miércoles, 23 de septiembre de 2015

EL MESMERISMO

                                      


                                   (Mesmerism, Lucifer, mayo 1892) William Q. Judge 


 Este es el nombre dado a un arte o a la exhibición de un poder que afecta a los demás, tiene la capacidad de influenciar y antecede por mucho tiempo el período de Anton Mesmer. A algunos de sus fenómenos se les llaman Hipnotismo y Magnetismo. Este último deriva del hecho de que la persona sobre la cual se opera, algunas veces sigue la mano del operador, como un imán atrae la limadura de hierro.

Varios operadores hoy usan estos nombres, sin embargo, dicho arte se ha conocido bajo diferentes denominaciones como fascinación, psicologizar [...], y dado que es un número muy extenso, es inútil considerar la lista. Anton Mesmer, fue quien divulgó el tema en el mundo más que ningún otro, y cuyo nombre está aún atado al asunto. Nació en 1734, y en 1775, obtuvo gran prominencia en Europa en conexión con sus experimentos y curaciones, sin embargo, como H. P. Blavatsky escribe en su "Glosario Teosófico," él fue simplemente un redescubridor.

 En realidad, este tema se había examinado mucho antes de su tiempo, numerosas centurias anteriores el ascenso de la civilización Europea, y además, todas las grandes fraternidades orientales, siempre poseyeron los secretos completos referentes a su práctica, la cual aún hoy permanece desconocida. Mesmer, quizá sin revelar a los que estaban detrás de él, resultó ser, con sus descubrimientos, un agente de ciertas fraternidades a las cuales pertenecía. Sus promulgaciones tuvieron lugar en el último cuarto de siglo, como aconteció con aquellas de la Sociedad Teosófica, las cuales se iniciaron en 1875, lo que Mesmer hizo, fue todo lo que era posible efectuar en aquel tiempo. En 1639, una centuria antes de Mesmer, en Europa se publicó un libro acerca del uso del mesmerismo en la curación de heridas, cuyo título era: "El Polvo Simpático de Edricius Mohynus de Eburo.

" Estas sanaciones, según se lee, se pueden efectuar a distancia de la herida gracias a la virtud o a la facultad directiva entre ésta y la herida. Lo que antecede es exactamente una de las fases del hipnotismo y del mesmerismo. Además, los escritos del monje Uldericus Balk, procedían a lo largo de la misma línea, como se lee en un libro de 1611 referente a la lámpara de la vida, en el cual era posible curar las enfermedades de manera semejante. Obviamente, estos libros contienen mucha superstición, pero detrás de todas las necedades, tratan el mesmerismo.

Después de que la comisión de la Academia Francesa, que incluía a Benjamín Franklin, pasó la sentencia sobre el asunto, condenándolo, el mesmerismo se desprestigió, pero muchas personas en América lo resucitaron adoptando diferentes epítetos por su trabajo y escribiendo muchos libros al respecto. Uno de ellos, cuyo nombre era Dods, obtuvo mucha celebridad y en el período de Daniel Webster, fue invitado a dar una conferencia sobre el tema frente a un número de senadores americanos. El llamó a su sistema "psicología," pero en realidad era mesmerismo, hasta en los detalles concernientes a los nervios y otras cosas semejantes. También en Inglaterra, una cantidad de personas que no eran científicos, prestaron mucha atención al asunto.

No le dieron una reputación mejor que la precedente, y en general, la prensa y el público, los consideraron charlatanes y al mesmerismo un engaño. Esta era la situación hasta que los análisis, en lo que conocemos como hipnotismo, presentaron nuevamente esa fase del tema, y después de 1875, la mente común prestó más y más atención a las posibilidades en los campos de la clarividencia, clariaudiencia, trance, apariciones y cosas parecidas. Aún los doctores y otras personas, que anteriormente desdeñaban estas investigaciones, principiaron a examinarlas continuando en el intento hasta hoy. Parece cierto que el mesmerismo, cualquiera que sea el nombre que se le atribuya, seguramente atraerá una atención siempre más creciente, ya que es imposible adelantar mucho en los experimentos hipnóticos, sin considerar los fenómenos mesméricos, obligándonos a investigar también en éstos.

