Conoce momentos de júbilo frente al mar cuando sube la
marea, cuando las olas repiten su danza sobre la playa. Ama el movimiento de la
luz, el de la luz estival detrás de una nube que flota sobre un prado. El ojo
sigue las hojas arrastradas y los árboles mecidos por el viento.
El movimiento
siempre atrae a los humanos. Cuando eras niño, querías gatear, luego andar y de
adulto sientes el deseo constante de avanzar hacia la independencia y la
libertad.
Todo lo que vive está en movimiento. Esto se
llama desarrollo o crecimiento.
Su forma más emocionante no es la meramente
física, sino la del crecimiento interior del alma y la vida. Es aquí donde el
anhelo sagrado dentro del corazón pone la vida en movimiento. El deseo más
profundo del corazón es que este movimiento no sea interrumpido o entrecortado,
sino que desarrolle suficiente continuidad para convertirse en ritmo de la
propia vida.
El corazón del tiempo es el cambio y el
crecimiento. Cada vivencia que despierta en ti enriquece tu alma y profundiza
tu memoria. La persona es nómada, viajando de umbral en umbral hacia
experiencias distintas. En cada vivencia nueva se despliega una nueva
dimensión del alma. No es casual que desde tiempos antiguos se dé por sentado
que el ser humano es un vagabundo. Estos viajeros recorrían territorios
extraños e ignotos. Pero como dijo Stanislavsky, el director teatral y pensador
ruso, «el viaje más largo y emocionante es hacia el interior de uno mismo».
El alma humana contiene bellas potencialidades
de crecimiento.
Para comprenderlo, podemos concebir la mente como una torre con
muchas ventanas. Desgraciadamente, muchas personas permanecen atrapadas
delante de una sola ventana. Uno crece cuando se aleja de esa ventana y pasea
por la torre interior del alma para volverse hacia las otras ventanas. A través
de ellas aparecen nuevas perspectivas de potencialidad, presencia y
creatividad. Con frecuencia la satisfacción, la rutina y la ceguera le impiden
a uno percibir su vida. Mucho depende del marco de la visión, es decir, la
ventana a través de la cual se mira.
Crecer es cambiar
En la poética del crecimiento es importante
estudiar cómo la potencialidad y el cambio nos acompañan siempre y nos permiten
acceder a nuevas profundidades interiores.
Su movimiento interior continuo nos
hace conscientes de la eternidad oculta detrás de la fachada exterior de
nuestra vida. En lo más profundo de cada vida, por intelectual o rutinaria que
parezca desde el exterior, sucede algo eterno. Ésta es la secreta conspiración
del cambio y la potencialidad con el crecimiento. John Henry Newman lo resumió
en una bella frase: «Crecer es cambiar y ser perfecto es haber cambiado con
frecuencia».
Por eso el cambio, lejos de amenazarnos, puede acercar nuestra
vida a la perfección.
La perfección no es una consumación fría. Tampoco
significa evitar riesgos y peligros para conservar el alma pura y la
conciencia despejada. Cuando eres fiel al riesgo y a la ambivalencia del
crecimiento, comprometes tu vida. El alma ama el riesgo, que es la puerta por
donde puede entrar el desarrollo. Dijo
Holderlin:
Nah ist und schwer zu fassen der
Gott.
Wo aher Gefahr ist,
wachst
das Rettende auch.
"Cercano y difícil es entender al Dios.
Allí donde hay peligro, crece también la redención."
La perfección es la
consumación de la vida plenamente vivida y habitada.
La potencialidad y el cambio se vuelven
crecimiento durante esa forma de tiempo que llamamos día. Habitamos los días.
Este ritmo da forma a nuestra vida. Tu vida adquiere la forma de cada nuevo día
que te es dado vivir. El poeta polaco Tadeusz Rózewicz describe la dificultad
para escribir buenos poemas. El escritor escribe sin parar, pero la cosecha es
mínima. Sin embargo, «es más fácil escribir un libro que vivir un día
plenamente», dice Rózewicz. Cada día es precioso porque en esencia es el
microcosmos de tu vida entera. Te ofrece posibilidades y promesas jamás vistas.
Asumir con honor la plena potencialidad de la vida es asumir dignamente la
potencialidad del nuevo día. Cada uno es distinto. Dice Dios en el Apocalipsis:
«He aquí que estoy haciendo la creación de nuevo; el mundo del pasado se ha
ido». El nuevo día profundiza lo que ya sucedió y presenta lo que es
sorprendente, imprevisible y creativo. Aunque quieras cambiar tu vida, hagas
terapia o adquieras una religión, la nueva visión será pura cháchara hasta que
la incorpores a la práctica del día.
La veneración celta del día
La espiritualidad celta tenía una aguda
conciencia de la importancia de cada día y de su carácter sagrado. Los celtas
jamás iniciaban el día con una perspectiva rutinaria y embrutecedora; cada día
era un comienzo. Una bella oración lo expresa así:
Dios me
bendiga para el nuevo día
no
concedido hasta hoy,
para
bendecir mi presencia me has dado el triunfo,
oh
Dios. Bendice mi ojo,
que mi
ojo bendiga todo lo que ve,
bendeciré
a mi vecino,
que mi
vecino me bendiga,
que
Dios me dé corazón limpio,
no me
pierda de vista tu ojo
bendice
a mis hijos y a mi esposa
y
bendice mis medios y mi ganado.
El celta vivía en plena naturaleza. Es fácil
tener conciencia creativa del día cuando se vive en presencia de esa gran
divinidad llamada Naturaleza. Para los celtas, la naturaleza no era materia,
sino una presencia luminosa y sobrenatural plena de profundidad, potencialidad
y belleza.
