domingo, 14 de abril de 2019

UPANISHAD - TEXTO VI



MUNDAKA UPANISHAD
PRIMERA PARTE

1

BRAHMA ya era antes de que fueran los dioses: el Creador de todo, Guardián del Universo. Mediante una revelación otorgó a Atharvan, su primogénito, la visión de Brahman, fundamento de toda sabiduría.
Esta visión y sabiduría de Brahman dada a Atharvan fuele revelada a su vez a Angira en el pasado remoto. Y Angira la transmitió a Satyavaha, quien a su vez la reveló a Angiras.
Ahora bien, hubo un hombre llamado Saunaka, propietario de una gran hacienda, el cual un día acercándose respetuosamente a Angiras le planteó la siguiente pregunta: «Maestro, ¿qué es aquello que, una vez aprendido, todo se conoce?».
El Maestro respondió: Afirman los sabios que hay dos clases de sabiduría: la superior y la inferior.
La sabiduría inferior se encuentra en los cuatro Vedas sagrados[56] y en las seis clases de conocimiento que ayudan a saber, a cantar y a usar los Vedas: la definición y la gramática, la pronunciación y la poesía, el ritual y los signos del cielo[57]. Mas la sabiduría superior es la que conduce al Eterno.



Él está más allá del pensamiento y es invisible, está más allá de la familia y del color. No tiene ojos ni oídos; no tiene manos ni pies. Es eterno y omnipresente, infinito en lo grande e infinito en lo pequeño. Él es el Eterno que los sabios ven como fuente de toda creación.
Y al igual que una araña proyecta y recoge su tela, al igual que las plantas surgen de la tierra, y el vello, del cuerpo del hombre, del mismo modo surge del Eterno toda la creación.
Mediante Tapas, el poder de la meditación, Brahman alcanza la expansión y se genera entonces la materia primigenia. Y de ella proceden la vida y la mente, los elementos y los mundos y la inmortalidad de la acción ritual.
De ese Espíritu que todo lo conoce y todo lo ve, cuya tapas[58] es pura visión, de él proviene Brahma, el creador; nombre y forma y materia primordial.

 2

Tal es la verdad: las acciones devotas que los sabios escucharon en versos sagrados se narraron de múltiples modos en los tres Vedas[59]. Realizadlas siempre, oh amantes de lo verdadero, pues son vuestro camino de santa acción en este mundo.



Cuando las llamas del fuego sagrado ascienden, colocad las ofrendas sagradas con fervor.
Si ante el fuego sagrado de Agnihotra no se presta atención a la luna nueva o a la luna llena, no se atiende a las estaciones del año ni a los primeros frutos de la primavera; si no hay huéspedes presentes, si la ofrenda de sacrificio se deja sin hacer o no se hace de acuerdo con las normas, o bien si se olvida la ofrenda a todos los dioses, entonces quien hace la ofrenda no alcanzará la recompensa de los siete mundos.
Las llamas danzantes del fuego sagrado son siete: la negra, la tremenda, la que es rápida como la mente, la oscurecida por el humo, la de color rojo oscuro, la centelleante y la llama luminosa omniforme.
Si un hombre da inicio a su sacrificio cuando las llamas son luminosas, y tiene en cuenta para las ofrendas las señales del cielo, entonces las ofrendas santas lo conducen en rayos de sol a donde el Señor de todos los dioses tiene su alta morada.
Y al elevarlo en rayos de luz solar, las ofrendas resplandecientes lo glorifican con palabras melodiosas: «Bienvenido», dicen, «bienvenido aquí. Goza del cielo de Brahma ganado con acciones puras y santas».
Mas las barcas del sacrificio que llevan a la orilla más remota son inseguras; inseguros son los dieciocho libros donde se explican las acciones inferiores[60]. Los ignorantes que los alaban como el fin más alto vuelven a la ancianidad y a la muerte.
Habitando en medio de la ignorancia, mas creyéndose sabios y letrados, los insensatos vagan sin rumbo de aquí para allá, como ciegos guiados por ciegos.
Deambulantes por las sendas del desconocimiento, piensan los necios: «Hemos alcanzado la meta de la vida». Nubes de pasión ocúltanles el más allá, y triste es su caída, una vez gozada la recompensa de sus pías acciones.
Al tomar el rito religioso y los presentes caritativos como bien último, los ignorantes no ven la Senda suprema. En verdad reciben la recompensa a sus acciones pías en el alto cielo, mas de ahí caen y llegan a la tierra, descendiendo incluso a regiones inferiores.
Pero aquellos que viven con pureza y con fe en la soledad del bosque, que poseen sabiduría y paz y no anhelan posesiones terrenales, esos atraviesan envueltos en radiante pureza las puertas del sol, hasta el lugar de morada suprema donde el Espíritu está en Eternidad.
Contemplando los mundos de la creación, que el amante de Dios alcance la renunciación: lo que está por encima de la creación no se alcanza mediante la acción. En su anhelo de sabiduría divina, lléguese con reverencia a un Maestro donde habiten las palabras sagradas y cuya alma esté en la paz de Brahman.
A un discípulo que acude con la mente y los sentidos en paz, el Maestro le da la visión de Brahman, del Espíritu de verdad y de eternidad.

