miércoles, 29 de agosto de 2018

MALCHUS PORPHYRIUS (PORFIRIO)






Este filósofo, discípulo de Plotino, nació en Batanea, ciudad de Siria, en el año 233 de nuestra era, y murió en Roma en el año 304. Según él decía, había llegado a unirse con Dios una vez tan sólo en la vida; en cambio, Plotino, alcanzó tal gloria cuatro veces. Porfirio dice al hablar del alma que “El alma encarnada es como el viajero que ha morado muchos años fuera de su patria, y se ha olvidado por fin de las costumbres de su país para adoptar las extranjeras.

 Cuando el viajero vuelve a su patria, quiere que le reconozcan sus amigos y parientes, para lo cual trata de desprenderse de sus costumbres extranjeras, volviendo a sus hábitos e ideas primitivos. Cosa parecida le ocurre al alma, que, cuando se ve desterrada de su patria celeste y forzada a morar en una forma física, adquiere ciertos hábitos terrenos; mientras que, cuando quiere volver a su antigua manera de vivir, tiene que dejar todo lo que ha aprendido en su forma terrena.

Es preciso que se desembarace de la grosera máscara física que la envuelve, y también de las envolturas más sutiles, para que pueda entrar, en estado de desnudez, en el reino de la felicidad. “El hombre bebe el agua del olvido de su condición pasada en las dos fuentes emponzoñadas del dolor sensual y del placer sensual, perdiendo de vista su destino futuro. La acción de esas fuentes, principalmente la de la del placer sensual, engendra los deseos y las pasiones que atraen al alma a la materia, y se convierten en las causas de las encarnaciones sucesivas. De este modo se ve el alma prisionera del cuerpo y se densifica el vehículo etéreo. Por lo tanto, hay que evitar todo lo que excite la sensualidad, porque cuando ésta entra en actividad, pierden su poder la razón y la inteligencia. No hay que comer nunca carne, porque excita la gula, sino solamente lo que nos alimente sin excitarnos. Los alimentos superfluos y sobre todo la carne, refuerzan los lazos que unen al alma a la materia y la separan de la Divinidad y de las cosas divinas.

 El sabio, que es sacerdote de Dios, debe esforzarse en desprenderse de todas las impurezas, mientras viva en el templo de la Naturaleza. Jamás debe dar hasta tal punto su dignidad al olvido que se acerque a la Fuente de toda la Vida, llevando un cuerpo que sirva de tumba a cadáveres de animales. Solo debe nutrirse con los productos puros que le proporciona la madre tierra. Si pudiéramos prescindir de comer, nos espiritualizaríamos cada vez más.” Porfirio dice hablando de la diferencia entre las cosas corporales y no corporales: “Lo No-Corporal dirige al cuerpo, y está presente en todo en potencialidad, aunque no espacialmente.

 La existencia corpórea de las cosas no impide que lo incorpóreo esté presente en aquellas con que quiera relacionarse. Por consiguiente, el alma posee la facultad de extender su actividad por donde desee. Su poder es ilimitado, y cada una de sus partes puede estar presente por doquiera independientemente de las condiciones especiales, con tal de que sea pura y no la adultere la materia. No sólo obran las cosas sobre sí mismas entrando en contacto con sus formas corporales, sino que, cuando tienen alma, obran también a distancia, pues los elementos superiores del alma existen por doquiera y no pueden encerrarse en un cuerpo como un animal en una jaula, o un líquido en un frasco. Siendo el alma universal una e idéntica al Espíritu supremo e infinito, puede descubrirlo y engendrarlo todo por el poder de éste. Las almas individuales pueden hacer lo mismo si se purifican y libertan del cuerpo. “Como el reino del alma es semimaterial, sus habitantes poseen formas semimateriales (astrales).

Unos son buenos y otros malos; unos, sienten simpatía por los hombres; otros, les aborrecen. Todos tienen cuerpos etéreos y cambiantes. Los buenos son dueños de sus deseos y de sus cuerpos, pero los malos están gobernados por sus deseos y sus cuerpos. Son estos habitantes los que ejercen las influencias invisibles, buenas, malas, divinas, diabólicas o animales; los que engendran con su actividad interior las pasiones, los vicios, los deseos y las virtudes en el alma de los mortales. Cuanto peores son, más próximas están sus formas al estado corporal. Viven de las exhalaciones de la materia; incitan a los hombres que maten y asesinen a los animales; se alimentan de los vapores que se elevan de las víctimas, y engordan absorbiendo la substancia etérea de los moribundos. Por eso siempre incitan a los hombres a la guerra y al crimen, reuniéndose en masa en los lugares en que se matan los hombres y los animales”.

 Porfirio ridiculiza la creencia de que, siendo los dioses superiores y más sabios que el hombre, puedan ser halagados, persuadidos y forzados a someterse a la voluntad humana. Niega que la clarividencia, la profecía, etc., provengan de una inspiración de los dioses externos, y afirma, en cambio, que son las funciones del Espíritu Divino en el hombre, y que el ejercicio de éstas es posible cuando el alma se pone en condición de ejercerlo. “La conciencia humana se puede centrar en su forma física o fuera de ella. Según los casos, un hombre puede estar, por decirlo así, fuera o dentro del cuerpo, o en un estado en que no se halle ni dentro ni fuera, pero en que goce de los dos estados a la par.” Dice que también hay innumerables seres invisibles que toman toda clase de formas, apareciéndose como dioses, hombres o demonios, y que se gozan en mentir, pretendiendo ser las almas de los difuntos. Aseguran que Porfirio se levantó (levitación) varias veces hasta diez varas de altura mientras meditaba, apareciendo, entonces, circundado de luz dorada. “Los dioses están presentes por doquiera y aquel cuya alma está llena de una influencia divina con exclusión de toda influencia inferior, es, en tal momento, el dios que representa esta influencia y poses sus ideas y atributos. Es imposible concebir intelectualmente y expresar con palabras la naturaleza de la unión del alma con Dios. Quién realiza esta unión es idéntico a Dios, en la misma divinidad, y no hay diferencia entre él y ella. No se invoca a los dioses con plegarias, sino elevándose hacia ellos por la aspiración y el esfuerzo, uniéndose a ellos por el poder omnipotente del amor."

 Franz Hartmann

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