Herejía es toda creencia que se aparta de la recta
doctrina de cualquier religión. Así, toda religión es una herejía para las
demás.
Pero no nos referimos a esto, sino a las discrepancias
dentro de la misma religión, como quiere expresar la propia palabra
"herejía" de hairein, escoger, elegir.
Hay tres verdades comunes a todas las religiones del
planeta, a saber:
1º La existencia de Dios.
2º La inmortalidad del alma.
3º- La existencia de seres intermediarios entre Dios y el
hombre.
Si por esto fuera, podríamos decir que todos los hombres
tenemos la misma religión. Pero la cuestión de forma y de palabra, nos divide
con mayor virulencia aún que la diferencia de lenguas. Esta división es
natural, pero debería llevar aparejado el más absoluto respeto a la religión
de los demás.
La utilidad de una religión depende de su capacidad para
conmover el sentimiento. Este es la puerta de entrada de toda intuición
religiosa. No hay religión sin emoción previa.
Entonces, ¿cómo puede explicarse la contumacia de
los que tratan de imponer, a cualquier persona los dogmas y rituales de una
religión que no le afecta? Un poco de buen sentido impediría esto. Bien está exponer; pero toda imposición
se hace antipática. Y esto es todo lo contrario de sensibilizar la emoción
ascendente que ha de llevarnos a un estado de conciencia religioso.
"Comprender es amar" dijo Anatole France; más
la antipatía es el obstáculo seguro para todo amor y para toda compresión. El
sabio que en su laboratorio llega a la intuición de los Principios, por la
emoción de sus estudios o descubrimientos, está en pleno canino religioso.
Oficia diariamente en el altar de la ciencia con el ritual misterioso de la
química, de la física o de la biología. Y muchas veces es tan santo y tan
austero como el mejor religioso, y en ciertos casos, más austero que cualquier
religioso mundano. ¿A qué imponerle otra religión si está en contemplación, o
sea en pleno templa con la `Terciad?
El artista que, como Rafael, Leonardo a Beethoven, nos da
una vida de constante. inspiración, ¿para qué necesita de otro rito? Por
ventura ¿no participa de la Divina Presencia, fuente de todo poder creador? ¿No
actúa el espíritu en él, como quiere decirnos la propia palabra inspiración?
¿Podría cualquier fórmula religiosa calar más hondo que
todo aquello que constituye el anhelo y la razón de su vida? "El que tiene
un arte no necesita religión" dijo también Beethoven, el divino inspirado.
Es menester meditar profundamente estas cosas, para no
caer en sectarismos, actitudes y dogmas infecundos; porque gran verdad es la de
que, toda sublimación del pensamiento o del sentimiento, conduce a Dios, y
nadie tiene el monopolio de administrar sus dones.
Si toda diferencia de religión es respetable, lo es mucho
más toda diferencia de criterio dentro de la misma religión. Sin embargo, por
aquello de que "no hay peor cuña que la de la misma madera", las
herejías han sido enérgicamente combatidas por los ortodoxos.
Las más importantes herejías del Cristianismo, giran
alrededor del concepto de la Trinidad Divina y de la figura de Cristo. Hubo
quienes atacaron la doctrina negando la divinidad de Cristo, como los
Ebionitas; y otros atacando su existencia humana, como los Marcionitas, los
Monofisitas y los Jacobitas (de Jacob Zanzalo, obispo de Edesa).
Noeto en el siglo III decía ser Cristo el mismo que el
Padre y el Espíritu Santo. Sabelio y Pablo de Samosata en el mismo siglo,
afirmaban que "el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son sino una sola
persona con diferentes nombres". En el siglo I y en tiempos de los
apóstoles, Simón el Mago dijo que "el Padre había dado en tiempo de Moisés
la ley a los Hebreos en el Sinai; que Él mismo en tiempo de Tiberio, se había
mostrado visiblemente bajo la forma del Hijo; y fue quien vino después, bajo el
título de Espíritu Santo, envuelto en lenguas de fuego". Lo mismo dijeron
Esquines y Praxeas, en el siglo II, según Tertuliano. Todo esto parece ser
consecuencia de las doctrinas de Platón que ponía en Dios ciertas
"emanaciones virtuosas" por las que se unía con la materia, sacando
el Universo del caos primitivo y viniendo a ser de este modo un verdadero hijo
suyo.