SEGUNDA PARTE

1

Esta es la verdad: así como de un fuego llameante surgen chispas a millares, así también del Creador toman vida una infinidad de seres, y a él retornan de nuevo.
Pero el espíritu de luz más allá de la forma, no nacido, que está dentro y fuera de todo, refulge por encima de la vida[61] y de la mente, más allá del Creador de esta creación.
De él proviene toda vida y toda mente, los sentidos de toda vida. De él proviene el espacio y la luz, el aire, el fuego y el agua, y esta tierra que a todos nos sostiene.
Es fuego la cabeza de su cuerpo, sus ojos son el sol y la luna; sus oídos, las regiones celestiales, y los sagrados Vedas, su palabra. Su aliento es el viento que sopla, y todo este universo es su corazón. Esta tierra es su escabel. Él es el Espíritu[62] que está en todas las cosas.
De él proviene el sol[63], y origen de todo fuego es el sol.
De él proviene la luna[64], y de esta, la lluvia y cuantas hierbas crecen sobre la tierra. También el hombre proviene de él, y el hombre proporciona semilla a la mujer; y es así como una infinidad de seres provienen del Espíritu Supremo.

Los versos del Rig Veda y cantos del Sama Veda, las plegarias del Yajur Veda y los ritos de iniciación, los sacrificios, ofrendas y regalos, el que ofrece el sacrificio, el año y los mundos purificados por la luz del sol y de la luna: todos provienen del Espíritu.
De él los océanos y las montañas, y todos los ríos vienen de él. Todas las hierbas y la esencia de todo mediante lo cual el Espíritu interior mora con los elementos: todos vienen de él.
El espíritu en verdad es todo: acción, y el poder de Tapas, y Brahman el creador, e inmortalidad. Aquel que lo conoce morando en el lugar secreto del corazón, corta las ataduras de la ignorancia, aun en esta vida humana.

2

Fulgurante en su luz y, aún así, invisible en el lugar secreto del corazón, el Espíritu es la suprema morada donde habita todo cuanto se mueve, respira y ve. Conócele como todo lo que es y lo que no es, el fin del anhelo amoroso más allá de toda comprensión, lo más elevado en todos los seres.
Él es luminoso en sí mismo y más sutil que lo más ínfimo; pero en él reposan todos los mundos y sus seres. Él es el Brahman sempiterno, y él es vida, palabra y mente. Él es verdad y vida eterna. Él es la meta a perseguir: ¡Alcanza esa meta, hijo mío!

Toma el gran arco de los Upanishads y coloca en él una flecha afilada con devoción. Tensa el arco concentrándote en él y da en el centro de la diana, el Espíritu mismo eterno.
El arco es el sagrado OM y la flecha es nuestra propia alma. Brahman es la diana de la flecha, la meta del alma. Al igual que una flecha se hace uno con la diana, que el alma vigilante se haga una en él.
En él se entretejen el cielo y la tierra y todas las regiones del aire, y en él yacen la mente y todos los poderes de la vida. Conócele como al UNO y deja de lado los otros mundos. Él es el puente de la inmortalidad.
Allí donde todos los canales sutiles[65] del cuerpo se unen, cual los radios en el centro de una rueda, ahí él se mueve en el corazón y transforma su forma una en muchas. Centra tu meditación en OM, en Atman, en tu Sí mismo. ¡Gloria a ti en tu viaje a la lejanía más allá de la oscuridad!
Él, que todo lo sabe y todo lo ve, cuya gloria muestra el universo, habita como el Espíritu de la divina ciudad de Brahman en la región del corazón humano. Se convierte en mente y conduce al cuerpo y su vida, obtiene fuerza del alimento y encuentra la paz en el corazón. Ahí los sabios le hallan como dicha, luz y vida eterna.
Y cuando es visto en su inmanencia y trascendencia, las ataduras que aprisionan al corazón se liberan, desaparecen las dudas de la mente, y la ley del Karma cesa de actuar.
En la suprema cámara dorada está Brahman, indivisible y puro. Él es la luz resplandeciente de todas las luces; esto lo sabe quien conoce a Brahman.
Allí el sol no brilla, ni la luna, ni las estrellas; los rayos allí no brillan y aún menos el fuego terrestre. De su luz, todos estos dan luz, y su fulgor ilumina toda la creación.
Diseminándose a lo lejos, delante y detrás, a derecha e izquierda, por encima y por debajo, está Brahman, el Espíritu eterno. En verdad Brahman es todo.

