Para muchas antiguas tradiciones, el número era el principio fundamental. Todas las cosas se originaban en el número, que era responsable de la armonía del universo. Los números no tenían simplemente un valor cuantitativo, sino también una importante cualidad simbólica; eran, por lo tanto, cuantitativos y cualitativos. Según Pitágoras, cuyo sistema filosófico y cosmológico se basaba en los números, "todo está dispuesto con arreglo a los números."
Los números son la base del cosmos en las culturas hinduista y budista. Todas las épocas y todas las tradiciones muestran una notable coincidencia respecto al simbolismo de ciertos números. Empezando con el cero, éste representa la nada, lo no-existente, aquello aún no-manifestado, lo que no tiene cualidad, ni cantidad. Es el Vacío, lo Absoluto, el último misterio. Es también la forma perfecta que, como el Vacío, es la generadora y poseedora de todas las cosas. Encierra todo el simbolismo del círculo. Es el Huevo Cósmico del cual ha nacido todo; es la nada de la muerte, pero también la esencial perfección del Andrógino. En la Cábala, el Vacío es el Ain, lo incomprensible, lo que está más allá del ser. Equivale al Vacío taoísta, el Tao, y a la totalidad universal.
El Uno y la Díada
Del Vacío surge el Primer Motor, el Creador, el Uno, y la creación significa la entrada en el mundo de los fenómenos. En su forma más elemental, el Uno es el "yo" que se diferencia de los otros, mientras que en la filosofía y la metafísica su simbolismo es sumamente complejo. Aunque representa lo indivisible, el aislamiento es también lo germinal y el principio que da origen a la dualidad, y de ahí a la multiplicidad. El taoísmo dice: "El Tao genera el Uno, el Uno genera el Dos, el Dos genera el Tres, y el Tres genera todas las cosas." El Uno, la Mónada, da origen al Dos, la Díada, pero tanto la Mónada como la Díada son principios antes que números.
La Díada es el primer "desprendimiento", que conduce a la pérdida de la unidad original. Introduce la relatividad, la dependencia, la alteridad y la posibilidad de conflicto, de modo que representa también la desviación respecto de la perfección primordial y, en consecuencia, el pecado, lo transitorio, lo corruptible. La Causa Primera es la perfección.
El Mal se aleja del Bien para entrar en la diversidad. De la Díada surgen todos los contrarios que existen en la naturaleza. En la alquimia, estos contrarios son al principio antagónicos, pero la Gran Obra los reintegra finalmente a la unidad en el Andrógino. En el budismo, los contrarios son la Sabiduría y el Método, el Ciego y el Cojo que se unen para poder ver el Camino y transitar por él, mientras que el budismo tántrico adopta el simbolismo sexual de lo masculino y lo femenino: el Método masculino aplica en la práctica la Sabiduría femenina, la visión inicial del conocimiento y la verdad. El taoísmo divide todos los números en yin y yang.
Los números pares, yin, son más débiles porque carecen de un centro, mientras que los impares, yang, son fuertes porque si son divididos, el centro permanece. Encontramos la misma idea en Platón, quien decía que el dos es un dígito sin significado, ya que implica una relación, la cual debe introducir un tercer factor.
El taoísmo y el budismo tántrico sostienen que la humanidad está profundamente involucrada en las dualidades, y que la vida implica indefectiblemente lucha: pero si uno de los opuestos prevalece sobre el otro -el yang o el yin, el dios o la diosa, lo masculino o lo femenino- se pierde el equilibrio natural y esto altera inevitablemente la simetría y armonía de la vida física, mental y espiritual. Ninguna de las dualidades debe ser sobredimensionada o reprimida; de lo contrario, provocaría malestar y reacciones violentas. Ambas deben ser aceptadas como un elemento esencial en la obra de trasformación que conduce a la iluminación o la realización.
