John Beaumont, hablando con las hadas en el siglo XVIII, les preguntó una vez qué clase de
seres eran. Le contestaron que eran “de un Orden de Criaturas Superiores al Género Humano y
podían influir en nuestros pensamientos, y que su Morada estaba en el Aire”. El pastor escocés
Robert Kira, que escribió en 1691 La Comunidad Secreta de los Elfos, Faunos y Hadas en 1691, y
de quien se dice que lo raptaron las hadas por divulgar sus secretos y por haber tenido la temeridad
de caminar por un montecillo que les pertenecía a ellas, dijo: “Se dice que estas Hadas son de una
naturaleza intermedia entre el Hombre y el Ángel, lo mismo que se pensaba que los Demonios eran
viejos. Son de espíritu inteligente y laborioso y cuerpo mutable y sutil, como el llamado Astral, con
una Naturaleza parecida a la de una Nube condensada, y se ven mejor en el crepúsculo. Estos
Cuerpos resultan tan fáciles de manejar para los sutiles Espíritus que los habitan, que pueden hacer
que aparezcan y desaparezcan a su gusto”.
Dice también que estos cuerpos están hechos de “Aire solidificado”. “Su vestimenta y habla es
similar a la de la gente y país en que viven … Se dice que tienen Gobernantes aristocráticos y Leyes
… que se distribuyen en Tribus y Órdenes y tienen Hijos, Niñeras, Matrimonios y Muertes y
Entierros parecidos a los nuestros … Sus principales vicios son la Envidia, el Rencor, la Hipocresía,
los Embustes y el Engaño”. Pero en el mismo tratado dice: “Estos Fabulosos Personajes Aéreos no
tienen tanto ímpetu y tendencia hacia cualquier vicio como el Hombre al no estar imbuidos en un
cuerpo tan grande y lleno de escoria como lo estamos nosotros, pero se encuentran en un Estado
Único imperfecto y algunos de ellos hacen más intentos que los demás por realizar acciones heroicas,
teniendo las mismas Medidas de Virtud y Vicio y esperando la evolución hacia un estado de vida
superior y más espléndido. Una sola hada es más fuerte que muchos hombres, pero no son propensas
a causar daño al Género Humano, a no ser que se les dé el Encargo de castigar alguna Falta grave”.
Giraldus Cambrensis, sin embargo, les adjudica una moralidad mejor: “Estos hombres de mínima
Estatura, pero muy bien proporcionados en su constitución, eran todos de complexión clara, con un
abundante cabello que cae sobre sus hombros, como el de las mujeres.
Tenían caballos y galgos
adaptados a su tamaño. No comían carne ni pescado, sino que vivían siguiendo una dieta de leche,
preparada con azafrán, para formar un potaje. Nunca juraban, porque no había nada que detestaran
tanto como la mentira. Cada vez que regresaban de nuestro hemisferio superior, reprobaban nuestra
ambición, infidelidades e inconstancia, carecían, de forma alguna de adoración pública, al ser, según
parecía, amantes y adoradores de la verdad”. Ralph de Goggeshall y Gervasio de Tylbury también
hablan de las hadas como de gente pequeña, pero otros escritores de la Edad Media dicen que son de
estatura normal. En los cuentos de hadas pueden variar desde un tamaño mayor al de los hombres
hasta el diminuto duende que duerme en una flor de campanilla.
En los tiempos modernos, Evans-
Wentz dice que las hadas son “una raza especial entre la nuestra y la de los espíritus”, mientras que
Nutts les llama “los poderes de la vida”. Como las Nereidas, tienen realeza: hay Reinas de Hadas y
Reyes de Duendes.
El baile se realiza siempre en círculo, pero de espaldas. John Beaumont afirma: “Yo vi bailar a
algunas de ellas en un anillo del jardín y cantar cogidas de la mano, sin mirarse de frente, sino con
las espaldas vueltas hacia el interior del Círculo”. El baile debe terminar al amanecer. Hay algo
mágico en el baile: es una imitación de la energía creativa del cosmos, el juego divino, el ritmo del
universo, y bailar en círculo, especialmente en primavera, es un acto de magia que trata de ayudar al
sol a dar sus vueltas. Bailar dando vueltas crea también un círculo mágico que encierra un espacio
sagrado.