 Sin razón alguna, los hipnotistas exigen el mérito de los descubrimientos. En cuanto que hasta los llamados incultos charlatanes de los períodos mencionados anteriormente, afirmaron el hecho de que los hipnotistas se apropiaron; es decir, según ellos, muchas personas, conforme al particular sistema empleado, se encontraban normalmente en un estado de hipnosis o, como lo llamaban, en una condición psicologizada o negativa y así sucesivamente.

 En Francia, el Barón Du Potet, sorprendió a todos con sus fenómenos mesméricos, causando en los sujetos tantos cambios como los que inducen los hipnotizadores. Después de un cierto lapso, y la lectura de antiguos libros, adoptó un número de símbolos raros que según él ejercían un efecto extraordinario sobre el sujeto y se rehusó a divulgarlos con excepción de las personas vinculadas a un juramento. Esta regla fue violada, y desde hace algunos años, sus instrucciones y símbolos fueron publicados, pretendiendo que su secreto consistiera en una clave del libro.

Yo los he leído, dándome cuenta de que no tienen ninguna importancia, pues su fuerza deriva de la persona que los usa. El barón era un hombre dotado de una poderosa fuerza mesmérica natural e inducía a sus sujetos a hacer cosas que sólo pocos podían efectuar. El murió sin suscitar la atención del mundo científico en el asunto. La gran interrogante sometida a discusión, consiste en si el mesmerizador emite o no algún fluido efectivo. Muchos lo niegan, y casi todos los hipnotizadores rehúsan admitirlo. H. P. Blavatsky declara la existencia de tal fluido y los que pueden ver en el plano al cual pertenece, aseveran que existe como una forma sutil de materia. Yo creo que es verdadero y no contradice en absoluto los experimentos hipnóticos ya que el fluido puede existir al mismo tiempo que las personas pueden autohipnotizarse simplemente invirtiendo sus ojos mientras miran hacia un resplandeciente objeto.

 Este fluido está parcialmente constituido por la substancia astral alrededor de cada persona y por los átomos físicos en un estado sutilmente dividido. Algunos llaman aura a esta substancia astral. Sin embargo, este término es indefinido, pues existen muchas clases de auras y muchos grados de su expresión. Esto permanecerá desconocido aún para los teósofos dotados de una mente muy voluntariosa, hasta que la raza en general se haya desarrollado hasta tal punto. Así, por el momento, se continuará usando dicha palabra. Ahora bien, el mesmerizador emite esta aura sobre el sujeto, el cual la recibe en un área de su constitución interna que ningún experimentador occidental jamás describió, ya que todos la ignoran por completo. Despierta ciertas divisiones internas y no físicas de la persona sobre la cual se opera, causando un cambio de relación entre las varias y numerosas vestiduras que rodean al ser interno, haciendo posible diferentes grados de inteligencia, clarividencia y así sucesivamente.

No influye, ni mínimamente, sobre el Ser Superior, (Atma, en su vehículo, Buddhi), que es inalcanzable por estos medios. Muchas personas se engañan suponiendo que es el Ser Superior el que responde, o algún espíritu o lo que no está presente, sino que es simplemente una de las numerosas personas internas, por decirlo así, la que habla, o mejor dicho: induce a los órganos de la palabra a realizar su función. Este es el punto en el cual el teósofo y el no teósofo se equivocan, ya que las palabras expresadas, a veces trascienden la inteligencia común o el poder del sujeto en estado de vigilia. Por lo tanto, propongo someter parcialmente la teoría de lo que en realidad acontece, como lo saben desde hace muchas edades, los individuos capaces de ver con el ojo interno, y como la ciencia un día descubrirá y admitirá.

 Cuando el estado hipnótico o mesmérico está completo, y a menudo cuando es parcial, acontece una parálisis inmediata del poder corpóreo de emitir sus impresiones, modificando entonces los conceptos del ser interno. En el estado de vigilia del diario vivir, cada individuo, siendo incapaz de liberarse, está sujeto a las impresiones de todo el organismo, es decir, toda célula del cuerpo, aún la más diminuta, tiene su propia serie de impresiones y recuerdos que continúan interfiriendo sobre el gran registro, el cerebro, hasta que la impresión que permanece en la célula, se haya agotado completamente. Tal agotamiento, necesita un largo lapso de tiempo. Además, como estamos continuamente agregándoles a ellas, se pospone de manera indefinida el período de desaparición de la impresión.

