El credo materialista se condensa en los cuatro
siguientes postulados:
I. Solamente existe la materia.
II. La materia no se destruye. Se conserva
indefinidamente.
III. La energía es inseparable de la materia y se
conserva como esta.
IV. La inteligencia es un producto de la materia.
a) Sabemos por la ciencia que la materia está compuesta
de moléculas, estas de átomos y estos de electrones.
b) Los electrones son cargas eléctricas positivas o
negativas, es decir unidades de energía componentes y últimos elementos de la
materia. Luego la materia es energía condensada hasta hacerse tangible. Y la
energía es materia sublimada.
c) Si la inteligencia (y demás manifestaciones psíquicas)
es un producto de la materia, no puede producirse hasta que esta se haya
constituido. Luego el electrón no es inteligente ni produce inteligencia.
d) Pero si admitimos que el electrón es inteligente o
capaz de producir inteligencia, entonces deducimos que la inteligencia es antes
que la materia, y con ello queda desvirtuado el postulado IV. Y tendríamos que
afirmar que antes de que exista la materia, hay una energía inteligente.
e) Si por el contrario, admitimos que el electrón no es
capaz de inteligencia, hay que admitir una inteligencia exterior a él capaz de
ordenarle con los demás electrones para constituir la materia.
(Para mejor visualización ticlee la imagen)
Y entonces queda como falso el postulado I. Los
postulados materialistas son pues contradictorios.
f) En ambos casos hay que admitir la, existencia de una
inteligencia anterior a la materia. La diferencia estriba en que esta inteligencia
esté en el electrón o sea exterior a él.
I. Primer caso. (Deducido del postulado IV). El
electrón no es inteligente. Esto quiere decir que obra solamente en razón de su
carga elemental, positiva o negativa. Lo cual no basta a explicar por que se
une un determinado número de electrones (siempre el mismo) para formar el átomo
de cada elemento químico; ni por que se une un determinado número de átomos (y siempre el mismo) en determinada posición
(siempre la misma) para formar la molécula de cada cuerpo químico. Y pues en
todo este proceso de combinaciones de electrones, átomos y moléculas, hay
predeterminación y finalidad (intención) a más de una ley matemática que rige
la formación de la materia, no queda otro remedio más que admitir la
existencia de una esencia inteligente que lo precede y ordena. Y surge como una
necesidad racional el concepto del Principio Creador.
II. Segundo caso. El electrón es inteligente. En esta
hipótesis, la inteligencia de cada electrón, de acuerdo y en colaboración con
la de los demás electrones, forma los átomos, las moléculas, las substancias
químicas, los seres organizados, los elementos donde han de vivir, el hombre,
en fin, con una inteligencia capaz de descubrir al propio electrón que le ha
creado, y.. en una palabra al Universo entero con su armonía y finalidad. Esto
es convertir al electrón en un ser omnisciente y omnipotente: ¡El
electrón-Dios! Y se daría el absurdo de que la parte ha creado al Todo. Pero
aun dentro de este absurdo, siempre resultaría que la materia es posterior a
la inteligencia del electrón.
Y la única verdad que se deduciría de tal premisa es que,
el electrón estaría animado por una inteligencia ordenadora capaz de
condicionar y someter sus elementales fuerzas de atracción y repulsión, a
leyes matemáticas físico-químicas. Así pues, hasta por el camino de una
hipótesis ab absurdum, aparece de
nuevo el concepto racional del Principio Creador.
Las Leyes Naturales. Mucho más difícil es que el
materialista se explique la existencia de las Leyes de la Naturaleza sin
admitir una Inteligencia primordial que las haya estatuido. Por que, si las
Leyes de la Naturaleza son un producto de la materia, mal puede ésta haberse
constituido y agrupado según las Leyes Naturales. Y si realmente la materia no
ha hecho más que obedecer a Leyes naturales, es por que éstas le han precedido
en el orden de creación y proceden por tanto de una Inteligencia Ordenadora.
d) DE LO SOBRENATURAL
Constitución del átomo. A.
Núcleo formado por varios protones positivos (a) (en este caso 8) y un número
de electrones negativos (b) (en esto caso 3) llamados esenciales. C. Electrón
satélite negativo.
