Existen algunos temperamentos que encontrarán casi imposible emprender este camino del autoanálisis introspectivo. Por desgracia, y con más frecuencia de lo que se supone, sus mentes no están construidas de un modo que les permita aplicar sus pensamientos a dicho tema.
¿Qué pueden hacer, entonces?
La manera de salir de esta dificultad para el estudiante que no está vinculado a ningún maestro personal, consiste en entregarse deliberadamente al ritmo de una obra de arte inspirada, o en cultivar determinados estados de ánimo exaltados en presencia de la belleza de la naturaleza, ampliando los sentimientos de veneración en toda oportunidad en que ellos vean su alma embargada y atraída por esas expresiones externas de la belleza.
Una pintura realizada por una mano maestra, el poema escrito por alguien sensible al aspecto espiritual de la vida, un violín en las manos de un genio como Greisler, una caminata por los bosques austeros y sin hojas en el otoño, la contemplación del brillo de un rayo de sol veraniego sobre una madreselva, o la vista de un añoso edificio a la luz evanescente del sol en agonía; todas estas cosas, pueden inspirar sentimientos que las actividades usuales de la vida no suelen provocar.
En esos momentos existe un poder espiritual que hace que los recordemos mucho tiempo después de transcurridos. Usados con discreción, pueden convenirse en la escalera de Jacob, que nos lleve de la tierra al cielo.
En alguna ocasión escribí que el artista inspirado de hoy está asumiendo la misión del sacerdote, convirtiéndose en el instrumento de ese aspecto del Altísimo Poder que se revela al hombre como una belleza perfecta.
El artista, el escritor y el músico, encarnan en si mismos su obra, y si tienen la ventura de recibir una inspiración de lo alto, si se han esforzado por hacer sonar una nota espiritual en el arte de su tiempo, si se han inclinado ante la divina belleza o la verdadera sabiduría, entonces en el grado en que uno se abandone a su influencia, se compartirá con ellos sus inspiraciones.
Hay momentos en la vida de un hombre en que el efecto del arte o de la naturaleza producen una sensación indefinible de poderosa calma o una marea creciente de beatitud que embarga. ¿Qué hay detrás de esos estáticos momentos?
Tales son los momentos en que un hombre se encuentra a las puertas del espíritu, lo sepa o no. En presencia de una escena natural grandiosa, el hombre recuerda inconscientemente su verdadera patria espiritual; tan grande, tan bella es la escena.
Le gustan las nubes brillantes del cielo y les crepúsculos dorados, las praderas tranquilas y los lagos serenos, porque le recuerdan su origen espiritual. La belleza le habla en estas voces y le dice: “Esta es la grandeza que debes obtener internamente”. Son voces que lo llaman de su hogar espiritual.
Algunas veces, al escuchar una música profunda e inspiradora, como las nobles melodías de Bach o los puros acordes musicales de Mozart, por ejemplo, o contemplando alguna escena de la montaña, el hombre percibe una señal de una vida superior. La música, por ser la más directa de todas las bellas artes, proporciona el medio más apropiado de la ex presión espiritual. Pero, ¡ay!, el hombre no conoce la augusta naturaleza de sus visitantes y ellos se alejan trémulamente, si el hombre tuviera tiempo y deseos de atender a los nobles pensamientos que sobrevienen después de un instante de admiración y reverencia, entonces el hombre mismo de la calle podría llegar a una iluminación gradual de su ser.
Porque todas las bellas artes no son sino un símbolo que nos lleva a un altar de fuego encendido; todas las inspiraciones realizadas no son más que nebulosos velos que cubren el cuerpo desnudo de la Verdad.
Aquellos que tratan de almacenar en sus espíritus el tesoro de la belleza y la sabiduría impresas, proceden así porque los mueve un instinto que viene de muy lejos. Cuando los ojos leen una pagina escrita con arte literario o que brilla con nobles y espirituales pensamientos, un sentido misterioso vendrá a corroborar lo que se está leyendo.
Cuando se llega a la casa de un escritor realmente inspirado. o de un compositor musical y entra en su habitación, no se ve solamente un estudio sino un verdadero taller de alquimista. ¿No es acaso el mago solitario que se sienta en medio de los caminos olímpicos y contempla el panorama de la vida como un ser que está aparte del mundo? ¿Qué es su pluma sino una varita con poderes mágicos que evoca un mundo escondido de inesperado esplendor ante nuestros ojos profanos? ¿No son los escritos diseminados sobre su escritorio los papiros misteriosos que encierran las palabras sagradas de comunión con un reino más elevado?
Cuando el escritor toma la pluma y la maneja como una varita mágica, con la cual nos permite entrever una atmósfera irreal, puesto que cambia la obscura noche que nos rodea y nos hace contemplar un brillante amanecer, se convierte en un poderoso mago como los de otros tiempos. Los magos de otras épocas podían, con un movimiento de la varita hacer que los hombres vieran las cosas que ellos querían que vieran. Tocaban una semilla y ésta se convertía en un árbol, o se envolvían en un manto invisible. Ahora hemos prescindido de estos efectos groseros y tratamos de obrar sortilegios en la mente del ser humano con algo tan poco misterioso como una humilde pluma.
He leído libros que llenaron mi mente con imágenes doradas de tan extraño poder que perdí el sentido de ser y me sentí confundido con el infinito. ¿Y quién no ha leído otros libros en que la visión intensa del escritor ha obrado en tal forma sobre sus pensamientos que ha llegado a conjurar una civilización desaparecida ante sus atónitos ojos?