Un bello poema antiguo, La brama del ciervo,
invoca el día:
Me
levanto hoy
por la
fuerza de Dios que me dirige,
el
poder de Dios que me sostiene,
la
sabiduría de Dios que me guía,
el ojo
de Dios que me mira,
el oído
de Dios que me oye,
las
palabras de Dios que me hablan,
la mano
de Dios que me cuida,
el
camino de Dios que aparece ante mí,
los
escudos de Dios que me protegen,
las
huestes de Dios que me salvan
de las
trampas de los demonios,
de las
tentaciones de los vicios,
de todo
el que me desee el mal.
lejos y
cerca, solo y
entre la multitud.
El concepto del día como lugar sagrado es
una maravillosa perspectiva para la creatividad. Tu vida adquiere la forma de
los días que habitas. Los días nos penetran. Lamentablemente, en la vida
moderna el día suele ser una jaula donde la persona pierde su juventud, energía
y fuerza. Se lo experimenta como una jaula precisamente porque transcurre en el
lugar de trabajo. Muchos de nuestros días y buena parte de nuestro tiempo
transcurren en trabajos que están por fuera de los campos de la creatividad y
el sentimiento.
El lugar de trabajo suele ser complejo y penoso. La mayoría de
nosotros trabajamos para otro y perdemos mucha energía. Una de las definiciones
de la energía es la capacidad de trabajar. Después de pasar los días en la
jaula nos sentimos cansados, agotados. En la ciudad, los atascos matutinos
retrasan a las personas que acaban de terminar la noche y están soñolientas y
nerviosas y se sienten impotentes. La presión y el estrés ya les ha estropeado
el día. Al atardecer están cansadas por la larga jornada de trabajo.
Cuando
llegan a su casa no les queda energía para explorar o vivificar su corazón.
A primera vista es muy difícil reunir el mundo
del trabajo y el del alma. La mayoría trabaja para sobrevivir. Necesitamos
ganar dinero; no tenemos alternativa. En cambio, los desempleados se sienten
frustrados y denigrados, y sufren una merma de su dignidad. Sin embargo, los
que trabajamos con frecuencia nos sentimos atrapados en una jaula de
previsibilidad y rutina. Todos los días son iguales.
El alma anhela expresarse
La persona humana tiene un anhelo profundo de
poder expresarse. Uno de los caminos más bellos para que el alma se haga
presente es el pensamiento, donde toma forma su vivacidad interior. En cierto
modo, nada en el mundo es más veloz que el pensamiento. Puede volar por todas
partes y estar con cualquier persona. Nuestros sentimientos también vuelan
velozmente; pero aunque son muy valiosos para nuestra identidad, tanto ellos
como los pensamientos permanecen en gran medida invisibles. Para sentirnos
reales, debemos dar expresión a ese mundo interior invisible. Toda vida necesita
expresarse. Cuando realizamos una acción, lo invisible de nuestro interior
adquiere forma y encuentra expresión. Por eso, nuestro trabajo debería ser un
lugar donde el alma pueda tener la posibilidad de hacerse presente y visible.
Esa reserva desconocida, preciosa y fecunda que hay en nuestro interior podría
salir y adquirir forma visible. Nuestra naturaleza siente un anhelo profundo
por esa posibilidad de expresión que llamamos trabajo.
Me crié en una granja. Éramos pobres y todos
trabajábamos. Agradezco que me enseñaran a trabajar. Desde entonces encuentro
satisfacción en el trabajo cotidiano. Me siento frustrado cuando se pierde un
día y por la noche tengo la sensación de que muchas de sus potencialidades
fueron desaprovechadas. En el campo, el trabajo tiene efectos claros y
visibles. Cuando recoges patatas, observas el resultado; el huerto da sus
frutos enterrados. Cuando alzas un muro en un campo, introduces una nueva
presencia en el paisaje. Cuando vas a la ciénaga a recoger turba, por la noche
ves que el grogaín de turba ha crecido y está lista para secarse. El trabajo
agrícola da una gran satisfacción. Es agotador, pero uno ve los frutos. Cuando
dejé el campo, entré en el mundo del pensamiento, la literatura y la poesía.
Este trabajo se realiza en el reino invisible. Quien trabaja en el territorio
de la mente no ve nada. En ocasiones vislumbra leves ondas producidas por su
esfuerzo. Se necesita mucha paciencia y confianza en uno mismo para intuir la
cosecha invisible en el territorio de la mente. Es necesario entrenar al ojo
interior para que penetre en los reinos invisibles donde los pensamientos
pueden crecer y los sentimientos echar raíces.
El trabajo suele hundirnos
en el anonimato. Sólo se nos exige que aportemos nuestra energía. Habitamos el
lugar del trabajo y a la tarde, cuando nos vamos, se olvidan de nosotros. Tenemos la sensación de que nuestro
aporte, aunque necesario y exigido, es puramente funcional y, en realidad, poco
apreciado.
El trabajo debería ser todo lo contrario: una arena llena de
potencialidades donde uno pueda expresarse.
Pisreoga
Para muchas personas, el lugar de trabajo es
frustrante, ya que no permite ni el desarrollo ni la creatividad. En la mayoría
de los casos es un lugar anónimo controlado por la funcionalidad y las
imágenes. El trabajo exige tanto esfuerzo que el trabajador siempre es
vulnerable. En la antigua tradición celta se podía aprovechar la negatividad
para volver a la naturaleza contra el trabajador. Cuando una persona detestaba
a otra o quería causarle un daño, solía destruir su cosecha. Éste es el mundo
de pisreoga. Si uno sentía celos de su vecino, plantaba huevos en su huerta de
patatas. Al llegar la cosecha, el dueño de la huerta encontraba que sus patatas
estaban podridas. El deseo dañino se materializaba por medio de un rito de
invocación negativa y el símbolo de un huevo. Esto era lo que despojaba a la
tierra de su poder y fecundidad.
