martes, 7 de mayo de 2019

BHAGAVÂN DÂS - LA MAGNA INTERPRETACIÓN

“Cuando un hombre muere, la duda asalta a los circunstantes, pues mientras uno dice: ‘sigue viviendo’, otro exclama: ‘Ya no existe’. Quisiera ¡oh! Muerte, que de esto me enseñaras la verdad. Este es el tercero de los tres dones que otorgaste.” (Katha Upanishad I. I.) 

Este es el don que Nachiketâ impetró de Yama. Pero Yama tembló al ver la pesada tarea que le caía encima, y repuso: “hasta los Dioses han sufrido esta duda, y muy sutil es la ciencia que la resuelve. ¡Pídeme otro don! No me asedies con éste. Disfruta de cuantos placeres te pueda dar la tierra y sé absoluto soberano de ella.” Nachiketâ repuso: “¡Qué será de todos estos placeres cuando llegue el fin! ¡Los placeres no son placeres porque están emponzoñados por el constante temor de Ti! 
Los Dioses sufren también de esta duda porque son longevos, pero no eternos. Y si ellos sufren, razón de más para que yo no quiera ser como ellos. Yo ansío sólo este don que te pido. Nachitekâ no pedirá otro.” 

Cuando Maitreyî le brindó riquezas a Yajñavalkya en el momento de la partida, le preguntó: -Si todo este mundo con sus joyas y alhajas fuese indisputablemente mío ¿sería yo inmortal? -No; sólo podrías vivir mientras vivieran las riquezas, y con ellas morirías. La riqueza no confiere inmortalidad. 
A lo que repuso Maitrayî: -¿Qué me importa lo que no me hace inmortal? Dime, si lo sabes, qué da la certeza de eternidad (1). Así Râma le pregunta también a Vasihtha: -Los libros que dicen que Brama, Vishnu y Mahesha son los tres supremos dioses que gobiernan nuestro sistema solar, dicen también que los tres mueren. Brama, el más altamente situado, cae; el nonato Hari desaparece; Y Bhava, origen de la existencia de este mundo, cesa de existir. Así, pues, ¿cómo almas débiles cual la mía hallan paz y descanso del temor de la muerte, del cambio y del fin? (2) 


“Miserable es depender de otro, estar a merced de otro, sujeto a la implacable muerte. 
La independencia es la felicidad” (3) Así, instintivamente en un principio, consciente y deliberadamente en la etapa en que se desenvuelven la conciencia individual y la inteligencia, el Jîva (4) experimenta el terror de las aniquilación y lucha por escapar de ella, en el refugio de una fe cualquiera, de alta o baja índole. De tal lucha nacen sólo y siempre la religión y la filosofía, cuyas fases se acomodan paso a paso a la etapa y grado de evolución e inteligencia del Jîva. 

Pero cuando el temor de la muerte de alma y cuerpo, el temor de cambio, pérdida y acabamiento se apodera del inteligente y consciente Jîva; cuando el temor anula el gozo por las cosas transitorias, le mueve a apartarse de todos los viejos objetos consuetudinarios de placer, y le llena entonces de tristeza, disgusto y aversión hacia todos los posibles placeres que siempre entrañan dolor; cuando el temor le deja desnudo y solo, intensamente consciente de su soledad y tristeza, evadiendo violentamente la falsa y fugaz fantasmagoría del mundo, desolado por su propia miseria y la de los demás, ansiando, suspirando y anhelando lo permanente, lo eterno, el descanso, la ultérrima explicación de la utilidad, propósito, origen y fin de este vasto matadero, como el mundo le parece, entonces el anheloso Jîva pasa por el fuego del ardiente pensamiento, de la reflexión y el discernimiento entre lo transitorio y lo permanente, desecha resueltamente todos los personales y egoístas placeres, ya no le liga a su personalidad ni a la de los demás, se domina a sí mismo, experimenta la intensa quietud y compasiva tristeza de la completa renunciación, y el abrasador e incesante anhelo de trabajar por librarse y librar a los demás de este aparente matadero. Entonces pasa por el fuego que le purifica y le hace digno del Vedanta, del ansiad conocimiento final, único que puede darle paz y capacitarlo para la obra que le aguarda. Entonces, su conciencia, su individualidad y su personalidad se enfocan en un punto infinitesimal, y oprimido así por el sentimiento de su extrema pequeñez, está predispuesto a la suprema reacción, predispuesto a sumergirse y perderse y reconocer la omnisciencia del infinito y universal Ser. 


Cuando posteriormente descubra el misterio del proceso del mundo, aparecerá claro el porqué y en qué etapa de su evolución le sobreviene necesariamente a cada Jîva esta temerosísima y fructífera actitud de ánimo. Nota.- Los seis primeros capítulos de esta obra constituyen en cierto modo la psicológica autobiografía del autor. Se describen en ellos las etapas mentales por que pasó hasta alcanzar la consignada en el capítulo séptimo. Se transcriben con el sólo objeto de que sirvan de posible guía a los viandantes por el mismo sendero. Todas las opiniones y creencias que en los seis capítulos se analizan críticamente y ya trascendidas a fin de seguir adelante, sirvieron de posada al autor, quien las mantuvo firmemente durante más o menos tiempo, hasta desecharlas por no haberle dado la satisfacción deseada. Pero esto no significa que las posadas o albergues se hayan abolido o sean inútiles. Continúan existiendo y siempre existirán en provecho de los futuros caminantes. 
El autor no intentó jamás menospreciar opinión alguna. 

En efecto, indispensable corolario del tema expuesto en el capítulo séptimo y siguientes de esta obra, es que cada opinión, cada darshana o punto de vista, abarca y encierra una parte de la verdad; y el mismo autor mantiene ahora todas y cada una de las opiniones refutadas en los seis primeros capítulos; pero las mantiene transmutadas en diferente forma. Toda modalidad de fe, todo rito religioso, todo sistema y medio de adoración está por si mismo justificado. Y si el autor hubiese empleado, involuntariamente, impelido por su anhelo de adelanto, alguna palabra dura y ofensiva, solicita con toda vehemencia el perdón del lector que se sienta molesto, y le asegura que si le parece que vale la pena leer metódicamente todo este libro, reconocerá que en vez de despreciar opinión alguna, las aprecia todas y coloca a cada una de ellas en su correspondiente lugar en el plan del mundo.

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(1) Upanishad-Brihad.- Aranyaka II, IV. 

(2) Yoga-Vasishta. Vairâgya Prakarana XXVI-29 


(3) Manu IV, 160 

(4) Jîva significa una entidad separada, un espíritu o alma, una individual unidad y centro de latente o evolucionada conciencia, una parte simple, por decirlo así, del Ser universal, que de desenvuelve desde el mineral, pasando por los reinos vegetal y animal, hasta llegar a los reinos humano y superhumano. Por lo tanto es una alma o espíritu humano.

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