
Eubulo, autor clásico que vivió en el I o II siglo d.c. afirmó que estos templo
subterráneos eran entendidos como “una imagen del Cosmos”.
Entonces
pareciera que la Tauroctonia fuera entendido como un símbolo astral.
Platón en su diálogo “Timeo” escribe que el demiurgo inició la creación del
universo modelando la materia en la letra X. Muchos autores concuerdan en
afirmar que Platón quería indicar con este símbolo el punto de encuentro entre
la eclíptica y el ecuador celeste. No será suficiente repetir que conceptos tales
como horizonte, eclíptica, ecuador celeste, eran para los pueblos antiguos
conceptos reales de experiencia cotidiana, en contraste con nosotros del siglo
XX, que contamos con instrumentos y cielos opacos.
En el culto mitraico era fundamental el agua. De hecho existe una referencia
continua al agua de la inmortalidad en los baños rituales, en la antesala de los
mitreos había tinas para las inmersiones rituales semejando un bautismo hecho
con agua y miel.
En el mitreo de Santa Prisca de Roma una inscripción dice que de la fuente en la
roca abierta por el Dios emerge el “Soma”: la bebida de los dioses que da la
inmortalidad. Es natural la analogía con “el agua de la vida” que los Sumerios
suponían que llovía sobre la tierra desde el cedro celeste. Por otro lado, los
planetas a los que los Babilonios asociaban las propias divinidades pasaban al
ocaso cada día, o para ser más explícitos morían cada día y antes de surgir a
nueva vida necesitaban una bebida de resurrección: como el iniciado que con la
bebida mística surgía a la verdadera vida.
Probablemente la representación iconografica del milagro del agua, realizado
por Mitra llamaba la atención de los Mitraicos sobre la fuerza y el poder que
ejercía el agua en la liberación del pecado y de la culpa.
Los diferentes grados
de consagración en las doctrinas mitraicas hacían suponer a los novicios que
justo en el momento de observación de la imagen del milagro del agua de
Mitra, podía esperarse una manifestación concreta cuya profundidad era
develada solo por medio de la iniciación.
En diversas representaciones iconograficas aparece Mitra golpeando al cielo por
encima de él con rayos. Se trata una confirmación de su derivación de la
tradición antigua persa, según la cual el cielo era considerado una roca.
El motivo central de las imágenes del altar mitraico son Mitra y el toro,
mostrando cada momento en que el héroe divino clava un puñal en el cuello del
animal. La matanza del toro es el climax y al mismo tiempo el episodio más
importante de la vida de Mitra. En bajorrelieves y estatuas de mármol, Mitra
vuelve la cabeza hacia el cielo, en dirección del Sol /Helios, mientras mata al
toro con su cuchillo de caza. Los monumentos más preciosos muestran a un
héroe joven, la expresión del rostro es “seráfica”. De la expresión del rostro se
vislumbra sobretodo una obediencia dolorosa: es como si el héroe combatiera
contra sí mismo en el acto de matar al noble animal.
Dos personajes siempre presentes en las representaciones, son Caute y
Cautopate, quienes son dos tedosforos. Generalmente aparecen en una actitud
ostensiblemente indolente, con las piernas entrecruzadas: Caute sostiene una
antorcha hacia lo alto, Cautopate la mantiene dirigida hacia la tierra. Lo más
cierto es que no son ayudantes de Mitra, ya que no participan en el sacrificio del
toro. Representan la vida y la muerte, los dos polos entre los que se mueve
nuestra existencia, y en los que se concretaban, tanto en la antigüedad como
hoy en día los problemas centrales de la religión y la filosofía. A veces Caute
aparece en imágenes junto a un gallo: “el pájaro Persa”, que con su canto aleja a
los demonios malvados. (los pollos eran casi desconocidos por los romanos y
fueron usados como animales de corral sólo en el Medio Evo).
En el mitreo de Santa Prisca, Caute aparece dentro de un nicho de color
anaranjado claro, mientras que Cautopane en uno azul oscuro. Ambas son
divinidades de la luz y junto a Mitra forma una suerte de trinidad: visten
pequeñas tiaras como Mitra y están relacionados con el sol. Caute representa el
sol del amanecer, Cautopane el sol del ocaso, mientras que Mitra es el sol en su
máxima expresión, cuando atraviesa el meridiano, irradiando su mayor fuerza.
