domingo, 12 de mayo de 2019

HISTORIA DE LAS RELIGIONES - PARTE IV - LA CHINA TAOISTA Y EL CONFUNCIANISMO DEL CELESTE IMPERIO





El primer sabio chino, también primer emperador y primer ini­ciador de moral, fue Fo-hi, que vivió hacia el año 3.468 antes de Jesucristo. La leyenda nos le presenta como hijo de una virgen que fue fecundada por un resplandor celeste.

Sus enseñanzas se hallan contenidas en el libro sagrado "Yi­ King" que fue base de la adivinación y la profecía. En él se expone también una cosmogonía simbolico-filosófica basada en la existen­cia del principio masculino y el principio femenino, el cielo y la tie­rra (espíritu y materia) personificados en Ying y Yang. Alguna de sus frases recuerda la cosmogonía de la Tabla esmeraldina de Her­mes: "Antes de trazar los triángulos, Fo-Hi miró al cielo, después bajó los ojos hacia la tierra observando las particularida­des y considerando los caracteres del cuerpo humano y de todas las cosas exteriores".

La leyenda china del Dragón alado, nos expone, en el "Yi-King", las etapas del espíritu humano ascendiendo por el sendero iniciático.

El Dragón, símbolo del espíritu a del Verbo divino, represen­tado por un monstruo pavoroso, con cuerpo de serpiente, cubierto de escamas, provisto de alas y garras terribles, capaz de vivir en el agua, en la tierra y en el aire, nos pinta al iniciado que, por su pau­latino perfeccionamiento, va elevando su conciencia desde el plano físico a los planos superiores. Esto se realiza en seis etapas:

1º El Dragón Escondido. - Se encuentra hundido en el fan-­do de las aguas, como el espíritu sumido en la materia.

2º El Dragón en el arrozal. - Ha salido de las aguas y se arrastra por la tierra, atraído por los deseos materiales, pero con un cierto espíritu investigador del mundo tangible y un anhelo por vislumbrar otro aspecto de la vida.

3º El Dragón visible. - Se eleva sobre la cresta de las aguas encrespadas, arrancado a la tierra y viendo el mundo en su con­junto.

4° El Dragón saltando. - Se eleva hacia el mundo celeste; le atrae el aire, pero cae de nuevo a la tierra. "En tal momento es comparable a un pez que sale del agua gracias al esfuerzo de la volun­tad, pero que no cuenta con los medios de desaparecer" (Yi King).

5º, El Dragón volando. - Se cierne en el aire y entra en el rei­no del Espíritu, rompiendo las ligaduras que le ataban a la tierra y sintiendo la divina llamada de las alturas.

6º El Dragón planeando. - Se cierne en el éter de los mundos superiores sin el menor esfuerzo, como el espíritu que se une al Creador y vive en su verdadera patria de Luz. Entra así en el seno de la conciencia divina para no descender jamás.

Confucio (o Kong-Fu-Tseu), que vivió cinco siglos antes de J. C., fue uno de los mejores comentadores del "Yi-King" de Fo-Hi y el más grande moralista del Celeste Imperio, hijo de un personaje casi mítico llamado Kong-chu-hiang-he.

Sus enseñanzas, que tienen fuerza de ley y prestancia tradicio­nal en la China, se basan en el culto a los antepasados, invocados constantemente como dioses protectores del hogar. La moral aso­ciada a la metafísica, nos presenta al hombre íntimamente ligado a la armonía del Universo y sujeto a sus leyes. El equilibrio maravi­lloso entre las cosas de la Tierra y las del Cielo, educen un culto de agradecimiento al poder celeste (Thian) y a su representante en la tierra, el Emperador o Shangti.

Confucio visitó a Lao-Tse en Lob, junto a Honan-Fu donde recibió la iniciación, volviendo después a las tareas del mundo, des­empeñando un alto cargo de la corte. Pero la envidia del rey Tsi le obligó a huir, teniendo 54 años, viajando por el territorio entre mul­titudes de discípulos para los cuales compiló el "Tchung-Yung" de los predecesores, dándoles enseñanzas filosóficas y cosmogónicas.

El emperador Chi-Hoang-ti, de la Dinastía Tsín, ordenó la destrucción de todas los libros del Maestro, pero con ocasión del renacimiento literario motivado con la Dinastía de los Han, dícese que el anciano iniciado Fu-san, hizo el milagro de recordarlos en su mayor parte, pudiendo ser reconstituidos de este modo y completa­dos luego con los restos hallados en las ruinas de la casa del Maes­tro.