Así, la persona interna, no puede hacerse sentir. Sin embargo, en el sujeto apropiado, el mesmerismo neutraliza momentáneamente estas impresiones corporales y, de repente, sigue otro efecto, que equivale a aislar al general de su ejercito, obligándolo a la búsqueda de otros medios de expresión. En los casos en los cuales el sujeto habla, se ha dejado el cerebro suficientemente libre, permitiéndole entonces obedecer a las órdenes del mesmerizador, e induciendo a responder a los órganos de la palabra. Todo esto, es desde el punto de vista general. Hemos llegado a otra parte de la naturaleza del ser humano que el mundo occidental y sus científicos desconocen. Por medio del mesmerismo se activan otros órganos desconectados del cuerpo, mediante el cual funcionan en el estado normal.

 El mundo no los acepta, sin embargo existen y son tan reales como el cuerpo, y los que saben, dicen que son más reales y menos sujetos al decaimiento, ya que permanecen casi inalterados desde el nacimiento hasta la muerte. Estos órganos poseen sus propias corrientes, circulación si preferís, y métodos para recibir y acumular las impresiones. Son aquellos que en un segundo aferran y mantienen el más mínimo indicio de algún objeto o palabra que se le presenta al ser en vigilia. Tales órganos, no sólo lo conservan, sino que a menudo lo emiten y cuando una persona está mesmerizada, el cuerpo no obstaculiza la salida de tal indicio.


 Dichos órganos, están divididos en numerosas clases y grados, y cada uno de ellos tiene una serie completa de ideas y hechos suyos particulares y centros en el cuerpo etéreo al cual están relacionados. Ahora bien, en lugar de ser el cerebro el que trata con las sensaciones corporales, éste se ocupa de algo totalmente diferente, reportando lo que tales órganos internos ven en cada parte del espacio al cual se dirigen.

Así, en lugar de haber despertado al Ser Superior, se ha descubierto simplemente una de las numerosas series de impresiones y experiencias que componen al ser interno, el cual está muy distante del Ser Superior. Normalmente, el gran ruido de la vida física, que es la suma total de la posible expresión de un ser normal en el plano físico en el cual se mueve, domina estas diferentes imágenes captadas de todos los extremos. Por lo usual, ellas vislumbran sólo cuando tenemos ideas repentinas o recuerdos, o en los sueños, cuando las fantasías para las cuales no se encuentra una base en el diario vivir, llenan nuestro sueño. Todavía, tal base existe y es siempre una u otra de millares de impresiones diarias que el cerebro no capta, sino que los otros sentidos de nuestro doble astral las percibe infaliblemente, pues el cuerpo astral o doble, compenetra al cuerpo físico, así como el color lo hace con una taza de agua.


Aunque, según los actuales conceptos materialistas, no se reconoce que tal nebulosa sombra tenga partes, poderes, y órganos, en realidad los tiene todos, además, con un sorprendente poder y control. Aún cuando tal vez sea una niebla, bajo las condiciones apropiadas, puede ejercer una fuerza equivalente al viento, que es invisible, cuando derrumba las orgullosas construcciones del pequeño hombre. Por lo tanto, el cuerpo astral, es el lugar donde buscar la explicación del mesmerismo y el hipnotismo. El Ser Superior explicará los vuelos que raramente emprendemos en el campo del espíritu y es el Dios, el Padre interno, que guía a sus niños a lo largo del escarpado camino hacia la perfección.

Que esta idea no se degrade, encadenándola a la planta baja de los fenómenos mesméricos que cualquier ser humano saludable puede efectuar si sólo lo intenta. Cuanto más craso es el operador, mejor, ya que hay más fuerza mesmérica. En caso que sea el Ser Superior el afectado, significaría que la burda materia puede fácilmente influenciar y desviar al espíritu elevada, pero esto se opone al testimonio de las edades. Un Paramahansa de los Hymalayas, escribió las siguientes palabras: "La Teosofía es aquella rama de la Masonería que muestra al Universo en la forma de un huevo." Poniendo momentáneamente de lado el punto germinal en el huevo, tenemos aún cinco divisiones principales: el fluido, la yema, la piel de la yema, la piel interna del cascarón y el cascarón sólido. El cascarón y la piel interna, pueden considerarse como uno.


