miércoles, 6 de marzo de 2019

EL SIMBOLISMO / EL CENTRO



Se puede considerar el mundo desde dos puntos de vista: el racionalista, que enfoca hechos que aumentan continuamente y tienden a la fragmentación y dispersión; o el punto de vista central, en el que el hombre lucha por alcanzar un centro espiritual que es al mismo tiempo el centro de sí mismo, del mundo, y de todas las cosas. El hombre se siente instintivamente el centro del mundo pero, como dice Mircea Eliade, no debemos visualizar este centro en un sentido geométrico; el centro concierne a la experiencia y, por lo tanto, hay un número ilimitado de centros, muchos de los cuales son llamados incluso el "Centro del Mundo". 

Los encontramos en todas las grandes tradiciones y simbolizan el "espacio sagrado", que es un centro cósmico, un lugar de renovación e inmortalidad. En la vida, la búsqueda espiritual ha significado siempre el descubrimiento de este sagrado centro interior. Primeramente el hombre, como todos los grandes héroes que partieron en busca de una meta ideal -Ulises, Parsifal, los Buscadores del Santo Grial- viaja hacia el exterior, hacia la circunferencia, el reino de la manifestación, de la creciente fragmentación. Desde la circunferencia solo puede obtenerse una visión limitada: por consiguiente, desde ese punto, cualquier perspectiva, por el hecho de ser parcial también es, en cierto sentido falsa. 

Después de infinitas dificultades, pruebas y aventuras, durante las cuales el Buscador suele recibir la ayuda de distintos guías, llega a un punto en que comprende que la Verdad, el Reino de los Cielos, está adentro, en lo interior, e inicia el viaje de regreso al centro. Podríamos decir, citando a T. S. Eliot, que es necesario recorrer un largo camino y hacer frente a muchos escollos para llegar finalmente a un lugar que en realidad uno nunca ha dejado. El centro es el punto desde el cual puede abarcarse todo en su integridad, en su Totalidad. Estar "fuera del centro" implica error, desorden y falta de armonía. 

El centro es también el punto de reunión o confluencia en el que cualquier estado puede modificarse. El simbolismo del centro está estrechamente relacionado con el del laberinto - una estructura sumamente antigua y muy difundida; el más famoso es el de Cnosos, donde el rey Minos había confinado al Minotauro. Teseo, el legendario héroe-salvador, sigue el camino que va de la circunferencia al centro, guiado por el hilo dorado que le ha dado la hermosa Ariadna para que recorra el laberinto sin perderse. En este mito, Teseo representa al héroe masculino que, es ayudado por los poderes femeninos de la sabiduría y la intuición, y ambos cooperan para dar muerte al monstruo de naturaleza salvaje y sub-humana. 

En términos psicológicos, Ariadna representa el alma o psique, la cual proporciona el hilo dorado que trae de vuelta al hombre sano y salvo después del encuentro con la Bestia, que representa las fuerzas oscuras de la naturaleza. El regreso al centro es un símbolo del Paraíso Reconquistado, del acto de alcanzar y re-establecer la perfección original de la que se disfrutaba antes de la Caída, un estado en que dioses, hombres y animales vivían en perfecta armonía y hablaban el mismo lenguaje. 
Pero una vez más el centro es difícil de alcanzar, y el camino está sembrado de escollos y duras pruebas. Hay laberintos en lugares que fueron escenario de antiguos ritos, y aparecen también en iglesias y catedrales, como la de Chartres, cuyos laberintos, según se dice, eran "recorridos" como una suerte de peregrinaje por quienes no estaban en condiciones de emprender largos viajes hasta los lugares sagrados. 

El laberinto representa también las perplejidades y obstáculos que enfrenta la humanidad en el viaje a través de este mundo durante el cual deberá ir abriéndose camino mediante el propio esfuerzo individual y la ayuda del divino hilo de la sabiduría. El hombre toma muchos caminos oscuros que parecen no tener salida y comete múltiples errores, hasta que descubre ese divino conocimiento que lo guía por la buena senda. 