Tres
A partir de la díada se desarrolla el tres, es decir, el primer plural. Como decía Aristóteles, "Al
hablar de dos Cosas, los hombres dicen ‘ambas’, pero no ‘todas’. . . tres es el primer número al
cual le ha sido adjudicado el término ‘todos’." El número tres tiene un efecto acumulativo. Una
vez o dos veces puede ser una coincidencia, pero tres veces es algo que obedece a la naturaleza
de una ley. Cuando queremos grabar cualquier cosa en la mente, la repetimos tres veces: "Uno,
dos tres, ¡ya!"; "Por tercera y última vez"; "Tres veces, noble Señor", etc. "Por el hecho de tener
en medio la unidad" y ser indivisible, el número tres es también incorruptible; de aquí que
signifique poder y buena suerte.
El tres también simboliza los cielos, el poder consumado, como
Hermes Trismegisto, el "tres veces grande". Las tríadas son infinitas: las tres pruebas, los tres
deseos, los tres príncipes, princesas, hadas o brujas del folklore y el cuento de liadas, las tres
Manzanas de Oro de Atalanta, las tres Parcas y, pasando al cristianismo, los tres Reyes Magos y
sus tres presentes, las tres figuras de la trasformación, las tres tentaciones, las tres negaciones de
Pedro, los tres días de la muerte de Cristo antes de la resurrección y sus tres apariciones. El tres
introduce el carácter omnímodo de la Divinidad, la Trinidad, que a su vez se re fleja en la
familia humana: el Padre, la Madre y el hijo; también es nacimiento, vida y muerte; pasado,
presente y futuro.
Podemos mencionar también las grandes Trinidades de diversas religiones -Osiris, Isis , y Horus
en Egipto; Sin, Shamash e Ishtar en Babilonia; Odín, Tor y Frey en Escandinavia, etc.- de las
cuales habla el poema épico sobre Gilgamesh en estos términos: "Dos tercios de él es Dios, y un
tercio de él es hombre."
Esta concepción fue aplicada a la Trinidad cristiana más de dos mil años después.
El símbolo preeminente del tres es el triángulo. Platón decía que la superficie está compuesta de
triángulos, ya que es la primera figura plana.
Así como el tres es la representación fundamental de la superficie, el cuatro da origen al primer
sólido. Cuatro es el símbolo de la tierra, con sus cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos,
los cuatro vientos, las cuatro estaciones y los cuatro cuartos de la luna que dividen los meses en
cuatro semanas. El cuatro está representado en el cuadrado, la cruz y el cubo, todos símbolos de
solidez e integridad, pero también de lo estático, en oposición al dinamismo de los símbolos
circulares. Cuatro es también el número del cuerpo humano con sus cuatro extremidades, dos
brazos y dos piernas, pero si incluimos la cabeza como otra extremidad, el número del cuerpo
humano pasa a ser el cinco, el pentacle o figura simbólica de cinco puntas.
Los colores primarios son cinco, y el hombre tiene cinco sentidos.
El cinco es el número con que se representan los cinco dedos de una mano; cuando se cuentan
los dedos de las dos manos, tenemos el número diez, y si se incluyen los dedos de los pies, el
número veinte; el cinco es un número redondo que facilita los cálculos y constituye la base del
primitivo sistema decimal. Se lo considera un número circular ya que se reproduce en el último
dígito cuando se lo eleva a una potencia cuyo exponente es cinco.
El pentacle o figura de cinco
puntas, comparte también por no tener fin, el simbolismo del círculo, y frecuentemente se lo
representa por el lirio o la rosa de cinco pétalos.
Para Platón, el seis es "el más productivo de todos los números" porque es el primer número
perfecto (es decir, 1 + 2 + 3 = 6), el número de la armonía y el equilibrio, símbolo de la belleza,
la salud, y la buena suerte. La estrella de seis puntas, formada por el entrelazamiento de dos
triángulos, simboliza, por un lado, lo masculino y el fuego (con el vértice apuntando hacia
arriba) y, por el otro, lo femenino y el agua (apuntando hacia abajo); también representa, por
extensión, la unión de los opuestos y el hermafroditismo.
Siete y ocho
Siendo el tres el número del cielo y el cuatro el de la tierra, la suma de los dos engloba la
integridad, la totalidad.