Dice Confucio en los primeros capítulos del "Chung-Yung": "El orden establecido por el cielo se llama Naturaleza. Lo que es conforme a la Naturaleza se llama ley; el conocimiento de la ley se llama instrucción. La ley no puede variar ni en el espesor de un cabello; si variase no sería ley; por eso el sabio investiga sobre lo que no se ve y no se oye, hasta lo más remoto. Antes de que las pa­siones hayan nacido en el alma, esta se encuentra en el estado de en medio, cuando se han levantado estas pasiones y alcanzado una me­dida justa, se llama equilibrio. El medio es la gran base de la Na­turaleza. Cuando el medio y el equilibrio son perfectos, el cielo y la tierra están tranquilos y todas las cosas evolucionan. El sabio se mantiene invariablemente en el medio; el vulgo lo viola a causa de su corrupción. Kung-tsé ha dicho: ¡Oh, cuan sublime cosa es el me­dio invariable, pero cuan pocos saben mantenerse en él!.. . Así el emperador Chun examinaba las respuestas más mínimas de los que le circundaban, ocultando las malas y publicando las buenas".
 
"El camino de la virtud es áspero y poco transitado; los hombres iluminados por la celeste luz son los únicos que pueden seguir­le. Todos por ignorantes y groseros que sean, pueden aprender la sencilla ciencia de conducirse bien, pero a nadie le ha sido concedi­do el alcanzar la perfección en semejante ciencia. El cielo y la tierra son grandes, en verdad, pero el hombre encuentra en ellos imperfec­ciones".

Taoísmo

El Tao Te Ching es el libro sagrado del Taoísmo. Contiene en 5000 palabras las enseñanzas de Lieh Tzu (o Lao-Tseu) que vivió en el siglo VI antes de Jesucristo.

Tao significa literalmente camino (el sendero).

El taoísmo admite que el mundo en que vivimos es irreal y to­dos los acontecimientos o fenómenos son un tejido de ilusiones. So­lamente es real el Ser, pero no el Uno manifestado si no el Ser po­tencial y no manifestado: el Absoluto inaccesible e inefable. (Esta es la idea básica de la religión egipcia y de la brahmá­nica).

Como consecuencia, Lao-Tse, sigue la moral de la inacción que se basa en la desaparición de todo desea para llegar a la anu­lación de la personalidad, y de este modo conseguir la fusión del alma individual con lo Absoluto.

En el Capítulo I, se cuenta como un hombre salió de entre las llamas de una inmensa hoguera sin quemarse y luego se abrió paso a través de unas rocas. Preguntado como se podía  abrir paso a tra­vés de tales obstáculos, contestó ingenuamente: "Es que no sé ni lo que es fuego, ni lo que son las rocas".

El hombre superior se refugia en una absoluta amoralidad y deja los preceptos morales para los profanos y para los iniciados in­cipientes, puesto que el bien que podemos realizar es también un hecho ilusorio.

En el Tao-Te-Ching hay narraciones de marcado sabor confucianista. Y otras que nos revelan avanzadas ideas industriales, in­cluso una de un "pájaro mecánico" (Cap. VII).

He aquí una anécdota del capítulo II. "Celebrando T'ien un banquete, se le ocurrió dar las gracias al Todopoderoso por haber creado el mundo con sus animales y plantas en provecho del hom­bre. Y un muchacho que le escuchaba., replicóle: Te equivocas, se­ñor; todas las criaturas vivientes, tienen la misma categoría que nosotros, y solamente su tamaño, fuerza o astucia, hacen que unas se impongan a otras. Ninguna nace para servir a las demás. El hombre caza a las que cree le sirven de alimento, pero ¿cómo va­mos a saber si Dios las creó para esto? Los mosquitos chupan la sangre del hombre, y los lobos y tigres devoran su carne, pero no por esto hemos de pensar que Dios creó al hombre para que fuese pasto de esos animales".

Lao-Tse nos dejó también el "Te", Libro de la Virtud o Rec­titud", y el "Kang-Ing o Libro de las Sanciones y Reacciones Con­cordantes".

"La Virtud resplandeciente y superior alcanza el Camino. El Camino proporciona la abundancia de todas las cosas; siendo ne­cesario que el Sabio espere largo tiempo y tenga paciencia".

