Muchas de las mejores historietas de la narrativa mundial las encontramos en los cuentos de
hadas, extendidos por todo el mundo con sorprendente uniformidad, ya sea sobreviviendo a través de
los tiempos, extendiéndose en el espacio de unos países a otros o surgiendo de forma espontánea en
la mente humana. Cada país tiene sus propias tradiciones en todo lo relacionado con lo sobrenatural:
con hadas buenas y malas, con gnomos benefactores o maléficos, con genios y poderes que
debidamente controlados realizan maravillas, pero, si no se controlan, pueden resultar peligrosos, con
brujas malignas y ogros amenazadores.
Tanto estos protagonistas como sus opuestos han existido
siempre. Los cuentos más antiguos de que tenemos noticia tienen su origen en Oriente: se trata del
célebre Panchatantra (Los Cinco Libros) hindú, colección de fábulas escritas en sánscrito, cuya
fecha de origen se desconoce, pero se supone que llegaron a Grecia tras las conquistas de Alejandro
Magno. Los Cinco Libros se usaban como textos para la educación de los jóvenes aristócratas
hindúes. También se conocen las leyendas budistas Jataka, recopiladas hace aproximadamente 2000
años, y los cuentos persas de “peris” y “djinns”, aunque los primeros de todos aparecieron en el
antiguo Egipto aproximadamente 1400 años antes de Cristo.
La primera colección de cuentos en prosa que apareció en Europa es del período posrenacentista,
cuando Straparola publicó sus Notti Piacevolli en Venecia, en 1550. Se trataba de unos chistes,
acertijos y cuentos, entre los que se destacaban los cuentos de hadas.
Tras esto, y casi un siglo
después, nos encontramos con los famosos Pentamerone (Entretenimiento para Cinco Días), escritos
por Giambattista Basile en su dialecto napolitano nativo y que está considerado como la mejor
colección de fábulas que se conserva. Basile pasó años recorriendo Italia, recopilando y atesorando
todo tipo de cuentos y, posteriormente, en 1637, publicó su obra en Nápoles, bajo el seudónimo de
Gian Alesia Abbatutis.
De estas colecciones primitivas, traducidas al francés entre 1560 y 1576, nacieron los famosos
cuentos de Charles Perrault, los Contes de Fées, que inmortalizaron los cuentos de hadas en Europa,
convirtiéndose en lo que posiblemente sea la colección de cuentos más popular. A éstos les siguió el
monumental trabajo de los hermanos Grimm en Alemania.
La obra de Perrault, que se escribió primero en versos de ínfima calidad y después se narraban o
escribían para entretenimiento de una corte decadente, trivializó muchos de los cuentos, dándoles un
enfoque satírico o burlón y añadiéndoles con frecuencia una moraleja ingenua e innecesaria.
Sin
embargo, la presentación de los cuentos de hadas que hizo Perrault fue trascendental, porque
despertó el interés del público e inspiró a otros escritores, como Mme. d’Aulnoy, cuyas narraciones
populares publicadas en inglés durante su estancia en Londres despertaron el interés por los cuentos
de hadas en folkloristas y antropólogos, entre los que figuraba Andrew Lang, que posteriormente
publicó una edición con los Cuentos de Perrault, acompañada de un estudio sobre los orígenes de
estas narraciones.
Hoy día, los libros de cuentos de hadas se están editando continuamente, no como simples
historias para entretener a los niños, sino como tema de un serio estudio antropológico, psicológico y
metafísico. Que se han considerado siempre como algo importante y más profundo que una simple
diversión nos lo demuestran las prohibiciones que ha sufrido por todo el mundo su transmisión oral y
los efectos desastrosos que producía la transgresión de los tabúes mágico-religiosos con que se los
relacionaba. Por ejemplo, en el norte de África se tenía la creencia de que contar estos cuentos en
horas diurnas era arriesgarse a que se cayese el pelo.
En otros sitios, sólo se podían contar en época
de cosechas, pero, en la mayoría de los casos, el modo más seguro y tradicional era por la noche,
junto al hogar y con las puertas y ventanas cerradas.