El siete se forma con el primer número impar más el primer número par; por consiguiente, es el
primero que contiene, a la vez, lo espiritual y lo temporal. Es el número del universo y del
hombre integral. Por ser el número cósmico, hay siete cielos y siete infiernos, siete planetas
mayores y siete divisiones lunares del arco iris, siete días de la semana y siete edades del
hombre. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la influencia del siete es constante.
Como hay siete cielos y siete infiernos, también hay siete espíritus benéficos y siete maléficos.
Siete son los demonios expulsados del cuerpo de los seres poseídos.
Este aspecto maligno del
número siete se remonta a la influencia ejercida por los babilonios sobre los judíos en cautiverio
y, más tarde, sobre los cristianos. El templo babilónico de Ziggurat, construido en forma de
Montaña Cósmica, tenía siete gradas para ascender al cielo, pero la semana lunar colocó el
séptimo día en oposición al sol, trasformándolo de ese modo en un día tenebroso y aciago.
Era
signo de mala suerte emprender cualquier tarea el séptimo día de la semana, o en cualquier
múltiplo de siete. De aquí deriva probablemente la costumbre de que el séptimo día de la
semana sea un día de descanso, porque era peligroso desarrollar cualquier tipo de actividad.
El
siete parece ser un número sagrado en la mayoría de las religiones.
Los brahamanes ofrecen
siete sacrificios a los dioses antes del diluvio, y siete son los sabios que se salvan del diluvio.
También es un número espiritualmente importante en la filosofía pitagórica.
El período de
ayuno y abstinencia dura siete días, después de los cuales llega el octavo día, que trae
nuevamente bienestar y abundancia.
E1 Jubileo (en la religión judía) deriva de este simbolismo del siete-a-ocho. Después del ciclo de
7 X 7 años, llega el año cincuenta, el Gran Año, que es época de regocijo y un nuevo punto de
partida. (Esto se tomó como base de la programación de los Juegos Olímpicos, que se realizan
cada cuatro años o cada cincuenta meses lunares.)
Como hemos visto al considerar el tablero de ajedrez, el peón trata de cruzar las siete casillas
para llegar a la octava a fin de alcanzar la iniciación y convertirse en el Motor que puede
moverse a voluntad.
El octavo número es, por lo tanto, la meta espiritual del iniciado que
atraviesa los siete cielos o etapas: es el Paraíso Reconquistado, la regeneración y el
renacimiento. La fuente bautismal de las iglesias suele tener forma octogonal como símbolo de
este poder iniciático de regeneración.
El octágono, utilizado frecuentemente en las cúpulas de
templos y catedrales, no solo representa la perfección del número, sino también el principio de
la cuadratura del círculo y, en consecuencia, la unidad de las fuerzas celestes y terrestres.
Nueve y diez
El nueve, formado por la multiplicación del todopoderoso número tres, es un numero perfecto,
un número "completo" y representa, por lo tanto, consumación y realización. También es un
número angélico, de aquí las triples-tríadas de ángeles. Las novenas y los grupos de nueve
aparecen en casi todas las religiones, pero en el norte, en las tierras célticas y escandinavas, es
especialmente notable el predominio del número nueve. El nueve tiene mucha fuerza en la
magia, como puede verse en Macbeth: "Tres veces para ti, tres veces para mí, y tres veces de
nuevo hacen nueve."
Odín estuvo colgado de un árbol durante nueve días. Skeldi, Diosa de la
Nieve, la Proserpina de las regiones septentrionales, vive en las montañas durante tres meses y
regresa luego al lado de su esposo durante nueve meses.
En las celebraciones del primero de mayo de los antiguos celtas, el número nueve domina los
ritos del fuego, que es alimentado por ochenta y un hombres, nueve por turno.
En el simbolismo
chino, el nueve es el más pacífico y afortunado de todos los números.
Por ser el producto de 3 X
3, es el gran número celestial. También representa las ocho direcciones del espacio, con el nueve
como el centro supremo.
El diez, basado en los dedos de las dos manos, representa la integridad, y como contiene todos
los demás números, incluye también todas las posibilidades. Es el número de la ley, el orden y el
dominio y, por lo tanto, de la divinidad.
Es también el número del retorno: muchos de los
viajeros legendarios, como Ulises, regresan el décimo año, concordando así con el simbolismo
del diez en cuanto significa regreso a los orígenes, a la unidad.
