jueves, 6 de octubre de 2016
EL ADIESTRAMIENTO DE LA MENTE
La virtud de un artículo material no reside en el complicado y elaborado proceso que se emplea en su preparación, sino en el estado producido en la contra parte etérica de ese artículo u objeto, por el manipuleo y la concentración mental que sufre en todo el curso de la operación. En primer lugar queda magnetizado por el magnetismo personal del operador; luego se forma en torno a él un aura de formas mentales y en tercer término, mediante el debido empleo de la imaginación y de la voluntad, se lo convierte en vehículo físico de una Fuerza o Potencia Cósmica invisible, con la cual se ha puesto en contacto el operador, concentrándola. Por estas consideraciones se verá que la esencia de todas las operaciones prácticas es puramente mental.
Y de ello se infiere claramente que en los poderes de la mente es donde se encuentra la clave de todo el proceso. Sin embargo, aunque todo el mundo posea una mente, no tienen de ninguna manera ni los medios ni el empleo consciente de esos poderes, aunque existen más personas de lo que podría creerse que los usan subconsciente o involuntariamente. Una gran parte de la preparación y del adiestramiento del Iniciado consiste, por lo tanto, en el desenvolvimiento de estos aspectos latentes de la mente. Para los propósitos de nuestro estudio, podríamos considerar la mente dividida en tres partes, como se hace en psicología: sentimiento, voluntad y razón, pero en vez de considerarlas, como hacen los psicólogos, como unidades separadas, las consideraremos como hacen los Cabalistas, esto es, como emanaciones sucesivas que resultan en un equilibrio. Podríamos considerar el Sentimiento y la Razón como una polaridad y la voluntad kinética como el resultado de su unión. Pero esto no bastaría.
De acuerdo con los principios, Cabalísticos, una trinidad formada así debe resumirse en un cuarto principio en un plano inferior, antes de que pueda funcionar. Si el plano que consideramos es un plano inferior, entonces se resumirían en un cuerpo físico, el que les dará expresión en el plano de la materia bajo la forma de instinto. Pero si el plano en consideración es un plano superior, entonces se resumirían en esa facultad tan poco comprendida que se llama imaginación. El Poder Oculto surge solamente de esta síntesis sobre un plano superior y sólo de allí. Tenemos pues, que considerar el proceso mediante el cual el Adepto en formación puede primeramente diseccionar estos factores separados de la coordinación general de su mente, purificándolos y concentrándolos, para poderlos re-sintetizar en una aspiración superior. Este es, por supuesto, el verdadero proceso alquímico.
La Gran Obra. Suciedad ha sido definida como substancia colocada fuera de su sitio apropiado. Por lo tanto, la purificación consiste en tornar a su debido lugar todo cuanto haya sido desplazado, entremezclado o adulterado con aquello que es diferente. Así pues, si la emoción se intrusa en cualquier proceso intelectual, contamina y adultera sus resultados, porque los procesos intelectuales deben realizarse solamente en términos de la razón, para que puedan alcanzar ultérrimamente la verdad. De ahí derivamos que como acto preliminar a todo proceso mental debemos adquirir tal dominio de las emociones que éstas no puedan funcionar involuntariamente. Ese dominio no se obtiene por el expediente comparativamente simple de la represión, sino por el proceso muchísimo más difícil de la sublimación, de manera que la fuerza generada por un estímulo externo, en vez de producir una reacción emotiva inmediata, que puede surgir donde no convenga, es dirigida hacia una reacción mucho más remota, descargándose inofensivamente en otro plano. De esta manera, una reacción inmediata de resentimiento, se transmuta en compasión y tiene su manifestación en forma de caridad.
Esta es la primera y más dura lección que el aspirante al Sendero tiene que aprender, pero una vez que la ha dominado completamente, el poder así adquirido puede aplicarse a vencer otras dificultades, porque el impulso del Sendero es acumulativo. La siguiente tarea a la que tiene que aplicarse el neófito es la del adiestramiento y control de su voluntad. Podría creerse que para algunas personas esta tarea es inútil y sin esperanza porque naturalmente son débiles de voluntad. Pero la voluntad no puede considerarse como un órgano separado de la mente, que pueda funcionar adecuada o inadecuadamente. La voluntad no segrega fuerza como el hígado segrega bilis. La voluntad no es más que el poder de concentrar las energías disponibles. No importa cuán fuerte sea la voluntad de una persona; no puede llevar el cuerpo o la mente más allá de cierto punto. Tampoco importa cuán musculoso sea un hombre porque no podrá hacer nada con su entero poder, a menos que pueda concentrar su voluntad.