La carga positiva del átomo se
halla representado por la diferencia entre la carga positiva de los protones y
la carga negativa de loa electrones esenciales. El átomo se halla
eléctricamente neutralizado, por que la carga positiva del núcleo es igual a la
negativa del conjunto de electrones satélites. (Tenida cuenta de que la carga
de un protón es equivalente a la de un electrón).
Según los teólogos, un "milagro" es una
suspensión de las leyes de la Naturaleza, para la producción del cual basta
que Dios suspenda su concurso para que obre la causa segunda; con lo cual a
esta le falta el requisito esencial de su acción.
El concepto de lo sobrenatural es explicado por la
teología de la siguiente manera:
1º) "Las "causas naturales" producen
necesariamente ciertos y determinados efectos cuando se encuentran baja todas
sus condiciones esenciales, entre las cuales debe contarse muy particularmente
la de querer concurrir con ellas a su acción la Causa Primera".
2°) "Las causas naturales dejan de producir
necesariamente los determinados efectos indicados, cuando les falta algunas de
las condiciones esenciales para las mismas; y la ausencia de estos efectos
será un verdadero milagro cuando la única condición esencial para obrar que les
falta es la sustracción del concurso divino, que por razones de su infinita
sabiduría les puede negar la Causa Primera".
3º) "Hay cosas sobrenaturales intrínsecamente
o divinas como Dios mismo y todo lo que participa de su esencia: la gracia
divina y la visión beatífica. Y otras extrínsecamente sobrenaturales, por razón del modo sobrenatural con que
son producidas: como, por ejemplo, la revelación, el milagro, la profecía y el
misterio".
Ahora bien; como
leales rebuscadores de la verdad, hemos de desplegar toda nuestra prudencia
góstica y hacernos las siguientes consideraciones:
Estimamos que no puede haber duda alguna sobre la auténtica
sobrenaturalidad de Dios, puesto que es anterior a la Naturaleza y creador de
sus Leyes y criaturas.
Si Dios es un Ser "incomprensible" para la
mente humana, es difícil, por no decir imposible, asegurar si ha entrado en sus
designios en algún caso, negar o no su concurso a la acción de las causas
naturales.
El que un hecho no pueda ser explicado por las leyes
naturales conocidas (como el fuego que no quema o el objeto pesado que no cae),
no nos autoriza a asegurar que es milagroso, puesto que tampoco podemos
abrigar la pretensión de conocer todas las leyes naturales. Los
"fakires" andan por el fuego sin quemarse[1]
y los ejemplos de levitación o tipología son frecuentes y conocidísimos en las
sesiones de metapsiquismo y hasta perfectamente bien explicadas por Crativford
con su famosa palanca de fluido bio-magnético.
Es sensato pensar que hay leyes naturales que aun
desconocemos, y prudente reservar el juicio ante un hecho extraordinario. Hoy
día pueden explicarse perfecta y científicamente dentro de las leyes naturales
conocidas, muchas cosas que antes se tenían por sobrenaturales. El Dr. Richet
fundó su "Metapsíquica" y publicó su obra para explicar estos
fenómenos.
Dios puede negar su concurso a la acción de las causas
naturales para que éstas no produzcan los efectos previstos. El Ser omnipotente
que ha creado el Universo, puede en uso de su libre voluntad hacer esto y
mucho más. Pero es dudoso que Dios suspenda sus propias determinaciones del
orden natural, con objeto de sorprender al hombre con fenómenos
extraordinarios e inexplicables para sugerirle la fe. El hombre que por la
observación y la meditación de las maravillas de la Naturaleza no sea capaz de
intuir la existencia de un Principio Creador y una Inteligencia ordenadora, no
creerá con mucho más fundamento ante la presencia de un hecho que no sabe
explicarse. Es mejor motivo de fe el explicarse un hecho nuevo que el observar
un hecho que no se puede explicar.
Lo extraordinario puede dar la medida de la ignorancia
humana, más que la de un designio divino que no nos es dable asegurar. La
teoría de lo sobrenatural puede ser una creación de la mente del hombre para
irse explicando lo que ignora; pero sus límites se van reduciendo según aumenta
el caudal de sus conocimientos.
La fe en Dios no pierde nada por que aceptemos la
afirmación de Blavatsky: "No existe milagro divino ni diabólico que esté
por encima de las Leyes Naturales estatuidas desde la eternidad". Ninguna
fe mejor fundada que la que dimana de la seguridad de que jamás dejan de
cumplirse los designios de Dios, representados por las propias leyes de la
Naturaleza.
e) ¿PREDESTINACION O LIBERTAD?