La popularidad de los cuentos de hadas y la aceptación que han tenido en cualquier país del
mundo y a través de las culturas que se han ido sucediendo durante miles de años demuestran que
tienen mucho que enseñar, no sólo al niño, sino también al adulto, según sus diferentes niveles de
comprensión e interés. Pero, aunque son universales y milenarios, sus temas de inspiración son
relativamente pocos y tienen gran similitud entre sí en todo el mundo.
Hay un número de argumentos
que son casi idénticos, en los que prácticamente coinciden los personajes básicos, que aparecen tanto
en el folklore tribal primitivo como en las culturas campesinas o en las cortes sofisticadas. En la
realidad, hay muy pocos cuentos de hadas que traten de hadas: la mayoría de ellos, como ha dicho
J.R.R. Tolkien, se refieren a “las aventuras de los hombres en un Reino Peligroso de límites
umbríos”. Indudablemente, estas aventuras tienen tanto que ver con el mundo natural como con el
sobrenatural.
Los héroes, heroínas o villanos, los reyes o reinas, hermanos, hermanas o madrastras
actúan todos en el mundo natural y, aunque la mayoría de estos cuentos no traten de hadas, tanto
ellas como sus oponentes están siempre en el trasfondo, dispuestos para entrar en acción auxiliando o
molestando con medios sobrenaturales.
Los temas que se repiten con más frecuencia son los que hablan del descenso del alma al mundo,
sus experiencias en la vida, la iniciación y la búsqueda de la unidad y las pruebas y tribulaciones que
la acecharán en su viaje por la tierra. El tema más frecuente y tal vez más conocido es el del Paraíso
Perdido y Recuperado, cuyo ejemplo clásico es Cenicienta, y se encuentra en la mayoría de los
cuentos de hadas como una desgracia inicial que, con el tiempo, concluye en una solución feliz.
Entre los cuentos que se desarrollan en torno a un tabú, como hacer una pregunta prohibida o abrir
una puerta vedada, podemos tomar como ejemplo el de “Barba Azul” o el de “La Doncella Cisne”,
cuyo antecedente está en el mito de Amor y Psique. Los cuentos sobre tabúes se basan con
frecuencia en el poder de un nombre, mientras hay otros cuentos basados en el poder de una palabra,
como Rumplestiltskin y Tom Tit Tot, que no tienen nada que ver con el tabú, lo que nos demuestra la
facilidad con que un argumento puede transformarse en otro.
El tema de Jasón y Medea, que se
repite por todo el mundo, lo encontramos en La Princesa de los Cabellos de Oro y los trabajos
imposibles que tiene que realizar el héroe se narran también en cuentos de cualquier país.
La colaboración de un animal agradecido o el pájaro que habla y puede ejercer poderes mágicos
también es un tema universal, que encontramos asociado de nuevo al mito del Paraíso. Algunas
veces, estos animales otorgan su ayuda sin que medie una compensación como agradecimiento:
utilizan sencillamente sus poderes mágicos en beneficio del héroe o la heroína, como cuando el Gato
con Botas eleva a su humilde amo al rango de marqués y rey después, o cuando los pájaros de
Cenicienta (u otros animales en algunas versiones) la alimentan primero y después influyen en forma
decisiva para que tenga lugar su boda con el príncipe.
Otro tema típico es el de “Andocles y el
León”, que también encontramos en Grimm con el oso agradecido de Blanca Nieves y Rosa Roja, en
el cuento tibetano de Los Animales Agradecidos y el Hombre Ingrato y en el mundialmente famoso
cuento hindú Punchkin.
Un tema que goza de gran popularidad es el de la criatura que no tiene atractivo físico o hasta
resulta repulsiva, llamada a menudo Compañero Repugnante, y que es generalmente una persona que
sufre un maleficio, del que se libera para volver a su condición normal, bien sea por su valor, su
generosidad, el cumplimiento de una promesa o, simplemente, por amor.
La Bella y la Bestia y El
Príncipe Encantado son ejemplos conocidos por todos y Riquet con el Copete, aunque menos
conocido, contiene todos los ingredientes típicos de esta clase de cuentos, con un intercambio de
beneficios entre héroe y heroína aún mayor: en vez de la transformación normal de la bestia o
monstruo, ella lo libera a él de su apariencia deforme y él a ella de un defecto de su carácter.