La voluntad fuerte es realmente la voluntad concentrada en un solo punto, como puede verse en el borrachón que es demasiado débil de voluntad para dedicarse al trabajo, pero que demuestra una tenacidad pasmosa para obtener alcohol de cualquier manera. El secreto de una voluntad fuerte consiste, por lo tanto, en concentrarla sobre un solo objeto. Y esto sólo puede lograrse eliminando todos los demás objetos que puedan dividir la atención de la voluntad y disipar así sus energías. Por esta razón se dice que el sacrificio es el primer paso que se da en los Misterios, pues sólo sacrificando sin miramientos todos los intereses no concordantes es como puede obtenerse la unidad de propósito y por consiguiente el poder de la voluntad. Podría argüirse que una persona que esté concentrada así será desequilibrada. Esta objeción es muy razonable y el iniciado supera esa dificultad mediante el uso del principio del ritmo.
Dice que aunque el arco debe estar bien tirante para lanzar la flecha, si se mantiene siempre tirante pierde su elasticidad, de manera que tiene buen cuidado de aflojar y dejar en descanso su arco cuando no lo necesita. Sin embargo, el objeto del arco es ponerse en tensión y por lo tanto nunca abandona la cuerda. En los primeros días de su entrenamiento, el iniciado pasa por una disciplina muy estricta, y cada vez que se aparta de la ley del Sendero, tropieza con un castigo inmediato y severísimo. No hay más que una senda para él y esa senda es tan estrecha como el filo de una espada y tan derecha como ese mismo filo. Ningún ser humano le puede imponer jamás esta disciplina; su instructor, el Adepto bajo quien trabaja y hace su aprendizaje, hace cuanto está en su poder, mediante el ejemplo y el consejo, para evitar que cometa errores, pero no puede constreñirle como no puede evitar las consecuencias de la violación de una ley cósmica. La acción y la reacción son iguales y opuestas en el Sendero como en todas las demás situaciones, y el neófito tiene que recibir la reacción de las fuerzas que su propio pensamiento ponga en acción.
Estas fuerzas lo elevan o lo hunden, según sea el caso. Una vez que se ha cruzado esta sección del Sendero, el camino se abre y el iniciado puede entonces volver a tomar las cosas que había abandonado en el altar del sacrificio que estaba ante la puerta misma y cuanto más pródigamente dotado esté, tanto más tendrá que traer a sus tareas. Sin embargo, después de la disciplina del camino angosto y derecho, nunca más volverá a apegarse a las cosas externas como antes; siempre será el dueño de ellas, las usará cuando sea conveniente y jamás será obcecado por ellas, de tal manera que estando libre de las cosas, podrá usarlas y disfrutarlas, enriqueciendo su consciencia sin esclavitudes. Para ello es indispensable la disciplina preliminar, el cautiverio de la libertad. El iniciado ya preparado viene a su trabajo con la capacidad de limpiar perfectamente el terreno a la voz de mando, para entrar en acción inmediatamente, sin tener que mirar a un costado u a otro para llegar a la meta.
Después de haberlo logrado, pero no antes, hace un inventario de los destrozos y venda sus heridas y frecuentemente puede observarse que la velocidad y empuje de su carrera lo ha hecho atravesar esa senda casi sin lastimarse. En la vida real se verá que son muy pocas las personas u organizaciones humanas que pueden resistir el irresistible empuje de una voluntad disciplinada y que su triunfo no tiene nada de mágico. Sólo cuando se emplea el conocimiento de la Cosmogonía de los planos sutiles, empieza el verdadero trabajo oculto. Y únicamente cuando se utiliza la voluntad propia para dirigir fuerzas cosmicas es cuando aparece como una varita mágica de poder o como el cetro del mago. Jamás se debe olvidar, al considerar estos asuntos, que esas fuerzas deben siempre ser dirigidas en obediencia estricta con las Leyes Cósmicas, pues de lo contrario la reacción retornará inmediatamente en círculo y destruirá al mago. Sólo al principio de la Evolución encontramos fuerzas que se mueven libremente, que no han quedado todavía estereotipadas en la forma, las que entonces pueden ser dirigidas y guiadas por la voluntad humana y, por consiguiente, sólo al servicio de la Jerarquía por cuyo intermedio Dios "guió a Arcturus con sus hijos", puede emplearse la magia blanca. El neófito que sigue el Sendero usa los poderes de su voluntad dedicada y disciplinada sobre sí mismo, no sobre la Naturaleza externa.