Es lógico que, si el ser de las criaturas depende de
Dios, también depende de É1 su actividad que es una expansión de su ser mismo.
También es evidente que las criaturas no son más que instrumentos por medio de
los cuales se realizan las determinaciones del Creador; como quiere expresar la
conocida sentencia: "No se mueve una hoja sin la voluntad de Dios".
Estas afirmaciones parecen negar el libre albedrío de las
criaturas inteligentes, por cuanto suponen una predeterminación de los
efectos. Y al mismo tiempo dejan en la esfera de la Voluntad divina el bien o
el mal que pueda producirse en el Universo, alejando toda responsabilidad de
las criaturas finitas.
¡He aquí uno de los problemas de más difícil solución de
la filosofía! En la misma médula de esta cuestión se han dividido los discípulos
de Santo Tomás: De un lado Bañez y la escuela dominicana, partidarios de la
predeterminación; (del "Kana mectub" o "está escrito" tan
caro a los musulmanes); de otro lado Molina, Suárez, Belarmino, Mauro, Billot y
otros, defensores del libre albedrío.
No tratamos de resolver, ni siquiera de debatir aquí tan
espinosa cuestión, que decidiría en un sentido u otro el problema del pecado,
del mal, de la virtud, del castigo, de la redención y, en una palabra, de la
responsabilidad moral. Mas, si nos parece evidente que, admitida la libertad
moral de la criatura inteligente, están dentro del plan de Dios todos los
posibles futuribles que dimanan de sus acciones.
El hombre obra libremente y el resultado de esto (sea
bueno o malo), queda dentro del ámbito de las leyes divinas. Por lo que hay que
deducir que lo que llamamos mal forma parte del plan de Dios. Lo cual será
objeto de más extensión en los capítulos VII y VIII.
Las determinaciones del Supremo Hacedor que venimos
llamando "Leyes de la Naturaleza" constituyen el mecanismo por el
cual funciona la Creación entera. Y lo que trata de definirse como "sobrenatural"
pudiera ser a la postre tan natural como lo demás; pues no hay que olvidar que
existen distintos planos de naturaleza, visibles e invisibles, como también
una serie de leyes que afectan al mundo de lo espiritual. No involucremos los
conceptos en una lucha de palabras. El problema insoluble es, si Dios quiere o
no quiere quitar su concurso en determinadas ocasiones a la acción de las
causas naturales. Nadie pretenderá averiguar las íntimas determinaciones del
Creador. Es preferible confesar nuestra ignorancia.
GRACIA, BEATITUD, PROFECÍA Y MISTERIO
La gracia divina y la visión beatífica, son estados
de conciencia que, evidentemente, no se da, en todos los seres humanos; pero
ignoramos si en los inescrutables designios de Dios con cargo a la evolución de las almas, estarán al fin
reservados para todas. Admitiendo la teoría de la condenación eterna, claro es
que no. Pero esto, que es uno de los puntos flacos de la doctrina católica,
como de otras religiones positivas, merecerá nuestra atención en el capítulo
VI.
En cuanto a la profecía y al misterio hay que opinar lo
mismo. La visión del porvenir puede ser un problema de perfeccionamiento mental
y espiritual al cual la mayoría no hemos llegado, aunque también se observan en
muchas personas llenas de defectos. El misterio puede dejar de serlo cuando el
radio de nuestra conciencia haya pasado de cierto límite. Oportunamente
surgirán estos puntos en el curso de esta obra.
EL DILUVIO UNIVERSAL
No podemos referirnos aquí a pretendidos hechos
"sobrenaturales" que dimanan de una interpretación rígidamente
literal de las escrituras sagradas. Por ejemplo, leemos en la obra de Mendive
ya citada, lo siguiente:
"Así pues no queda otro recurso a los partidarios de
la universalidad enteramente absoluta del diluvio, sino decir que Dios por
medio de sus ángeles transportó algunos hijos de los diferentes animales
contenidos en el Arca, a los países a donde no podían ellos extenderse por los
medios naturales". "Ni sería cosa extraordinaria apelar al ministerio
dejos ángeles para un fenómeno de esta especie, pues sabemos por la fe que
estas substancias superiores, tienen recibida de Dios la misión de atender al
gobierno del género humano; por donde con este acto, no harían sino desempeñar
en alguna manera su oficio, amueblando, como quien dice, la habitación del
hombre, que un terrible cataclismo habría despojado de su ornato primero".
