Si nos dejásemos llevar de la importancia de este tema y
de nuestro entusiasmo por él, tomaría bien pronto este capítulo las
proporciones de un libro voluminoso. Nos vamos a limitar, por consecuencia, a
descubrir el hilo de oro que engarza todas las religiones a través de la
historia, de la leyenda y de la mitología.
Para ello vamos a partir de cinco hechos legendarios
previos; a saber:
1) El viaje del Arca de Noé.
2) El establecimiento de Jano en la Etruria.
3) E1 itinerario de la Vaca Io.
4) La expedición de los Argonautas.
5) El éxodo de Rama.
Conviene fijar la atención en que estos viajes,
exceptuando el de Jano, tienen su punto de concurrencia o de término en esa
región caucásica comprendida entre el Mar Negro y el Mar Caspio, formada por
tierras de Georgia, Armenia, Persia y Rusia. Zona en la que, según la
tradición, estuvo situado el Paraíso Terrenal (entre la Cólquida y la
Mesopotamia) y posteriormente fue centro de dispersión del género humano[1].
Pero es aún más curioso que, en dichos viajes juegan una
cantidad de nombres que derivan de la raíz común Ar, como por ejemplo:
Ar-men, Ar-arat, Ari-masp, Ari-man, Ares, Aries, Aryavarta, que nos están
diciendo de un modo evidente, como nos encontramos ante referencias de la
iniciación aria.
Veamos estos viajes.
1. El Arca de Noé cuya conocidísima leyenda
ha merecido ya nuestra atención en el Capítulo III, apartado d), fue a parar en
el Monte Ararat de la Armenia. Era un símbolo de la sabiduría iniciática
postatlante, recogida por las tres razas (semítica, camítica y jafétida o aria)
que habían de esparcir la tradición por el mundo bajo el predominio del
espíritu ario.
Lo ario no es una cualidad física de un grupo de pueblos
o de una raza, sino un carácter de índole espiritual que, según el Conde de
Gobineau, sería su capacidad civilizadora; y que, indudablemente, marca un
paso ascendente en la evolución de la Humanidad. No es un capricho de la
mitología el asignar al tercero de los hijos de Noé (Jafet) la ocupación de
Europa y parte de Asia, como es sabido que hicieron los arios. Jafet, la-fetus
o progenie de IO es el nombre genérico que encarna el concepto de la iniciación
aria. Y esta sabiduría aria, representada por el primitivo culto luni-solar
simbolizado en la Vaca IO europea, es precisamente lo mejor y más elevado que
pudo salvarse de las destruidas civilizaciones atlantes, sublimado luego en los
variados movimientos filosóficos y religiosos del ciclo ario.
El nombre del monte Ararat donde se posó el Arca quiere
decir "altar del discípulo" o sea el `'iniciado". Y el nombre de
Armenia o Ar-menes o Arat-menes, puede traducirse por el del "hombre
ario, discípulo o iniciado".
2. El
establecimiento de Jano en la Etruria, es el menos destacado de los
acontecimientos que dan comienzo al ciclo ario. Pero no obstante, la influencia
de su doctrina esotérica en el pueblo etrusco y aún en el pueblo romano que le
siguió, es de singular importancia.
La tradición le considera como rey del Lacio, en cuyos
dominios fue a refugiarse Saturno, que le dotó de gran prudencia y de la
facultad de ver el pasado y el porvenir[2].
Su templo, consagrado por el rey Numa solamente se abría en circunstancias
excepcionales; y de su culto aún quedan restos cristianizados en nuestra
Península Ibérica, representados por los humilladeros o capillas situados en el
exterior y a cierta distancia de las poblaciones[3].
Como se ve, el mito del Toro o la Vaca es casi universal.
Rara es la raza, nación o religión, donde dicho animal no se nos muestra con un
valor ideológico, emblemático o esotérico.
El Toro, como símbolo religioso, ha representado
generalmente la potencia generadora cósmica y, en un sentido más ritualístico,
el poder de la religión. Los primitivos arios (hiperbóreos) enarbolaron su
efigie con una cierta reminiscencia de totem de sus clanes o tribus, quizás
tomado de las razas negras a la que expulsaron de los frondosos bosques de la
Escitia. Por otra parte, entre los semitas fue adorado el toro en su ya dicha
y primitiva significación, siendo su mejor ejemplo la del famoso toro fenicio,
que pasó a ser Apis osiríano de los egipcios.