El hilo de la vida 

El hilo es también el hilo de la vida, del destino humano; ata al hombre a su destino, pero al mismo tiempo le permite ponerse en comunicación con la divinidad. Los griegos lo llaman el Hilo Dorado de Zeus, una cadena dorada que era el eslabón entre el cielo y la tierra. El símbolo del hilo está inevitablemente relacionado con la trama de la vida, que es entretejido por los poderes divinos. 
La representación más antigua de este símbolo era la Gran Diosa Madre, que tejía el hilo de la vida y del destino. Frecuentemente se la representaba como la Araña Cósmica, la Creadora, que hila los hilos extraídos de su propia esencia y lo envuelve todo en esa urdimbre. 

La araña que se encuentra en el centro de la telaraña representa el centro universal, mientras que la tela es el plano cósmico. 
La telaraña suele ser asociada también con el laberinto: es el peligroso camino que hay que recorrer para llegar al centro. La hilandera no puede separarse nunca de su hilado, ni el Creador de la criatura creada; están ligados para siempre por el pasado, el presente y el futuro; y este proceso no finaliza con la "muerte" física: continúa eternamente por el efecto de la ley del Karma, a través de una serie indefinida de vidas sucesivas. Sin embargo, este simbolismo encierra una paradoja, puesto que las deidades que atan, son también las deidades que liberan: el yoga, que significa "yugo y unión", y la religión, que significa "reunir", brindan los medios para conquistar la libertad absoluta cuando se alcanza el centro y se encuentra el camino de la realización o la iluminación. 

En los templos e iglesias, el altar es el centro sagrado, tanto en el tiempo como en el espacio, mientras que cada recinto sagrado representa el centro del mundo espiritual, el lugar de unión de los tres mundos, porque está en contacto con la tierra, los cielos y el mundo subterráneo. 
Las cúpulas de los templos y las finas espiras de las catedrales simbolizan el anhelo de ascender al cielo; son el vínculo o nexo vertical entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre. La nave principal del templo se extiende horizontalmente sobre el plano de la existencia y la experiencia humanas, mientras que la cripta o bóveda subterránea representa la matriz oscura, la muerte y la resurrección. 

El hogar 

En la casa, el hogar simbolizaba siempre un centro espiritual interior. E1 retorno del viajero errante, del aventurero y del peregrino representa el viaje de regreso al hogar y a la casa paterna. El hogar se encontraba tradicionalmente en el centro de la habitación: en las antiguas viviendas griegas tenía forma circular y ocupaba literalmente el centro de la casa, mientras que el humo salía por el ápice, como lo hace aún en las tiendas de los nómades. 

En el hinduismo, el hogar circular védico representa la tierra, la morada del hombre, y el fuego es el reino de los dioses y del espíritu, aunque este simbolismo del hogar corno asiento del espíritu del fuego tiene carácter universal. La posición central del hogar se refleja en la palabra latina focus y en la francesa foyer, ya que el hogar es el punto focal de los ritos que se celebran en la casa familiar. 
En el libro Dawn of History Keary escribe: “El hogar estaba en el centro de la casa; para cada miembro de la familia el hogar era, por así decirlo, el umbillicus orbis, el ombligo de la tierra... A su alrededor reuníase toda la familia para compartir la comida y el calor de la lumbre, y era el lugar de honor reservado para el huésped o el visitante ocasional." La herradura es un símbolo de protección. Representa los cuernos de la media luna de la Gran Diosa Madre. Los cuernos siempre han sido símbolos de poder y protección, mientras que el caballo, como veremos, tiene un significado altamente simbólico. 