"Y aún para introducir tanta diversidad de animales en el Arca como
existen en todas las partes del globo, parece ser también necesaria una acción
sobrenatural de Dios. ¿Cómo había de encontrar si no el patriarca Noé medio de
hacerse con toda esta multitud de especies, por grande que fuese su diligencia
en procurárselas?".
Aquí nos encontramos con que Dios manda al hombre una terrible
catástrofe y luego tiene que valerse de los ángeles para "amueblar"
de nuevo el planeta y ayudar a Noé.
El mejor comentario nos le sugiere el propio P. Mendive
al decirnos: "Por que el canon que manda interpretar el sagrado texto,
ateniéndose al sentido material, manda también al mismo tiempo que esto no se
haga, sino antes bien se recurra al metafórico, cuando el material pugna con
alguna verdad natural evidentemente demostrada, o con algún dogma evidentemente
enseñado por la Iglesia".
Ignoramos si la realidad del Diluvio Universal
constituye un dogma "evidentemente" enseñado por la Iglesia. Pero si,
la Congregación del Indice levantó la prohibición de interpretar literalmente
la Escritura en lo que al movimiento de la Tierra se refiere, no vemos
dificultad alguna en tomarse la libertad de hacer lo mismo con el relato del
Diluvio.
El Diluvio bíblico es, para nosotros, una metáfora, que
tiene su bella interpretación para el que no haya perdido las claves iniciáticas
de la simbología arcaica. Dicho esto, el lector tiene derecho a exigirnos una
exégesis en sus líneas generales.
El Diluvio Universal se refiere a un hecho geológico
acaecido por lo menos hace 11.500 años y del cual conservan tradiciones casi
todos los pueblos del planeta, recogidas por escritores de todos los tiempos:
Tal es el hundimiento de vastas extensiones de la Atlántida en las aguas del
Océano por dislocaciones geológicas, acompañadas al parecer, de lluvias
persistentes y torrenciales y de otros meteoros. Sobre el relato de este hecho
(que al parecer no es único, sino repetido cinco veces desde hace 850.000 años,
como pretenden Stockwell y Croll) se han injertado mitos y símbolos con la
habitual maestría de todos los textos mosaicos.
Los hijos de Noé, personifican las tres razas
post-atlantes que, salvadas del cataclismo, se dispersaron por los países de
nuestro viejo continente: Los semitas hijos de Sem, los camitas hijos de Cam y
los arios o jafétidas hijos de Jafet. Por supuesto, exactamente igual que
sucedió en el Nuevo Continente con las razas atlantes occidentales de los
toltecas, incas, turanios, nahoas y maya-quichés, etc.
ARGOS, BARCAS, ARCAS Y ARCANOS
Noé, el patriarca atlante prediluviano, guardador de la
tradición iniciática, construye un arca que, como todas las arcas, argos,
barcas y demás arcanos mitológicos, simboliza los misterios de la iniciación
religiosa del ciclo ario. Así el navío Argos de los Argonautas helénicos; el
arca en que fue arrojado al Nilo el cadáver de Osiris, que apareció en Biblos;
el arca de la Alianza semita; la barca del Perrum chino; la barca egipcia de
Ra; la barca americana de Mami; el arca griega en que se salvaron Deucalión,
Pirra y sus hijos; la indostánica de Vaivasvata Manú (el Noé ario); y la misma
barca, en fin, que según la tradición cristiana trajo a España el cadáver del
apóstol Santiago.
El relato del Diluvio que describió Moisés basándose en
la relación caldeo-acadia del Xisuthros o Utanopishtum (el Noé babilónico),
constituye, como puede verse, una tradición universal en la que se presenta la
aparición del hombre de nuestra raza después de un cataclismo geológico
probablemente referible a las distintas glaciaciones y dislocaciones terrestres
de que nos habla la prehistoria y que hoy trata de explicar la ciencia por
medio de la teoría de Wegener o del deslizamiento de los continentes.
