No podemos tratar aquí extensamente, aunque algo más agregaremos,
del problema del celibato religioso, que nos llevaría a dilatadas
disquisiciones sobre la represión del instinto y los complejos freudianas con
todas sus funestas consecuencias. Para nosotros, las hogueras de la Inquisición
fueron, en gran parte, el resultado de complejos psicopáticos colectivos
consecuentes a la represión sexual. A la mayor parte hay que recordarles la
frase de San Pablo: "Y si no tienen don de continencia, cásense; que mejor
es casarse que quemarse" ("Primera epístola a los Corintios").
Y, por supuesto, mucho mejor que quemar a los demás.
Ricardo Wagner en su
maravillosa tetralogía del "Anillo del Nibelungo" establece la aparición
de la magia negra como consecuencia de la renuncia al amor sexual de los que
aun no están preparados para ella: Cuando pone en boca de Alberico aquella
frase tremebunda de, "yo renuncio al amor", a la que han de seguir la
fulminante "maldición" y la forja del fatídico anillo de la magia. La
castidad es bellísima, y no encierra, generalmente, peligros fisiológicos,
pero hay pocos seres humanos preparados para ella; pero no debe, por consiguiente,
convertirse en sistema, ni a la Naturaleza le conviene.
Como este asunto se halla perfecta y suficientemente
estudiado por todos los autores de la escuela de Freud, hacernos punto final,
después de habernos limitado a exponer la tesis.
La "Reforma" de
Lutero, fue su mejor justificación.
(A modo de crítica a propósito de ciertas
afirmaciones sobre este problema).
Partimos de un hecho claro y preciso: Que estamos
conformes con la condenación moral del onanismo. Pero disentimos de ciertas
argumentaciones, definiciones y detalles con los cuales se ha querido fulminar
tal aberración.
Un autor basa el contenido de su obra (según afirma en la
pág. 38) en la definición que dice: "El onanismo es todo procedimiento que
tiene por objeto evitar la concepción". Con lo cual no estamos conformes,
porque entonces habría que llamar "onanismo" a la castidad y al
celibato, cuando tratan de evitar la concepción. Para que la definición antes
dicha fuera exacta y pudiera servir como base de meditación, habría que
exponerla así: "Onanismo es todo procedimiento que tenga por objeto
evitar la concepción, dada la realización del acto sexual, normal o
anormalmente y habiendo existido, eyaculación de licor masculino". (Si no
existe eyaculación espermática, no puede tener lugar el acto onánico).
El hecho condenable de inutilizar intencionalmente la
función sexual consumada, no debe basarse en el caso de Onán ni en el castigo
que le inflingiera Dios.
Onán no practicó su aberración sexual por vicio ni
torcida intención, sino par una especie de dignidad fisiológica que le impedía
tener hijos con su cuñada (viuda de su hermano) sin quererla ni desearla, y
para no dar a sus hijos una situación falsa con respecto a su paternidad. El
tener hijos con la cuñada, sin quererla ni desearla (y solamente porque era
costumbre o ley entre los judíos) no es mandamiento de la ley de Dios en
ninguna religión del planeta; y por eso no se justifica la ira divina de Jehová
matando a Onán por negarse a ello. Con todos los respetos al libro sagrado, el
redactor del cap. 38 del "Génesis" (que probablemente no ha sido
Moisés sino un sacerdote del tiempo de Jerobán II) parécenos habernos pintado
un Jehová hecho a imagen y semejanza de los hombres.
Bajo un punto de vista altamente espiritual, es
defendible la posición de Onán negándose a tener hijos que no se le iban a acreditar
a él sino a su hermano Her, ya fallecido. Lo que no es defendible es el
procedimiento de que se valió. (Aunque dada la "ira" de Jehová, que
al fin era un Dios, hemos de suponer la ira peor y mal contenida de los
hombres, que muy bien pudieran haber coaccionado y hasta amenazado de muerte a
Onán si no cumplía con la ley o costumbre judía).
"En un acto onánico -dice un autor- no se elimina a
un ser solamente, sino a todos los que en el futuro proviniesen de él, es decir,
se corta la vida a una generación futura y a tantas ramificaciones que de él
descendieran; por lo cual en este caso el pecado es múltiple y
colectivo". (Esta afirmación se presta a muchas objeciones): La
"honesta continencia permitida en el matrimonio" y que se estima como
no contraria a la moral y a la espiritualidad, ¿no corta también la vida de
todas cuantas generaciones pudieran surgir de los óvulos y de los espermatozoides
viables de la pareja humana? Bajo el mismo punto de vista de la inutilización
de los gérmenes de generaciones "futuribles", el celibato podría
considerarse como un acto contra natura, por el cual se trata de anular
íntegramente la disposición del ser al acto generador, y que desoye el consejo
de Cristo de "Creced y multiplicaos" (consejo que solamente expresa
fines fisiológicos).
