jueves, 14 de marzo de 2019

SOBRE LA EXISTENCIA DE DIOS. ARGUMENTOS CONTRA EL MATERIALISMO




El credo materialista se condensa en los cuatro siguientes pos­tulados:


I. Solamente existe la materia.
II. La materia no se destruye. Se conserva indefinidamente.
III. La energía es inseparable de la materia y se conserva co­mo esta.
IV. La inteligencia es un producto de la materia.

a) Sabemos por la ciencia que la materia está compuesta de moléculas, estas de átomos y estos de electrones.

b) Los electrones son cargas eléctricas positivas o negativas, es decir unidades de energía componentes y últimos elementos de la materia. Luego la materia es energía condensada hasta hacerse tangible. Y la energía es materia sublimada.

c) Si la inteligencia (y demás manifestaciones psíquicas) es un producto de la materia, no puede producirse hasta que esta se haya constituido. Luego el electrón no es inteligente ni produce in­teligencia.

d) Pero si admitimos que el electrón es inteligente o capaz de producir inteligencia, entonces deducimos que la inteligencia es antes que la materia, y con ello queda desvirtuado el postulado IV. Y tendríamos que afirmar que antes de que exista la materia, hay una energía inteligente.

e) Si por el contrario, admitimos que el electrón no es capaz de inteligencia, hay que admitir una inteligencia exterior a él capaz de ordenarle con los demás electrones para constituir la materia.

(Para mejor visualización ticlee la imagen) 





Y entonces queda como falso el postulado I. Los postulados mate­rialistas son pues contradictorios.

f) En ambos casos hay que admitir la, existencia de una inte­ligencia anterior a la materia. La diferencia estriba en que esta in­teligencia esté en el electrón o sea exterior a él.

I. Primer caso. (Deducido del postulado IV). El electrón no es inteligente. Esto quiere decir que obra solamente en razón de su carga elemental, positiva o negativa. Lo cual no basta a explicar por que se une un determinado número de electrones (siempre el mismo) para formar el átomo de cada elemento químico; ni por que se une un determinado número de átomos (y siempre el mismo) en determinada posición (siempre la misma) para formar la molé­cula de cada cuerpo químico. Y pues en todo este proceso de com­binaciones de electrones, átomos y moléculas, hay predeterminación y finalidad (intención) a más de una ley matemática que rige la for­mación de la materia, no queda otro remedio más que admitir la existencia de una esencia inteligente que lo precede y ordena. Y surge como una necesidad racional el concepto del Principio Crea­dor.

II. Segundo caso. El electrón es inteligente. En esta hipótesis, la inteligencia de cada electrón, de acuerdo y en colaboración con la de los demás electrones, forma los átomos, las moléculas, las substancias químicas, los seres organizados, los elementos donde han de vivir, el hombre, en fin, con una inteligencia capaz de descu­brir al propio electrón que le ha creado, y.. en una palabra al Universo entero con su armonía y finalidad. Esto es convertir al electrón en un ser omnisciente y omnipotente: ¡El electrón-Dios! Y se daría el absurdo de que la parte ha creado al Todo. Pero aun dentro de este absurdo, siempre resultaría que la materia es poste­rior a la inteligencia del electrón.

Y la única verdad que se deduciría de tal premisa es que, el electrón estaría animado por una inteligencia ordenadora capaz de condicionar y someter sus elementales fuerzas de atracción y repul­sión, a leyes matemáticas físico-químicas. Así pues, hasta por el camino de una hipótesis ab absurdum, aparece de nuevo el concep­to racional del Principio Creador.

Las Leyes Naturales. Mucho más difícil es que el materialista se explique la existencia de las Leyes de la Naturaleza sin admitir una Inteligencia primordial que las haya estatuido. Por que, si las Leyes de la Naturaleza son un producto de la materia, mal puede ésta haberse constituido y agrupado según las Leyes Naturales. Y si realmente la materia no ha hecho más que obedecer a Leyes natu­rales, es por que éstas le han precedido en el orden de creación y proceden por tanto de una Inteligencia Ordenadora.


d) DE LO SOBRENATURAL

Entendemos por "sobrenatural" todo aquello que obra o se produce fuera o por encima de las Leyes de la Naturaleza.