Arrio metodizó la herejía antitrinitaria sostenida por
griegos y judíos en Alejandría desde el primer siglo de la Iglesia; y que
consistía en negar la divinidad del Verbo. Y fue condenada en el Concilio
Ecuménico de Nicea el año 325.
En el siglo IV, Arrío sintetizó estas herejías de la
siguiente manera:
1) El Hijo no procede del Ser del Padre, sino de la nada.
Por lo tanto no es igual al Padre en la naturaleza divina.
2) Salido de la nada por voluntad del Padre, es verdaderamente
una criatura, si bien la más perfecta, pues todas las demás han sido hechas por
él (el Hijo).
3) No es eterno como el Padre, aunque fue hecho antes de
todo tiempo. El Padre tiene sobre él una prioridad parecida a la temporal.
4) El Hijo pues, no es verdadero Dios y solo
impropiamente se puede llamar Hijo de Dios.
Esta doctrina de Arrío fue combatida en el Concilio 1º
Universal de Nicea que fijó la doctrina de la siguiente manera:
"Y un solo Señor, Jesucristo, Hijo unigénito de
Dios. Y nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no hecho, consubstancial al
Padre: por quien todas las cosas han sido hechas".
Arrío fue excomulgado y desterrado; pero volvió a los 10
años e hizo escuela. Una de éstas fue el "macedonianismo" que extendió
la argumentación al Espíritu Santo, diciendo: "El Espíritu Santo es
criatura hecha por medio del Hijo, servidor de ambos, pura criatura semejante
a los ángeles".
Esto último fue combatido en el Concilio de Constantinopla
en el año 481, diciendo: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y vivificador.
Que del Padre y del Hijo procede. Que con el Padre y el Hijo juntamente es
adorada y glorificado. Que habló por los profetas".
Nestorio negaba a la Virgen el título de Madre de Dios,
cuya herejía fue condenada por el Concilio de Efeso en el año 431. Y, según la
tradición, todos los asistentes, al salir del concilio, entonaron el
"Santa María Madre de Dios" como inspirados por el Espíritu Santo.
Eutiques, como Nestorio, negaba la divinidad de la Virgen
y también la existencia humana del Cristo (doctrina monofisita); y su herejía
fue condenada por el Concilio de Calcedonia en el 451[1].
Los sucesores de Nestorio fueron combatidos por el 5°
Concilio de Constantinopla, el año 553. Los Monotelistas, que fueron anatematizados
por el Concilio 6º celebrado en Constantinopla el año 680, ponían en Cristo una
sola voluntad.
Los Iconoclastas o destructores de imágenes, fueron
condenados por el Concilio de Nicea del año 787.
Focio causante del cisma griego, que negaba obediencia al
papa, fue combatido por el Concilio de Constantinopla en el año 869. Estos
ocho primeros concilios fueron los llamados griegos, para distinguirlos de los
concilios latinos que fueron trece.
De estos últimos, el noveno celebrado en Letrán en 1123,
se decidió en favor de las Cruzadas; el décimo, también reunido en Letrán el
año 1139, trató de unir a griegos y latinos contra los albigenses[2].
El decimotercero reunido en Lyón en el año 1245, condenó por cismático al
emperador Federico de Alemania; el decimocuarto celebrado en Lyón el año 1274,
combatió el concepto de los griegos por el cual se afirmaba que el Espíritu
Santo procedía solamente del Padre. El concilio decimoquinto celebrado en
Viena el año 1312, fue el del célebre proceso contra los Templarios, cuya orden
fundada en 1118, fue disuelta el 6 de Mayo de 1312[3].
Los Concilios l6°, 17° y 18º, celebrados respectivamente en Constanza (1414),
Basilea (1431) y Florencia (1441), se dedicaron a estudiar el cisma de la
Iglesia. El decimonoveno, de Letrán en 1511, condenó el Conciliábulo de Pisa.
El vigésimo reunido en Trento el año 1545, laboró contra el protestantismo. Y
el vigésimoprimero o Concilio Vaticano, en el cual nos hallamos, se reunió por
primera vez en Roma el año 1869 para condenar los "errores modernos".