"Desarrollando estas cualidades (paciencia, esperanza, espíri­tu fiel y recto, compresión y amor a la humanidad) el Sabio podrá alcanzar el Camino".

"Las formas de la Virtud son la única manera de ver el Ca­mino. El Camino es la totalidad eterna e inmutable. Dentro de él pueden suponerse imágenes y ver seres sin nombre. Es eterno y profundo; dentro de él se puede concebir la esencia inmutable y rí­gida". (Del "Tao").

"Quien sabe no habla. Quien habla no sabe. El Sabio cierra la boca y los ojos, se tiende para pensar activamente; abre el cora­zón y reúne todas las luces interiores, mezclándose al exterior vul­gar. Piensa siempre profundamente, no se acuerda ni de amigos ni de enemigos; desdeña a la vez beneficios y pérdidas, honores e in­fortunio. Su ejemplo es beneficioso para todos los hombres". (Del "Te").

"La suerte feliz o desgraciada del hombre sobre la tierra no es inevitablemente determinada; el hombre atrae por su voluntad, al proceder, lo favorable y lo adverso. La acción y la reacción de la acción, le siguen como su propia sombra, dándole su valor".

"Hay fuera y dentro de la tierra, fuerzas inteligentes que registran los movimientos de las acciones de los hombres; estas fuerzas disminuyen periódicamente el total de las existencias sobre la tierra, siguiendo la débil o la grande influencia salida de las acciones hu­manas; estas supresiones equivalen a la pobreza progresiva, a una cantidad de privaciones y de dolores, al  odio ajeno, a los suplicios y desgracias y a las calamidades generales, enviadas por las influen­cias planetarias enemigas y, finalmente, cuando están agotados to­dos los períodos, a la muerte". (Del "Kang-Ing").

Mitología china

Las doctrinas, predominantemente morales, de Fo-hi, de Con­fucio y de Lao-Tseu, a veces basadas en conceptos teológicos abs­tractos, no eclipsaron la antiquísima mitología china de hace .5000 años. Las concepciones de esta no discrepan gran cosa de los prin­cipios arcaicos tradicionales.

Existen tres grandes jerarquías o "Soberanías" divinas, per­sonificadas en las tres Hoangs o dragones con cara humana.

La "Soberanía del Cielo" a la que pertenece el Ser Supremo 0 "Gran Cumbre" que "imprime el movimiento a la materia".

La "Soberanía de la Tierra" representada por "Kuza", el prin­cipio femenino, sentada sobre la flor de Padma (análoga en concep­to a la Bhavani indostánica y a la Rhea griega).

La "Soberanía del Hombre" que preside "Hoang-Ti", el pa­triarca de la "Tierra Amarilla".

Por supuesto, antes que todas las cosas fueran hechas, solo existía el caos, simbolizado en la divinidad de "Hoen-Tun". Fo-hi, el primer emperador ya aludido, autor del "Yi-King" o "Libro de las Leyes", fue considerado como el "Verbo" encarnado, hijo de la virgen Hoa-Se (Flor deseada) fecundada por el resplan­dor divino. Este fue el origen celeste de las dinastías chinas.

Hubo además otras divinidades jerarquizadas, como son, Da­gón (constructor del Universo) semejante al Elohim bíblico; Ti­Kang (rey de las regiones infernales); Nimifo, dios del mar; Khang-­Ko, diosa de la pureza, asimilable a la Atenea griega; Kon-in-pu-tsa, diosa de la abundancia; Tiangno, la diosa luna; Djosia, diosa de los viajeros, y Kuif-Kiabsti, dios del reposo, venerado en su templo de Kang-Ton donde hay multitud de camas para que reposen los fieles.

Fueron considerados como dioses menores o "genios" a "Chin­Hoan", protector de las ciudades, "Pusa" inventor de la porcelana, "Konin" dios del hogar y los "Jos" especie de dioses penates chinos. Había también una hueste de genios benéficos o "Tching" y otra de genios maléficos o "Gei", totalmente equiparables a los ángeles buenos y a los ángeles malos de otras religiones.

En la mitología del celeste imperio, también se habló de "Pe­rrum", el Noé mongólico, salvado del Diluvio en una barca, y al cual ya hemos hecho alusión en líneas precedentes. 

Dr Eduardo Alfonso




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