Constitución del átomo. A. Núcleo formado por varios protones positivos (a) (en este caso 8) y un número de electrones negativos (b) (en esto caso 3) llamados esenciales. C. Electrón satélite negativo.
La carga positiva del átomo se halla representado por la diferencia entre la carga positiva de los protones y la carga negativa de loa electrones esenciales. El átomo se halla eléctricamente neutralizado, por que la carga positiva del núcleo es igual a la negativa del conjunto de electrones satélites. (Tenida cuenta de que la carga de un protón es equivalente a la de un electrón).

Según los teólogos, un "milagro" es una suspensión de las le­yes de la Naturaleza, para la producción del cual basta que Dios suspenda su concurso para que obre la causa segunda; con lo cual a esta le falta el requisito esencial de su acción.

El concepto de lo sobrenatural es explicado por la teología de la siguiente manera:

1º) "Las "causas naturales" producen necesariamente ciertos y determinados efectos cuando se encuentran baja todas sus condi­ciones esenciales, entre las cuales debe contarse muy particularmen­te la de querer concurrir con ellas a su acción la Causa Primera".

2°) "Las causas naturales dejan de producir necesariamente los determinados efectos indicados, cuando les falta algunas de las condiciones esenciales para las mismas; y la ausencia de estos efec­tos será un verdadero milagro cuando la única condición esencial para obrar que les falta es la sustracción del concurso divino, que por razones de su infinita sabiduría les puede negar la Causa Pri­mera".

3º) "Hay cosas sobrenaturales intrínsecamente o divinas como Dios mismo y todo lo que participa de su esencia: la gracia divina y la visión beatífica. Y otras extrínsecamente  sobrenaturales, por razón del modo sobrenatural con que son producidas: como, por ejemplo, la revelación, el milagro, la profecía y el misterio".

 Ahora bien; como leales rebuscadores de la verdad, hemos de desplegar toda nuestra prudencia góstica y hacernos las siguientes consideraciones:

Estimamos que no puede haber duda alguna sobre la autén­tica sobrenaturalidad de Dios, puesto que es anterior a la Naturale­za y creador de sus Leyes y criaturas.

Si Dios es un Ser "incomprensible" para la mente humana, es difícil, por no decir imposible, asegurar si ha entrado en sus desig­nios en algún caso, negar o no su concurso a la acción de las cau­sas naturales.

El que un hecho no pueda ser explicado por las leyes naturales conocidas (como el fuego que no quema o el objeto pesado que no cae), no nos autoriza a asegurar que es milagroso, puesto que tam­poco podemos abrigar la pretensión de conocer todas las leyes na­turales. Los "fakires" andan por el fuego sin quemarse[1] y los ejemplos de levitación o tipología son frecuentes y conocidísimos en las sesiones de metapsiquismo y hasta perfectamente bien expli­cadas por Crativford con su famosa palanca de fluido bio-magnético.

Es sensato pensar que hay leyes naturales que aun desconoce­mos, y prudente reservar el juicio ante un hecho extraordinario. Hoy día pueden explicarse perfecta y científicamente dentro de las leyes naturales conocidas, muchas cosas que antes se tenían por sobre­naturales. El Dr. Richet fundó su "Metapsíquica" y publicó su obra para explicar estos fenómenos.

Dios puede negar su concurso a la acción de las causas natu­rales para que éstas no produzcan los efectos previstos. El Ser om­nipotente que ha creado el Universo, puede en uso de su libre volun­tad hacer esto y mucho más. Pero es dudoso que Dios suspenda sus propias determinaciones del orden natural, con objeto de sorpren­der al hombre con fenómenos extraordinarios e inexplicables para sugerirle la fe. El hombre que por la observación y la meditación de las maravillas de la Naturaleza no sea capaz de intuir la existen­cia de un Principio Creador y una Inteligencia ordenadora, no cree­rá con mucho más fundamento ante la presencia de un hecho que no sabe explicarse. Es mejor motivo de fe el explicarse un hecho nuevo que el observar un hecho que no se puede explicar.

Lo extraordinario puede dar la medida de la ignorancia huma­na, más que la de un designio divino que no nos es dable asegurar. La teoría de lo sobrenatural puede ser una creación de la mente del hombre para irse explicando lo que ignora; pero sus límites se van reduciendo según aumenta el caudal de sus conocimientos.