Uno de los temas que aparecen en todas partes con más frecuencia es el de los vuelos mágicos y la
capacidad de algunas doncellas y algunas aves, casi siempre cisnes, para cambiar de apariencia. A
veces la heroína está encantada bajo la apariencia de un pájaro, en otros casos, desciende de hadas.
En el cuento arquetípico ella se casa con un mortal que logra rescatarla y romper el hechizo
quitándole su manto de plumas, aunque casi siempre la pierde cuando ella consigue recuperarlo.
Entonces desaparece la doncella, marchándose a un reino encantado y, para volver a conquistarla, el
mortal tiene que pasar pruebas y realizar trabajos que a menudo son imposibles. Tal como se ha
dicho, el tema del tabú guarda una íntima relación con este ciclo, al que se añade también el Poder de
las Aguas. A este grupo pertenecen
Los Cisnes Salvajes y Los Doce Hermanos de Grimm, así como
Los Siete Cuervos en el que los pájaros son hijos transformados en cuervos como consecuencia de
una maldición estúpida, de la que los libera después la hermana-heroína.
Estos temas, que, partiendo de los antiguos mitos, sagas y leyendas de todas las razas, han llegado
a los cuentos de hadas populares, contienen las características peculiares que son comunes a todos
ellos y atesoran la naturaleza arquetípica de esta herencia.
Los patrones arquetípicos expresan de una
manera concreta las principales imágenes y símbolos, se producen en todo el mundo y constituyen un
recurso del hombre para entenderse a sí mismo y al mundo que lo rodea. A través de estos patrones
del mito, saga, leyenda y cuento de hadas discurre un significado cósmico, enraizado profundamente
con la naturaleza humana, que toca continuamente sus cuerdas sensibles y busca respuestas.
Solzhenitsyn, en su discurso de aceptación del Premio Nobel, dijo: “hay cosas que nos llevan más
allá del mundo de las palabras ... es como el espejito de los cuentos de hadas: se mira uno en él y lo
que se ve no es uno mismo. Por un instante, vislumbramos lo inaccesible ... por lo que clama el
alma”.
Su cualidad arquetípica y sus formas simbólicas hacen que los cuentos de hadas resulten de fácil
comprensión para distintas edades (en ambos sentidos de la palabra) y que culturas diferentes tiendan
puentes y modos de aproximación entre los diversos niveles del entendimiento, no sólo en el ámbito
cultural colectivo, sino en el individual humano, mostrando su lado iluminado y su lado oscuro, su
conflicto mental y emocional.
A veces es difícil distinguir el cuento de hadas de otro tipo de narración simbólica.
Tenemos los
mitos, las sagas, la leyenda y el folkore, términos que con frecuencia se usan con descuido, sin una
precisión nítida, pero que en realidad tienen diferencias básicas. Sin embargo, todos ellos tiene la
característica común de poseer una naturaleza arquetípica.
El mito pertenece a la raza y se integra con ella, atesora parcelas de su historia, pero se refiere,
ante todo, a cosas del otro mundo –los dioses, los creadores, los seres divinos, los poderes
sobrenaturales y los héroes culturales: su intención es principalmente religiosa.
La saga, por el contrario, tiene sus raíces en lo histórico y lo aristocrático. Puede ser, y a menudo
lo es, trágica, mientras que el verdadero cuento de hadas debe tener un final feliz. Los Hermanos
Grimm marcaron la diferencia entre la saga, como algo “histórico” y el cuento de hadas, como algo
“poético” (Das Märchen ist poetischer, die Saga historischer).
A la una se la considera cierta o, si no
del todo, por lo menos resulta creíble, el otro, que se desenvuelve en un mundo de fantasía, no es un
tema sujeto a credibilidad. La saga se basa en lo racional, el cuento de hadas, en lo irracional. La
saga, y las leyendas que de ella se derivan, tienen los pies puestos en la tierra. Lo sobrenatural, si
figura en ellas, tiene una consideración secundaria, mientras que en el cuento de hadas es lo primario.
En la saga y en la leyenda el hombre se enfrenta con la naturaleza y con su propio género, en el reino
de las hadas se encuentra con fuerzas sobrenaturales que son siempre una manifestación de algún
poder que está más allá del mundo normal y fuera del alcance de su control. Aún cuando esta fuerza
se manifiesta por medio de un acontecimiento completamente normal, lleva consigo siempre el poder
de lo mágico y de la transformación.
