(Escrito
y publicado por primera vez en 1928 en el
periódico "New India")
TODO VA BIEN. Al observar el mundo de hoy, no
poco optimismo se necesita para pronunciar las tres palabras que encabezan
estas líneas. Y ciertamente algunos podrían decir que más que optimismo se
necesita ser ciego a los hechos para poder decir: Todo va bien.
Estoy de acuerdo en que desde el punto de
vista del tiempo y de lo relativo, todo no marcha bien, de ningún modo. Y como
la mayoría de la gente tiene el deber de vivir en términos del tiempo y de lo
relativo, es justo y propio que juzguen de conformidad. Conviene que la mayoría
de la gente se afane, se sienta molesta, preocupada, infinitamente triste, y
hasta desesperada, de que tantísimas cosas no marchen bien, pues tal estado de
mente y sentimiento es necesario estímulo para la actividad de ellos. Su
disposición a servir depende en no pequeña medida de que aprecien agudamente y
de corazón los males, miserias, injusticias, y sientan el fuerte anhelo de
aminorarlas por todos los medios posibles. El aguijón de la compasión
impaciente es vital para el servicio, hasta cierto punto de la evolución. Todo
esto, sin embargo, contiene en sí cierta cantidad no pequeña de personalismo.
Ayudamos porque no podemos soportar la vista del desamparo. Tratamos de aliviar
a los que sufren porque no podemos soportar verlos, sufrir. Luchamos contra las
tristezas de la vida, tanto por librarnos de su reacción como por ayudar otros
a salir de ellos. Y no hay nada malo en esto .Por el contrario, es natural, y
si bien es personal hasta cierto grado, presta servicio muy definido a otros.
Empero, debe declararse francamente que
mejor aún que el servicio personal es el servicio impersonal, y mejor que
perturbarse, afanarse, preocuparse y entristecerse, es saber que toda actividad
es obra del Único Hacedor, que todo ocurre dentro de Su conciencia omniabarcante,
que vivimos en Su mundo, y que El está guiando Su mundo hacia la meta que El le
ha preparado. Cuando vivimos en El, dejamos de estar ansiosos, dejamos de
afanarnos. Mientras no vivamos así en El, es natural que nos afanemos pues aún
no hemos adquirido confianza en la Ley; y la confianza en la Ley no puede
venirnos mientras no hayamos llegado a ser parte de la Ley. Mientras no hayamos
logrado esto, son inevitables la angustia y la ansiedad, y ellas tienen una
función que llenar.
Pero ¿no hay unos pocos de nosotros que por
lo menos sabemos estar en paz y felices bajo la mayoría de las circunstancias,
y apenas unos golpes especiales nos sacan de nuestro equilibrio normal? ¿No hay
uno o dos a quienes nada puede sacar de la tranquila paz, a quienes ninguna
tempestad, prueba o tribulación pueda conmover? Paz inconmovible, sean, cuales
sean las circunstancias externas, es el mayor don que un verdadero servidor de
la Patria puede hacer en estos tiempos a la India; pero hay apenas unos pocos
que pueden ofrecer este don. Sin embargo, la paz inconmovible, el sempiterno
gozo, la permanente calma y dichosa confianza, permiten al Hacedor. Único hacer
Su Voluntad como ni El mismo podría hacerla de otra manera por más Señor de
Voluntad que sea.
Un solo servidor imperturbado, totalmente
sereno, que refleje en el mundo externo de excitación y conflicto Su
trascendente Paz y Poder, es un bien de incalculable precio. Centenares de
trabajadores devotos, sinceros, expertos, y sin embargo llenos de ansiedad, de
inquietud, y desengañados, inciertos, y faltos de confianza, por muy admirable
que sea su labor, no valen todos juntos lo que un alma grande a quien nada
puede tocar, que es la incorporación de la Voluntad del Señor, y trabaja
incesantemente por hacer Su Voluntad contra todo viento, seguro en el firme
conocimiento de que la Meta está segura, y sabedor de que los pequeños
episodios que llamamos derrotas y victorias no son sino las pulsaciones, las
palpitaciones de Su marcha siempre adelante hacia la Meta que El Mismo se ha
fijado.
Al observar a la India durante el último
medio siglo, hay mucho que deplorar desde el punto de vista limitado y personal.
India podría, pensamos, haber viajado más rápidamente en esta y aquella
dirección. Al observar a la India hoy puede desesperarnos que X sea fon ciego a
sus deberes, que A y B y C no se den cuenta de la suprema importancia de tomar
esta o aquella medida. —Podemos—deplorar apasionadamente la ausencia de esto, la
presencia de aquello. Es bueno, sin duda, es propio, sin duda, que algunos
juzguen así, pues el trabajo ha de hacerse, si no por un motivo entonces por
otro. Los violentos balanceos del péndulo vital entre los pares de opuestos son
una etapa necesaria en la vida, que tiene sus funciones, su lugar y sus propósitos.