En la tradición celta, el primero de mayo era
una fecha peligrosa, en la cual había que cuidar el pozo de agua de los
espíritus negativos o dañinos que trataban de destruir, envenenar o dañar. Un
ejemplo de esa negatividad es la siguiente historia que contaba mi tío acerca
de una aldea vecina. Una mañana de mayo, cuando andaba por el campo con sus
animales, un pastor se cruzó con una mujer desconocida que arrastraba una
cuerda.
La saludó con la bendición dia dhuit, pero ella dejó la cuerda y se
alejó sin responder.
Era una buena cuerda. El pastor la enrolló, la llevó a su
casa y la arrojó al fondo de un barril, en un cobertizo donde quedó olvidada.
Cuando llegó el tiempo de la cosecha, los vecinos lo ayudaban a cargar el heno
en el carro y alguien le preguntó si tenía una cuerda para atar el último
fardo. El hombre respondió: Nil aon rópa agam ach rópa an t-sean caillach, es
decir, «no tengo otra cuerda que la de la vieja bruja». Fue al cobertizo a
buscarla y al llegar vio que el barril estaba lleno de mantequilla. La vieja no
era una transeúnte inocente: había robado la crema y la fuerza de la tierra
aquella mañana de mayo. Al soltar la vieja la cuerda, el poder permaneció en
ella y la crema de la tierra llenó el barril. Esta historia revela cómo se puede
perder la cosecha y el fruto del trabajo en el umbral peligroso de la mañana de
mayo.
La presencia como textura del alma
En el lugar de trabajo moderno esa atmósfera
puede ser muy dañina. Cuando hablamos de un individuo, hablamos de su
presencia, que es la forma en que se manifiesta su individualidad frente a
otros. La presencia es la textura del alma de esa persona. Esta presencia
referida a un grupo de personas se denomina ambiente o carácter distintivo. El
de un lugar de trabajo es una presencia grupal muy sutil. Es difícil describir
o analizarlo, pero uno siente inmediatamente su poder y sus efectos. Cuando ese
carácter es positivo, pueden suceder cosas maravillosas. Uno acude al trabajo
con alegría porque el ambiente sale a su encuentro y está contento. Es
benigno, acogedor y creativo. Pero si el carácter distintivo del lugar de
trabajo es negativo y destructivo, al levantarse por la mañana la gente se
siente mal ante la sola idea de ir a trabajar. Es triste que mucha gente deba
pasar buena parte de su breve tránsito por el mundo en un lugar de trabajo
donde impera un ambiente negativo y destructivo. El lugar puede ser muy
hostil; con frecuencia es un ambiente de poder. Uno trabaja para personas que
tienen poder para despedirlo, criticarlo, abusar de uno, comprometer su
dignidad. No es un ambiente acogedor. La gente tiene poder sobre nosotros
porque le entregamos nuestro poder.
Te invito a hacer el siguiente ejercicio:
pregúntate qué imagen proyectan aquellos que tienen poder sobre ti. Una amiga
mía trabaja en una escuela cuyo director es un hombre inseguro, débil y
defensivo. Usa su poder de manera muy negativa. Recientemente, en una reunión
previa al inicio del año lectivo, regañó a todo el personal. Al día siguiente,
mi amiga se cruzó con este hombre que paseaba por el centro de la ciudad con su
esposa. Advirtió con estupor que fuera del contexto de su poder parecía
totalmente insignificante. Su sorpresa se debía a que en su función de
director de la escuela proyectaba un gran poder sobre ella.
A veces permitimos que la gente ejerza un poder
destructivo sobre nosotros simplemente porque no la interrogamos. Cuando la
falsedad se disfraza de poder, ninguna fuerza puede desenmascararlo tan
rápidamente como una pregunta. Todos conocemos la historia del manto del emperador.
El emperador desfiló por la ciudad envuelto en su manto nuevo, pero en realidad
estaba desnudo. Todos aplaudían y elogiaban su hermoso manto, hasta que una
niña exclamó que el emperador estaba desnudo. Una palabra verdadera tiene un
poder total. Dice el Nuevo Testamento: «Conoceréis la verdad y la verdad os
hará libres».
Esta máxima es apropiada para todas las situaciones. Preguntas
hechas con tacto, sin agresividad, que permitan buscarla verdad tal como la
concibes, impedirán que una persona se apropie de todo el poder en una
situación. Así se evitará que muchas personas complejas y sumisas queden reducidas
a una función exterior controlada.
Debilidad y poder
Con frecuencia las personas que ejercen el poder
no son tan fuertes como quieren aparentar. Muchas personas que anhelan
desesperadamente el poder son débiles. Buscan posiciones de poder para
compensar su propia fragilidad y vulnerabilidad. Una persona débil que ejerce
el poder jamás será generosa porque ve en las preguntas o en las posibilidades
alternativas amenazas a su supremacía y dominación. Si quieres enfrentarte
creativamente a esa persona, debes hacerlo con mucho tacto y de manera
indirecta. Es la única manera de llevar la palabra de la verdad al corazón de
un poderoso que está asustado.
Como lugar de poder, el trabajo también puede
ser un lugar de control. Éste es dañino porque reduce la propia independencia y
autonomía. Frente a una figura
autoritaria, uno regresa a la infancia. Debido
a nuestra relación no transfigurada con nuestros padres, a veces transformamos
las figuras autoritarias en gigantes. Entre poder y autoridad hay una
diferencia crucial. Cuando adquieres conciencia de la integridad de tu poder
interior, te conviertes en tu propia autoridad. Es decir, eres el autor de tus
ideas y acciones. El mundo funciona por medio de estructuras de poder. Por
consiguiente, es deseable que las personas de gran sensibilidad, imaginación y
comprensión estén dispuestas a asumir las funciones del poder. Una persona
carismática en una posición de poder puede constituirse en agente de cambios
positivos de gran alcance.