Los umbrales de algunos recintos especialmente sagrados, cono los templos o ciertos lugares donde hay algún tesoro escondido, eran custodiados por feroces monstruos, dragones, serpientes, perros y leones que permanecían allí para ahuyentar a los enemigos y a las influencias adversas. 
Tenían, al mimo tiempo, otra finalidad, puesto que representaban los escollos y dificultades que es preciso superar para ingresar al recinto sagrado o alcanzar el centro o tesoro espiritual. 
Ahuyentaban también a las criaturas indignas, a los timoratos e indiferentes, y a aquellos que no estaban dispuestos a arriesgarlo todo en la búsqueda del centro y de la sabiduría. 

La puerta era asociada también con el paso de un estado a otro, con el ingreso a una nueva vida y con la búsqueda de refugio y amparo bajo la sombra protectora del poder femenino. Pero la puerta tiene la significación adicional de la esperanza, la apertura y la oportunidad un simbolismo compartido con la ventana, la cual no solo implica apertura y oportunidad, sino también expansión de la perspectiva y de las posibilidades de concientización. 

La escalera equivale obviamente a la ascensión e indica, por lo tanto, la posibilidad de pasar de un estado de conciencia a otro de trascendencia. Subir una escalera denota el ascenso a los cielos. 
La escalera en espiral simboliza, por un lado, el movimiento del sol y, por el otro, lo misterioso, lo desconocido, el futuro, mientras que los peldaños representan la capacidad de ascender a planos superiores, y en este sentido se relacionan con los distintos pasos o etapas de los ritos de iniciación. Subir y bajar escaleras, como en el caso de la escala de Jacob, representa el tránsito bidireccional entre los poderes terrestre y celestial. Antes de la Caída Había una escala que posibilitaba la constante comunión entre Dios y el hombre, pero después de la pérdida del paraíso la comunicación quedó rota, la escala desapareció y ahora el hombre solo podrá encontrarla a través de las ceremonias iniciáticas o la búsqueda del Paraíso Perdido, es decir, el retorno al Centro. 

Puesto que la casa representa la fuerza femenina envolvente y protectora, entrar en ella es entrar en el dominio femenino que además de brindar protección, proporciona el alimento que nutre y la vestimenta que da abrigo y calor. La provisión de estos elementos concierne a la mujer, personificada por la Madre, la Gran Madre Nutricia, la Madre Tierra. 

El pan y la sal 

El pan y la sal son dos de las necesidades básicas de la alimentación del hombre; juntos simbolizan la bienvenida, la hospitalidad y la buena fe. Sentarse a la mesa de otra persona, compartir con ella el pan y la sal, equivale a dar y recibir hospitalidad, e impone inmediatamente obligaciones, tanto al dador como al receptor: une a ambos con lazos de amistad y debe excluir toda posibilidad de que se hagan daño. Al entrar en casa extraña, el viajero no solo se protege del frío (o del calor, según el caso), sino también del posible ataque de las hostiles y peligrosas fuerzas del mundo exterior. La casa es para él un refugio y se sentirá doblemente seguro si le ofrecen el pan y la sal. 

La sal es un símbolo de lo incorruptible; por lo tanto, se la asocia siempre con la permanencia y, por extensión, con la inmortalidad. También simboliza la sabiduría, el valor supremo. Cuando decimos "tiene toda la sal de la tierra" o "no vale la sal que come" nos referimos respectivamente a la persona dotada de los más nobles y puros sentimientos o a un ser inútil y despreciable. Más tarde, la sal fue asociada con la gracia chispeante -ya que toda comida sin sal tiene un sabor soso e insípido- y, por ende, con el ingenio, cuya agudeza se refleja en la expresión "tiene mucho salero al hablar". 
La sal no solo era un símbolo de la inmortalidad. sino también de la verdad. Culturas tan disímiles como la romana y la escandinava ponían sal en la lengua de los recién nacidos y en el agua bendita de las ceremonias de bautismo o consagración, mientras que en los ritos funerarios la sal protegía a los muertos, ahuyentando a los malos espíritus. 

