jueves, 13 de agosto de 2015

El espejo de Atenea



En nuestros días, muchas personas creen que el estudio de las religiones es una tarea inútil, pues consideran que las “creencias” religiosas no tienen tanto valor como los notorios avances científicos.

Sin embargo, siempre debemos recordar las palabras del más importante científico del siglo XX, Albert Einstein, que afirmaba que: “la Ciencia sin Religión es coja; la Religión sin Ciencia, ciega”. (1)

Al iniciar nuestro estudio, partimos de la base de que ninguna religión organizada posee toda la Verdad, sino que cada una de ellas contienen parte de la Verdad, con elementos de gran valor para conocer a la Divinidad y a nosotros mismos.

El Maestro Maha-Chohan decía en su carta de 1881 que: “Libradas de los lazos que las encerraba, del peso muerto de las interpretaciones dogmáticas, de los nombres personales, del antropomorfismo y de los sacerdotes asalariados, las doctrinas fundamentales de todas las religiones se mostrarán idénticas en su sentido esotérico”. (2)

Ilustraremos esta idea con un bello cuento sobre la diosa Atenea y su espejo:

“Se cuenta que la diosa Atenea tenía un espejo donde se miraba y estudiaba todas sus actitudes; pero un día, se le cayó de las manos y se rompió en muchos pedazos. Al ruido que el espejo produjo en su caída acudieron las ninfas de la diosa, recogiendo, cada una de ellas, un pedazo del espejo roto.

Al cabo de un tiempo, las hermanas servidoras de Atenea se dispersaron por el mundo, y cada cual se vanagloriaba de poseer el espejo de la diosa.

Pero un sabio que había recorrido varias comarcas, se quedó maravillado ante la posibilidad de que tuviera tantos espejos como ninfas la diosa Atenea. Y para saber la verdad interrogó a una de ellas:

-Dime, ninfa encantadora, ¿es verdad que posees el espejo de la diosa Atenea?

-Sí- contestó la candorosa doncella.

-¿Y cuántos espejos tenía tu señora? –objetó de nuevo el sabio altamente sorprendido.
-Uno solo.

-Y, ¿cómo se explica que sean muchas las ninfas que se vanaglorian de tener el espejo de Atenea?

-No. El espejo de nuestra señora se hizo trizas un día que se cayó al suelo, y nosotras, afanosas de poseer algo de ella, tomamos cada cual un pedazo del espejo roto- replicó la joven.

-Así, pues, ¿lo que vosotras poseéis es un pedazo del espejo roto y no un espejo cada una? ¿No es así?

-Así es- respondió la ninfa algo sonrojada.
Y entonces, el sabio comprendió la elevada enseñanza que encerraba la leyenda, puesto que le hizo ver clara la verdad de las cosas”. (3)

Notas bibliográficas
(1) Einstein, Albert: “Mis creencias”
(2) Carta del Maha-Chohan de 1881.

(3) Adaptación del relato de Francisco Alcañiz de la rama teosófica “Besant” de La Habana, 1921. Tomado de “El Loto Blanco”, noviembre 1921)

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