Blancanieves, Rosa Roja y el enano. Ilustración de Ethel Franklin Betts, 1917.
La música juega también un rol importante en el mundo de las hadas. Ha tenido siempre alguna
relación con el hechizo, desde la lira de Orfeo y Apolo, las flautas de Pan, los encantos de Cadmus,
los hechizos de las Sirenas, hasta la Flauta Mágica, el Flautista de Hamelín y otros cuentos, como
“Querido Rolando”, en el que a una bruja malvada se le obliga a bailar al son de la música, hasta que
cae muerta. La música puede servir también para provocar un sueño encantado. En el Kalevala se
induce el sueño mediante una canción mágica y en los cuentos europeos y griegos la flauta y el violín
tiene facultades mágicas para la recuperación de la vida. En Oriente es muy conocido el poder de la
música muy utilizado para encantar. Pero a todas las hadas les molesta el ruido fuerte. Tienen terror a
los truenos, cosa que puede explicarse por la enemistad entre Thor y los gnomos.
Por extensión odian
los tambores, tampoco les gustan las campanas, que tienen el poder de ahuyentar los maleficios.
Algunas de las cosas que también les disgustan tienen connotaciones cristianas: encender una
vela junto a la cama protege tanto a la madre como al niño en el período que precede al bautizo del
niño y la bendición de la madre, también surte efecto poner una cruz en un barril de cerveza, porque
a los duendes les gusta mucho y con esto se evita que nos la roben.
Las Flores y el Hierro
Algunas flores poseen cualidades similares a las de las hadas, como las prímulas y el tilo.
El tilo
y el limero son árboles favoritos de las hadas, por lo que no es conveniente para nuestra seguridad
acercarnos a uno cuando ya ha anochecido, pero otras plantas ahuyentan los maleficios y mantienen
alejadas a las hadas y a las brujas. Una rama de aucuparia o espino blanco puesta encima de la puerta
del establo evitará que las hadas o brujas roben u ordeñen el ganado, y una vela junto a la cuna
protege a un bebé cristiano así como una rama de aucuparia evita que roben a un bebé celta, dejando
en su lugar un falso sustituto (una treta favorita de las hadas, a quienes gusta secuestrar niños
mortales y criarlos como propios). El avellano es también un árbol mágico y sus frutos aparecen a
menudo en los cuentos de hadas y en el folklore como símbolo de sabiduría o como recipientes
mágicos. Las avellanas que daba el árbol de Avalón caían en un pozo donde vivía el salmón sagrado,
que era el único que podía comerlas.
El saúco pertenece a la anciana que vive debajo de él y no
puede talarse sin su permiso.
Es peligroso tener en casa algún objeto hecho con su madera y no
puede utilizarse como leña sin temor a consecuencias espantosas. Tal vez sea la berza de San Juan la
planta más eficaz para ahuyentar los maleficios, especialmente si se coge la víspera de San Juan a
medianoche y en ayunas. Las verbenas también tienen la virtud de proteger contra los maleficios y
los encantos.
Entre las cosas inanimadas, el hierro frío es anatema para todo el mundo de las hadas. Kira dice
que “nada terreno las aterroriza tanto como el hierro frío” y no tienen “nada de hierro y sí muchas
cosas de pedernal amarillo”. Es una creencia muy extendida que el hierro aleja a las hadas, las brujas,
los demonios, los fantasmas y los genios.