TERCERA PARTE

1

Hay dos aves, dos dulces amigas, que habitan el mismo árbol. Una come los frutos de este y la otra mira en silencio.
La primera es el alma humana que, yaciendo en ese árbol, aunque activa, se siente triste en su ignorancia. Mas contemplando el poder y la gloria del Espíritu elevado, se libera de todo pesar.
Cuando el sabio vidente contempla en dorada gloria al Señor, al Espíritu, al Creador del dios de la creación, deja entonces atrás el bien y el mal, y en pureza se encamina hacia la unidad suprema.


En silente admiración los sabios lo ven como la llama de vida que arde en toda la creación. El más grande de los videntes de Brahman es aquel que realiza su labor como si de sagrada encomienda se tratase, encontrando su paz y su dicha en Dios, en Atman, en el Sí mismo.
Este Atman se alcanza con la verdad y con tapas, de los cuales proceden la sabiduría verdadera y la castidad. Los sabios que se esfuerzan y son puros lo ven dentro del cuerpo en su pureza de gloria y luz.
La verdad, y no la falsedad, obtiene la victoria. La verdad es la senda que conduce a las regiones de la luz. Los sabios transitan por ella, libres de deseo, y alcanzan la morada suprema de la Verdad.
Es su luz inconmensurable, más allá de todo pensamiento, y, sin embargo, brilla el menor de entre los pequeños. Se halla lejos, muy lejos en la distancia, y, sin embargo, se encuentra cerca, yacente en la estancia más íntima y recóndita del corazón.
El ojo no puede verlo, ni las palabras revelarlo. No se alcanza por los sentidos, ni mediante la austeridad o las acciones sagradas. Por la gracia de la sabiduría y la pureza de mente se lo puede ver, indivisible, en el silencio de la contemplación.
Este Atman invisible puede ser visto por la mente en la que yacen los cinco sentidos. Toda mente se entreteje con los sentidos, pero la luz del Sí mismo brilla en una mente pura.



Cualesquiera que sean las regiones que el puro de corazón ve en su mente, cualesquiera que sean los deseos que albergue en su corazón, él alcanza esas regiones y obtiene esos deseos: reverencie aquel que aspira al éxito a los videntes del Espíritu.

2

Entonces conoce la morada suprema de Brahman, dentro de la cual todo el universo refulge en esplendor. Los sabios que, libres de deseos, adoran al Espíritu, traspasan la semilla de la vida en la muerte.
Un hombre cuya mente divaga entre deseos y anhela objetos de deseo, retorna de nuevo a la vida y a la muerte, de acuerdo con sus deseos. Mas quien posee el Fin de todos los anhelos, cuyo Sí mismo ha encontrado la realización, aún estando en esta vida verá desvanecerse sus deseos.
El Atman no se alcanza mediante el mucho estudio, ni a través del intelecto o las sagradas enseñanzas. Lo alcanzan quienes él escoge. El Atman revela su gloria a sus elegidos.
El Atman no es alcanzado por los débiles ni los descuidados, por aquellos que practican una austeridad errónea; mas los sabios que perseveran en la senda correcta del buen camino conducen su alma hasta la morada de Brahman.
Habiendo alcanzado ese lugar supremo, los videntes hallan la dicha en la sabiduría, sus almas se sienten realizadas, sus pasiones desaparecen, tienen paz. Llenos de devoción, han encontrado al Espíritu que reside en todo y van hacia el Todo.
Esos ascetas que conocen bien el significado del Vedanta, cuyas mentes son puras por la renunciación, a la hora de partir encuentran la libertad en las regiones de Brahman, y alcanzan la suprema vida eterna.
Las quince formas retornan a sus orígenes[66], y los sentidos, a sus divinidades. Las acciones y el Sí mismo con su conocimiento van hacia el Supremo eterno.
Así como los ríos que fluyen hacia el océano hallan su descanso final y pierden su nombre y su forma, del mismo modo los sabios se liberan de su nombre y forma, y se adentran en el fulgor del Espíritu Supremo, el cual es más grande que cualquier grandeza.
En verdad, aquel que conoce a Dios, se vuelve Dios.


[56] Rig-veda, Yagur-veda, Sama-veda, y Atharva-veda. <<
[57] Siksha (fonética), Kalpa (ceremonias), Vyakarana (gramática), Nirukta (etimología), Khandas (métrica) y Gyotisha (astronomía). <<
[58] Tapas es la entrega ardiente a una meta espiritual. <<
[59] Los actos rituales o ceremonias establecidos por los videntes (rishis) védicos en los versos (mantras) de los tres Vedas, los cuales contienen prescripciones relativas a los actos rituales que deben realizarse. <<
[60] Se refiere a los ritos comunes. <<
[61] Prâna. <<
[62] Âtman. <<
[63] Agni. <<
[64] Soma. <<
[65] Los nadis. <<
[66] Es decir, las quince partes que constituyen el cuerpo humano retornan a las distintas fuentes de donde surgieron. <<

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