Se encuentra en el vértice de esta trinidad y por tanto corresponde a la
divinidad superior.
Otra figura fundamental en el mitreo era Zervan, el dios de la cabeza de león.
Regularmente estaba representado como un joven con una actitud severa, con
los pies colocados uno al lado del otro, y con la particularidad que sus órganos
genitales no estaban a la vista. Recordemos que en la antigüedad los genitales
estaban habitualmente evidenciados, por lo que se piensa que se trataba de un
hermafrodita, es decir, de una persona de sexualidad ambivalente, por tanto el
iniciado encontraba en él un sentido profundo.
El Dios Zervan era el dios del
tiempo Infinito.
Con el inicio de la predicación de Zoroastro-Zaratustra, “Ahura Mazda”, el dios
de la creación y principio del bien y Arhiman, el espíritu malvado, se
convirtieron en los hijos gemelos de Zervan. Zervan representa el destino,
frente al cual se encuentran sometidos tanto los hombres como los dioses y que
puede ser definido astrológicamente. No sabemos de qué manera fue
introducida la figura de Zervan en el ritual mitraico, que se desarrolló
gradualmente en el curso de los años. Sin embargo en el siglo XI a.c. en la iconografía aparece la imagen de una serpiente que rodea las representaciones
del mundo o de la divinidad. La serpiente, che rodea a Zervan-Aion, representa
alegóricamente la eternidad y simbólicamente una elipse: el camino que recorre
el sol a través la figuras del Zodiaco.
Para el adepto los circunvalaciones de la
espiral del tiempo son el camino hacia la luz del conocimiento, hacia la cabeza
del León, el símbolo del Sol.
Muchas veces se trata de siete espirales, coincidiendo con los siete planetas y a
veces con cuatro espirales en relación a los cuatro elementos.
Otro personaje cardinal de la versión romana del mitraismo es el sol contra el
cual Mitra tuvo que pelear como prueba fundamental y por razones que
permanecen a nosotros oscuras. Después de encontrar la paz entre ambos, todo
se concluye con un Ágape común y un banquete. En honor a estos dioses los
hombres continuaron la tradición del Ágape.
Los frescos pintados alrededor del año 220 d.c, en el mitreo de Santa Prisca en
Roma, corresponden a la época de oro del culto de Mitra.
Aquí el Sol y Mitra
comen a la manera típica de los antiguos Romanos, es decir, echados sobre
triclinios detrás de una pequeña mesa mientras son servidos por iniciados. Uno
lleva una máscara de cuervo y otros son llamados leones como se lee en las
inscripciones. Sus dones son el pan, una cratera, un gallo o bien algunas velas.
El Sol está adornado con un largo traje rojo y un cinturón dorado, mientras su
piel resplandece con una aureola de luz. Mitra lleva un manto rojo y se le
reconoce por su tiara roja. Las imágenes y los relieves, testimonios del
banquete, muestran como alimentos la carne del toro, o en su lugar aquella de
otros animales, panes, frutas y pescados.
Están representadas viñas, las cuales
eran consideradas sagradas ya que de ellas se derivaba la bebida del culto.
El techo de los mitreos era un cielo artificial, en el mismo se realizaban orificios
donde se colocaban pequeñas antorchas. La idea del firmamento estaba
reforzada por las estrellas blancas dibujadas sobre el fondo azul. Las imágenes
de los signos zodiacales estaban colocadas sobre el friso del altar, o bien sobre
un lazo con las representaciones de los signos del Zodiaco que se colocaba en
forma de arco sobre la entrada de la gruta.
¿Como se explica que los misterios dedicados a un dios solar se desenvolvieran
en grutas oscuras? Intuitivamente podemos afirmar que se trataba
principalmente de luz interior, es decir, la luz del espíritu. También porque la
luz del sol penetrando solo por pequeñas aperturas generaba en el santuario
una especie de semi oscuridad solemne a la que no se renunciaba ni siquiera en
las iglesias cristianas. Las llamas de los altares para los sacrificios debían dar
vida a los relieves y a las esculturas por medio del juego de las sombras,
concebidas también para facilitar al alma indagadora la búsqueda de sí misma.