En otro orden de argumentaciones, no pueden llamarse
"zánganos" a los onanistas que (según un autor) "se negaron a
proseguir en la lucha fecundadora. . . ", porque a esto también niéganse
los monjes y cenobitas, como lo hizo Jesucristo. Un padre que ha tenido tres
hijos y luego se ha hecho onanista, para no tener más, ha dado más a la especie
que un hombre célibe, y ha sabido cumplir con el precepto de "creced y
multiplicaos". Hemos de suponer que Dios sabe valorar todo esto mejor que
los hombres.
Preséntanos también un autor el problema de la
"intervención del elemento divino" en el cuerpo del feto que va a nacer,
considerando que ese elemento divino o "alma", quedaría defraudado
si "después de la conjunción" se interrumpe el desarrollo subsiguiente
del proceso generativo. Habría que preguntarse antes, si este escrúpulo se
refiere a la conjunción del hombre y de la mujer, o a la conjunción del óvulo y
del espermatozoide (que no es lo mismo). Porque, no siendo fecunda la mujer
durante 18 días del mes (como enseña la ley de Ogíno), ¿quedaríase defraudado
el elemento divino en las cópulas --que hay que considerar legítimas-
realizadas durante esos dieciocho días? La dificultad que encierra la solución
de este problema, nos obliga a ser cautos y prudentes filósofos, antes de
admitir la acción divina, creadora del alma humana, dependiendo de la
iniciativa sexual, más o menos oportuna, de una pareja humana.
Creemos que Dios
no puede rebajarse a esperar que un hombre y una mujer cohabiten juntos en los
días oportunos de cada mes, sino que las almas (como decía Platón) preexisten
de algún modo, salidas de la potencia objetiva del Creador. No nos podemos
figurar a Dios ocupado en crear un alma, a tiempo fijo, según el capricho
amatorio de cada pareja humana, para que luego, en muchos casos, y por
consecuencia de que la mujer hace uso de un medio anticoncepcional, tenga Dios
que considerarse defraudado y confesar que se ha equivocado, debiendo guardar
aquella alma para otra pareja que no tenga hábitos onanistas.
Y si el
alma humana es creada o infundida por Dios después que se ha realizado la
conjunción entre el óvulo y el espermatozoide (cosa que estaría más dentro de
la lógica universal), lo que podría tener categoría criminal sería el aborto
provocado. Pero sobre esto no hay datos filosóficos indiscutibles, y mucho
menos pruebas científicas. Hay quien admite la intervención del elemento divino
en el momento mismo de la concepción (conjugación de las células sexuales);
otros que demoran dicha intervención hasta los 27 días o más después de la
concepción, y otros que no admiten la intervención del alma individual hasta
el momento mismo del nacimiento.
En todo caso, admitiendo la preexistencia del alma (como
quiere Platón y opinaron algunos de los primeros padres de la Iglesia) esta
siempre puede sentirse atraída magnéticamente, o por afinidad psicológica,
hacia un feto ya en formación, sin tener que exponerse a una equivocación que
1a obligue a revolotear hacia una nueva pareja humana en condiciones
procreadoras.
Dice un autor que los onanistas, "no viviendo para
reproducirse, tampoco viven para la humanidad". Pero esto no constituye
una exacta deducción, porque entonces cabría argüir que los sacerdotes, frailes
y monjas, no viviendo para reproducirse tampoco viven para la humanidad. Cosa
a todas luces inexacta, porque aparte los casos de egoísmo extremado en los
que solamente se piensa en salvar la propia alma, hay muchos sacerdotes y
monjes que son útiles a la humanidad, exactamente igual que muchos onanistas.
La utilidad que se presta a la Humanidad no estriba solamente en reproducirse a
más y mejor. Decía Pitágoras que vale más una. , familia poco numerosa pero
selecta, que una familia dilatada pero burda.
Por otra parte (y comentando una consideración de un
autor), cualquier polígamo, adúltero y fornicario que tenga hijos, debe ser más
apreciado que un onanista o un hombre estéril, porque son más útiles a la
humanidad que estos últimos. La prueba es que Dios permite el nacimiento de
esos hijos fuera de la ley moral creada por los hombres. Y esto es lógico,
porque Dios no se rige por la moral convencional de los hombres. (El alma
maravillosa de Leonardo de Vinci, fue puesta en un cuerpo que no se engendró en
el seno de la esposa de su padre, sino en el vientre de una campesina de quien
su padre se enamoró. Dios se complació en poner el alma quizás más talentosa de
la historia de la humanidad, en un cuerpo que fue fruto de la fornicación.