Después del diez, todos los números empiezan de nuevo. Los múltiplos de diez, los números
cien y mil, son la base de la cosmología hindú.
En China, las "Diez mil Cosas" significan no
solo lo innumerable, sino también la totalidad de la manifestación. En el judaísmo, el diez
desempeña un importante papel, especialmente en el Templo de Salomón, donde había diez
hogazas de pan, diez mesas, diez candelabros y diez querubines, además de diez levitas que aten
dían el servicio religioso ante el Arca de la Alianza.
Los Diez Mandamientos reflejan el apoyo y
el número divino. Los diez eones del gnosticismo son el Sepphiroth de la Cábala, que emanan
de la Plenitud.
Otros números
El once, que trasciende la ley del diez, representa el exceso, y por consiguiente, el pecado,
mientras que el doce tiene gran importancia en muchos cultos y religiones. Es el número del
Zodíaco y de los meses del año -seis de los cuales son masculinos y seis femeninos. Doce horas
tiene el día y doce la noche. La ley romana tenía doce tablas, mientras que los doce días de caos
entre la finalización del año viejo y el comienzo del año nuevo se celebraban, como hemos
visto, en todas las épocas y todas las civilizaciones, desde la babilónica y la romana, pasando
por la céltica hasta llegar a la era moderna. Doce eran los discípulos de Cristo. Mitra tenía igual
número de seguidores.
El Antiguo Testamento habla de las Doce Tribus de Israel, y el
islamismo, son doce los Imams, descendientes de Alí.
El trece es un número aciago para los cristianos, porque en la Ultima Cena, cuando Cristo y los
doce discípulos estaban sentados a la mesa, el primero que se levantó fue el decimotercero, el
traidor Judas Iscariote.
El trece es también el número de las brujas que se reunían en el Sabbath.
Entre los mayas y aztecas era el número de los cielos y los dioses, y tenía importancia en el
calendario. También era el gran número de la adivinación.
Después del número veinte -el total de dedos del hombre integral- el número cuarenta es la
siguiente cifra importante, porque deriva probablemente de los cuarenta días en que las Pléyades
desaparecieron del calendario babilónico, lo cual presagiaba una época de tormentas,
inundaciones y peligros. Cuando las Pléyades regresaron a los cielos hubo alegría y regocijo
general, y se organizaron grandes festejos donde se quemaron cuarenta cañas para simbolizar la
terminación del poder maléfico. Los romanos ponían los barcos en cuarentena cuando llegaban a
puerto. Muchos templos tenían cuarenta columnas.
En el judaísmo, el Diluvio dura cuarenta
días, y en el cristianismo, Cristo pasa cuarenta días en el desierto, que son actualmente los
cuarenta días de Cuaresma. Moisés permaneció cuarenta días en el Monte Sinaí, y el número
cuarenta aparece también en otros episodios del Antiguo Testamento.
El cuarenta es, por lo tanto, un número aciago, "predestinado", un número de pruebas e
iniciación, pero también de retorno y reconciliación.
Después del número cincuenta, que representa el Gran Año, el siguiente número simbólico es el
sesenta, que marca el tiempo en minutos y segundos. Es un número cíclico, formado por tres
veces veinte en números redondos.
Tiene particular importancia en China como el "ciclo de
sesenta", llamado en Occidente "ciclo de Catay", que era el nombre arcaico de China.
En el simbolismo hebreo, el número setenta representa la duración asignada a la vida del
hombre, es decir, "tres veintenas y diez años".
Para Platón el número es el arquetipo de lo Absoluto: "Entre los números hay una relación que
no puede ser deteriorada o alterada: nadie puede impedir por la violencia que el número que
viene después del uno sea el doble de uno ... no está en poder de ningún hombre determinar por
propia voluntad que 3 X 3 no sean nueve, o que no sean el triple de tres." Los pitagóricos,
herederos del sistema babilónico, sostenían que el conocimiento de los números equivalía al
conocimiento de las obras de Dios y del cosmos. Todas las cosas son influidas y dirigidas por
los números.
Cooper J.C
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