Tal atmósfera solemne debía además contribuir a despertar en la conciencia de
los fieles pensamientos y sensaciones que eran parte integradora de las
ceremonias.
No sabemos de qué naturaleza eran las técnicas meditativas y estáticas que se
practicaban, sabemos que era fundamental como en el Yoga la manera correcta
de respirar. De hecho, varias inscripciones en los mitreos dicen que “el modo de
respirar correcto y profundo ensancha el espíritu y lo abre al reconocimiento de
la dimensión de la divinidad”
La iniciación en los misterios mitraicos ocurría siguiendo una serie de siete
etapas, porque la astrología antigua conocía siete planetas, es decir el sol, la
luna y los cinco planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.
Quien pertenecía a uno de los primeros tres grados de iniciación mitraica no
estaba aún autorizado a formar parte de los misterios verdaderos, lo que sí se
permitía para los iniciados de los cuatro grados superiores.
Solo después que el
individuo había dado pruebas suficiente de estar en grado no solo de
comprender la matanza del toro por parte de Mitra, si no también de actuar este
sacrificio; entonces se le abría la puerta hacia el mundo del verdadero
conocimiento.
Los adeptos mitraicos vestían en circunstancias particulares unas máscaras que
hacían comprender, aunque fuera solo de forma puramente exterior, a que
grado de consagración pertenecían.
El primer grado de iniciación mitraica era la del cuervo. De hecho, leemos en los
frescos de Santa Prisca “Vivan los cuervos, que están bajo la protección de
Mercurio!”, y el mosaico de Ostia presenta bajo la forma de los símbolos de los
siete grados de consagración los atributos del primero de ellos: el cuervo, copa
y vara de Mercurio (caduceo).
El cuervo era para los Persas el pájaro sagrado del sol y de la luz y debe de
haber tenido acceso desde los tiempos antiguos al culto de Mitra, ya que las
imágenes de los altares de los mitreos, mostraban a un cuervo entre el sol y
Mitra. Es evidente su función de mediador, él comunica a Mitra la tarea de
matar al toro encargada por el dios sol. Era además evidente que ponía al
iniciado-cuervo bajo la protección de mercurio, el mensajero de los dioses.
Como es sabido, el dios está representado con alas en la cabeza y con el caduceo
de Hermes a quien él mismo da nombre. Este caduceo en su origen no debe de
haber sido una “vara en forma de serpiente”, si no más bien una rama de olivo
adornada por cintas a las que se le atribuye una fuerza mágica y protege a
quien lo lleva consigo preservandolo de los horrores del inframundo.
Hermes/Mercurio simboliza al psicopompo , la guía del alma. Ayuda en la
concepción de los niños y los trae a la luz y con su vara mágica, además, cierra
los ojos de aquellos que acompaña al Hades.
De los atributos relativos al grado de consagración del cuervo se puede deducir
cuál era su función en el ámbito del servicio mitraico.
El fiel se convertía en un
cuervo mitraico a través de la ceremonia de iniciación desde el momento en que
el “Pater” con una espada ofrecía al futuro guerrero una corona de laurel en un gesto solemne. Es sabido que en la antigüedad la comunidad mitraica dependía
de la madurez, de la sabiduría y de la virtud de un “Pater”. El Pater de los
misterios era un sabio, iniciado en el verdadero significado de los siete grados
mistericos, un fiel seguidor de Mitra, un depositario de la sabiduría antigua,
pero también capaz de estimular y de proveer en calidad de pastor a la
productiva existencia de su comunidad. La posición de Padre no era un cargo
honorífico, más bien se trataba de un honor que derivaba de una supremacía
espiritual que le garantizaba también admiración y respeto. Las insignias del
honor de un Padre, la tiara, la vara y la pátera de hieronfante, -también llamado
Padre supremo- junto con la oz: estos son los signos exteriores de un “magister
sacrorum”
El “pater sacrorum”, el padre de los misterios, se encuentra bajo la protección
de Saturno, como se puede derivar de otra inscripción contenida en el mitreo de
Santa Prisca de Roma.
De hecho, sobre la imagen del fresco del Padre era
posible leer: “ Salud a los padres, de Oriente hasta Occidente, bajo la protección
y la tutela de Saturno”. No nos sorprende el hecho de que una inscripción que
hace referencia a un Padre le coloque después el título de “estudioso de la
astrología”.
