La
creencia más avanzada sostiene que el alma es la auténtica personalidad y el cuerpo su manifestación
temporal, la más primitiva dice que el alma es un objeto adherido al cuerpo y que éste vivirá
mientras viva el alma. Este alma, para mayor seguridad, puede guardarse por separado y lo mejor es
dejarla en sitio seguro, donde no esté expuesta a los peligros y riesgos a que está expuesto el cuerpo.
Este punto de vista es el más ventajoso para mantener el cuerpo vivo y sujeto a su constante
vigilancia. Hallar el escondite del alma y asesinarla significa el fin de ambos.
En los cuentos de
hadas, tenemos el alma prácticamente identificada con el corazón como fuente de vida. Esto tiene su
origen en que, en el ciclo de cuentos del “alma separable”, el alma y el corazón se consideran
indistintamente como principio vital. Yearsley dice de los cuentos de hadas en general y en
particular de los del “alma separable” que: “Nos damos cuenta de que los argumentos de muchas de
estas historias pueden tener un origen que se remonta a cientos e inclusive miles de años.
Esto quiere
decir que el tema tiene una universalidad innegable. Por ejemplo, el grupo de historias cuya idea
central es el “alma separable” (el sitio que ocupa el alma o el corazón como centro vital, teniendo en
cuenta que es un lugar secreto apartado del cuerpo) tiene distintas versiones en los cuentos populares
hindúes, noruegos, gaélicos, rusos, sajones, bohemios, servios, tártaros, samoyedos y árabes y se
encuentra a principios del siglo XIV A.C. en la historia egipcia de “Los Dos Hermanos”. No hay
duda de que es un tema verdaderamente universal.
Toda la Obra Filosófica.
De Viridarium Chymicum (1624), de
Daniel Stoltzius von Stoltzenberg.
La historia de Los Dos Hermanos narra las aventuras de Anou y Batau, dos hermanos muy unidos,
separados por una trama parecida a la de “La Mujer de Putifar”. Batau se marcha al Valle de Acacia
y allí coloca su corazón en las piñas de un cedro, si alguien tala el árbol, su alma morirá, pero podrá
revivir al cabo de siete años. Se tala el árbol, por las maquinaciones y celos de la Reina y Batau
muere, pero Anou encuentra el corazón, lo resucita y Batau, finalmente, toma la forma del Buey
Apis. La Reina hace matar al toro, pero caen al suelo dos gotas de sangre y de ellas nace un
aguacatero gigantesco. Continúa la Reina con sus intrigas y manda derribar el aguacatero, pero al
derribarlo salta de él una astilla y vuela al corazón de la Reina, que concibe un hijo que es la
reencarnación de Batau. Cuando el viejo Rey voló al cielo, Batau reinó en su lugar, hizo ejecutar a la
reina y vivió por siempre feliz junto a su hermano Anou.
Esta historia muestra una gran afinidad,
tanto con los ritos del dios-rey del antiguo Egipto como con los mitos de Osiris y Horus. Osiris, a
quien también asociaban con el buey Apis, estuvo encerrado en un árbol.
El alma separable o símbolo externo de la vida puede encontrarse en cualquier lugar, desde el loro
verde de Punchkin oculto en una jaula bajo una pila de seis ollas de barro llenas de agua y colocadas
en el centro de un círculo de palmeras en medio de una espesa selva a miles de kilómetros de
distancia, hasta el alma de un gigante finlandés, que se escondía en una bolsa que llevaba una
serpiente de doce cabezas, o los Siete Ladrones del cuento siberiano, que cuelgan sus corazones en
unos clavos, de donde los roba una Doncella Cisne que pide a los ladrones que le devuelvan su
manto de plumas. En una historia de la Siberia nororiental el alma está en una bolsa y al vaciarla
sobre los huesos de una mujer le devuelve la vida.