Cierto es que, la introducción del toro en la mitología,
partió de la humana tendencia a perpetuar en emblemas los hechos trascendentales
de su vida; como cierto es también que luego este emblema, como tantos otros,
fue relacionado con hechos o fenómenos cósmicos o astronómicos, convirtiéndose
en mito o expresión fabulosa de una verdad universal. Así, el toro de los
sacrificios humanos de los primitivos arios, contra el que tuvo que luchar Rama
para imponer el emblema pacifista del carnero, pasó -seguramente por iniciativa
del propio Rama- a dar nombre a una de las constelaciones del Zodiaco (Tauro o
Aleph), junto -a Aries (el cordero), en la natural marcha de la precesión de
los equinoccios, que pasó a ser la expresión en los cielos de la procesión de
las religiones en la Tierra[4].
A las religiones semíticas del toro y de la fuerza (Apis, el Becerro de Oro,
israelita, el toro de Ormuz, etc.) sucedieron las religiones del carnero o
cordero (el Kneph o Khnumn egipcio, el divino cordero de los cristianos, el
IO-agnes o cordero de lO, etc.).
Y es que el iniciado encargado de la augusta misión de
dar a los hombres en cada momento el mensaje del espíritu, tomó como animal
simbólico -al menos cuando este mensaje se hacía con base en conceptos míticos
solares o astronómicos, como ha ocurrido en la mayoría- el del signo del
Zodiaco en el que el Sol alcanzaba su máximo en aquel momento; (así Oannes de
Siria, tomó a Piscis; Mithra a Tauro; Cristo a Aries o el cordero y a Piscis;
etc.).
Pero espiritualmente consideradas, las religiones del
cordero han sido una herencia de la religión pre-ariana de la Vaca y su culto
luni-solar (por tanto también astronómico) o sea la religión arcaica de la
Naturaleza, tronco de todas las religiones, hilo de oro que une el espíritu
legendario de la antigua Atlántida con el espíritu ario.
4. La expedición de
los Argonautas, capitaneada por Jason en el navío Argos, es un relato
fabuloso de las pruebas de la iniciación, cuyo objetivo fue el famoso
Vellocino de oro o "secreto iniciático" guardado en la Cólquida (hoy
Mingrelia rusa).
No deja de ser significativo que el Vellocino de oro perteneciese
al Cordero (o Aries) hijo de Teófana, la bellísima ninfa a quien Neptuno
convirtió en oveja.
En resumen: Los Argonautas, entre las cuales iban héroes
y dioses tan famosos como Teseo, Orfeo, Telamón, Castor y Polux, Peleo,
Hércules y Asklepios, partieron de lolcos hacia una ruta en la que les
esperaban momentos angustiosos y pruebas terribles. Entre ellas, las más
famosas fueron las luchas contra las Amazonas en Lemnos; contra las Arpías en
Samotracia; contra los piratas en el Helesponto; contra el rey en Cicio y,
finalmente, contra las aves Stinfálidas y las borrascas del Ponto Euxino.
Al llegar a la Cólquida aún tuvo Jasón que vencer a los
furiosos toros que arrojaban llamas y al terrible dragón que, como símbolo de
las más monstruosas pasiones humanas, defendía el áureo vellocino de la
espiritualidad; recibiendo como premio el amor de Medea, la hija del rey, en
augusto simbolismo del alma esforzada que se une con la esencia inmortal que la
cobija.
Todavía a su regreso tuvieron que hacerse fuertes contra
el canto de las Sirenas, del que los defendió la lira de Orfeo, y las tormentas
de Creta y Colcos de las cuales les salvó Apolo. Certera alusión a la
iniciación aria y solar personificada en Orfeo y en Apolo, contra la cual son
impotentes las tormentas y los cantos de sirena de nuestra naturaleza inferior.
Jasón y Medea casáronse en Corcira y desembarcaron al fin
en Colcos, entregando a Pellas el Vellocino de oro y consagrando a Neptuno el
navío Argos.
En nuestro folk-lore hispánico tenemos el romance de
"El Infante Arnaldos", joya del romancero español, cuyo fondo
iniciático, aunque con más simplicidad de expresión, es semejante al de la fábula
griega. Y dice así:
¡Quien hubiera tal
ventura
sobre las aguas del
mar
como hubo el
infante Arnaldos
la mañana de San
Juan!
Andando a buscar la
caza
para su falcón cebar,
vio venir una
galera
que a tierra quiere
llegar;
las velas trae de sedas,
la ejarcia de oro torzal,
áncoras tiene de
plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la
guía
diciendo viene un
cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan
al hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van
volando,
al mástil vienen posar.
Allá habló el
infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-Por tu vida el
marinero,
digasme ora ese cantar.
Respondíole al
marinero,
tal respuesta le fue a dar: -
Yo no digo mi
canción
sino a quien
conmigo va.
Efectivamente, la galera, como el navío Argos, es la nave
simbólica de la iniciación. El halcón representa los apetitos del cuerpo
físico. El cantar del marinero es la voz del espíritu, al conjuro de la cual se
calma el mar de las pasiones, se amainan los vientos de los deseos, ascienden
los pececillos de nuestros pensamientos rastreros y se posan las aves de nuestra
fantasía.