Cuando te controlan, no te tratan como sujeto
sino como objeto. Las personas que ejercen el poder suelen tener un instinto
sobrenatural para utilizar el sistema en tu contra. Conozco a un hombre que se
hizo millonario en el negocio de la ropa. Pagaba a sus obreras salarios muy
bajos. Cada tanto advertía que se acumulaban las tensiones. Un día elevó el
volumen de la radio a niveles insoportables. Las empleadas se quejaron. La
agresividad empezó a acumularse y una delegación fue a pedirle que bajara el
volumen. Se negó. Amenazaron con declararse en huelga. El hombre mantuvo el
volumen elevado. Cuando estaban a punto de abandonar el trabajo, bajó el volumen.
Con esta estrategia, les permitió creer que ellas tenían el poder. Volvieron
al trabajo con la sensación de haber obtenido una victoria sobre el patrón,
aunque éste había provocado el conflicto. Esto sucedió hace cuarenta años. En
el lugar de trabajo moderno, donde existen los sindicatos y los derechos del
trabajador, la patronal no recurre a maniobras tan groseras. Sin embargo, aún
hoy se explota a la gente.
Los patronos aplican estrategias más sutiles de
control y alienación.
En el lugar de trabajo suele imperar una gran
competitividad. A veces los patronos incitan a los trabajadores a competir
entre ellos. Por consiguiente, uno está en pugna con sus colegas por la
productividad. Ve en ellos una amenaza. Donde la productividad es Dios, el individuo
queda reducido a una función. Sería hermoso si el lugar de trabajo fuera un
lugar de inspiración donde se pudiera aplicar la propia creatividad al trabajo.
Los dones particulares de cada uno serían bien recibidos y los aportes
saltarían a la vista. Cada uno tiene un don particular. La vida es mejor cuando
uno puede desarrollarlo y expresarlo en el trabajo. Así uno es libre para
recibir inspiración de los demás.
Puesto que cada uno posee un don singular con
respecto al trabajo, no es necesario que los trabajadores compitan entre sí.
Con ello, el lugar de trabajo acoge las energías, los ritmos y los dones del
alma. No hay motivos para que cada lugar de trabajo no empiece a desarrollar
esa clase de creatividad.
El trabajo no debe beneficiar solamente a los
patronos y los trabajadores, sino a éstos y la comunidad. Se deberían crear
estructuras para que los trabajadores puedan participar de las ganancias. La
entrada de la imaginación y el despertar del alma exigen que se conciba el
trabajo como un aporte a la creatividad y el mejoramiento de la comunidad en
general. Una firma o empresa que obtiene grandes ganancias debe asistir y
mantener a los 'pobres y los marginados. Debe tomar como prioridad la creación
de condiciones de trabajo óptimas. Además, debe admitir las preguntas honestas,
por molestas que sean. Cuando el trabajo crea productos que ponen en peligro a
las personas y la naturaleza, es necesario criticarlo y cambiarlo.
En el mundo del trabajo negativo, donde te
controlan, donde se impone el poder y te reducen al papel de mero funcionario,
todo se rige por la ética de la competencia. En el mundo del trabajo creativo,
donde se emplean tus dones, no hay competencia. El alma transfigura la
necesidad de aquélla. Por el contrario, en el mundo de la cantidad reina la
competencia: si yo tengo menos, tú tienes más. En el mundo del alma, cuanto
más tienes, más tienen todos. El ritmo del alma es la sorpresa del
enriquecimiento sin límites.
La trampa del falso arraigo
Esta nueva concepción del lugar de trabajo
ayudaría a satisfacer una de las necesidades cruciales de todo individuo: ser
parte de algo. Todos queremos ser parte de algo. Queremos pertenecer a un
grupo, una familia y en especial al lugar donde trabajamos. Esto liberaría una
creatividad colosal en el lugar de trabajo. Imagina qué hermoso sería si
pudieras mostrarte en el trabajo tal como eres, expresar tu naturaleza, dones e
imaginación. No necesitarías aislar tu casa ni tu vida privada de tu mundo
laboral. Ambos se compenetrarían de manera creativa y recíprocamente
enriquecedora. En cambio, son excesivas las personas que pertenecen al sistema
porque las obligan y las dirigen.
Las personas suelen ser muy irreflexivas en su
forma de participar. Pertenecen de manera ingenua a los sistemas en que
participan. El día que las despiden sin más ni más, o el sistema se derrumba, o
un rival es ascendido, quedan deshechas, heridas y humilladas. En casi todas
las empresas o lugares de trabajo hay individuos desilusionados. Llegaron con
toda su energía e ingenuidad, pero los arrinconaron, los decepcionaron, los
redujeron a la categoría de funcionarios. Exigieron y usaron sus energías,
pero jamás interesaron sus almas.
La clave del asunto es que jamás debes
entregarte plenamente a algo exterior a ti mismo.
Es muy importante encontrar
un equilibrio en tu entrega. Jamás te entregues totalmente a una causa o
sistema. Mucha gente necesita pertenecer a un sistema exterior porque teme
pertenecer a su propia vida. Si tu alma despierta, entonces te percatas de que
ella es la patria de tu verdadera comunión. La comunión es pariente del
anhelo, que a su vez es un instinto precioso del alma. Tu comunión debe ser
acorde con tu dignidad. Debes pertenecer ante todo a tu propia interioridad.