Según el simbolismo astrológico, Saturno lleva al hombre a la profundización, a
la madurez, al discernimiento, a la sabiduría y por tanto al conocimiento. El
destino de Saturno no es simple, ya que Saturno es también el planeta que
simboliza el dolor y la renuncia. Si el último grado de iniciación mitraica estuvo
bajo la protección de Saturno, entonces la tarea religiosa de este sacerdote de los
misterios era justamente indicar a los fieles el camino hacia la comprensión de
los acontecimientos espirituales que se encuentraban a la base de la experiencia
humana.
En los mitreos la llama sagrada ardía día y noche sobre los altares dedicados al
fuego. Una de las tareas principales de los sacerdotes era justamente estar
atentos y no dejar que la llama se apagara. Ellos conservaban las vestiduras de
los sacerdotes persas. El sacerdote pronunciaba tres veces al día las oraciones
con las que invocaba al sol y se colocaba en la mañana hacia oriente, a mediodía
hacia el sur y en la tarde hacia occidente.
Resumimos ahora los grados iniciáticos en detalle y sus atributos:
1. El cuervo o el mensajero bajo la protección de Mercurio. Este primer grado
estaba excluido de ceremonias de nivel superior y los iniciados no podían
entrar en le mitreo durante su celebración.
2. El Ninfo, el espíritu de los bosques bajo la protección de Venus con la
antorcha y con el diadema.
3. El soldado bajo la protección de Marte con el escudo y la lanza.
4. El león bajo la protección de Júpiter; en el momento de la elevación se le
colocaba miel en las manos como símbolo de purificación.
5. El persa bajo el dominio de la luna llevaba una antorcha y la pequeña oz se
relacionaba con los baños rituales que no se ejecutaban con agua si no más bien
con miel. Decía Porfirio: “Cuando al persa se le entregaba la miel, se le daba por
su virtud de cargador de los frutos”, ya que la religión colocaba en la luna el
símbolo de todas las mutaciones y cambios.
6. Eliodromo, la auriga bajo el dominio del Sol, vestido con un manto rojo y un
cinturón amarillo con una corona solar en la cabeza. Ponía en escena el destino
de Mitra y el banquete sagrado que unía y asimilaba Mitra con el Sol.
7. El pater, bajo el dominio de Saturno envuelto en una manta roja con la
capucha depositario de sabiduría antigua. Saturno es el planeta más lejano y
representa una visión más allá de lo mundano y una comprensión de los
misterios colocados en la base de la existencia humana.
La virtud y la equidad distinguían a los seguidores de Mitra, así como la
fidelidad absoluta al juramento y la lealtad. Del dualismo de Zoroastro había
derivado una moral llena de fuerza, que permitía al seguidor de Mitra
insertarse con mayor facilidad en un mundo caracterizado por la falta de
justicia y una falsa moral.
No llegaron hasta nosotros los “mandamientos” que
un seguidor de Mitra debía observar. Según la ética tomada de los persas la
vida en común dentro de una confraternidad mitraica se desarrollaba de forma
ordenada, cosa que naturalmente llenaba de fama y ejercía un cierto efecto
hacia el exterior, así como los sentimientos fraternos que unían a los iniciados.
En la visión cosmogónica mitraica el alma había llegado a la tierra desde el
cielo. Había pasado a través de las esferas de los planetas recibiendo en cada
uno de ellos el influjo correspondiente; al morir, retornaba recorriendo el
mismo camino bajo la compañía de la guía de los muertos, normalmente el dios
sol o bien el mismo Mitra. En cada planeta hacia una pausa y se despojaba del
ropaje del tiempo, es decir, de los defectos y virtudes que el mismo planeta le
había conferido. Ante cada una de las siete estaciones había una puerta a través
de la que podía pasar solo el alma que conocía la contraseña, es decir, el alma
iniciada. En la última de las siete estaciones ocurría el paso hacia la octava
esfera donde al difunto le era entregada la eterna bienaventuranza, ya era como
los Dioses.
Dejemos a un lado la visión iniciática y vamos a considerar la parte netamente
científica que no es menos importante. Observamos con otros ojos el icono
fundamental del culto de Mitra que es la imagen de la Tauroctonia. Si
consideramos todas las representaciones y las proyectamos con la imaginación
sobre la esfera celeste tendremos una sorpresa.