La fe en Dios no pierde nada por que aceptemos la afirmación de Blavatsky: "No existe milagro divino ni diabólico que esté por encima de las Leyes Naturales estatuidas desde la eternidad". Nin­guna fe mejor fundada que la que dimana de la seguridad de que jamás dejan de cumplirse los designios de Dios, representados por las propias leyes de la Naturaleza.

e) ¿PREDESTINACION O LIBERTAD?

Es lógico que, si el ser de las criaturas depende de Dios, tam­bién depende de É1 su actividad que es una expansión de su ser mismo. También es evidente que las criaturas no son más que ins­trumentos por medio de los cuales se realizan las determinaciones del Creador; como quiere expresar la conocida sentencia: "No se mueve una hoja sin la voluntad de Dios".

Estas afirmaciones parecen negar el libre albedrío de las cria­turas inteligentes, por cuanto suponen una predeterminación de los efectos. Y al mismo tiempo dejan en la esfera de la Voluntad divi­na el bien o el mal que pueda producirse en el Universo, alejando toda responsabilidad de las criaturas finitas.

¡He aquí uno de los problemas de más difícil solución de la filosofía! En la misma médula de esta cuestión se han dividido los discípulos de Santo Tomás: De un lado Bañez y la escuela domini­cana, partidarios de la predeterminación; (del "Kana mectub" o "está escrito" tan caro a los musulmanes); de otro lado Molina, Suárez, Belarmino, Mauro, Billot y otros, defensores del libre albedrío.

No tratamos de resolver, ni siquiera de debatir aquí tan espi­nosa cuestión, que decidiría en un sentido u otro el problema del pecado, del mal, de la virtud, del castigo, de la redención y, en una palabra, de la responsabilidad moral. Mas, si nos parece evidente que, admitida la libertad moral de la criatura inteligente, están den­tro del plan de Dios todos los posibles futuribles que dimanan de sus acciones.

El hombre obra libremente y el resultado de esto (sea bueno o malo), queda dentro del ámbito de las leyes divinas. Por lo que hay que deducir que lo que llamamos mal forma parte del plan de Dios. Lo cual será objeto de más extensión en los capítulos VII y VIII.

Las determinaciones del Supremo Hacedor que venimos llaman­do "Leyes de la Naturaleza" constituyen el mecanismo por el cual funciona la Creación entera. Y lo que trata de definirse como "so­brenatural" pudiera ser a la postre tan natural como lo demás; pues no hay que olvidar que existen distintos planos de naturaleza, visi­bles e invisibles, como también una serie de leyes que afectan al mundo de lo espiritual. No involucremos los conceptos en una lu­cha de palabras. El problema insoluble es, si Dios quiere o no quie­re quitar su concurso en determinadas ocasiones a la acción de las causas naturales. Nadie pretenderá averiguar las íntimas determi­naciones del Creador. Es preferible confesar nuestra ignorancia.


GRACIA, BEATITUD, PROFECÍA Y MISTERIO

La gracia divina y la visión beatífica, son estados de concien­cia que, evidentemente, no se da, en todos los seres humanos; pero ignoramos si en los inescrutables designios de Dios con cargo a la evolución de las almas, estarán al fin reservados para todas. Admi­tiendo la teoría de la condenación eterna, claro es que no. Pero es­to, que es uno de los puntos flacos de la doctrina católica, como de otras religiones positivas, merecerá nuestra atención en el capítulo VI.

En cuanto a la profecía y al misterio hay que opinar lo mismo. La visión del porvenir puede ser un problema de perfeccionamiento mental y espiritual al cual la mayoría no hemos llegado, aunque también se observan en muchas personas llenas de defectos. El mis­terio puede dejar de serlo cuando el radio de nuestra conciencia haya pasado de cierto límite. Oportunamente surgirán estos puntos en el curso de esta obra.


EL DILUVIO UNIVERSAL

No podemos referirnos aquí a pretendidos hechos "sobrenatu­rales" que dimanan de una interpretación rígidamente literal de las escrituras sagradas. Por ejemplo, leemos en la obra de Mendive ya citada, lo siguiente:

"Así pues no queda otro recurso a los partidarios de la univer­salidad enteramente absoluta del diluvio, sino decir que Dios por medio de sus ángeles transportó algunos hijos de los diferentes ani­males contenidos en el Arca, a los países a donde no podían ellos extenderse por los medios naturales". "Ni sería cosa extraordinaria apelar al ministerio dejos ángeles para un fenómeno de esta espe­cie, pues sabemos por la fe que estas substancias superiores, tienen recibida de Dios la misión de atender al gobierno del género huma­no; por donde con este acto, no harían sino desempeñar en alguna manera su oficio, amueblando, como quien dice, la habitación del hombre, que un terrible cataclismo habría despojado de su ornato primero". "Y aún para introducir tanta diversidad de animales en el Arca como existen en todas las partes del globo, parece ser tam­bién necesaria una acción sobrenatural de Dios. ¿Cómo había de encontrar si no el patriarca Noé medio de hacerse con toda esta mul­titud de especies, por grande que fuese su diligencia en procurárse­las?".