Si estás en comunión con ella, en consonancia con tu propio ritmo y conectado
con tu fuente profunda, tus lazos exteriores son reducidos, relativos o
inexistentes. Podrás erguirte sobre tu propio terreno, el de tu alma, donde no
eres inquilino y estás en tu propia casa. Nadie puede alejarte, excluirte o
desterrarte de tu interioridad. Ése es tu tesoro. Como dice el Nuevo
Testamento: Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Trabajo e imaginación
Uno de los aspectos alentadores del trabajo
moderno, sobre todo en el mundo empresarial, es el reconocimiento creciente de
la imaginación como fuerza vital y esencial. Esto no se debe a que los
empresarios amen la imaginación. Han aprendido a apreciarla por otras razones,
a saber, que los mercados son tornadizos y los cambios son tan veloces que las
viejas pautas de control del trabajo han dejado de ser productivas. Se empieza
a reconocer que el sistema lineal repetitivo de control del trabajo y el
trabajador ya no es rentable. Por consiguiente, el alma es bienvenida en el
lugar de trabajo. Lo es porque la imaginación reside en ella.
La imaginación es la fuerza creadora en el
individuo.
Siempre supera nuevos umbrales y libera
posibilidades de conocimiento y creatividad que la mente lineal, controladora,
externa ni siquiera llega a vislumbrar. La imaginación trabaja en el umbral que
separa la luz de las tinieblas, lo visible de lo invisible, la búsqueda de la
pregunta, la posibilidad del hecho. Es una gran amiga de la posibilidad. Despierta
y viva, la imaginación jamás se vuelve rígida ni cerrada, sino que permanece
abierta y te incita a nuevos umbrales de potencialidad y creatividad.
Mientras preparaba mi doctorado en Alemania,
tuve la suerte de compartir alojamiento con un gran filósofo hindú de la
ciencia que ha escrito libros asombrosos sobre el desarrollo del conocimiento
científico. Como este hombre había dirigido la tesis de muchos doctorandos, le
pedí un consejo para mis investigaciones hegelianas. Me dijo que la mayoría de
los investigadores tratan de elaborar alguna conclusión o llegar a una
verificación que nadie pueda criticar ni refutar. Todos lo hacen, no hay
novedad en ello. Yo debía adoptar un enfoque distinto, dijo. Si tratara de
descubrir unas cuantas preguntas que a nadie se le había ocurrido formular,
descubriría algo verdaderamente original e importante. Este consejo era una
invitación a ir en pos de lo nuevo, una inspiración para enfocar una situación
determinada de un modo completamente distinto.
En el trabajo se vuelca mucho esfuerzo, pero es
raro que alguien trate de aportar su imaginación. Generalmente se permite que
predomine una rutina insípida. Hasta las críticas de los trabajadores se
vuelven previsibles y rutinarias. A veces un trabajador nuevo aporta una forma
distinta de pensar y preguntar. Súbitamente, una situación estancada adquiere
nueva vida y animación. Se despiertan potencialidades que dormían bajo la
superficie de la vieja rutina. Las personas adquieren iniciativa e interés; el
proyecto se ve insuflado de nueva energía. Una persona capaz de enfocar el
lugar de trabajo con las potencialidades de la imaginación en lugar del
análisis lineal previsible y rutinario, es capaz de darle nueva vida e
inspirar a todos los participantes. Por eso el poeta o artista del alma es una
presencia tan importante en el mundo contemporáneo. Puede devolverle una
lozanía que había perdido al abrir puertas y ventanas en lo que hasta entonces
habían sido muros impenetrables. Con este enfoque, la creatividad y la espontaneidad
se convierten en factores que insuflan energías al lugar de trabajo.
Espontaneidad
y bloqueo
En un lugar administrado de manera rutinaria y
forzada, nada nuevo puede suceder. Es imposible forzar el alma. En Alemania, mi
conciencia se intensificó y se volvió implacablemente activa. Como
consecuencia de ello, empecé a sufrir de insomnio. Quien realiza un trabajo
físico durante el día puede sobrevivir con pocas horas de sueño. En cambio,
cuando se realiza un trabajo intelectual preciso y exigente es necesario dormir
mucho.
El insomnio se volvió un problema grave. Por la mañana, después de una
hora de trabajo me sentía cansado e incapaz de seguir. Detestaba tener que ir
a la cama y todas las noches me esforzaba por dormir. Intenté distintos
métodos. Recuerdo que una noche, cuando me sentía más agotado que nunca, me
dije: acéptalo, jamás volverás a dormir bien. No volverás a conocer una noche
de descanso total. Padecerás este problema hasta el fin de tu vida.
Lo más
extraño es que cinco minutos después de reconocer esto, quedé profundamente
dormido. Durante las noches siguientes volví gradualmente a mis horas de sueño
normales. Lo que me había impedido dormir era el intento deliberado de dormir.
En cuanto me despojé de este deseo, el sueño volvió de manera natural.
Cuando se lleva deliberadamente la voluntad y el
intelecto al lugar de trabajo, la rutina insulsa se arraiga más que nunca.
Cuando se da rienda suelta a esa luz del alma que es la imaginación, el trabajo
se convierte en un lugar distinto. Nadie debe ser indiferente a su trabajo ni
al lugar donde lo ejecuta. Es muy importante que cada uno lo analice cuidadosamente.
Debe determinar si el trabajo que hace es una verdadera expresión de su
identidad, su dignidad y sus dones. Si no, tal vez deba tomar algunas
decisiones penosas.
Si vendes tu alma, te dan a cambio una vida de desdichas.
La respetabilidad y la seguridad son trampas
sutiles en el trayecto de la vida.
Los que se sienten atraídos por los extremos
suelen acercarse más a la renovación y el descubrimiento de su yo. Los que
quedan atrapados en el insulso término medio de la respetabilidad están
perdidos sin saberlo. Esto puede ser una trampa para los adictos a los negocios.