Y al fin dice el marinero. "Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va". Lo que nos recuerda la contestación de
Gurnemancio a Parsifal cuando éste le pregunta: "Maestro, ¿qué es el Gral?
"Nadie puede saber lo que es el Gral como no venga conducido por el Gral
mismo". Que es tanto como decir: Nadie puede entender la voz del espíritu
como no vaya llevado por el espíritu mismo[5].
5. El éxodo de Rama
es, de estos cinco episodios, el único qué ha podido ser reconstituido
históricamente de una manera integra, dados a los admirables esfuerzos de Fabre
d' Olivet y de Eduardo Schuré, la figura de Rama ha pasado de las épicas
páginas del "Ramayana" al texto sereno de la historia.
Rama o Ares es el primer gran iniciado del ciclo ario.
Sin meternos a interpretar si, como quiere la tradición, fue la séptima encarnación
de Vishnú.
Desde los bosques ignotos de la Escitia, acompañando a
las falanges impetuosas de los arios hiperbóreos, la juventud radiante de Rama
se presentó como una firma promesa de la más alta espiritualidad.
Contra aquellos cultos crueles de las sacerdotisas
druídicas que inmolaban víctimas humanas para aplacar los manes de sus mayores,
junto al roble sagrado bajo el signo del Toro[6]
se levantó gallardo el corazón de Rama, enarbolando el sino del Cordero, que
representaba el porvenir.
Pronto el ascendiente misterioso de su personalidad
elegida, captó la voluntad de sus huestes y pudo rodearse de un fuerte núcleo
de discípulos capaces de ayudarle en su labor ingente.
Cuenta la tradición
que tuvo Rama tres sueños inspirados, en los que Deva Nahousha, o la
Inteligencia Divina, le reveló plenamente su Destino y dióle la facultad de
curar a los enfermos por medio del muérdago.
Pronto el gran iniciado, con un grupo selecto de colaboradores,
emprendió su larga marcha hacia el oriente, fundando algunas ciudades a su
paso, entre ellas la más famosa la ciudad de Ver en el irán, y, conquistando
finalmente la India. Allí en el Airyana Vaeia, o "Tierra Santa" de
los iranios, Rama realizó su labor iniciática, enraizada en la fundación del
hogar, el culto a los antepasados y la adoración al fuego como símbolo de la
luz del espíritu; los tres signos fundamentales del espíritu ario, que más
tarde cantarían los poetas védicos ante las hogueras sagradas de Agni mientras
elevaban su corazón a Indra.
Cuéntase que Rama enseñó a sus discípulos los signos del
Zodiaco y que un día, terminada su misión, desapareció misteriosamente como
tantos iniciados.
Tras del él se extiende el período védico hasta el año
2.400 antes de nuestra Era.
Dr Eduardo Alfonso
[1] Efectivamente, el centro de dispersión de los hombres después del
Diluvio, según la Biblia, está entre la Armenia y el campo de Sennar o de
Naharain en Babilonia, si nos atenemos a las siguientes palabras del Génesis:
°`Yendo de Oriente, hallaron un campo en la tierra de Sennar, y allí fijaron
su morada. Y dijeron los unos a los otros: "Venid, hagamos ladrillos"...
etc. Otros autores, como Lenormant y Bohlen, opinan que el monte Ararat donde
paró el Arca de Noé, no fue el lugar de la Armenia más tarde designado por los
judíos con aquel nombre, sinó el Aryavarta situado al norte del Indostan, o
meseta de Pamir, alrededor de la cual se encuentran los tres tipos
fundamentales humanos: blanco, negro y amarillo; y las tres formas de todas
las lenguas: monosilábicas y polisilábicas por flexión y por aglutinación. Es
evidente que si el texto bíblico dice que Los hijos de Noé vinieron de oriente
hacia Sennaar, no puede referirse a la Armenia que está al Norte de Babilonia;
pero, por otro lado, la raza amarilla no tiene nada que ver con los
descendientes de Noé.
[2] Por esto se le representa con dos caras. Se le deificó por los romanos como divinidad solar, creadora de la vida, que abría y cerraba el aT10.
[3] Véase "Mitología Romana" más adelante.
[4] El punto vernal o de entrada de primavera, coincidió hace unos 6.000 años, con la entrada del Sol en el signo Tauro del Zodiaco; y con su entrada en Aries (el Cordero, Ares o Rama), hace poco más de 4.000.
[5] También dijo el Cristo; "Aún cuando soy yo quien da testimonio de Mí mismo, mi testimonio es veráz". Que es igual.
[6] Que alude al signo zodiacal de Tauro que era, ya bien avanzado, el de aquella época
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