Teniendo en cuenta que en "simbología arcaica"
las "aguas" fueron siempre el símbolo de la "materia"[2],
la sumersión de la Atlántida bajo las aguas del Océano, no se refiere solamente
a un posible hecho geológico, sino también a la "caída en la materia"
(o en el "materialismo") que, al decir de los textos sagrados fue causa
de su perdición [3].
Y todos los "salvados de las
aguas", como Noé, Perrún, Xixustros, Deucalión, etc., yaun otros como
Moisés, D. Pelayo, Sarrukin, Rómulo y Remo, etc., fueron jefes, profetas o
iniciadas que se salvaron de caer en el materialismo (es decir "sumergirse
en las aguas") gracias a los principios de su religión.
Al propio Moisés, conduciendo a su pueblo desde el
Egipto, se le apartaran las aguas del Mar Rojo, para que, pisando "tierra
firme", llegara a la "tierra de promisión". No puede estar más
claro el símbolo por el cual se nos pinta al jefe israelita, apartando a los
suyos del materialismo por virtud de la nueva fe. Las aguas "se
separaron" para ellos, pero en cambio anegaron a sus perseguidores
politeístas e idólatras. Lo que nos recuerda la otra frase del "Génesis":
"sepárense las aguas de las aguas" (Cap. I, vers. 6) aludiendo a los
distintos grados de condensación de la materia.
En cuanto a la pareja de animales de cada especie que,
según el relato, llevó Noé en su gigantesca embarcación (igual que Deucalión y
otros de sus congéneres mitológicos), nos figuramos que el lector se habrá
hecho consideraciones análogas a éstas: Los animales tendrían que ir
rigurosamente separados para evitar que unos devorasen a otros. Hubo que llevar
comida para todos durante cuarenta días; la cual hubo de abultar más que los
propios animales. Conociéndose más de 120.000 especies de insectos coleópteros,
cabe calcular la dificultad de recoger todas las especies de insectos,
gusanos, arácnidos y demás animales pequeños para lo cual no basta ni la
duración de la vida de Matusalén. Aun suponiendo lógicamente que los peces,
moluscos, infusorios y demás animales acuáticos, no necesitasen ser incluidos
en el arca, hay que convenir con el padre Mendive, en que Noé tuvo que tropezar
con serias dificultades, por mucha que fuese su diligencia, para hacerse con
toda esa multitud de especies.
Para nosotros existe un error de versión en cuanto atañe
a estas parejas que a modo de "semillas" llevaba Noé para repoblar
el mundo nuevo. Eran las simbólicas semillas de los misterios iniciáticos;
semillas de almas o ánimas (no de animales), como han sido siempre los
"arcanos" que hubieron de cristalizar en las distintas religiones
positivas del ciclo ario. Y aunque se nos objete que para llegar a esta
conclusión hay que violentar el texto bíblico, remitimos al lector a lo ya
dicho sobre la revelación en el capítulo II.
El que desechemos la hipótesis de la colaboración de los
ángeles (de los que para nada se habla en el texto bíblico del Diluvio), no
quiere decir que pongamos en duda la existencia, universalmente reconocida, de
estas entidades espirituales, de las cuales tenemos nuestro bien definido
concepto.
Dr Eduardo Alfonso
[1] Casos de
absefalesia han sido también observados con toda clase de garantías por el Dr.
Heiser (Víctor) en la tribu australiana de los curomoces, en Masi: como
describe en su obra "La Odisea de un médico en cuarenta y cinco países—.
Cosa también comprobada, en determinado día de fiesta, en un pueblo de la
provincia de Salamanca. Esto sin contar la tradición por la cual San Juan
Bautista, antes de ser desterrado a Patmos, fue metido en una caldera de
aceite hirviendo, en Efeso o en Roma, de la cual salió ileso.
Otros muchos casos fueron recopilados por el Prof. D. Kanga en un
artículo publicado en la revista "Sophia" de Agosto de 1936. (Volumen
1ºNº 2).
[2] Como es bien notorio en las "aguas genesiacas" sobre las cuales flotaba el "Espíritu de Dios", en figura metafórica común a todas las escrituras religiosas.
[3] La caída o "descenso en el mar denso" (el plano material) es fórmula también usada en el primitivo credo cristiano al referirse al Hijo o Segunda Persona de la Trinidad, de la siguiente manera: "...por nosotros los hombres bajó del cielo y entró en el mar denso, empero se levantó de allí otra vez en mayor gloria aun, a un reino sin fin".
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