Muchos empresarios utilizan una sola parte de su intelecto: la parte
estratégica, táctica y mecánica, día tras días. Aplican esta rutina mental a
todo, incluso a su vida interior. Poderosos en el escenario del trabajo, fuera
de éste tienen aspecto melancólico, desconcertado. No se puede reprimir
impunemente la presencia del alma.
El pecado contra el alma siempre tiene un
coste altísimo.
El trabajo puede constituir una seducción para pecar
profundamente contra tu alma irrefrenable y creativa. Puede apoderarse de toda
tu identidad. Una de las obras literarias más turbadoras del siglo XX delata
el destino surrealista de un funcionario absolutamente meticuloso y fiel. Se
trata de La metamorfosis de Kafka, con su sobrecogedora frase inicial: «Al
despertar cierta mañana, después de un intranquilo sueño, el comerciante
Gregorio Samsa comprobó que se había transformado en un monstruoso insecto».
Nada retrata mejor al sistema y el funcionario que el diestro anonimato, el
surrealismo de los detalles y el humor negro de Kafka.
La función puede ser sofocante
Si activas solamente tu voluntad y tu intelecto,
el trabajo podría convertirse en tu identidad. Así lo resume un epitafio
bastante gracioso grabado en una lápida en algún lugar de Londres: «Aquí yace
Jeremy Brown quien nació hombre y murió almacenero». Suele suceder que la
identidad, esa salvaje mezcla interior de alma y color de espíritu, queda
reducida a lo laboral. Esas personas son prisioneras de sus funciones. Limitan
y reducen su vida. Les seduce la práctica de la ausencia del yo. Se alejan de
su propia vida. Posteriormente se ven forzadas a penetrar en zonas ocultas en
la periferia del corazón. Por más que uno busque a la persona, sólo logra
conocer al funcionario. Ejercitar solamente el aspecto exterior lineal del
intelecto puede ser muy peligroso. El mundo empresarial y laboral empieza a
reconocer la necesidad de la turbulencia, la anarquía y las posibilidades de
desarrollo que aporta el mundo imprevisible de la imaginación. Éstas son
esenciales para la pasión y la fuerza en la vida de la persona. Si sólo
ejercitas tu lado exterior y permaneces en la superficie mecánica, acabas por
agotarte aunque no te des cuenta. Con los años empiezas a desesperarte.
Sísifo
Cuando el cansancio adquiere peso, destruye la
protección natural del alma. Esto recuerda el mito de Sísifo, quien por su
pecado fue condenado a subir una gran piedra hasta la cima de una montaña. Cada
vez que estaba a punto de llegar a su meta, la piedra escapaba de sus manos y
rodaba hasta el pie de la montaña. Si Sísifo fuera libre de abandonar el
castigo, tendría paz. Está condenado a la futilidad, a hacer eternamente el
mismo trabajo sin poder concluirlo. Tiene que empujar la piedra cuesta arriba,
consciente de que nunca llegará a la cima. En el mundo laboral y empresarial,
cualquiera que permanece en la superficie de su función y ejercita solamente
la parte lineal de su intelecto es un Sísifo. Corre un gran peligro de sufrir
una crisis. Esta suele ser el intento desesperado del alma de atravesar la
fachada exhausta de la función impuesta. La superficie lineal del mundo del
trabajo no puede acoger la profundidad del alma. Quien sigue la rutina queda
atrapado detrás de una sola ventana de la mente. No puede volverse al balcón
del alma y disfrutar de los distintos paisajes a través de las ventanas de la
sorpresa y la potencialidad.
La rapidez es otro factor de gran estrés en el
trabajo. El filósofo Jean Baudrillard habla de la velocidad exponencial de la
vida moderna. Cuando las cosas se desplazan a velocidad excesiva, nada puede
estabilizarse, echar raíces o crecer. Hay una hermosa historia sobre un
explorador de África. Estaba desesperado por salir de la selva. Tres o cuatro
africanos cargaban su equipaje. Avanzaron a toda velocidad durante unos tres
días. Al cabo del tercer día los africanos se sentaron y se negaron a seguir.
El explorador los instó a ponerse en marcha, explicó que estaba obligado a llegar
a su destino en un plazo determinado. Persistieron en su negativa. Atónito,
después de muchos ruegos consiguió que uno le explicara el motivo.
El nativo
dijo: «Hemos corrido demasiado hasta aquí; debemos dar tiempo a nuestros
espíritus para que nos alcancen». Muchas personas que están secretamente hartas
de su trabajo jamás se toman el tiempo para que sus espíritus puedan
alcanzarlas. Hay que darse tiempo, olvidar todos los compromisos: es un
ejercicio de reflexión sencillo pero vital. Deja que la presencia descuidada
de tu alma vuelva a conocerte y a pasear contigo otra vez. Puede ser un
reencuentro hermoso con tu misterio olvidado.
La imaginación celta expresa otra idea, otra
experiencia del tiempo. El reconocimiento de la presencia y la celebración de
la naturaleza eran posibles porque el tiempo era una ventana abierta a la
eternidad. Jamás se reducía el tiempo a los hechos consumados. El tiempo era
tiempo de maravillarse. Es uno de los rasgos encantadores de la vida en
Irlanda. La gente tiene tiempo. A diferencia de otras regiones del mundo
occidental, la gente habita un ritmo más flexible y abierto. La ideología de la
rapidez y la encienda clínica no ha echado raíces aquí; todavía.