Las imágenes ante nuestros ojos parecen ser un verdadero mapa estelar, hemos
ya visto como las creencias astrológicas permearon la vida religiosa e intelectual
del mundo mediterráneo hacia la época en la que tuvo origen el mitraismo.
Los 12 signos del Zodiaco y los símbolos del Sol, de la Luna y de los planetas
aparecen frecuentemente tanto asociados a la Tauroctonia como en la
complejidad del arte mitraica.
Además de Mitra y el toro, las escenas de tauroctonia contienen otras figuras
diferentes: un perro, una serpiente, un cuervo, un escorpión, y a veces también
un león y una copa. No es casualidad que cada una de estas figuras
corresponda a una constelación: El can menor, la hidra, el cuervo, el escorpión,
el león y la taza.
El toro obviamente corresponde a la constelación homónima.
Estas siete constelaciones están correlacionadas tanto en el cielo como en la
escena de la tauroctonia. Con excepción del león , estas yacen sobre una línea
definida de una antigua posición del ecuador celeste. Este último es la
proyección del ecuador terrestre sobre la esfera celeste: es un círculo imaginario
inclinado en 23 grados respecto al plano de la orbita terrestre. El ecuador celeste
corta el plano de la orbita en correspondencia a los puntos de equinoccio donde
el Sol, cumpliendo su recorrido anual sobre la eclíptica pasa en los equinoccios
de otoño y de primavera.
En la antigüedad al ecuador celeste no se le consideraba un círculo imaginario,
los astrólogos antiguos creían que la tierra estaba colocada en el centro del
universo y que era inmóvil. Las estrellas fijas estaban colocadas sobre una gran
esfera y cumplían una rotación completa alrededor de la tierra en un día; el eje
de rotación pasaba por los polos de la esfera.
Los polos y el ecuador tenían una importancia fundamental en la interpretación
de la estructura del cosmos dada por los antiguos.
En consecuencia, el concepto
de ecuador celeste era mucho más común en la antigüedad de lo que lo es hoy
en día. En la antiguedad se pensaba que el eje de la esfera celeste era inmóvil,
así como la tierra. En realidad el eje de rotación terrestre (el nombre actual del
antiguo eje cósmico) no es fijo si no que realiza un movimiento de oscilación y
dado que el ecuador celeste se mueve solidamente con el eje las posiciones
relativas del ecuador y de la eclíptica cambian. Esto es lo que se llama la
presesión de los equinoccios, por la cual la posición del sol en el cielo en el
equinoccio de primavera retrocede sobre la eclíptica, por esta razón el
equinoccio se anticipa ligeramente de un año a otro.
El punto equinoccial
emplea 25920 años para regresar a punto de inicio en el cielo después de haber
cumplido una presesión completa; el Sol necesita en promedio 2160 años para
atravesar una constelación. Actualmente el equinoccio de primavera cae en la
constelación de Piscis, hacia el 2200 pasará a Acuario. En la época greco-romana
el equinoccio de primavera se encontraba en Aries, constelación en la que había
entrado alrededor del 2000 a.c, después de haber dejado a Tauro.
Con la excepción de Leo, todas las constelaciones que aparecen en las escenas
de la Tauroctonia yacen sobre una línea que correspondía al ecuador celeste
cuando el equinoccio de primavera se encontraba en Tauro. Por lo tanto, la
posición de las constelaciones en la Tauroctonia corresponde a una situación
astronómica que existía 2000 años antes del origen del Mitraismo. Digno de
mencionar es el hecho que el equinoccio de primavera caía en la constelación de
Leo alrededor del 10.000 a.c. numero que en los tiempos antiguos era utilizado
para indicar el infinito y esto nos recuerda a Zervan, el León/tiempo infinito.
Este es también el período en que fueron construidas las pirámides de Giza.
Ahora el significado de la Tauroctonia parece más claro: la muerte del toro
probablemente era una manera simbólica para indicar la finalización del reino
de Tauro como constelación del equinoccio de primavera y el inicio de una
época nueva, la finalización de la edad de Oro y el inicio de la decadencia.