Esta idea ya aparece en La Odisea, donde se dice que “el
hierro asusta a los espíritus”. En un nacimiento hindú se colocaba hierro a los pies de la cama para
ahuyentar a los espíritus malignos, práctica que se conserva en los países celtas donde el hierro
colocado en una cuna evita también que las hadas cambien el bebé por un sustituto. Si cualquiera
entra en el submundo de las hadas o los gnomos, le conviene dejar un trozo de hierro a la entrada,
para que no pueda cerrarse tras él, impidiéndole el regreso al mundo superior. No es sólo a las hadas
a quienes no les gusta el hierro: el hierro tiene una mala reputación casi universal. Los hindúes
llaman a la edad final de destrucción y oscuridad en que ahora vivimos la Kali-yuga, edad del hierro,
que viene al final del ciclo anterior al regreso a la nueva edad de oro. Siempre ha habido una
prohibición contra el uso del hierro en los ritos sagrados como, por ejemplo, la construcción del
templo de Salomón donde “no había ni martillo ni hacha ni se oía ninguna herramienta de hierro en
la casa mientras se estaba construyendo”.
Las hadas tocadas por el hierro, aunque sea por accidente,
desaparecen inmediatamente del mundo mortal. Hay un cuento celta en el que una esposa hada
advierte a su esposo mortal de los peligros del hierro: desapareció al rozar por accidente el freno de
un caballo. Por eso, una herradura de caballo es un amuleto eficaz contra las brujas y las hadas
malas. Un cuchillo o cualquier objeto de hierro arrojado detrás de nosotros es eficaz para evitar que
nos siga cualquier mortal con malas intenciones, dispuesto a crearnos problemas y un cuchillo debajo
de un felpudo de la puerta principal protege la entrada a la casa. Ninguna bruja puede caminar sobre
hierro frío.
A los herreros se les teme por su asociación con el hierro. Son también obreros de lo mágico,
puesto que son “dueños del fuego” y el metal fundido es una cosa misteriosa, a la que se mira con
miedo y terror reverencial.
San Patricio rezaba contra “los hechiceros de las mujeres, los herreros y
los druidas”.
Los herreros tienen tanto poder de creación como de destrucción. Igual que los albañiles poseen
también secretos de la profesión y de poderes rituales de transformación, celosamente guardados y
transmitidos únicamente a los iniciados. Los herreros parece que descienden de los ayudantes de los
dioses del fuego: Vulcano, Lugo, Loki y otros. Se convierten en los enanos negros de los cuentos de
hadas que fraguan las armas mágicas y las armaduras impenetrables. Este doble aspecto de creación
y destrucción se refleja en los enanos que son o amables y protectores, como en la historia de
Blancanieves, o malignos, como el de Blancanieves y Rosa Roja.
Poderes Mágicos
En algunas historias las hadas parecen una versión popular de las Parcas y poseen los mismos
poderes. Pueden conferir dones, ya sean riquezas materiales o cualidades espirituales, buenas o
malas, benéficas o malignas. Como las Parcas, dos pueden ser amigas y colaborar, pero la tercera, en
congruencia con la miserable naturaleza de Atropos, corta la vida o provoca desastres. Puede
producir tempestades, transportar y transformar, y también adivinan pensamientos y profetizan. Aquí
hacen suya la personalidad ritual de las profetisas de la mitología y la leyenda. El egipcio Ator, el
griego Moirae y el Noruego Norns, todos profetizan, como lo hicieron las esposas –sabias noruegas
en tiempos posteriores. Las Parcas estuvieron presentes en el nacimiento de Aquiles y otros héroes,
mientras que a nivel popular existía una antigua costumbre bretona de invitar a las hadas a un parto,
convidándolas con un banquete de bienvenida.
Todas las hadas tienen poderes que están más allá del
alcance de los humanos corrientes, aunque algunos de estos poderes pueden conseguirlos los magos,
brujos, adeptos e iniciados.
Jane Harrison escribió: “Sabemos ahora que las instituciones sociales tienden a proyectar figuras
mitológicas …
El ritual primitivo tiene siempre un carácter mágico, por ejemplo, el adorar hace lo
que quiere ver hecho, sus ritos son los de la inducción mágica, se casa para que la tierra sea fértil,
cuida simbólicamente del niño sagrado para que sus propios niños puedan alimentarse”. Esto es
magia simpática, simpática, no en el sentido de emociones compartidas, sino en el sentido de hallar y
experimentar algún nexo o relación natural.