Un cuento anamita nos dice que el alma de la
heroína ha pasado a una tortuga, después a una caña de bambú y, finalmente, a un pájaro, en una
historia francesa, el escondite llega a ser la cabeza de un león. Un rey de Tesalia, cuando marchaba a
la guerra, podía quitarse el alma y guardarla en una caja, con lo que se hacía invulnerable, hasta que,
con los poderes de la adivinación, descubrieron el escondite y destruyeron la caja, con lo que el Rey
murió asesinado. En el Panchatantra, un mono cuenta cómo deja su corazón escondido en un árbol
del bosque.
El Embaucador Coyote Navajo esconde su corazón en varios sitios y muere, para
resucitar de nuevo cuando recupera el corazón. Con frecuencia es un huevo el depositario del alma
separada y hay cantares donde se habla del huevo de la vida, fácil de destruir cuando se encuentra.
Este es el tema de una variante italiana de Barba Azul que habla de una novia asustada que, al oír
que la vida del monstruo depende de un huevo, lo convence para que se lo enseñe y se lo arrebata
para arrojarlo al suelo y asesinarlo. Los sitios donde se pueden esconder un alma son infinitos: un
cabello rubio, un collar, una rueca, un pilar, gallos, palomas y otros pájaros. Pero, lo mismo que
sucede en los cuentos del secreto del hombre, los ogros, brujas y magos resultan ser tan estúpidos
que hablan solos en voz alta o revelan su secreto, como Ra y Sansón, a alguna mujer cautivadora.
Otras veces hacen alarde de su invulnerabilidad, lo que provoca su desgracia.
La idea del alma separable va unida a la creencia de que puede abandonar el cuerpo durante el
sueño o en un éxtasis y mantener una existencia separada, aunque cuando se separa definitivamente
del cuerpo es en el momento de la muerte. En muchos países se representa el alma en forma de
miniatura y en otros como una pequeña figura humana con alas. También se creía que cualquier
reflejo de una persona, bien fuese en agua, vidrio o metal, era el alma verdadera que se hacía visible
y, por lo tanto, resultaba muy vulnerable. En los ritos de los hechiceros, éstos pueden guardar su
alma en un animal y traerla a su presencia bajo esta forma. En una historia escocesa se combina el
alma separable con antepasados animales y la doncella cisne, ya que un mortal se casa con una sirena
cuya alma está en una vaca que tiene guardada el mortal para obligarla a casarse con él. Cuando ella,
finalmente, recupera la vaca y vuelve al mar, deja detrás a su hijo, que es “un descendiente de la
foca”.
Es extraño, sin embargo, que un habitante del mundo acuático tenga un alma, dado que las
sirenas y las ondinas carecen normalmente de alma y son capaces de cualquier cosa por conseguir
una. La gran diferencia entre los mortales y los habitantes de Tir-nan-og, la Tierra de la Eterna
Juventud, es que los mortales tienen almas que conservar o perder, mientras que el hada no tiene un
alma mortal, y el mortal que decide vivir en Tir-nan-og, en un estado de perpetua felicidad, alegría,
bailes y festejos, sólo puede lograrlo al precio de entregar su alma. La evolución del alma de los
mortales requiere pruebas, tribulaciones y sufrimientos, el mundo de las hadas no conoce el
sufrimiento, pero carece de alma.
Hay quien dice que las hadas son inmortales, pero otras tradiciones afirman que viven mucho
tiempo y al final mueren sin dejar huella alguna.
En el mundo mortal, la muerte es algo temporal
(sólo tiene lugar en el mundo regido por el tiempo), pero, como hemos visto, en el mundo de las
hadas no existe el tiempo. Para los mortales es una transición de un estado a otro, de tal forma que,
cuando muere el cuerpo del héroe o la heroína o, como pasa en el grupo de cuentos relacionados con
la iniciación, es asesinado, comido o cortado en trozos, no debe causar ninguna sorpresa que el
individuo recupere la vida milagrosamente.