Esto nos deja cuatro, que corresponden a las antiguas divisiones de fuego, aire, tierra y agua. Aproximativamente hablando, el ser humano está dividido de la misma manera y de estas divisiones principales emergen todas sus múltiples experiencias en los planos externos e introspectivos. La estructura humana tiene su piel, su sangre, su materia terrena que llamaremos huesos por el momento, su carne y finalmente el gran germen que, estando revestido de materia grasa, se encuentra aislado en algún sitio en el cerebro. La piel incluye la mucosa, a todas las membranas en el cuerpo, a los revestimientos arteriales y así sucesivamente. La carne comprende los nervios, las llamadas células animales y los músculos. Los huesos están por su cuenta. La sangre tiene sus células, corpúsculos y el fluido en que flotan. Los órganos como el hígado, el bazo y los pulmones, incluyen a la piel, la sangre y la mucosa. Cada una de estas divisiones y relativas subdivisiones, posee sus particulares impresiones y recuerdos, y todas, juntas con el cerebro que sirve de coordinador, constituyen al ser humano como lo vemos en el plano visible.

 Dichas divisiones y subdivisiones, están íntimamente relacionadas con los fenómenos mesméricos, aunque existen personas según las cuales es imposible que la membrana mucosa o la piel, puedan brindar algún conocimiento. A pesar de todo, es un hecho, ya que las sensaciones de cada parte del cuerpo afectan a la cognición, y cuando las experiencias de las células cutáneas o algunas otras, son las que prevalecen delante del cerebro del sujeto, él traerá de aquellas, sin que ambos lo realicen, todas sus informaciones para el operador, expresándolas en un idioma que el cerebro puede usar, siempre que no se alcance la condición sucesiva.

Esta es la Doctrina Esotérica, y al final se descubrirá que es verdadera. En realidad, millones de vidas constituyen al ser humano, las cuales, siendo incapaces de actuar de por sí de manera racional o independiente, el individuo extrae de ellas las ideas que, siendo maestro de todas ellas, las expresa, junto a las ideas de planos superiores, en pensamiento, palabra y acción. Por lo tanto, en el primer paso del mesmerismo, se debe tener presente este factor, pero actualmente las personas lo ignoran y no pueden reconocer su presencia, sino que el interés se concentra totalmente en la rareza del fenómeno. Los mejores sujetos, emiten relatos confusos porque las numerosas experiencias de las partes de su naturaleza que he mencionado, las cuales ansían constantemente ser oídas, distorsionan las variadas cosas que ven. Cada operador está seguro que éstas pueden desviarlo, si él no es un experto vidente.

 El siguiente paso, nos conduce a la región del hombre interno, no me refiero al ser espiritual, sino al astral, que es el modelo a lo largo del cual se construye la forma visible externa. La persona interna es la intermediaria entre la mente y la materia, y al captar las órdenes de la mente, induce a los nervios físicos a la acción y por consiguiente al cuerpo entero.

Todos los sentidos tienen un lugar correspondiente en esta persona, y cada uno de ellos tiene un radio de acción mil veces superior al de sus representantes externos, ya que la vista, el oído, el sentido del tacto, del gusto y del olfato externos, son simplemente órganos crasos que aquellos internos usan, en cuanto de por sí mismos no podrían hacer nada. Esto es evidente cuando, por ejemplo, cortamos la conexión con el nervio óptico, pues el ojo interno no puede conectarse con la naturaleza física y está incapacitado para ver un objeto colocado antes de la retina, aunque el sentir o el oír, si no están interrumpidos, pueden aprender que clase de objeto es.

 Bajo ciertas condiciones, estos sentidos internos pueden percibir hasta cualquier distancia, prescindiendo de la posición o del obstáculo. Sin embargo, no pueden ver todo, ni están siempre capacitados para comprender correctamente la naturaleza de cada cosa que ven, ya que a veces, se les presenta algo con lo cual no están familiarizados. Además, a menudo relatan haber visto lo que el operador desea que vean, dando en realidad informaciones no confiables.

En verdad, siendo los sentidos astrales de cualquier persona, su herencia directa de encarnaciones anteriores, y no el producto de la herencia familiar, no pueden trascender su propia experiencia, la cual limita entonces su capacidad de conocer, no importando cuan maravillosa aparezca la acción de dichos sentidos a el que está usando sólo los órganos sensorios físicos. En la persona ordinaria sana, dichos sentidos astrales están inextricablemente relacionados con el cuerpo, y limitados por el aparato que este suministra durante el estado de vigilia. Pueden actuar de manera un poco independiente sólo cuando el individuo está durmiendo o se encuentra en un estado mesmerizado, de trance, o bajo la disciplina más severa. Tales sentidos, hacen esto durante el sueño, cuando viven otra vida además de aquella que están obligados a vivir, por medio de la fuerza de las necesidades del organismo en un estado de vigilia. Pueden actuar cuando el fluido mesmérico paraliza al cuerpo, ya que las impresiones e las células físicas están inhibidas.