Llegamos ahora a la consideración del adiestramiento del intelecto mismo. Esta cuestión es muy discutida generalmente entre aquellos que buscan la Luz Interior, porque muchos de ellos son de un temperamento puramente místico, cuyo sendero es el de Bjakta Yoga, la senda o disciplina del amor. Estas personas no son adecuadas para el sendero oculto, donde las calificaciones intelectuales son esenciales. Así ocurre que muchos llegan a ese Sendero sin el equipo necesario, salvo sus grandes ideales y aspiraciones y se lamentan amargamente acerca de las condiciones exigidas, condiciones que por temperamento no están en condiciones de cumplir. Y preguntan: ¿No es nuestra devoción y amor lo suficiente para llevarnos a Dios? Ciertamente, es bastante, si se contentan con el Sendero de la Devoción, pero no es bastante para el Sendero Oculto, que es el de la Inteligencia preparada e iluminada. La mentalidad del iniciado tiene que estar muy bien preparada y adiestrada en la disciplina de la lógica y de la filosofía. Si carece de alguna de ellas, caerá en los más graves errores, porque siempre tomará la apariencia por la realidad. Contemplados metafísicamente, todos los planos de manifestación son diferentes tipos de existencia, y los cuerpos del hombre, sin exceptuar al físico, son diferentes modos de conciencia y diferentes tipos de organización de la energía. A menos que sepamos exactamente lo que es la conciencia y cómo se produce la captación o aprehensión, seremos incapaces de trasladar nuestra conciencia de un modo a otro.
El proceso puede compararse con la manera en que, en el arte musical, se transpone una pieza de una clave a otra. El amateur que puede improvisar un poco, puede muy bien ser capaz de realizar semejante transposición. El gran error en que puede caer el psíquico es el de confundir los planos, pensando en términos de uno cuando en realidad está funcionando en otro. Así es como obtenemos semejantes conceptos antropomórficos de Dios o del Universo Invisible. Y para prevenirlo contra estos errores está delineada la disciplina mental del iniciado. Sin embargo, por más verdaderos y claros que puedan ser nuestros conceptos metafísicos; por más claramente que reconozcamos el significado del cambio de modo de conciencia entre los planos, a menos que tengamos un control perfecto de nuestros pensamientos, no podremos impedir que una clase de conciencia fluya dentro de la zona de otra; causando así confusión. Todos sabemos, por amarga experiencia, qué difícil es mantener quietos y fijos nuestros pensamientos en la iglesia o en clase, impidiendo su divagación. Suponiendo que estuviéramos funcionando fuera de nuestro cuerpo, en el Mundo Astral y que nuestros pensamientos divagaran, nuestra posición en el espacio cambiaría inmediatamente, metafóricamente hablando.
Si estuviéramos pensando en la Magia Egipcia y nuestros pensamientos divagaran hacia la Magia Atlántea, veríamos que inmediatamente habríamos cambiado tanto de continente como de centuria. A menos de estar seguros de poder mantener un pensamiento firmemente en la conciencia durante un tiempo considerable sin divagar, sería inútil para nosotros tratar de llevar a cabo ninguna operación de ocultismo práctico. El neófito tiene, pues, que seguir un curso graduado de ejercicios mentales que tienen por objeto permitirle alcanzar un alto grado de concentración. Nadie es capaz de meditaci6n oculta si no puede meditar en una estación de ferrocarril mientras espera su tren. Esto implica dos cosas: el poder de absorberse profundamente en la meditación, olvidándose por completo del medio físico circundante, y el poder de mantener simultáneamente cuenta del tiempo y volver a voluntad. Sin el segundo poder el primero es peligroso y desorganizado y es causa de tantas incoordinaciones que se notan en algunos ocultistas. Se eleva la conciencia a un plano determinado inhibiendo todos los pensamientos y modos de conciencia que corresponden a todos los planos que se encuentran por debajo de él. Esto exige por supuesto, una concentración perfecta. Cuando el tren de asociación de ideas entre los diferentes planos queda completamente cortado, como cuando un actor se olvida súbitamente de su papel y se encuentra mudo en escena, la conciencia queda libre para funcionar fuera del cuerpo sobre el plano que haya elegido.