En realidad, ni él ni ella han muerto nunca, sólo el cuerpo ha pasado por el trance de la muerte y el espíritu ha permanecido incólume y sin daño alguno, sobreviviendo para pasar a una etapa superior, siempre y cuando los propósitos que hayan guiado su vida hayan sido nobles. No es de extrañar, por tanto, que la madre pueda regresar para ayudar a la hija que sufre bajo la persecución de la madrastra. El espíritu puede seguir cuidando del cuerpo, pero si, por el contrario, ha sido maligno, puede regresar para perjudicar y causar daño a los seres vivos.
En realidad, ni él ni ella han muerto nunca, sólo el cuerpo ha pasado por el trance de la muerte y el espíritu ha permanecido incólume y sin daño alguno, sobreviviendo para pasar a una etapa superior, siempre y cuando los propósitos que hayan guiado su vida hayan sido nobles. No es de extrañar, por tanto, que la madre pueda regresar para ayudar a la hija que sufre bajo la persecución de la madrastra. El espíritu puede seguir cuidando del cuerpo, pero si, por el contrario, ha sido maligno, puede regresar para perjudicar y causar daño a los seres vivos.
Después de la muerte no se produce
ninguna transformación inmediata de la personalidad, mala o buena: el individuo sigue siendo el
mismo en cuanto a sus motivos, deseos y actitudes para con los que quedan en el mundo. Lo único
que cambia es el poder de la muerte. Liberarse del cuerpo es liberarse de sus limitaciones y se puede
ver con más facilidad dónde se necesita ayuda y prestarla de forma milagrosa, pero se puede tener
también esta facilidad para hacer daño, vengarse y causar desgracias e incluso la muerte.
Huesos y Esqueletos
La historia siberiana en que se vacía una bolsa sobre sus huesos para hacer que resucite una mujer
es un ejemplo de la creencia en la resurrección partiendo de los huesos. No es sólo un detalle de
hechicería, sino que, como señala Eliade, “el hueso representa la fuente misma de la vida, tanto
humana como animal. reducirse a la condición de esqueleto equivale a volver a entrar en el vientre
de la vida primaria, o sea, una renovación completa, un renacimiento místico”.
El esqueleto puede
ser tanto un símbolo de vida como de muerte. Esta es la razón de que se entierren esqueletos de otras
criaturas junto a los restos de seres humanos: están allí para proteger a los muertos en el otro mundo.
Los huesos eran lo que más importaba después de la muerte y se mencionaban constantemente en la
Mitología de muchas culturas, especialmente entre los pueblos cazadores y pastores, donde se
enseñaba que el hombre resucitaría de sus huesos. Los osarios se encuentran por todo el mundo y el
hecho de que muchos de los huesos se pintaran de rojo indica la creencia en su relación con la fuerza
vital, con la divinidad y con el poder ritual del fuego.
En los casos de cremación parcial, los huesos
eran objeto de un entierro ritual.
En la Cristiandad, los huesos que llevan médula se equiparaban con
la juventud y la fuerza, se les atribuía un poder innato y se decía que llevaban dentro de la semilla de
la vida. Este es el origen de la “hoguera de huesos” como un rito de fertilidad, en conjunción con el
poder vital del fuego mismo y como portador de suerte. El fémur tenía una importancia especial y en
el antiguo Egipto se conocía como la “pierna fálica de Set” y el cráneo y los fémures cruzados
representaban las dos fuentes vitales del poder. Los huesos, lo mismo que las cabezas, se ofrecían a
los dioses en sacrificio y, en la tradición tibetana, la ofrenda de un cráneo hecha por un fantasma o un
demonio significa la rendición completa, la entrega total de la persona.
En el mito de Oceanía los huesos tienen mana, mantienen relación con el alma de la persona y los
muertos pueden seguir actuando por medio de los huesos. Conservar los huesos para preservar el
cuerpo es un tema constante en el Antiguo Testamento, los huesos se equiparan a la persona (Salm.