Pero no es sólo lo sobrenatural lo que distingue al cuento de
hadas, sino la introducción de fuerzas ajenas al género humano pertenecientes a un reino que está por
encima o por debajo del suyo. Las hadas buenas están allí para ayudar a los afligidos que creen en
ellas y las invocan. Las hadas malas, las brujas y los ogros tratan siempre de crear problemas y
amenazan al héroe o la heroína. Todos emplean la magia.
Mientras el mito es intelectual y la saga o la leyenda son narraciones de acción, el cuento de hadas
es romántico y emotivo. Aunque procede del mito y la saga, presenta lo arquetípico de una forma
más personal, generalmente aceptable. El mito y la saga pertenecen a la nación y son raciales y
culturales, mientras el cuento de hadas se refiere generalmente a una persona, a menudo sin nombre,
que representa alguna cualidad con la que puede identificarse el individuo, y nos relata también
acontecimientos que están dentro de la experiencia y de lo que puede comprender la gente corriente.
En ellos hay reyes y reinas, príncipes y princesas, leñadores, soldados, campesinos, pero a pocos se
les da un nombre personal, pues, aunque se les llame Blancanieves o La Bella Durmiente del Bosque,
se trata siempre de algo que los tipifica sin personalizar.
Los cuentos de hadas difieren también del mito y la saga en que en ellos no hay ningún elemento
histórico, se desenvuelven en un mundo de magia y fantasía exento de las limitaciones temporales,
característica que se encuentra íntimamente asociada con su naturaleza esencialmente sobrenatural y
con los poderes de transformación que describen. Los humanos, los animales, los pájaros, los peces y
los insectos, todos tienen por igual la capacidad de transformación, pueden cambiar su apariencia
exterior sin perder su auténtica identidad individual. Incluso el sol, la luna, las estrellas, las aguas y
los árboles pueden estar dotados de una vida sobrenatural. Por otro lado, las personas y las cosas
pueden volverse inanimados y convertirse en piedra por un sinfín de años para recuperar luego su
apariencia normal y reanudar su vida, sin haber envejecido, cuando se rompe el hechizo.
Tampoco
existe la muerte definitiva en el verdadero cuento de hadas. El héroe puede morir en la leyenda y en
la saga, pero, si se le da muerte en el cuento de hadas, se le puede devolver la vida por métodos
sobrenaturales.
Todas estas condiciones están de acuerdo con la característica esencial del cuento de hadas: la
necesidad de un final feliz. Las pocas excepciones a esta regla, se dan en cuentos que, aunque tienen
un elemento ligeramente sobrenatural, son de una naturaleza más afín a los cuentos infantiles, con
moralejas que contienen advertencias contra la codicia, la envidia o el orgullo, tales como Los Tres
Golpes y El Pescador y su Esposa. En este último, la dama, no contenta con su riqueza, palacios y
poder, finalmente quería ser Dios y, por lo tanto, se le hizo regresar rápidamente a su choza y
pobreza anterior. Perrault, en su Caperucita Roja, también ignora la regla del final feliz, pero esto
sucede porque nuevamente nos encontramos con que está contando un cuento folklórico, con
moraleja, en lugar de un cuento de hadas, a la heroína muerta no se le devuelve la vida y, a diferencia
de las versiones tradicionales, no se encuentra en él ningún elemento sobrenatural.
En todos los
cuentos de hadas verdaderos el espíritu del optimismo y el triunfe corre por ellos como un hilo
dorado. Desde el principio se sabe que triunfará la buena voluntad y que, aunque haya fuerzas
peligrosas o amenazadoras a las que enfrentarse o evitar, existen otros poderes cuya ayuda se puede
invocar y que nunca se niega esta ayuda a los que confían en ellos y cumplen con sus condiciones.
El
héroe y la heroína terminarán por encontrarse, se casarán y vivirán felices por siempre jamás.