El salmón del conocimiento
Es sorprendente constatar que suele haber una
gran paradoja en la conducta del alma. Suele suceder que en el mundo laboral
una persona con visión analítica lineal queda marginada de la cosecha y los
frutos del trabajo. La imaginación posee un ritmo de visión que jamás ve de
manera lineal. El ojo de la imaginación sigue el ritmo del círculo. Si tu
visión está restringida a un propósito lineal, podrías pasar por alto el
destino secreto que puede depararte cierta actividad. Una hermosa leyenda celta
habla de Fionn y el salmón de la sabiduría. Fionn quería ser poeta, lo cual en la Irlanda celta era una
vocación sagrada. El poeta resumía en su persona el poder sobrenatural, el
poder del druida y el poder de la creatividad. Tenía acceso a misterios que no
eran patrimonio del común de los mortales.
Había un salmón en el río Slane, en el condado
de Meath. Quien lo pescara y comiera sería el mayor poeta de Irlanda y además
recibiría el don de la clarividencia. Un hombre llamado Fionn el Vidente había
perseguido al salmón durante siete años. El joven Fionn MacCumhaill acudió a
él para aprender el oficio de poeta. Un día Fionn el Vidente volvió con el
salmón del conocimiento. Encendió una hoguera y puso el salmón en un asador.
Había que darle vueltas con mucho cuidado, sin quemarlo; en caso contrario, se
perdería el don.
Al cabo de un rato, la leña empezó a consumirse. Fionn el
Vidente no tenía a nadie a quien enviar en busca de leña. En ese momento llegó
del bosque su protegido Fionn y le encomendó que cuidara del pescado. El joven
Fionn MacCumhaill era un soñador y se distrajo. Bruscamente miró el salmón y
vio que en su carne había aparecido una ampolla. Pensó con terror que Fionn el
Vidente se pondría furioso con él por echar a perder el salmón. Quiso reventar
la ampolla con el pulgar, pero se quemó. Se llevó el pulgar a la boca para
aliviar el dolor. Un poco de grasa del salmón se había adherido a la yema de su
dedo, y en cuanto la saboreó recibió la sabiduría, el don de la clarividencia
y la vocación de poeta.
El viejo Fionn volvió con la leña, y en cuanto vio los
ojos del joven comprendió lo que había sucedido. Decepcionado, vio que el don
que había buscado tan tenazmente se había apartado de él en el último momento
para entregarse a un joven inocente que jamás había soñado con él.
Esta historia demuestra que la mente lineal
puede perder el don a pesar de su sinceridad y tesón. La imaginación, que es
leal a la posibilidad, suele seguir un camino curvo en lugar de recto. El
premio al riesgo es una cosecha de creatividad, belleza y espíritu.
A veces
una persona tiene dificultades en su trabajo, no porque éste no sea el adecuado
para ella, sino porque su visión es imperfecta y defectuosa. Esa persona suele
carecer de foco.
Ha permitido que la tierna presencia de su experiencia se dividiera.
Ha permitido que la tierna presencia de su experiencia se dividiera.
No concibe el trabajo como expresión e imaginación, sino solamente
como trampa y resistencia.
La imagen falsa puede paralizar
La percepción es crucial para la comprensión.
Qué ves y cómo lo ves determinan cómo serás. Tu percepción o visión de la
realidad es la lente a través de la cual verás las cosas.
Tu percepción
determinará la conducta de las cosas para ti y hacia ti. Tendemos a ver en la
dificultad una perturbación. Paradójicamente, la dificultad puede ser una gran
amiga de la creatividad. Me fascinan estos versos de Paul Valéry: Une
difficulté est une lumiére/une difficulté insurmontable est un soleil. «Una
dificultad es una luz; una dificultad insuperable es un sol.» Es una forma
completamente distinta de pensar en lo incómodo, lo irregular, lo difícil. De
lo más profundo de nuestro ser sale un impulso terrible hacia la perfección.
Queremos adecuar todo a un mismo molde. No nos gustan las formas imprevistas.
Al comenzar a re-imaginar el lugar de trabajo, uno de los aspectos esenciales
es fomentar la capacidad de aceptar lo difícil y penoso. Con frecuencia lo
difícil y penoso no es el trabajo en sí, sino nuestra imagen de él.
Durante una etapa de mis estudios en Alemania,
adquirí una aguda conciencia de la imposibilidad de mi objetivo. Estudiaba la Fenomenología del
espíritu de Hegel; quien lo conozca sabe que es un texto mágico, pero difícil
de comprender. Mi conciencia de la dificultad del proyecto empezó a reflejarse
en mi actitud hacia el trabajo. Empecé a caer en un estado de parálisis y en
poco tiempo tuve que dejar de trabajar. Los alemanes expresan este bloqueo con
la acertada expresión Ich stehe mir im Weg, «yo solo me cierro el camino». Me
dirigía a mi mesa casi corriendo, convencido de que atravesaría la barrera,
pero no podía concentrarme. Me obsesionaba la idea de que era un trabajo
imposible. Cada día sin falta lo acometía, pero estaba totalmente bloqueado.
Un día fui a dar un largo paseo por el bosque en
las afueras de Tubinga. En medio del bosque se me ocurrió súbitamente que el
problema que me bloqueaba no era Hegel, sino la imagen que me hacía de mi
trabajo. Volví inmediatamente a casa, me senté y anoté en una hoja la imagen
que había construido. Así reconocí su fuerza. Una vez que tuve claridad sobre
esto, pude distanciar la imagen del trabajo en sí. Al cabo de unos días la
imagen se desvaneció y pude recuperar el ritmo de trabajo.
Algunas personas tienen grandes dificultades en
su trabajo aunque éste sea una auténtica expresión de su naturaleza, dones y
potencial. La dificultad no está en el trabajo, sino en la imagen que tienen
de él. Ésta no es una mera superficie; se convierte en una lente a través de la
cual vemos la cosa. Somos responsables en parte por la construcción de
nuestras imágenes y totalmente responsables por la manera como las usamos.
Reconocer que la imagen no es la persona o la cosa es una liberación.