35 – 10) y molestar a los huesos es molestar a los muertos. Entre los aborígenes australianos, los
huesos, especialmente los cráneos, deben destruirse totalmente para evitar que el muerto resucite en
busca de venganza. En un cuento hindú, del tipo de la Cámara Prohibida, el héroe encuentra unos
huesos, los quema primero y los lava después, usando así los dos grandes poderes de la vida, y hace
que resucite todo un ejército.
Este hallazgo de huesos en la cámara prohibida de las historias de
Barba Azul y la recuperación de la forma humana sucede en dos países muy distantes entre sí. En el
cuento de hadas inglés de Binnorie, en el que la celosa y despreciada hermana mayor ahoga a la
joven princesa, su esternón, convertido en arpa, con su pelo como cuerdas, toma vida propia y canta
la historia del asesinato.
Los huesos que cantan sirven con frecuencia como medio para delatar a un asesino y, en algunos
casos, con los huesos de la persona asesinada se hace una flauta que, asomando por encima de la
tumba, tiene la facultad de hablar para corregir las injusticias que se han hecho con el muerto.
Estos huesos o cráneos que cantan pueden indicar la presencia de un antepasado que quiere
ayudar, aconsejar o advertir durante los terrores y peligros de las ceremonias de iniciación. Todas las
historias en las que hay que guardar y conservar los huesos tienen las características de los
procedimientos rituales. A menudo las entrañas tienen la misma importancia y reciben el mismo
tratamiento ritual, como ya se ha visto en el caso particular del ciclo de Cenicienta.
Descuartizamiento y Canibalismo
El terror también tiene su participación importante en los cuentos de hadas con escenas de
mutilaciones, decapitación y canibalismo. La escuela psicológica ve en esto un efecto de catarsis, al
hacer que afloren y se exterioricen temores ocultos y aspectos violentos y oscuros de la personalidad
y se puedan reconocer y hacerles frente.
Los antropólogos encuentran en estos elementos restos de la costumbre de desmembrar y comer
una víctima sacrificada, cuyos restos a menudo se enterraban en los campos para asegurar la
fertilidad de las cosechas. Otros ven en la destrucción de los huesos o del cuerpo un método efectivo
para evitar el regreso del fantasma.
Pero el descuartizamiento tiene alguna relación con los mitos de
la creación: el cuerpo descuartizado de Tiamat formó el mundo, así como lo hicieron los de los
gigantes primordiales como Ymir, Purusa y Pan ku. El descuartizamiento suele ir emparejado con
alguna relación hermano-hermana: Tammuz e Ishtar, Osiris e Isis y los cananitas Aleion-Anath,
Adonis en Siria, Artis en Frigia y Orfeo, Dioniso-Zagreo, Acteón y Pentheus en Grecia, todos tienen
algo que ver con los símbolos del descuartizamiento, de la muerte y renacimiento de la iniciación, de
la desintegración y la integración. También representa la multiplicidad y fragmentación de la
creación en el mundo de los fenómenos, además de la restauración final de la unidad primordial, tan
pronto como el dios del mito o el héroe de la leyenda o cuento de hadas vuelve a la vida.
En los cuentos de hadas, la decapitación es un medio de romper un hechizo y liberar a la persona
embrujada, que normalmente se encuentra bajo forma animal. Lo normal es que la víctima suplique
al héroe o heroína que lleve a cabo esta acción, cosa que hace contra su voluntad, pero con felices
resultados. Los caballos, los cuervos, los perros, los gatos, los ratones, las ranas, las víboras, las
vacas, las terneras, y los asnos son todos animales colaboradores que piden que los decapiten con lo
que se liberan del hechizo. En algunas versiones de El Príncipe Encantado hay que decapitar a la
rana para que se produzca la transformación. Algunas veces, una cabeza cortada actúa
independientemente de guía, como ocurre en La Niña Ganso y en un cuento tunecino, en el que la
cabeza de una bruja guía al héroe a un pozo, que es la entrada al otro mundo.