El pan es también un símbolo de vida. Es el alimento del cuerpo físico, pero una vez bendecido y consagrado en las ceremonias religiosas se convierte en alimento del alma. Desde tiempos inmemoriales se consideraba que al comer algo se comparten y absorben los atributos de la cosa ingerida. El ejemplo más elemental es el del canibalismo en que el hombre devora la carne de su enemigo. Esto no solo representa el triunfo del vencedor sobre el enemigo al que ha dado muerte, sino también la transmisión de los poderes del vencido a través de la carne y su absorción por el organismo. De igual modo los peces, que simbolizan la fecundidad y son muy prolíficos, formaban parte de la alimentación del hombre para inducir la fertilidad. 

El pescado era infaltable en los festines en honor de la Diosa Madre, representada especialmente bajo la figura de Artemisa/Atargatis (cuyo hijo, Ictis, era el pez sagrado), Isis y Venus

La Madre es también la Divinidad Lunar, Reina de los Cielos. Ella controla las aguas y en su día, que era el viernes, se comía pescado en su honor. Los sacerdotes de Atargatis tenían estanques especiales destinados a la cría del pez sagrado, y el pescado era el alimento eucarístico por excelencia. 

El huevo 

El huevo es un símbolo universal de la creación y la vida y, por lo tanto, de la resurrección. 
En las ceremonias de iniciación simboliza el "nacido dos veces": la postura del huevo es el primer nacimiento y su incubación el segundo. La idea de que el mundo empezó con el Huevo Cósmico es tan antigua como universal. Simbólicamente se lo representa por la esfera, el Gran Círculo: es el principio de todas las cosas y el oculto misterio de la existencia, pues encierra dentro de sí el universo entero y todas sus posibilidades. 
En él están contenidos, pero unificados, todos los opuestos, lo cual se manifiesta en el conocido símbolo chino del yin-yang. 

Las tradiciones hinduista y egipcia destacan particularmente el huevo como fuente de toda la creación. En la primera, el pájaro divino depositaba el huevo cósmico dorado en el seno de las aguas primordiales. De este huevo salía Brahmá, y sus dos mitades formaban el cielo (la mitad superior) y la tierra (la mitad inferior). El árbol cósmico se representa a veces como si creciera del huevo dorado que flota en las aguas del caos. En la tradición egipcia, el ave del Nilo, la oca, pone el huevo cósmico del cual fue incubado Ra, el dios Sol. Las dos mitades del huevo incubado aparecen también en el mito griego, donde eran usadas como casquetes por los Dióscuros, nacidos del huevo depositado por Leda, quien fue fecundada por Zeus, que para seducirla tomó la forma de un cisne. 
En China la yema del huevo simboliza el cielo y la clara la tierra. 

El huevo también está estrechamente relacionado con la serpiente. Según una alegoría egipcia alternativa, Kneph, la Serpiente, generaba en la cavidad bucal el huevo cósmico, que simbolizaba el Verbo. Para el orfismo, el huevo era el misterio de la vida, de la creación y la resurrección. 
Con frecuencia se lo representaba rodeado por Uroboros, la serpiente enroscada que se muerde la cola con los dientes, una figura que en sí misma simbolizaba toda la potencialidad, la totalidad y la unidad primordial. 

Los druidas denominaban al huevo cósmico "Huevo de la Serpiente". Según la concepción de los alquimistas, la flor blanca, de plata, que representaba lo femenino, y la flor roja, de oro, que representaba lo masculino, estaban contenidas dentro del huevo, y al mismo tiempo surgían de él. Para los filósofos, el huevo simbolizaba la creación. Como veremos más adelante, el huevo de la creación y la resurrección está estrechamente asociado con la Festividad de Primavera de la nueva vida que se celebra durante la Pascua.

J. C. COOPER

No hay comentarios:

Publicar un comentario