PRASNA UPANISHAD
PRIMERA PREGUNTA
SUKESA BHARADVAJA, Saibya Satyakama, Sauryayani Gargya,
Kausalya Asvalayana, Bhargava Vaidarbhi y Kabandhi Katyayana eran discípulos
henchidos de devoción por Brahman, el Espíritu Supremo; sus mentes estaban
instaladas en Brahman y todos se hallaban en la búsqueda del Brahman Superior. Cierta
vez dijeron: «El santo Pippalada puede explicar toda la enseñanza sagrada»; y
guiados por ese pensamiento, se allegaron a él llevándole en señal de respeto
leña para el fuego sagrado.
El sabio[26] les dijo: Permaneced otro año en
la firmeza, con pureza y con fe[27]. Después preguntadme todo cuanto
deseéis y, si lo sé, os lo diré sin reservas.
Llegado el tiempo, Kabandhi Katyayana se presentó ante el
sabio y le dijo: Maestro, ¿de dónde vienen todos los seres creados?
El sabio respondió: En el principio, el Creador[28]
anhelaba la dicha de la creación. Permaneció en meditación y entonces vinieron
Rayi, la materia, y Prana, la vida. «Estos dos formarán seres para mí», pensó.
El sol[29] es vida y la luna es materia. Todo
lo que tiene forma, sea sólida o sutil, es materia: por tanto, la forma es
materia.
Cuando el sol naciente de la mañana entra en los cielos
del este, baña con su luz toda la vida que hay en el Este[30]. Y
luego el sur, el oeste, el norte y todo el cielo se ven iluminados por esa luz
que da vida a todo cuanto vive.
Así se levanta el sol como fuego, como la vida en su
infinita variedad[31]. Se dijo en un verso del Rig Veda[32]:
«¡Sale el sol con dorado resplandor! El sol de los mil
rayos morador de cien regiones; el dios omnisciente, objeto de todas las
plegarias; la luz y el fuego supremos, la vida infinita de todos los seres».
El Señor de la Creación es en verdad el tiempo del año.
Este tiene dos sendas: el camino del sur y el camino del
norte. Los que al adorar piensan «hemos hecho sacrificios y obras piadosas»,
solo alcanzan las regiones de la luna y retornan a la vida y a la muerte. Es
por eso que los sabios que desean hijos y una vida familiar siguen el camino
del sur. Este es el camino que lleva a los ancestros.
Mas aquellos que, en la búsqueda del Espíritu interior,
siguen el camino espiritual del norte con firmeza, con pureza, fe y sabiduría,
alcanzan las regiones del sol. Allí está el océano de la vida, el refugio
supremo, el país de la inmortalidad donde no existe el miedo. De allí no
retornan: es el final del camino. Hay un verso del Rig Veda[33] que dice:
«Los hay que hablan de un Padre que envía lluvia desde el
cielo del Norte, apoyándose en las estaciones y mostrándose de doce maneras[34].
Otros hablan de un sabio en el cielo del Sur con una carreta de siete ruedas y
seis radios[35]».
El día y la noche son el Señor de la Creación. El día es
la vida y la noche la materia. Quienes hacen el amor durante el día
desperdician la vida; mas siguen el buen camino quienes se unen amorosamente
durante la noche.
La quincena lunar oscura es en verdad materia, y la
quincena luminosa es vida. Algunos sabios llevan a cabo sus rituales en la
quincena luminosa, pero otros lo hacen en el tiempo oscuro.
Verdaderamente el alimento es el Señor de la Creación.
Del alimento se obtiene la semilla y de esta nacen los seres.
Quienes obedecen la Ley[36] del Señor de la
Creación se tornan a su vez creadores, y, como él, producen una pareja. Ellos
alcanzan las pálidas regiones de la luna.
Mas aquellos en los que no existe engaño, falsedad o mala
fe[37], que viven con firmeza, pureza y verdad, de ellos son las
regiones radiantes del sol.
SEGUNDA PREGUNTA
Entonces Bhargava Vaidarbhi preguntó: Maestro, ¿cuáles
son los poderes que mantienen la unidad de un ser, cuántos mantienen encendidas
las lámparas de la vida, y cuál entre ellos es el supremo?
El sabio respondió: Los poderes son espacio, aire, fuego,
agua y tierra; y voz, mente, el ojo y el oído. Estos poderes encienden las
lámparas de la vida y dicen: «Nosotros mantenemos la unidad de este ser y somos
su fundamento».
Pero la Vida, el poder supremo, les dijo: «No os
engañéis. Soy yo quien mantiene la unidad de este ser, con mi división
quíntuple[38], y yo soy su fundamento». Mas no le creyeron.