Los profundísimos problemas metafísicos y filosóficos que
han constituido el tema de las herejías más famosas, no pueden estudiarse y
menos resolverse, más que por una larga y serena meditación hecha por cerebros
muy preparados. Todo lo que es de sólida y profunda la doctrina elaborada por
los genios de la teología, como Santo Tomás, San Agustín, San Isidoro, Raimundo
Lulio, etc., nos parece superficial la labor de los Concilios, que en realidad
no han hecho más que dogmatizar en materia opinable. Si el Espíritu Santo
procede o no solamente del Padre, es asunto demasiado sutil y profundo para
debatirse en un concilio y menos para. ponerse a votación; porque un hombre
inspirado por Dios puede tener razón contra una multitud sectaria.
Queremos suponer que todos los herejes, como pensadores
eminentes, obraran de buena fe; y sin defender a priori ninguna de sus
afirmaciones, si debemos dejar sentado, en buena teoría del conocimiento, que
los problemas en que ellos discreparon de la doctrina recta de la Iglesia,
deben ser aún cuidadosamente examinados, por lo que pudieran suponer de facetas
de la única Verdad inasequible por la mente humana.
Dice Roso de Luna, en el Prólogo (págs. 52 y 53) de sus
"Conferencias teosóficas en América del Sur", lo que sigue: "Hoy
mismo está agonizando el Cristianismo, porque nada hay más fatal para la
Humanidad que imponer frente al código moral de la teosofía de nuestra
conciencia un patrón que es un dogma. Quien no alcance o quien sobrepuje esta
medida arbitraria, por el dharma marcada, queda fuera contra el principio de la
universal fraternidad. Establecer, pues, en una sociedad un código de moral, es
imponer un dogma que precisa para su mantenimiento de un papa y un concilio.
Si la Sociedad Teosófica impusiese, pues, un código de moral a la manera del
Cristianismo al usa, sucedería con ella lo que pasó con la Iglesia en los
primeros siglos. Cada perfil nuevo que se agregaba a la amplísima e inspirada
doctrina de Jesús, costaba un río de sangre y un cisma, que dejaba fuera de
ella sino a los más, seguramente a los mejores. Por eso, hacer sin
mistificaciones la historia de las herejías eclesiásticas es hacer la historia
del progreso de la Humanidad".
Y es que, insistiendo en nuestro sentir, esa moral
sistemática que siguen la mayor parte de las personas, según la creencia admitida
en la sociedad, se nos hace insuficiente y a veces sospechosa. Tanto se confía
en ella, que no se inculca como fuerza de espíritu o como razón suasoria, sino
como rutina consuetudinaria. Por eso falla tantas veces en circunstancias
extremas.
Creemos en la moral de los que en momentos críticos no
pierden la moral, y en la de aquellos que aun faltando al rigor de la moral
admitida, saben, en circunstancias apremiantes, obrar con valor y elevación y
decidir con soluciones espirituales.
Estimarnos como una de las mayores desdichas del hombre
el encerrar su pensamiento dentro del círculo de cualquier ideología dogmática,
porque esto equivale a limitar los horizontes de la mente y, por consiguiente,
incapacitarse para captar verdades cada vez más amplias y perfectas. La falta
de libertad del pensamiento, dificulta el desarrollo espiritual y, por tanto,
la salvación del alma.
Antes de terminar con este punto, réstanos decir algunas
palabras sobre la más famosa de las herejías gestadas en tierra hispana: Se
trata de la herejía de Prisciliano, cuyo escenario del "Campus
Stellae" (o campo de la estrella) es hoy asiento de la célebre y bellísima
ciudad de Santiago de Compostela.
Los priscilianistas, después de la muerte del gran
heresiarca, ejecutado por el emperador Máximo en Tréveris, organizaron peregrinaciones
periódicas al campo donde se guardaba, bajo la protección de la reina Lupa, el
sepulcro, sobre el cual, según la tradición, se aparecía una estrella en señal
de reconocimiento.
Estas peregrinaciones tenían su precedente legendario en
otras celto-druídicas del culto solar primitivo, que venían desde lejanas
tierras hasta el ara-solis de Finisterre, punto el más avanzado del occidente
europeo.