Pero que seguramente era más apto para servir de instrumento a dicha alma que
los cuerpos nacidos dentro de la moral al uso, bajo la firma del juez y del
sacerdote. Todo esto está claro para el que tiene ojos para ver.
Es curioso el dato que da un autor. (Manuel Blanco, pág.
65 de "Onanismo y Cristianismo") de que la cantidad de onanistas que
hay en la Iglesia protestante es la misma que en la Iglesia católica. De todos
modos, esto prueba cuan poca fuerza tiene hoy el espíritu colectivo para hacer
cumplir sus preceptos a las masas. Agrega refiriéndose a los onanistas:
"Eludir la máxima de creced y multiplicaos, para cumplir la otra máxima de
"Id por el mundo y predicad el evangelio a toda criatura", es estar
en oposición a las dos. Pero pensarnos que este argumento es aplicable también
a todos los que practican el celibato voluntario.
Resumiendo: Para algunos autores, el ideal de moralidad
sexual, estriba en reproducirse a más y mejor dentro del matrimonio
eclesiástico, por encima de toda consideración en cuanto a las condiciones
ambientales en que ha de desarrollarse la prole. Pero deben tener en cuenta
que, en los dos ovarios de la mujer hay unos 500 óvulos y en cada eyaculación
de licor masculino hay varios millones de espermatozoides, porque la
Naturaleza es pródiga en potencialidades aunque económica en manifestaciones.
Se desperdician a todas horas la mayor parte de las semillas vegetales y animales,
de las que solamente una ínfima parte fructifica; de lo cual podemos deducir
que, en materia de reproducción, Dios ha establecido una ley en cuanto a
finalidad pero no en cuanto a cantidad absoluta.
Es rechazable el "onanismo" por cuanto se viola
la ley de finalidad procreadora, convirtiendo en finalidad el placer sexual.
Pero igualmente rechazable es el "celibato voluntario" que parece
desoír el precepto divino de "Creced y multiplicaos". Y siempre será
cierto que, una pareja que haya tenido un solo hijo, será más benemérita a los
ojos de Dios, que los individuos que no tuvieron ninguno, porque hemos de
suponer que a Dios lo que le interesa para el desarrollo de su plan universal
es que se cumpla la finalidad de sus leyes, pero no que se eluda esta finalidad
con nombres convencionales puestos por los hombres, sean "onanismo",
"celibato" o "eunuquismo".
Conviene aún agregar otra consideración sobre el problema
de conciencia que puede presentarse como consecuencia del acto generador
consumado.
¿Puede considerarse más espiritual (o sea más de acuerdo
con la voluntad divina) el dar hijos al mundo, por imperativo de finalidad
sexual, cuando se sabe que los expone uno al sufrimiento y a la miseria, que
evitarlas para no exponerles a una vida de penuria o de enfermedad? La solución
en uno ú otro sentido es discutible y opinable; y el resultado espiritual
depende en último término de la intención con que se haga.
¿Puede considerarse corno pecado la realización del acto
sexual dentro del matrimonio, cuando se sabe que por defecto o enfermedad del
hombre o de la mujer, no se pueden tener hijos? Se sabe que no se puede cumplir
con la finalidad, y en este caso la ley de Dios sería buscar de tener hijos con
otra persona fecunda, fuera del matrimonio. Pero aunque esto último está
dentro de las leyes divinas que rigen el plano material, lo primero está
dentro de las leyes espirituales que permiten el mantenimiento de los lazos
sentimentales que elevan el alma y predisponen al espíritu de sacrificio,
cultivando, mediante la convivencia íntima, el amor de las almas y la virtud de
la fidelidad.
Todo esto nos hace ver la utilidad de no dogmatizar, y de
tratar de buscar siempre la solución menos mala a los problemas, cuando no se
encuentre la solución buena. Siempre al tenor de la máxima socrática de que
"Todo lo que se hace con razón es moral".
En nombre del espíritu no se pueden dejar de cumplir las
leyes divinas, porque lo más espiritual es lo que está más de acuerdo con la
ordenación universal. Sin embargo, parece ser que el criterio de muchos que se
tienen por espiritualistas es el de "crezcamos todos y que se reproduzcan
los demás"; lo cual es más cómodo y nos recuerda aquella humorística frase
del fraile que llamaba a voces a sus compañeros diciéndoles: "Ha dicho el
padre prior que bajemos al huerto y que trabajéis, y que luego comamos".
Dr Eduardo Alfonso
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