Matando al toro –es decir, provocando la presesión de los equinoccios- Mitra
movía, de hecho, el universo entero. Una divinidad capaz de cumplir una
acción tan extraordinaria era sin duda merecedora de veneración por encima de
cualquier otra.
Se podía considerar además, que Mitra agregaba otros poderes a
la capacidad de mover el universo, tales como la posibilidad de sobrepasar las
fuerzas del fatum que residía en las estrellas y garantizar al alma después de la
muerte un pasaje seguro a través de las esferas de los planetas.
Otras imágenes ligadas al culto indican que efectivamente se creía que Mitra
disponía de tal poder cósmico, en algunas escenas el dios lleva sobre la espalda
la esfera del universo, en otras el joven Mitra tiene la esfera cósmica en una
mano mientras con la otra hace girar el Zodiaco. En diversas escenas de
tauroctonia el cielo estrellado aparece contenido bajo el manto de Mitra.
El hecho que la fuerza responsable de la presesión de los equinoccios estuviera
identificada con Mitra pudiera también explicar el secreto que envolvía los
misterios mitraicos. Los seguidores podían sin duda estar convencidos que sus
conocimientos constituían un potente secreto para reservar a un círculo
restringido y seleccionado de iniciados.
Hay aún un punto por aclarar: si todas las figuras en las escenas de la
tauroctonia representan constelaciones, entonces, ¿a cuál constelación pertenece
Mitra? En las representaciones el dios está colocado por encima del toro y
siempre aparece como un joven que empuña la daga y lleva una tiara, por lo
que pareciera estar identificado con el héroe griego Perseo. Además, Perseo era
venerado como un dios en Cilicia, la región en que Plutarco plantea los orígenes
del mitraismo.
Un ultimo particular digno de mención es que en los techos delos mitreos se
realizaban unos claros que comunicaban con el exterior. Son aún visibles los del
mitreo de San Clemente, en general en numero de cuatro. Alrededor de los
cincuenta mitreos que existen en Europa, casi todos están orientados hacia el
norte, y los claros hacia el este y oeste. Estos entradas de luz recuerdan los pozos que, en la pirámide de Keops, salen del cuarto del rey y de las reinas y
también se encuentran alineados con varias constelaciones de hace miles de
años.
Todos los datos que hemos considerado nos recuerdan de manera intensa el
templo masónico. ¿Podemos suponer que el mitraismo sea uno de los padres de
la masonería? La respuesta es seguramente afirmativa. Ya la simple observación
de los mitreos nos induce a una sensación de deja-vu.
La forma del templo era como el de un paralelepípedo, es decir la de dos cubos
pegados. El techo estaba cubierto de estrellas y debía simular la esfera celeste.
A
los lados, dos filas dobles de bancos en disposición variable según el grado de
iniciación.
En el centro dos altares uno de los cuales era para los sacrificios. El
dios estaba acompañado por dos “supervisores” como en el triangulo de logia.
Los dos tedoforos tienen dos antorchas que están sostenidas una hacia arriba y
otra hacia abajo según las fases de la ceremonia y que serán sustituidas por
pequeñas columnas. Las manos de los adeptos estaban inmaculadas y por esto
se les untaba miel. Hoy en día se llevan guantes. En la antesala del mitreo había
un cuarto que corresponde al pequeño cuarto de reflexión donde es dejado el
adepto antes de la iniciación.
Los candidatos y los hermanos –porque así se llamaban entre ellos- debían ser
hombres libres y de buenas costumbres, al punto que los seguidores del culto
eran ejemplo de ciudadanos de mérito. Las mujeres no estaban admitidas y el
secreto era férreo sobre todo a lo que concernía los rituales. Por todo lo dicho, se
puede observar que es notable la semejanza con la institución de la masonería.
Fuente: Logia Akhenaton
Traducido del italiano por Laura Morandini
Bibliografía
1. Vermaseren, M,J. “Corpus Inscriptorum et Monumentorum Religionis Mithriacaer”. Den Haag. 1960
2. Vermaseren, M,J “Der Cult Mitras im Romischen Germanien” Den Haag. 1974 3. Schutze, A. “Mitras”. Stuttgart . 1972 4. Von Pronay A. “Mitras und die geheimen kulte der Romer”. Freiburg. 1989
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