Esta nostalgia de unificación final, simbolizada por el Andrógino, es la nostalgia del Paraíso, la
Edad de Oro, un lugar y un tiempo en el que los hombres y los dioses podían encontrarse y
comunicarse con toda naturalidad, cuando no había separación entre los dioses y los hombres ni entre
el hombre y los animales, así como entre cualesquiera de las manifestaciones vitales de toda la
creación. Tampoco había separación entre lo sagrado y lo profano, tal como sucede en los cuentos de
hadas, donde coexiste lo natural y lo sobrenatural. En el mito y en la religión, que tratan de un
mundo ideal en íntimo contacto con lo divino, el alma busca el Reino Divino, en la leyenda y el
cuento de hadas esta unión se manifiesta mediante el matrimonio feliz del héroe y la heroína.
Los
poderes paradisíacos de la intercomunicación se hacen evidentes en los numerosos casos de animales
y pájaros que pueden hablar para guiar y ayudar a los humanos, tal como lo demuestran los clásicos
cuentos sobre Cenicienta en sus diferentes versiones, con sus animales que colaboran y sus pájaros
que informan para poder alcanzar un final feliz.
Este estado paradisíaco, donde se encontraban los alimentos sin necesidad de trabajar, se refleja
también en cuentos como La Mesa de los Deseos, en el que el héroe dispone de una mesa que,
cuando él lo necesita, extiende por sí misma un mantel limpio con vajilla, buena comida y buen vino.
El País de las Hadas
Ilustración de Gustavo Doré para Don Quijote, de Cervantes
Como se producen luchas contra los poderes adversos, el cuento de hadas también presenta
circunstancias en las que las personas se ven obligadas a enfrentarse a situaciones que las trasladan
de su mundo persona al universal para encontrarse en lo espiritual, proyectan a los protagonistas al
reino de lo sobrenatural, donde los acontecimientos y las posibilidades deben juzgarse siguiendo
normas espirituales y éticas. Una de las funciones importantes del cuento de hadas es hacer que el
niño se identifique y se vea inmerso en experiencias y situaciones arquetípicas, tales como la
diferencia entre lo bueno y lo malo, el valor y la cobardía y el enfrentamiento entre nuestro ingenio y
las fuerzas superiores. Esta identificación y participación ayuda a superar los sentimientos de
aislamiento y soledad a que el ser humano es tan proclive y, al lograrlo, hace que la persona se sienta
parte de una totalidad mayor, mientras que el final feliz del cuento da la agradable sensación de ser la
parte triunfal de todo el conjunto. Como dice Mircea Eliade, gran autoridad en mitología y religión:
“Todos los hombres quieren atravesar experiencias peligrosas y enfrentarse a pruebas excepcionales
que les sugieran su camino al otro mundo. Todas estas experiencias pueden tenerlas en su mundo
imaginativo oyendo o leyendo cuentos de hadas”.
Otro elemento importante en los cuentos de hadas son las influencias orientales, introducidas a
través de la Alquimia, que llegó a Europa desde el Este y vino a España en la Edad Media con la
cultura árabe, dejando su huella no sólo en los ambientes cultos, sino también en los cuentos
populares.
Esta influencia le dio a los cuentos de hadas los símbolos de oro y plata, sol y luna, rey y
reina y el concepto de la transmutación del metal básico en plata u oro, que representa el viaje
interior para encontrar la identidad propia y alcanzar la unidad última en el Andrógino. Los cuentos
hindúes, traducidos del Panchatantra, también tienen en cuenta las doctrinas orientales del fatalismo
y los designios inexorables del karma: las hadas profetizan y los animales anuncian acontecimientos
que no pueden evitarse. Se sabe desde el comienzo que los acontecimientos seguirán su curso, con lo
que nos encontramos de nuevo con la lucha entre lo bueno y lo malo, aunque también se sabe de
antemano que finalmente triunfará lo bueno.
La fascinación que ejerce el cuento de hadas en todas las edades radica en que revela nuestra
propia naturaleza interior, con infinitas posibilidades espirituales, psíquicas y morales.
Es la
búsqueda del significado de la vida. El argumento gira en torno al héroe, o la bella afligida, que se
enfrentan a poderes titánicos. Los sufrimientos, pruebas y tribulaciones son imprescindibles para la
realización de la trama, la evolución de los individuos involucrados y la unificación final.
Cooper J.C
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