El rey y el regalo del mendigo
Una cosa difícil o inesperada puede ser un gran
don. Con frecuencia recibimos un regalo disimulado. Hay un hermoso cuento
sobre un joven que fue coronado rey. Sus súbditos lo amaban desde antes y se
mostraron jubilosos con su coronación. Le hicieron muchos regalos. Después de
la coronación, se celebró una cena en palacio. Llamaron a la puerta.
Los
sirvientes que fueron a abrirla se encontraron con un viejo andrajoso, un
mendigo, que quería ver al rey. Trataron de disuadirlo, pero el rey salió a
hablar con él. El viejo lo elogió, dijo que todo el reino estaba contento de
tenerlo como rey y le entregó como regalo un melón. El rey detestaba los
melones, pero para ser amable con el anciano aceptó el regalo, le dio las
gracias y el hombre partió contento.
El rey entró y dijo a los sirvientes que
arrojaran el melón al jardín trasero. La semana siguiente, a la misma hora,
llamaron a la puerta. El rey acudió, el viejo se deshizo en elogios y le
entregó otro melón. Una vez más, el rey aceptó el melón, despidió al anciano y
arrojó la fruta al jardín. Esto se repitió durante varias semanas. El rey era
demasiado bueno para decepcionar al anciano o menospreciar su generosidad.
Una noche, cuando el anciano estaba por entregar el melón, un monito saltó del
portal del palacio y arrojó la fruta al suelo. El fruto se hizo pedazos y de
su interior brotó una cascada de diamantes. El rey corrió al jardín trasero.
Todos los melones se habían derretido en torno de un montículo de piedras
preciosas. La moraleja del cuento es que en situaciones difíciles o problemáticas,
a veces la dificultad reside en la cubierta exterior, mientras que en el
interior brilla la luz de una hermosa joya. Es prudente acoger lo que parece
difícil o penoso.
Mi padre era un albañil muy hábil. Yo solía
mirarlo mientras levantaba paredes.
A veces elegía una piedra completamente
redonda. Las piedras redondas son inútiles porque no encajan en la estructura
de una pared. Sin embargo, mi padre la transformaba con unos golpes de
martillo. Un objeto informe e inútil se adaptaba a la pared como si lo hubieran
hecho especialmente para ello. Me fascina también la idea de Miguel Ángel: en
cada piedra, por torpe, pesada o informe que sea, hay una forma secreta que
quiere salir/
Los maravillosos esclavos que esculpió para la tumba de Julio II
ilustran este concepto.
Las figuras humanas tratan de erguirse, pero de
cintura para abajo están atrapadas en la piedra informe. Es una imagen
increíble de liberación detenida. Con frecuencia, en los proyectos laborales
difíciles, hay una forma secreta que quiere emerger. Si te concentras en
liberar la posibilidad oculta en tu proyecto, hallarás una satisfacción que te
sorprenderá.
El Maestro Eckhart habla con bellas palabras sobre cuál debe ser
la actitud hacia lo que uno hace. Si uno trabaja con ojo creativo y benigno,
creará belleza.
El trabajo hecho de corazón crea belleza
Si lo piensas bien, el mundo de tu acción y tu
actividad es un gran tesoro. Lo que haces debe ser digno de ti; propio de tu
atención, dignidad y autoestima. Si puedes amar lo que haces, crearás belleza.
Tal vez al principio no ames tu trabajo, pero la faceta más profunda de tu
alma puede ayudarte a llevar la luz del amor a lo que haces. Entonces lo harás
de manera creativa y transformadora.
En Japón cuentan una hermosa historia sobre un monje
zen. El emperador tenía un ánfora magnífica, antigua y de diseño bello y muy
complejo. Un día alguien la dejó caer y el ánfora se rompió en miles de
fragmentos. Convocaron al mejor alfarero del país, quien intentó reunir los
fragmentos, pero fracasó. El emperador lo hizo decapitar y llamó a otro
alfarero, quien también fracasó. Esto continuó durante semanas, hasta que no
quedaba un artista en todo el país, salvo un anciano monje zen que vivía en
una cueva en la montaña con un joven aprendiz. Éste fue a palacio, recogió los
fragmentos y los llevó a la cueva. El monje trabajó durante varias semanas y
finalmente apareció el ánfora. El aprendiz la contempló, sobrecogido por su
belleza. Los dos la llevaron a palacio, donde el emperador y los cortesanos los
recibieron con grandes muestras de placer. El anciano monje zen recibió una
recompensa generosa y volvió con su aprendiz a la cueva. Un día, cuando buscaba
un objeto perdido, el aprendiz encontró los fragmentos del ánfora. Corrió a su
maestro: «Mira los fragmentos, no es verdad que los reunieras. ¿Cómo pudiste
hacer un ánfora tan bella como la que se rompió?». El maestro respondió: «Si
haces tu trabajo con amor en tu corazón, siempre podrás crear algo bello».
Bendición
Que la luz de tu alma te guíe.
Que la luz de tu alma bendiga tu trabajo con el
amor secreto y el
calor de tu corazón.
Que veas en lo que haces la belleza de tu alma.
Que la santidad de tu trabajo lleve salud, luz y renovación a los
que trabajan contigo y a los que ven y reciben
tu trabajo.
Que tu trabajo nunca te canse.
Que libere en ti manantiales de renovación,
inspiración
y animación.
Que estés presente en lo que haces.
Que nunca te
pierdas en ausencias insulsas.
Que el día nunca te pese.
Que el alba te
encuentre despierto y atento,
esperando el nuevo día
con sueños, posibilidades y promesas.
Que la
noche te encuentre en estado de gracia y realizado.
Que comiences la noche
bendecido, abrigado y protegido.
Que tu alma te serene, consuele y renueve.
JOHN O´DONOHUE
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