El priscilianismo, fue indudablemente un movimiento
gnóstico enraizado en la religiosidad céltica, con vistas a su injerto en la religión
católica. Prisciliano, hombre de vida apartada, filosófica y austera, fue la
última representación del espíritu poderoso de los "druidas"; algo
así como la plasmación en la conciencia cristiana del panteísmo milenario de
los primitivos arios, que aun vibraba en el corazón de los pueblos de occidente.
El recuerdo de aquellos cultos crueles que oficiaban las
sacerdotisas de la isla de Senne en la Armórica occidental, nos evoca el
origen de la ciudad de Santiago de Compostela, cuando solamente era una humilde
colonia de cenobios llamada "Arca Marmórica"[4.
Este nombre,
ligado a la idea de sepulcro o monumento funerario, justifica la tradición
"sepulcral" del lugar continuada con la del sepulcro de Prisciliano,
cuyos restos fueron "misteriosamente trasladados" al patrio suelo
gallego, y más tarde con la del sepulcro de Santiago, cuyo cadáver se dice
también traído a Galicia en un "arca" o "barca", cuya
significación es la misma que la de todas las "barcas" tradicionales.
Con Prisciliano murieron Felicísimo y Armenio, el poeta
Latroniano y Eucrocia (dueña esta de extensas propiedades en Aquitania) y más
tarde otros dos de sus discípulos: Aurelio y Asarivo. Su herejía duró desde el
último tercio del siglo IV hasta mediados del siglo VI, pero la fuerza y la
autonomía del espíritu celto-galaica (del cual Prisciliano fue su máximo
exponente) aun duró hasta el siglo XII, en que Roma creía en la posibilidad de
un cisma occidental, cuyo temor procuró deshacer el arzobispo Diego Gelmírez
en su visita ad sacra limina.
La posibilidad de la división del tronco cristiano en una
iglesia compostelana, otra templaria o sanjuanista y otra romana, quedó
ahogada en sangre con el triunfo de la romana. Mártir de la occidental
santiaguina fue Prisciliano; mártir de la juanista fue Jacobo Molai[5.
La Iglesia católica, en tiempos de Alfonso II el Casto en
el siglo IX, con objeto de aplastar definitivamente la herejía, sustituyó las
peregrinaciones priscilianistas por las del apóstol Santiago, cuyo sepulcro se
afirmaba haber sido encontrado precisamente en Compostela.
Autores hay que niegan la venida en vida de
Santiago a España; entre ellos el cardenal Baronio, frecuentemente encomiado
como gran crítico por el Padre Feijóo[6];
otros niegan la
autenticidad de su sepultura compostelana, y en apoyo de
esta tesis, aducen el resultado del reconocimiento hecho en el siglo XIX por un
grupo de médicos en el sepulcro del supuesto apóstol. Encontráronse con los
restos de éste, los esqueletos de otras dos personas, una de las cuales era una
mujer. Y es sabido que Prisciliano fue enterrado con dos de sus discípulos[7];
aunque también afirma la Iglesia que Santiago fue enterrado con sus dos
compañeros Teodoro y Anastasio, cosa esta última que no justifica la aparición
de la pelvis femenina[8].
Sin que pueda calificarse de herejía, hay que decir que
el gran acierto de Enrique VIII, entre sus muchos desaciertos, fue vincular el
problema religioso de Inglaterra al poder civil. El laicismo estatal puede
suponer un error político si se basa en la grave equivocación de desentenderse
del fenómeno religioso de grandes sectores sociales, como si no existiese. De
este modo se da lugar a que un poder extraño, se entrometa en la vida de las
naciones, poniendo a veces en peligra su autoridad y su régimen político; como
nos enseña la historia.
Hay pues que huir de ambos extremos, igualmente equivocados.
No puede uno taparse los ojos ante la realidad del hecho religioso en grandes
masas de ciudadanos. Es el propio Estado el que debe encauzar estas fuerzas
espirituales, si no quiere que se las encaucen desde fuera o como actividad
secreta en el interior.
La historia, gran maestra de la vida, nos dice que la
gran vitalidad del Egipto de los faraones, dilatada en treinta siglos de monarquía
y de religión ininterrumpidas, se debe a la unión del poder real y sacerdotal.