Sin embargo se necesita que haya unos pocos que no sean movidos por esto o por
aquello, que tomen las cosas como vengan, sean como sean, que vivan totalmente
serenos tanto en medio de lo llamado desastre como en medio de lo llamado
triunfo. ¿Acaso El no lo sabe todo? ¿No ha sabido El todas las circunstancias
que nosotros estamos descubriendo, e innumerables otras de las que nosotros no
sabemos nada? ¿No está todo dentro de Su Voluntad omnisciente? ¿No podemos
algunos de nosotros por lo menos trabajar con esfuerzo infinito, con tremenda
energía en ese sentido, permaneciendo
firmes como una roca... y sin embargo
indiferentes a lo que suceda? ¿No podemos
algunos de
nosotros vivir en el
mundo de las Causas, dándonos cuentera de que la energía que se gaste en ese mundo
está infinitamente mejor gastada que en deplorar o afanarse por los fenómenos
en el mundo de los efectos?
Conforme es el mundo de las causas, así llega a ser el mundo de los efectos. Empleemos
nuestras energías en ese mundo, entonces
podremos ignorar tranquilamente el mundo de los efectos.
Recordemos que si podemos estar felices en
todo tiempo, sin que nada nos conturbe, estamos en realidad siguiendo? el
camino más rápido para enderezar las cosas
que creemos "marchan mal".
Cuando nos afanamos por algo, le damos más
fuerza con ese mismo afán conque la alimentamos.
¿No tenemos algunos de nosotros amplias
razones para: estar felices, pues
sabemos que la India: está en el umbral de su Libertad y sabemos que el mundo
está entrando en una Edad Dorada? ¿No sabemos que es- tas cosas han
de venir? ¿No sabemos que toda esta lucha tendrá un triunfante
final? Aunque no supiéramos estas cosas,
o aunque no fueran verdad
ellas, no importaría. No importaría si la Libertad de India hubiera de
posponerse. No importaría si el mundo tuviera que esperar algún
tiempo por su
Edad de Oro. Nada importa, si vivimos para hacer Su Voluntad, si
luchamos por conocerla y expresarla,
dejando que El ordene el modus operandi de nuestra
devoción. Su Amor es lo que rige al mundo,
y en Su
Amor está creciendo
el mundo.
Atacados aquí, vilipendiados allá, regocijémonos.
Aunque todo el edificio se desmorone
sobre nuestras cabezas, y aunque lo que el mundo llama derrota y; desastre nos
sobrevenga ¿no nos regocijaremos? ¿No nos regocijaremos sabiendo que no hay
derrota ni desastre; para Aquel que es el Gran Victorioso? ¿No sabemos que mientras luchamos por hacer Su
Voluntad, triunfamos aunque sea en medio del desastre, y triunfaremos aún en la
ignominia? ¿Qué son para El las cosas que llamamos catástrofes? ¿Qué es para El
lo que llamamos derrota? El no conoce la derrota. ¿Se nos abandona y traiciona
por todos lados? ¿Qué importa un millón de traiciones, una miríada de
deserciones, si con pureza de corazón nos mantenemos a Su lado? Con lealtad a
El, la traición y la deserción son ilusiones. Con servicio abnegado a El, el
llamado fracaso es una ilusión. Solamente no es ilusorio el fracaso cuando no
nos entregamos íntegramente al servicio de El, y solamente no es una ilusión la
deserción cuando apenas nos dedicamos a El en parte. Un optimismo gozoso,
combinado con intensa energía, es un signo claro é inequívoco de que vivimos en
el Hacedor Uno, de que El puede hacer Su Voluntad por medio nuestro, si tenemos
cuidado de que ni el más leve destello de ansiedad, afán o depresión, altere la
firme calma del instrumento que quisiéramos ser en Sus Manos, y de que ni la
más tenue sombra de personalidad amelle el filo de la herramienta que
quisiéramos ser para El.
Que haya algunos de nosotros que así trabajen
para El, esforzándose por conocer Su Voluntad, trabajando ahincadamente por
cumplir Su Voluntad tal como la conozcamos, aceptando dichosamente todo lo que
nos venga mientras trabajamos para El. Cuando entendamos mal, que nuestros
esfuerzos reaccionen contra nosotros, nos revuelquen por el suelo, si es
necesario, y nos pisoteen. Cuando hayamos entendido rectamente, el resultado
será el que El quiera, y El sabe mejor. Que algunos de nosotros trabajemos con
todo el corazón, con todas nuestras fuerzas, para que Su Voluntad fructifique
más pronto. Que algunos de nosotros sirvamos a nuestros países por El, más que
por nuestros países, o por nuestro concepto de nuestro país. De esta manera
estaremos sirviéndole a nuestra patria con máxima lealtad.
Annie Besant
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