Aquí nos encontramos con que Dios manda al hombre una te­rrible catástrofe y luego tiene que valerse de los ángeles para "amue­blar" de nuevo el planeta y ayudar a Noé.

El mejor comentario nos le sugiere el propio P. Mendive al decirnos: "Por que el canon que manda interpretar el sagrado tex­to, ateniéndose al sentido material, manda también al mismo tiem­po que esto no se haga, sino antes bien se recurra al metafórico, cuando el material pugna con alguna verdad natural evidentemente demostrada, o con algún dogma evidentemente enseñado por la Igle­sia".

Ignoramos si la realidad del Diluvio Universal constituye un dogma "evidentemente" enseñado por la Iglesia. Pero si, la Congre­gación del Indice levantó la prohibición de interpretar literalmente la Escritura en lo que al movimiento de la Tierra se refiere, no ve­mos dificultad alguna en tomarse la libertad de hacer lo mismo con el relato del Diluvio.

 El Diluvio bíblico es, para nosotros, una metáfora, que tiene su bella interpretación para el que no haya perdido las claves ini­ciáticas de la simbología arcaica. Dicho esto, el lector tiene derecho a exigirnos una exégesis en sus líneas generales.

El Diluvio Universal se refiere a un hecho geológico acaecido por lo menos hace 11.500 años y del cual conservan tradiciones casi todos los pueblos del planeta, recogidas por escritores de to­dos los tiempos: Tal es el hundimiento de vastas extensiones de la Atlántida en las aguas del Océano por dislocaciones geológicas, acompañadas al parecer, de lluvias persistentes y torrenciales y de otros meteoros. Sobre el relato de este hecho (que al parecer no es único, sino repetido cinco veces desde hace 850.000 años, como pretenden Stockwell y Croll) se han injertado mitos y símbolos con la habitual maestría de todos los textos mosaicos.

Los hijos de Noé, personifican las tres razas post-atlantes que, salvadas del cataclismo, se dispersaron por los países de nuestro viejo continente: Los semitas hijos de Sem, los camitas hijos de Cam y los arios o jafétidas hijos de Jafet. Por supuesto, exactamen­te igual que sucedió en el Nuevo Continente con las razas atlantes occidentales de los toltecas, incas, turanios, nahoas y maya-quichés, etc.


ARGOS, BARCAS, ARCAS Y ARCANOS

Noé, el patriarca atlante prediluviano, guardador de la tradi­ción iniciática, construye un arca que, como todas las arcas, argos, barcas y demás arcanos mitológicos, simboliza los misterios de la iniciación religiosa del ciclo ario. Así el navío Argos de los Argo­nautas helénicos; el arca en que fue arrojado al Nilo el cadáver de Osiris, que apareció en Biblos; el arca de la Alianza semita; la bar­ca del Perrum chino; la barca egipcia de Ra; la barca americana de Mami; el arca griega en que se salvaron Deucalión, Pirra y sus hi­jos; la indostánica de Vaivasvata Manú (el Noé ario); y la misma barca, en fin, que según la tradición cristiana trajo a España el ca­dáver del apóstol Santiago.

El relato del Diluvio que describió Moisés basándose en la re­lación caldeo-acadia del Xisuthros o Utanopishtum (el Noé babi­lónico), constituye, como puede verse, una tradición universal en la que se presenta la aparición del hombre de nuestra raza después de un cataclismo geológico probablemente referible a las distintas glaciaciones y dislocaciones terrestres de que nos habla la prehis­toria y que hoy trata de explicar la ciencia por medio de la teoría de Wegener o del deslizamiento de los continentes.