Pero enseguida nos vemos afrontados a otros problemas. ¿Cómo recapturaremos la conciencia una vez que la hemos dejado en libertad? No podemos ordenar su regreso por imperio de la voluntad, cuando ha tenido lugar una disociación completa, de la misma manera que el actor no puede ordenar a su lengua que proceda con su tarea. Tenemos que utilizar otro medio, y es el de poner el reloj despertador de la subconsciencia en la hora que queramos, lo que puede llamarse el sentido del tiempo. Esto, y solo esto, es lo que nos puede retrotraer al cuerpo, en la misma forma en que nos despertamos por la mañana. Todo el que se va a los planos internos sin establecer y fijar este sentido del tiempo, está corriendo riesgos indebidos y sus resultados pueden notarse con cierta frecuencia al ver el decaimiento o cambio de calibre que algunas veces ataca al estudiante de la ciencia esotérica, sea un místico o un ocultista; ha disociado su personalidad con el objeto de poder salir del cuerpo y entrar en los planos internos, y luego no le ha sido posible resintetizarla o restablecerla plenamente.
Entonces se encuentra viviendo parcialmente en los mundos internos y no es completamente consciente de su medio físico circundante, como tampoco es capaz de emplear sus modos de pensamiento. Por lo tanto, para él un pensamiento es una cosa y un deseo su propia realización. Finalmente, llegamos a la consideración del cuarto elemento en nuestra preparación y adiestramiento mental; el trabajo de la imaginación, la facultad de formar imágenes mentales; en otras palabras, lo que forma las matrices astrales. Si el trabajo de los tres aspectos anteriores ha sido realizado debidamente, encontraremos muy pocas dificultades en sintetizarlas en el cuarto. El procedimiento en sí mismo no presenta problema alguno, siempre que el trabajo preliminar haya sido debidamente ejecutado. Nuestra única preocupación debe consistir en formar esos pensamientos de acuerdo con las Leyes Cósmicas, porque si nos desviamos de ellas en nuestras operaciones, serán o peligrosas o inútiles.
Por esta razón el iniciado tiene que tener un conocimiento muy completo de la Cosmología Esotérica, porque tiene que trabajar y construir de acuerdo con las leyes del Cosmos, ya que él mismo, al intentar ese trabajo, se ha unido a las filas de los Arkones, Devas o Espíritus Constructores Solares, y la línea que separa a los Beni-Elojím (Elohim) de los Ángeles Caídos es muy angosta. Vemos, pues, que el equipo del Adepto es bastante extenso y que nadie sino aquellos que comienzan con cierto grado de capacidad y aptitud naturales, que estén acostumbrados a la disciplina y al régimen, y que, además, estén dispuestos a trabajar y a trabajar para vivir, tienen probabilidades de lograr su objeto. En cierta oportunidad nos dijo un Adepto, a cuyas órdenes tuvimos el privilegio de trabajar, que a menos que el hombre trabaje en Ocultismo como trabaja cuando quiere alcanzar las cimas de sus respectiva profesión, nunca alcanzará su objetivo. Existe un libro, que, sobre todos los demás, recomendaríamos a todo aspirante a la iniciación, y ese libro es el volumen pasado de moda y desdeñado del idealismo victoriano: "Ayúdate a ti mismo", de Samuel Smiles. Allí veréis como todos los grandes "pioneers" y precursores de la industria lucharon y trabajaron para lograr sus propósitos. Allí leeréis acerca de Pallissy, el gran alfarero, que quemaba los muebles de su casa para mantener encendido el horno, reduciéndose a la más miserable pobreza para recuperar los perdidos secretos del vidriado.
Y también leeréis allí que muy pocos de esos seres humanos recibieron recompensa alguna en su vida, sino que murieron pobres y olvidados. Su recompensa consistía en el conocimiento de la obra bien realizada y en los secretos arrancados a la Naturaleza para enriquecer a la humanidad. Como Prometeo, habían traído el fuego del cielo y los buitres les comían el hígado por toda recompensa. Y una vez que el estudiante haya meditado bien sobre todas estas cosas, entonces puede poner sus pies en el Sendero que conduce al Adeptado. Dion Fortune (1891-1946). Seudónimo utilizado por la sicoanalista freudiana Violet Forth. Fue miembro de la Orden del Alba Dorada (Golden Dawn), de la cual fue separada y funda la Fraternidad de la Luz Interna (Inner Light), institución que aún existe en nuestros tiempos.
Dion Fortune
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