La Vida se ofendió y levantó el vuelo como para abandonar
el cuerpo, y todos los poderes de la vida hubieron de levantarse y, al volver
la Vida a tomar asiento, todos los poderes hubieron de tomar asiento. Así como
cuando una abeja reina se alza, todas las abejas se alzan con ella, y cuando
reposa de nuevo, todas reposan otra vez; de igual modo les ocurrió a los
poderes de la voz, la mente, el ojo y el oído. Los poderes comprendieron
entonces y entonaron dichosos este canto de vida:
«La vida es el fuego que arde[39] y el sol[40]
que da luz. La vida es el viento[41], la lluvia[42] y el
trueno[43] en el cielo. La vida es materia y tierra, lo que es y lo
que no es, y lo que más allá está en la Eternidad.
En la vida se asientan todas las cosas, cual los radios
en el centro de una rueda. En la Vida se asientan los Vedas, las plegarias, los guerreros y los sacerdotes.
A ti, oh Vida, asentada con tus poderes, todos los seres
muestran adoración. Como Señor de la Creación te mueves en el útero materno,
para desde ahí renacer.
Tú el gran portador de presentes a los dioses, la primera
ofrenda hecha a los difuntos; tú la poesía de los profetas, tú la verdad de los
sabios de antaño.
Tú eres Rudra, dios de la protección; tú, oh Vida, eres
Indra en tu fulgor. Como el sol que deambula por el cielo, eres Señor de toda
luz celestial.
Cuando la lluvia mana del cielo, oh Vida, todas tus
criaturas se regocijan y dicen: “Habrá alimento para nosotros en abundancia”.
Tú eres pura, oh Vida, vidente supremo, señor y
consumidor de todo. Nosotros, los dadores de cuanto disfrutas; tú, nuestro
padre, el aliento de toda vida.
Muéstrate propicio hacia nosotros, oh Vida, con esa
invisible forma tuya que está en la voz, el ojo y el oído, y que habita en la
mente. No te apartes de nosotros.
En tu poder se halla todo este mundo, y hasta el tercer
cielo más sagrado. Protégenos, oh Vida, como una madre a su hijo: concédenos
gloria y danos sabiduría».
TERCERA PREGUNTA
Entonces Kausalya Asvalayana preguntó: Maestro, esta
vida, ¿de dónde surge? ¿Cómo llega hasta este cuerpo? Después de difundirse a
sí misma, ¿pasa a habitar aquí? ¿Cómo abandona el cuerpo? ¿Cómo sostiene el
universo exterior y el universo interior?
El sabio respondió: Grandes son las cuestiones que me
planteas, pero eres un gran amante de Brahman: te contestaré.
La vida procede del Espíritu. Al igual que un hombre
proyecta una sombra, así el Espíritu proyecta la sombra de la vida, y como la
sombra de vidas anteriores es que una nueva vida sobreviene a este cuerpo.
Así como un gobernante dirige a sus oficiales y les
asigna ciudades que gobernar en su nombre, así Prana, el poder de la vida,
dirige los otros poderes vivientes del cuerpo.
Apana gobierna sus regiones inferiores. Prana mismo
reside en el ojo y en el oído y se mueve a través de la nariz y la boca. Samana
gobierna las regiones medias y distribuye la ofrenda de alimento dadora de
vida. Las siete llamas provienen de Samana[44].
En el corazón mora el Atman, el Sí mismo. Es el centro de
ciento un pequeños canales[45]. De cada uno de ellos surgen cien
canales más.
Setenta y dos mil canales más pequeños se bifurcan desde
cada uno de estos. En todos estos millones de pequeños canales se mueve el
poder de Vyana.
Ascendiendo por uno de ellos, el poder viviente de Udana
lleva hasta el cielo de pureza por las buenas acciones, hasta el infierno del
mal por las malas acciones, y si por ambas, de nuevo a esta tierra humana.
El sol es Prana, la vida de este universo, y se eleva
dando gozo a la vida en los ojos de los hombres. La divinidad de la tierra gobierna
las regiones inferiores de Apana. Entre el sol y la tierra está el espacio o
Samana. El aire es Vyana.
El fuego es Udana. Cuando este fuego de la vida
desaparece, los sentidos[46] son absorbidos en la mente[47],
y el hombre vuelve de nuevo a la vida. Sus últimos pensamientos le conducen a
Prana y, acompañado por el fuego viviente de Udana y conducido por Atman, el
Espíritu mismo pone rumbo a las regiones merecidas y deseadas en la
imaginación.