 El fluido mesmérico causa este parálisis fluyendo del operador y penetrando constantemente en todo el cuerpo del sujeto, alterando la polaridad de las células en cada parte, desconectando al ser externo de aquel interno.

Como todo el sistema de nervios físicos es simpático en cualquiera de sus ramificaciones, al afectar un grupo importante de nervios, el resto, mediante simpatía, cae en la misma condición. Por lo tanto, a menudo acontece que los brazos o las piernas de individuos mesmerizados, se paralizan repentinamente sin que se opere sobre ellos de manera directa.

O con frecuencia, sucede que la sensación debida al fluido, se sienta primero en el antebrazo, aún cuando el único lugar tocado haya sido la cabeza. Esta parte del proceso, contiene muchos secretos que no divulgaremos pues, con la correcta intención, se puede mesmerizar a un sujeto siguiendo lo que ya conocemos públicamente. Por medio de ciertos puntos ubicados cerca de la piel, es posible alterar en un instante todo el sistema nervioso, aún mediante un sutil aliento de la boca a una distancia de algunos metros del sujeto. Lo libros modernos no presentan ésto.

 Al completarse la paralización y la alteración de la polaridad celular, el ser astral se halla casi desconectado del cuerpo. ¿Tiene alguna estructura? ¿Cuál mesmerizador lo sabe? ¿Cuántos, probablemente, negarán que tenga alguna estructura? ¿Es él simplemente algo nebuloso, una idea? Sin embargo ¿cuántos sujetos tienen un entrenamiento adecuado para poder analizar su propia anatomía astral? Todavía, la estructura del ser astral interno, es definida y coherente. No es posible tratarla de manera satisfactoria en un articulo, pero podemos delinearlo aproximativamente, dejando que los lectores llenen los detalles.

 Como el cuerpo físico tiene una espina dorsal que es la culumna sobre la cual él se sostiene, con el cerebro encima, así el cuerpo astral tiene su espina y cerebro. Es material, ya que lo constituye la materia, aunque sutilmente dividida y no son de la naturaleza del espíritu. Antes del nacimiento, después de que el niño ha alcanzado su madurez en la matriz, esta forma está establecida, coherente y duradera, y, desde aquel día hasta la muerte, experimenta solo una pequeña alteración.

Lo mismo acontece con el cerebro astral, el cual permanece inalterado hasta la muerte física y, a diferencia de aquello externo, no emite células que cada hora son remplazadas por otras. Por lo tanto, estas partes internas son más permanentes que aquellas externas correspondientes a ellas. Nuestros órganos, huesos y tejidos materiales, experimentan cambios a cada instante.

Pasan siempre por aquello que en la antigüedad llamaban: "la disolución constante y momentánea de unidades de materia menores," por lo tanto, en cada mes, acontece un cambio perceptible mediante la disminución y el incremento. Esto no sucede con la forma interna, la cual se altera sólo de vida en vida, ya que está construida en el momento de la reencarnación para durar todo el lapso de la existencia. Es el modelo que las actuales proporciones evolutivas establecen para el cuerpo externo. Es el colector de los átomos visibles que constituyen nuestro aspecto externo.

 Por lo tanto, al nacimiento, es potencialmente de un cierto tamaño y al alcanzar este límite, detiene la ulterior extensión del cuerpo, haciendo posible lo que hoy conocemos como un peso o una estatura común. Al mismo tiempo, el cuerpo interno mantiene en forma aquel externo, hasta el período de decaimiento, el cual, seguido por la muerte, no depende meramente de la desintegración corporal, sino que se ha alcanzado el término del cuerpo astral, cuando no puede más mantener la forma externa intacta. Al agotarse su poder para resistir el impacto y la guerra de las moléculas materiales, sobreviene el sueño de la muerte. Ahora bien, como en nuestra forma física el cerebro y la espina son el centro de los nervios, en el astral, se hallan los nervios que se ramifican del cerebro y de la espina dorsal internos a lo largo de toda la estructura. Estos están relacionados con cada órgano en el cuerpo visible externo.