Hay por todo el mundo
infinitas historias de cabezas cortadas que dan consejos y hacen advertencias, cantan y llegan incluso
a recitar poesías. La cabeza cantora de Orfeo se convirtió en oráculo y la del Caballero Verde instiga
a peligrosas aventuras en la leyenda de Gawain, en la que el héroe le corta la cabeza al gigante, pero
le sale una nueva, por lo que el caballero tiene que volver al año siguiente para decapitarlo de nuevo.
Por fin logra ya un golpe definitivo y con él termina el encantamiento.
Hay numerosas versiones de este tema en todo el mundo, entre las cuales está la de la escuela del
mito solar, que lo explica como un enfrentamiento entre los dioses solares y los de las tormentas.
Otros sugieren que se trata del asesinato del Año Viejo a manos del Año Nuevo: el gigante viejo y
sin atractivo regresa radiante como el Año Nuevo, con sus cabellos rubios y su esplendor. La lucha
entre los poderes de la luz y los de la oscuridad está simbolizada en los ritos festivos egipcios, en que
Horus y sus huestes, que, como representantes de la luz, salían victoriosos, cortaban las cabezas de
Set y sus seguidores.
Pero la decapitación puede tener otro significado simbólico como un rito de
separación anterior a la iniciación, ya que invariablemente precede a la reintegración.
Aunque se trata de un tema tan horrendo como la decapitación, algunos cuentos tienen su detalle
de humor, como sucede en una historia oriental, en la que una joven, con ayuda de una diosa, pone
las cabezas a los cuerpos de su hermano y su marido, que han sido ambos decapitados.
Presa de los nervios, cambia las cabezas y las coloca en los cuerpos que no les corresponden y se
encuentra con el problema de tener que decidir cuál es su marido.
En el canibalismo, una práctica ritual primitiva aún no extinguida, comer la carne de una persona
es absorber su poder.
Esto mismo se aplica también a la comida ritual de un animal sacrificado.
Ambas costumbres reflejan en los cuentos de hadas, especialmente en la madrastra, los ogros y las
brujas, que son los que representan el lado oscuro de la naturaleza. A menudo, la reina malvada, que
es en realidad una hechicera o bruja, exige la carne de su hijastra o de su animal colaborador, con lo
que busca no sólo desembarazarse de su rival, sino también, al estilo primitivo, hacer suyas la belleza
y demás cualidades de la asesinada. Esto ocurre con frecuencia en muchas versiones de Cenicienta.
En una versión griega hay tres hermanas cuya madre favorece a la menor y las dos hermanas
mayores matan a la madre y se la comen, dedicándose después a perseguir a Cenicienta.
Aquí el canibalismo está patente, como en el caso de Hansel y Gretel, y nos recuerda el mito
griego de Lamia, cuyo mayor placer era robar niños y comérselos. Estos monstruos femeninos
aparecen en otras tradiciones como espíritus, demonios, rakshasis o brujas del tipo de Baba Yaga. En
el monte Liceán de Arcadia había una fiesta caníbal en honor a Licaón, que Halliday describe como
“el hábito del canibalismo ritual de las familias reales de la Grecia prehistórica”. En algunas
variantes de Barba Azul interviene el canibalismo y el monstruo devora a sus esposas.
El pareado “Fi, fai, fanal, huelo la sangre de un terrenal” se conoce en zonas muy distantes,
desde los esquimales a los maoríes. La palabra terrenal da a entender que el monstruo, demonio o
similar es de origen sobrenatural. En una versión inglesa, al “ser terrenal” se le da el toque local para
convertirlo en “inglés terrenal”.
Cooper J.C
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