El estudiante que se siente conmovido con la gran literatura debe tomar un libro, o algunos pasajes de un libro, que él sienta le inspiran y que le provocan gran impresión, que tienen sobre él un poder de exaltación, y que se apoderen de él con la fuerza de un mensaje que viene de regiones más elevadas. Si le gusta la poesía y es sensible a su poder, puede encontrar inspiración en algún poema de Francis Thompson. en un soneto de Shelley, en un poema de Kyats, o en uno de los magníficos versos de mi dotado amigo irlandés, George W. Russell1.
Si él prefiere la prosa, hay algunos buenos ensayistas que pueden satisfacerlo, escritores que tienen la chispa divina del arte creador y que encienden el fuego de la imaginación del hombre. El ensayo de Emerson sobre la propia confianza, por ejemplo, tiene un centenar de frases citables por lo menos.
Emerson es uno de los pensadores más perceptivos y más originales entre los modernos. Sus piadosos pensamientos caen como pepitas de oro de su pluma. Pasar una hora con su lectura equivale a estar en compañía de los grandes. En sus momentos más elevados entramos en una atmósfera que recuerda a los Upanishads, los Tripitakas, el Nuevo Testamento y los diálogos de Platón: se respira la Verdad desde el principio. Emerson no echa mano de sofismas para hacer frente a cada pensamiento; quiere la verdad desnuda sobre un determinado asunto y nada más. Sus páginas marmóreas son una fuente de inspiración hasta la última sílaba.
Si el estudiante puede otorgar su simpatía a las antiguas escrituras, encontrará en los sublimes dichos de Cristo, en los nobles diálogos de Buda y en las traducciones del Bhagavad Gita hindú, o en “Los Cantos del Señor”, fuentes de profunda ayuda.
El estudiante puede seleccionar un párrafo o un fragmento de estos escritos o de cualquier otro libro antiguo o moderno que le resulte atrayente, y medite en lo que ha leído, tratando reverentemente de extraer su sentido, por decirlo así, procurando entrar en el ritmo espiritual o en la longitud de onda mental que le dio nacimiento.
Debe hacer esto con mucha lentitud, con toda la concentración de la cual sea capaz, reteniendo el corazón así como la mente para elegir el pasaje, mientras las palabras vibran en su alma.
No debe leerse las palabras solamente; léase los pensamientos que hay detrás de ellas.
Debe concentrarse mientras se lee. La lectura ha de ser lenta, dejando que cada palabra penetre en la conciencia, luego se hunda también en la mente. Repítase cada palabra mentalmente, de tal modo que uno llegue a sentirse el autor, el creador. Uno mismo ha construido las frases y ha formado los párrafos... De este modo se realiza una lectura creativa y constructiva. Ella dará grano al molino de la mente y alimento al cerebro. Esta clase de lectura se graba en los pensamientos. Se ha puesto a la propia mente en trabajo, para pensar en lo que está escrito y seguir las huellas dejadas por el autor.
La cuestión básica es concentrarse en una idea abstracta, alguna frase o algún verso que el practicante pueda sentir poderosamente en su interior, que provoque un eco profundo en el recinto de su alma. Debe elegir los pasajes que tienen efecto sobre él, aunque otras personas no vean más que palabras en ellos. Debe sentir la presencia de un elemento de inspiración enteramente aparte del valor literario de la pieza o del poema.
Hay ciertos párrafos que se destacan como picos en tales libros. Hay pasajes en los cuales el autor ha escrito con mayor sapiencia de que es capaz, ha escrito, diría yo, bajo la inspiración de su yo espiritual.
Esas horas encantadas y subyugantes, cuando nos sentimos invadidos por una sensación de paz exaltada o de, admiración emotiva, traída por una lectura que nos ha fascinado, una lectura que es espíritu puesto en palabras, deben ser atendidas y apresadas en su momento de mayor profundidad. Uno no debe dejar disipar estos hermosos sentimientos, sino que debe atesorarlos como dones de valor incalculable. No hay que correr en pos de la próxima impresión. Hay que mantener la atención en este estado de ánimo Este es el momento elevado y sereno en que el libro puede ser dejado de lado, pues ya ha cumplido con su cometido. Una pausa y prepárese para cruzar la hermosa puerta del símbolo y llegar al mundo estrellado que está al otro lado.
Pero si la puerta está cerrada y sus cerrojos son demasiado complicados para nuestra capacidad, no se desespere; un descanso y una invocación nos ayudarán. Tal vez nos oiga el oculto guardián que está al otro lado del umbral venga con su sencilla llave y nos permita el paso a través de la ensombrecida entrada.
Hágase una pausa en este misterioso momento y empiécese a practicar el ejercicio de la respiración plácida, para continuar luego con las instrucciones dadas para despertar la intuición.
El estudiante también puede entrar en este elemento siguiendo por otros senderos. Puede elegir el medio sobre el cual ejerce más poder. Por lo tanto no es imprescindible que sea un libro, ya que nuestro propósito es el de evocar un estado de ánimo elevado, liberar el alma por algún tiempo de todas sus preocupaciones personales y sacarla del círculo de todos los asuntos y actividades mundanas. Podría obtener iguales resultados escuchando música de un compositor de genio. Alguna personalidad llegará a este estado interior por medio de un libro; otra a través de la música, y así por el estilo. La cuestión esencial es aprovechar este exaltado estado de ánimo en la forma descrita en el párrafo anterior.
Paul Brunton
______________1 Varios poemas de esta clase se encuentran en The Oxford Boock of English Mystical Verse, editado por la Univ. de Oxford.
No hay comentarios:
Publicar un comentario