Teniendo en cuenta que en "simbología arcaica" las "aguas" fueron siempre el símbolo de la "materia"[2], la sumersión de la Atlántida bajo las aguas del Océano, no se refiere solamente a un posible hecho geológico, sino también a la "caída en la materia" (o en el "materialismo") que, al decir de los textos sagrados fue causa de su perdición [3].

Y todos los "salvados de las aguas", como Noé, Perrún, Xixus­tros, Deucalión, etc., yaun otros como Moisés, D. Pelayo, Sarru­kin, Rómulo y Remo, etc., fueron jefes, profetas o iniciadas que se salvaron de caer en el materialismo (es decir "sumergirse en las aguas") gracias a los principios de su religión.

Al propio Moisés, conduciendo a su pueblo desde el Egipto, se le apartaran las aguas del Mar Rojo, para que, pisando "tierra firme", llegara a la "tierra de promisión". No puede estar más cla­ro el símbolo por el cual se nos pinta al jefe israelita, apartando a los suyos del materialismo por virtud de la nueva fe. Las aguas "se separaron" para ellos, pero en cambio anegaron a sus perseguidores politeístas e idólatras. Lo que nos recuerda la otra frase del "Géne­sis": "sepárense las aguas de las aguas" (Cap. I, vers. 6) aludien­do a los distintos grados de condensación de la materia.

En cuanto a la pareja de animales de cada especie que, según el relato, llevó Noé en su gigantesca embarcación (igual que Deu­calión y otros de sus congéneres mitológicos), nos figuramos que el lector se habrá hecho consideraciones análogas a éstas: Los ani­males tendrían que ir rigurosamente separados para evitar que unos devorasen a otros. Hubo que llevar comida para todos durante cua­renta días; la cual hubo de abultar más que los propios animales. Conociéndose más de 120.000 especies de insectos coleópteros, ca­be calcular la dificultad de recoger todas las especies de insectos, gusanos, arácnidos y demás animales pequeños para lo cual no bas­ta ni la duración de la vida de Matusalén. Aun suponiendo lógica­mente que los peces, moluscos, infusorios y demás animales acuáti­cos, no necesitasen ser incluidos en el arca, hay que convenir con el padre Mendive, en que Noé tuvo que tropezar con serias dificulta­des, por mucha que fuese su diligencia, para hacerse con toda esa multitud de especies.

Para nosotros existe un error de versión en cuanto atañe a es­tas parejas que a modo de "semillas" llevaba Noé para repoblar el mundo nuevo. Eran las simbólicas semillas de los misterios iniciáticos; semillas de almas o ánimas (no de animales), como han sido siempre los "arcanos" que hubieron de cristalizar en las dis­tintas religiones positivas del ciclo ario. Y aunque se nos objete que para llegar a esta conclusión hay que violentar el texto bíblico, remitimos al lector a lo ya dicho sobre la revelación en el capítulo II.

El que desechemos la hipótesis de la colaboración de los án­geles (de los que para nada se habla en el texto bíblico del Diluvio), no quiere decir que pongamos en duda la existencia, universalmen­te reconocida, de estas entidades espirituales, de las cuales tenemos nuestro bien definido concepto.

               Dr Eduardo Alfonso


[1] Casos de absefalesia han sido también observados con toda clase de garan­tías por el Dr. Heiser (Víctor) en la tribu australiana de los curomoces, en Masi: como describe en su obra "La Odisea de un médico en cuarenta y cinco países—. Cosa también comprobada, en determinado día de fiesta, en un pueblo de la provincia de Salamanca. Esto sin contar la tradición por la cual San Juan Bautista, antes de ser desterrado a Patmos, fue me­tido en una caldera de aceite hirviendo, en Efeso o en Roma, de la cual salió ileso.
Otros muchos casos fueron recopilados por el Prof. D. Kanga en un artículo publicado en la revista "Sophia" de Agosto de 1936. (Volumen 1ºNº 2).
[2] Como es bien notorio en las "aguas genesiacas" sobre las cuales flotaba el "Espíritu de Dios", en figura metafórica común a todas las escrituras religiosas.
[3] La caída o "descenso en el mar denso" (el plano material) es fórmula también usada en el primitivo credo cristiano al referirse al Hijo o Se­gunda Persona de la Trinidad, de la siguiente manera: "...por nosotros los hombres bajó del cielo y entró en el mar denso, empero se levantó de allí otra vez en mayor gloria aun, a un reino sin fin".

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