Esto se encuentra íntimamente relacionado con lo que se
conoce como magia homeopática, que opera sobre la base de similar-a-similar, como es verter agua
para provocar la lluvia, según lo ilustra el ritual hebreo: “Ofrece agua en la fiesta de Sukkoth para
que te bendigan las lluvias”. También existe la magia universal de encender hogueras para aumentar
el calor y la fuerza del sol y la magia homeopática aparece al colgar o quemar efigies de personas. La
magia por contacto es aquella en la que la posesión de objetos íntimamente asociados con una
persona brinda un nexo, a través del cual se puede hechizar a esa persona y conseguir control para
conseguir este poder, pero las partes del cuerpo que crecen como el pelo y las uñas, son más
importantes todavía. Estos medios de control están reconocidos en todo el mundo, especialmente en
la brujería.
De aquí viene el viejo dicho: “a quien se corte las uñas el sábado por la mañana más le
valiera no haber nacido”. Tal es la devastación que puede provocar un poder maligno que posea
alguna parte del cuerpo. El cabello de las brujas tiene una eficacia especial para realizar
encantamientos o petrificar, y por esto antes se solía afeitar a las brujas antes de someterlas a una
prueba, para evitar que usaran este poder. El cabello tiene la fuerza vital de la cabeza y perderlo,
como en el caso de Sansón, es quedarse sin recursos. Las huellas y las sombras son también puntos
vulnerables de las personas. Grant Allen dice: “Toda la magia se basa en la creencia primigenia de
que uno debe poseer algo que pertenezca a la persona que quiera controlar, contener o dañar … Este
es el secreto, también, de todos los anillos, los cuchillos, las gemas y las cajas, cuya posesión da a un
hombre poder sobre las hadas, los espíritus, los gnomos y los genios”.
En la magia simpática la parte puede representar al todo en una situación pars pro tuto, como en
el cuento de El Diablo de los Tres Cabellos Rubios. Los animales entregan a menudo al héroe un
cabello o plumas como medio de contacto, que se usa para pedir ayuda en momentos de necesidad.
En una historia china, la heroína le da al héroe su zapatilla, con la que podrá llamarlo en
cualquier momento. En el Panchatantra y las Mil y Una Noches, una serpiente le da al héroe tres de
sus escamas. Los árboles y las plantas están también presentes, como símbolos de la vida, ya que, a
menudo, la fuerza vital de una persona tiene alguna relación con la de un árbol plantado a su
nacimiento.
Este tema está muy difundido y todavía perdura, desde los tiempos del Egipto pre-dinástico. Dos
hermanos plantan árboles, cuyo bienestar será reflejo del de su socio humano. Una historia griega
nos habla de una reina que planta tres calabazar para representar los destinos de sus tres hijos. Hay
otros muchos símbolos de vida, como un anillo que se mancha si el dueño está enfermo, un bastón
que se cae si el héroe está en apuros, un cuchillo al que le salen manchas de sangre, una camisa que
se pone negra, un vaso en el que aparecerán gotas de sangre y hasta un peine que sangra si su dueño
se encuentra en peligro.
La sangre, como símbolo obvio de la fuerza vital, es un objeto frecuente en la magia y las gotas
de sangre tienen un gran potencial mágico. Lo mismo que la saliva, puede hablar y revelar verdades
ocultas que esclarecen crímenes y ayudan a la justicia, o protegen al héroe o la heroína, como en
Querido Rolando, cuando las tres gotas de sangre de la hijastra contestan a la bruja-madre en su
lugar y permiten que ella escape, tal como lo hace la saliva en una versión de Hansel y Gretel.
El
mismo tema de la sangre que habla aparece en Kalevala y en los cuentos noruegos.
En el Antiguo
Testamento, la sangre de Abel habló desde el suelo. La magia también está presente en los pactos
sellados con la sangre, ya sea entre “hermanos de sangre” o en un pacto con el Diablo.