Así pues, la progenie de quien conoce el significado de
la vida nunca muere, y alcanza la vida eterna. Hay un verso que dice:
«Aquel
que conoce el despertar de la vida y cómo esta llega al cuerpo, cómo reside ahí
en su quíntuple división, y conoce su relación con el Espíritu interior[48],
disfruta de la vida eterna, en verdad goza de vida eterna».
CUARTA PREGUNTA
Entonces Sauryayani Gargya preguntó: Maestro, ¿cuántos
poderes duermen dentro del hombre y cuántos permanecen despiertos? ¿Quién es
ese Espíritu[49] que contempla el milagro de los sueños? ¿Quién goza
del misterio del dormir sin sueños? ¿Quién es ese Espíritu sobre el que hallan
descanso todos los demás?
El sabio replicó: Al igual que, antes de hacerse la
oscuridad, todos los rayos del sol poniente parecen aunarse en su círculo de
luz, mas al llegar el alba todos se despliegan de nuevo, así también todos los
poderes de los sentidos se aúnan en el poder superior de la mente. Entonces la
persona no ve, oye, huele, saborea ni palpa; no habla, no recibe ni entrega, no
se mueve ni goza de las alegrías del amor. Entonces dice la gente: «duerme».
Mas en la ciudad del cuerpo, los fuegos de la vida arden:
no duermen. Apana es como el fuego sagrado del hogar que se mantiene encendido
de padre a hijo. Vyana es como el fuego del Sur para las ofrendas a los
ancestros. Prana es como el fuego del Este encendido por el fuego del hogar.
Samana es como el sacerdote Hotri que distribuye
equitativamente las dos ofrendas de la espiración y la inspiración. La mente
ejecuta el sacrificio y Udana es su fruto, pues cada día lleva a la mente
dormida a Brahman, el Todopoderoso.
Y en los sueños la mente contempla su propia inmensidad.
Lo que se ha visto se ve de nuevo, y cuanto se ha oído se oye de nuevo. Lo que
se ha sentido en lugares diferentes o regiones lejanas vuelve a la mente de
nuevo. Visto y no visto, oído y no oído, sentido y no sentido: la mente lo ve
todo, pues la mente lo es todo.
Mas cuando la mente resulta eclipsada por su propio
fulgor, dejan de verse los sueños: la dicha y la paz se instalan en el cuerpo.
Y al igual que los pájaros retornan a su árbol para
descansar, así también todas las cosas, oh Amado, hallan su reposo en Atman, el
Espíritu Supremo.
Todas las cosas encuentran la paz definitiva en su Ser
más profundo, el Espíritu: la tierra, el agua, el fuego, el aire, el espacio y
los elementos invisibles de estos; la vista, el oído, el olfato, el sabor y el
tacto y sus diversos campos de los sentidos; la voz, las manos y todos los
poderes de acción; la mente, la razón, el sentido del «Yo», el pensamiento[50],
la luz interna y los objetos de estos; y hasta la vida y todo cuanto la vida
sostiene.
Es el Espíritu del hombre el que ve, oye, siente aromas,
palpa y saborea, piensa y actúa y posee toda la consciencia. Y el Espíritu del
hombre halla la paz en el Espíritu Supremo y Eterno.
¡Oh hijo mío: Aquel que conoce ese Espíritu Eterno,
incorpóreo y sin sombra, luminoso y eterno, alcanza ese Espíritu Eterno! Conoce
el Todo y se convierte en el Todo. Existe un verso que dice:
«Oh amado: Aquel que conoce ese Espíritu Eterno en el
cual la consciencia y los sentidos, los poderes de la vida y los elementos
encuentran la paz definitiva, conoce el Todo y se ha internado en el Todo».
QUINTA PREGUNTA
Entonces Saibya Satyakama preguntó: Maestro, ese hombre
que hasta el final de su vida cimienta su meditación en OM, ¿adónde va tras la
vida?
Replicó el sabio: La Palabra OM, oh Satyakama, es el
Brahman trascendente y el inmanente, el Supremo Espíritu. Con la ayuda de esta
Palabra sagrada, el sabio alcanza lo uno o lo otro.
OM o AUM posee tres sonidos. Quien sustenta su meditación
en el primero se ve iluminado por él y, tras la muerte, retorna rápidamente a
este mundo de los hombres guiado por las armonías del Rig Veda. Permaneciendo aquí con firmeza, pureza y verdad[51]
alcanza la grandeza.
Y si sustenta su mente meditando en los primeros dos
sonidos, se ve guiado por las armonías del Yajur
Veda hasta las regiones lunares[52]. Tras disfrutar de sus gozos
celestiales, vuelve a la tierra de nuevo.