Los reyes eran jefes del Estado y pontífices. El actual Imperio Inglés nos da
el mismo ejemplo, unificando en el rey el poder real y la jefatura de la
Iglesia anglicana. Dijo D'Israeli que "le parece la situación de
Inglaterra con respecto a la Iglesia, particularmente feliz. El soberano es
jefe de la Iglesia, de la cual nombra él mismo los dignatarios; de este modo
la Iglesia en lugar de convertirse en un Estado dentro de un Estado, Imperiurn in Imperio, fortalece la
autoridad del Estado".
Pero los problemas espirituales de
los pueblos no pueden someterse a una disciplina única, porque el sentimiento
religioso y la conciencia moral de los ciudadanos tienen fuentes y cauces muy
distintos, según su contextura psicológica, su educación y su cultura. El
Estado debe dar satisfacción a todos, organizando estas actividades, lo mismo
que organiza la cultura y la economía.
Ni laicismo ni tutela extraña. El hombre come, el hombre
piensa y el hombre siente. El programa de Costa hay que ampliarle: Despensa,
escuela y templo, sin distinción de matices pero sin predominio de ningún
sector.
Dr Eduardo Alfonso
[1] San Cipriano considera a estos cuatro primeros concilios, como los
cuatro evangelios de la Iglesia.
[2] Los albigenses constituían una secta religiosa que se extendió en el siglo XI por el mediodía de Francia, en los alrededores de Albi; y contra la cual arremetió por la fuerza el papa Inocencio III, en una cruzada cuya crueldad fue censurada por Santo Domingo de Guzmán. En España se extendieron por Galicia, León, Palencia y Valladolid, siendo combatidos por Fernando III el Santo.
[3] Los Templarios o Caballeros del Temple, constituían una orden militar y religiosa, poseedora de inmensas riquezas, llegando a ser banquera del papa y de algunos reyes. Felipe el Hermoso, celoso de su poderío, ahorcó a su Gran Maestre, Jacobo Molai, e instigó al papa Clemente V para que la disolviese.
En España fue combatida por Fernando IV el Emplazado (1295 - 1312) que hizo ostensible su odio a la orden, mandando arrojar por la peña de Martos a los hermanos Carvajal, que profesaban la fe templaria. Episodio histórico algo enigmático y generalmente mal valorado, a nuestro juicio.
Rosetti en sus “Disquisiciones sobre el espíritu antipapal que produjo la Reforma", decía en 1834: “¿porqué fueron los Templarios, que pertenecían a las más ilustres familias de Europa, sacrificados a centenares en diferentes países... ¿ La historia nos lo dice: Porque pertenecían a sociedades secretas y profesaban doctrinas enemigas de Roma. Parece ser que la metempsícosis y la preexistencia del alma eran parte integrante de su sistema; y, como dice Lecky, "la doctrina de la transmigración era categóricamente rechazada por los católicos".
Los templarios, que heredaron la doctrina esotérica de Jesús por conducto de los Sanjuanistas, transmitieron su doctrina a las Cofradías Constructoras de la Edad Media, en las que tuvo origen la Masonería.
[4] Arca designa la sepultura celta y aun su precedente, el dolmen.
[5] Los once opúsculos de Priseiliano fueron descubiertos por el Dr. Schepas en la Biblioteca Universitaria de Wützburgo en 1885. Contra su herejía se reunió el primer concilio de Toledo.
[6] "Con tal motivo -el de la primacía de la Iglesia en España- se puso sobre el tapete la venida de Santiago a España, negada ya entonces por algunos ilustres autores extranjeros, entre ellos por el célebre cardenal Baronio". (Justo Gº Soriano. "El humanista Francisco de Cascales”. Obra premiada por la Real Academia Española).
También Menéndez Pelayo dice que la tradición de la venida de Santiago a España, si es temerario negarla tampoco es muy seguro el afirmarla. ("Heterodoxos", 2• edición, pág. 12 y siguientes).
[7] Véase Portela, "Ante el Estatuto".
[8] También tuvo especial desarrollo en España desde fines del siglo XV y durante el XVI, la herejía de "Los Alumbrados" que pretendían recibir directamente de Dios y al margen de los medios de la gracia de la Iglesia, una luz que les hacía aptos para la revelación y la percepción. De tal modo que el pecado cometido en momento de iluminación, dejaba de ser pecado. Como se ve, fue más una herejía de conducta que de concepto.
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