Los amuletos, los collares y las lámparas pueden estar también relacionados con la fuerza vital y
dañarlos es dañar a la persona que está asociada a ellos. Los retratos reaccionan a la muerte del
sujeto, la vida de un vikingo estaba ligada a su espada, que se rompía a su muerte y era enterrado con
ella. Una prenda de vestir, un trozo de ella o cualquier cosa que haya estado en contacto con una
persona enferma se puede colgar en un árbol o arbusto junto a un pozo sagrado o a un manantial: la
enfermedad se transferirá entonces al objeto y la persona curará. Ejemplos de esta creencia se pueden
encontrar aún en nuestros días. También se cumple lo contrario: se puede grabar en algo el nombre
del enemigo y arrojarlo a un pozo, con una maldición que le puede provocar una enfermedad o la
muerte. La fabricación de figuras de cera que se derriten o se les clava alfileres para provocar dolor,
desgracia o muerte es demasiado bien conocida como para que necesitemos hacer comentarios.
El Poder del Nombre
El mismo poder se extiende al nombre igual que a la persona. Saber el nombre “verdadero” es
tener el Poder del Nombre, de modo que en muchas sociedades se da una pluralidad de nombres. Hay
un nombre público para uso general, pero luego hay otro esotérico e íntimo que se mantiene en
secreto, por temor al poder malicioso que pudiera ejercer cualquiera que estuviese en posesión del
nombre verdadero. Este poder está relacionado con la creencia general en la fuerza creativa del
sonido: “En Principio era la Palabra y la Palabra era Dios”. El nombre es también un poderoso medio
de exorcismo y es la base de los encantamientos en que las “palabras de poder” pueden invocar a las
fuerzas elementales y abrir puertas con la magia, como es la frase “Ábrete, Sésamo” de Alí-Babá. El
nombre de Dios es suficiente para provocar la huída de las hadas o cualquier poder maligno. Kira
dice que las hadas “desaparecen siempre que oyen que se invoca Su Nombre o el Nombre de Jesús, y
no pueden actuar después de haber oído ese nombre sagrado”. El nombre verdadero otorga poderes
mágicos sobre el alma y, en algunos casos, casi se considera como sinónimo del alma o espíritu.
Como dice A.M. Hocart: “El nombre de un hombre se trata generalmente como parte de su persona.
En Babilonia lo que no tenía nombre no existía”.
En la antigua Roma no se le daba a un muchacho el
nombre individual hasta la iniciación, cuando se ponía la toga viriles, o a una muchacha hasta que se
casaba. La persona no tenía entidad hasta que recibía un nombre.
Entre los aborígenes australianos, el padre decía al muchacho el nombre totémico en la
iniciación. En todas las edades y en todos los tipos de cultura se da al individuo un nombre nuevo
cuando tiene lugar la iniciación.
La prohibición de usar el nombre también se da entre las hadas. Trae mala suerte nombrarlas
directamente. De aquí las innumerables alternativas, como “La Pequeña Gente”, “La Buena Gente”,
“Las Personas Superiores” o, en la tradición celta, “La Gente de la Colina”. Los irlandeses las llaman
sidhe, “La Buena Gente”, los escoceses las sith, “La Gente Pacífica”, y en las Tierras Bajas se les
llama “Los Buenos Vecinos”. Las hadas de Mans son “La Pequeña Gente”, “Los Pequeños Sujetos”
o “Ellos Mismos”.
En Alemania también se les llama Kleine Volk o “Gente Pequeña”, mientras que a
los enanos se les puede llamar Wichlein o “Pequeñas Criaturas”, pero en la Bretaña superior un hada
se convierte en Margot la Fée, Bonne Margot, o simplemente, ma Commre, mi Madrina. Algo
parecido sucede en el resto del mundo.