Mas si, con los tres sonidos del OM eterno, instala su
mente en meditación en el Espíritu Supremo, se allega a las regiones de la luz
del sol. Allí se libera de todo mal, al igual que una serpiente se desprende de
su antigua piel y, con las armonías del Sama
Veda, se encamina hacia el cielo de Brahman desde donde puede contemplar el
Espíritu que mora en la ciudad del cuerpo humano y se halla por encima de la
vida superior. Hay dos versos que dicen:
«Los tres sonidos, al no hallarse en unión, conducen de
nuevo a la vida que muere; pero el sabio que los fusiona en armonía de unión en
acciones externas, internas y medias se vuelve estable: ya no tiembla más».
Con las armonías del Rig
Veda llega hasta este mundo de los hombres y, con aquellas del Yajur Veda, hasta las regiones
celestiales intermedias; pero con la ayuda de OM, el sabio se allega a esas
regiones que los videntes perciben en las armonías del Sama Veda. Ahí encontrará la paz del Espíritu Supremo, donde no hay
disolución ni muerte, donde no existe el miedo.
SEXTA PREGUNTA
Dijo entonces Sukesa Bharadvaja: Maestro, el Príncipe
Hiranyanabha Kausalya vino una vez a verme y me hizo la siguiente pregunta:
«¿Conoces al Espíritu[53] de las dieciséis formas?». «No lo
conozco», respondí al joven príncipe. «Si lo conociera, ¿cómo podría decir que
no lo conozco? Porque aquel que no dice la verdad se marchita como un árbol
hasta las raíces:
no seré yo quien falte a la verdad». El príncipe
enmudeció y, subiendo a su carro, partió. Y ahora te pregunto: ¿dónde está ese
Espíritu?
El sabio respondió: Oh hijo mío, el Espíritu en el cual
surgen dieciséis formas se halla aquí, dentro de este cuerpo.
El Espíritu pensó: «¿En qué salida he de salir, y en qué
estancia he de estar?».
Y creó así la vida, y de la vida, la fe y el espacio y el
aire, la luz, el agua y la tierra, los sentidos y la mente. Creó el alimento y
de este la fortaleza, la austeridad, los poemas sagrados, las acciones santas,
y hasta los mundos. Y en los mundos se creó el nombre.
Y así como cuando los ríos que fluyen hacia el océano
encuentran allí la paz definitiva, su nombre y forma desaparecen, y la gente ya
solo habla del océano, de igual manera las dieciséis formas del que lo ve todo
fluyen hacia el Espíritu y encuentran allí la paz definitiva, con lo que su
nombre y su forma desaparecen, y la gente solo habla del Espíritu. Existe un
verso que dice:
«Estas formas descansan en él, como radios en el eje de
una rueda. Conoce al Espíritu que se ha de conocer, de modo que la muerte no te
aflija».
Luego el sabio dijo a los discípulos: Hasta aquí conozco
al Espíritu Supremo. No hay nada más allá.
E inclinándose ante él en adoración, los discípulos
dijeron: En verdad eres nuestro padre[54], que nos ha salvado de la
ignorancia y nos ha conducido a la orilla del más allá.
¡Adoración a los supremos videntes[55]!
¡Adoración a los supremos videntes!
____________________________________________________________
[26] Rishi.
<<
[27] Tapas y
brahmacharya. <<
[28] Prajapati.
<<
[29] Aditya.
<<
[30] Pracyan prânan.
<<
[31] Vaisvanara.
<<
[32] Maitrâyaniya
Upanishad 6.8. <<
[33] Rig Veda 1.1.6.4.1.2.
<<
[34] Los meses. <<
[35] La Osa Menor. <<
[36] Vratya.
<<
[37] Maya. <<
[38] Prâna se
divide en cinco alientos vitales o cinco prânas:
prâna, apana, samana, udana y vyana;
cada uno con funciones específicas dentro del cuerpo. <<
[39] Agni. <<
[40] Surya.
<<
[41] Vayu. <<
[42] Parganya.
<<
[43] Indra.
<<
[44] Shankara considera que estas siete llamas son las que
actúan a través de los siete orificios de la cabeza: dos de los ojos, dos de
los oídos, dos de la nariz y uno de la boca. <<
[45] Nadis.
<<
[46] Indriyas.
<<
[47] Manas.
<<
[48] Adhyatman.
<<
[49] Deva. <<
[50] Manas, buddhi
y ahâmkara, respectivamente. <<
[51] Tapas,
brahmacharya y sraddha. <<
[52] Soma. <<
[53] Purusha.
<<
[54] Vratya.
<<
[55] Rishis.
<<
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