Tienen una naturaleza más parecida a las corrientes que a los nervios, según entendemos la palabra, y podemos llamarlos astro-nervios. Se mueven en relación con los siguientes grandes centros del cuerpo externo: el corazón, la concavidad de la garganta, el centro umbilical, el bazo y el plexo sacral. En este caso, de pasada, podríamos preguntar acerca de los mesmerizadores occidentales ¿qué saben ellos del uso y del poder, si alguno, del centro umbilical? Probablemente, contestarán que no tiene ningún uso, en particular después del nacimiento. Sin embargo, según la verdadera ciencia del mesmerismo, se debe aprender aún mucho en lo concerniente a tal punto y en los lugares apropiados hay una gran cantidad de testimonios referentes a los experimentos y usos de dicho centro.

 La columna astro-espinal, tiene tres grandes nervios de la misma clase de materia. Podemos llamarlos senderos o canales a lo largo de los cuales las fuerzas se mueven y fluyen, permitiendo al ser interno y externo mantenerse erecto, moverse, sentir y actuar.

 Al describirlos, corresponden exactamente a los fluidos magnéticos, es decir, son respectivamente positivos, negativos y neutros, su equilibrio regular es esencial para mantener el juicio. Cuando la espina astral alcanza el cerebro interno, los nervios se alteran y se hacen más complejos con un gran orificio en el cráneo. Por lo tanto, mediante estas dos grandes partes de la persona interna, los otros múltiples grupos de nervios parecidos, se relacionan con varios planos de la sensación en los mundos visibles e invisibles. Entonces, todos estos constituyen el actor personal interno y representan el lugar para buscar la solución de los problemas expuestos por el mesmerismo y el hipnotismo.

 Al separar a este ser del cuerpo externo al cual está atado, lo privaremos temporáneamente de la libertad, convirtiéndolo en el esclavo del operador. Sin embargo, los mesmerizadores, saben muy bien que el sujeto puede sustraerse, y a menudo se sustrae, al control, sorprendiéndolos y asustándolos. Todos los mejores escritores occidentales lo atestiguan. Ahora bien, dicho hombre interno no es absolutamente omnisciente y, como dijimos anteriormente, su experiencia limita su comprensión, por lo tanto, si durante el trance mesmérico, confiamos en sus relatos en lo referente a lo que necesita un conocimiento filosófico, el error podría insinuarse furtivamente con excepción de casos raros, los cuales son tan poco frecuentes que no necesitamos considerarlos ahora.

Por lo general, los operadores, y especialmente los que no aceptan la antigua división de la naturaleza interna humana, ignoran el límite del poder de conocer del sujeto, y el efecto del operador sobre los sensorios internos descritos anteriormente. El efecto del operador, consiste casi siempre en influir en los relatos del sujeto. Tomemos un ejemplo: A era un mesmerizador de C, que es una mujer muy sensitiva la cual nunca estudió la filosofía. A había decidido en lo concerniente un cierto procedimiento relativo a los demás y a las argumentaciones necesarias.

A poseía una carta de X, un pensador muy definido y positivo, mientras que A no tenía las ideas muy determinadas, sin embargo era un buen mesmerizador y antes de actuar consultó a la sensitiva. Por lo tanto ella, después de haber entrado en trance, y haberle hecho las preguntas consideradas, presento las ideas de X, que ignoraba, de manera tan fuerte que A alteró su plano pero no su convicción, desconociendo que era la influencia de las ideas de X, en su mente en aquel momento, que habían desviado la comprensión de la sensitiva. Los pensamientos de X., siendo elaborados de manera muy marcada, eran suficiente para cambiar las ideas que el sujeto tenía anteriormente.

 ¿Qué confianza podemos colocar en los videntes inexpertos? Además, todos los sujetos mesméricos que tenemos son totalmente inexpertos, en el sentido que la palabra tiene en la escuela del antiguo mesmerismo acerca de la cual estoy hablando. En este caso, no es necesario entrar en los procesos del experimento mesmérico. Existen muchos libros que los tratan, sin embargo, después de haber estudiado el asunto durante 25 años, me di cuenta que ellos se limitan simplemente a copiarse recíprocamente y que todas las direcciones, con fines prácticos, pueden escribirse sobre una sola hoja de papel. Pero existen muchos otros métodos aún más eficientes que se enseñaron en la antigüedad y que dejaremos para otra ocasión.

 William Q. Judge Lucifer, Mayo 1892

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