En Grecia, a las Furias, como a las hadas, se les llamaba eufemísticamente las Euménides, las
Graciosas. Los animales temidos nunca se nombraban por miedo a atraerlos, de tal forma que al lobo
se le llamaba El Silencioso o El Corredor del Bosque, y en las sociedades donde tienen miedo a los
muertos se tiene mucho cuidado de no pronunciar su nombre, usando cualquier otro título. Lo mismo
sucede con enfermedades muy temidas y, por eso, se llamaba a los leprosos les malades.
La importancia atribuida al nombre se comprueba a lo largo del tiempo en la perpetuación de un
apellido, que no debe dejarse desaparecer y que ha llevado a muchos hombres a casarse por esa única
razón. Del mismo modo, se pone a los niños el nombre de algún antepasado, para perpetuar el
nombre, estos niños se consideran, a menudo y en algunos países, como la reencarnación de sus
antepasados.
Es también significativo que se considere mala suerte cambiar el nombre de un barco o
de una casa. La misma creencia en el poder del nombre se encuentra en la superstición cristiana de
no revelar el nombre del niño antes del bautizo, cuando está totalmente desprotegido contra el poder
del Diablo o las brujas y las hadas malas. Edgard Clodd sostiene que “esto, en pocas palabras, es la
noción de que el nombre de cualquier ser, ya sea humano o sobrehumano es una parte integrante de
sí mismo y saberlo pone a su dueño, sea éste deidad, fantasma u hombre, en poder de otro,
implicando esto, a menudo, la destrucción del nombrado”.
En muchas religiones, Dios tiene un nombre que no se debe pronunciar. Una leyenda hebrea
cuenta que la tierra y los cielos temblaron cuando Salomón empezó a pronunciar el nombre sagrado.
En los tiempos romanos, el nombre de la deidad tutelar de una ciudad se mantenía en secreto: se dice
que haber divulgado el nombre de una de estas deidades le costó la vida a Valerio Soranus. Los
judíos tenían la misma prohibición, con el fin de mantener a la deidad en exclusiva para su propia
gente. En los misterios griegos, sólo los iniciados podían apelar o rezar a las deidades cuyos nombres
se les había dado.
El no conocer el nombre excluía a los no iniciados de obtener favores de las
divinidades.
El conocimiento del nombre obligaba a la deidad a responder favorablemente a las
plegarias del que les rezaba, aunque, normalmente, se trataba de divinidades extranjeras o demonios
y se adoptaba un tono más respetuoso para dirigirse a una gran diosa lunar, tal como Artemisa o
Hécate.
Los griegos también usaban el nombre como un medio para hacer magia y hacían tablillas de
plomo, defixiones, grabadas con el nombre de la persona a quien se pretendía dañar, y las
atravesaban con un clavo. Después, se usaron mucho estas tablillas para todo tipo de magia y se
inscribían en ellas símbolos mágicos, números o maldiciones, junto con los nombres de los espíritus
invocados.
Los sacerdotes antiguos y los magos cortesanos empleaban la magia, ambos usaban ritos,
palabras de poder y nombres.
En Egipto, era necesario conocer el nombre para abrir las puertas del
otro mundo, tenía que conocerse el nombre del demonio guardián y había que llamar a los dioses por
su nombre correcto, antes de que pudiesen brindar ayuda. Ra tenía un Gran Nombre, que sólo él
conocía, hasta que Isis lo sedujo para sonsacárselo y usarlo contra él.
Se podía dañar a cualquier persona con el poder del nombre y, en los ritos del Festival de Edfú,
los nombres de todos los enemigos de los Nomos se escribían sobre la figura de cera de un
hipopótamo o un cocodrilo de cerámica, que después se rompía en pedazos, diciendo: “Háganse
heridas cortantes en sus cuerpos, mátense unos a otros”. Un nombre escrito en la pared de un templo
pone a uno en contacto con la divinidad y bajo su protección.
La creencia en el poder del nombre se ha mantenido en la religión, el mito, la saga, el ritual y la
leyenda, hasta el cuento de hadas, donde aparece con frecuencia y juega un papel importante.
Rumplestilskin. Ilustración de Ethel Franklin Betts, 1917.
Cooper J.C
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