Cuando te resuelves a ejercer la hospitalidad
interior, cesa el tormento.
Los yos abandonados, descuidados y negativos
forman una unidad inconsútil.
El alma es sabia y sutil; reconoce que la unidad
fomenta el arraigo. El alma adora la unidad. Lo que tú separas, ella lo une. A
medida que tu experiencia se extiende y profundiza, tu memoria se vuelve más
rica y compleja. Tu alma es la sacerdotisa de la memoria, que escoge, tamiza y
en última instancia reúne tus días fugaces hacia la presencia. Esta liturgia de
recordar (o acordar) nunca cesa. La soledad humana es rica e infinitamente
fecunda.
En la soledad de la naturaleza prima el
silenció. Esto se expresa en un bello proverbio celta: Castar na daoine ar a
chéile ach ni castar na sléibhte ar a chéile. «Las montañas jamás se
encuentran, pero las personas siempre pueden hacerlo.» Es extraño que dos
montañas, vecinas durante millones de años, jamás puedan acercarse. En cambio,
dos desconocidos pueden descender de esas montañas, reunirse en el valle y
compartir sus mundos interiores. Esta separación debe de ser una de las
experiencias más solitarias de la naturaleza.
El mar deleita la vista humana. La costa es un
teatro de movimiento armonioso.
Cuando la mente está desconcertada, es
agradable pasear por la playa y dejarse impregnar por el ritmo del mar. El mar
desenreda la mente anudada. Todo se suelta y vuelve a integrarse. Se alivian,
liberan y curan las falsas divisiones. Pero el mar no se ve a sí mismo. La
misma luz que nos permite ver todo no puede verse a sí misma; la luz es ciega.
En la Creación
de Haydn, «la vocación del hombre y la mujer es celebrar y completar la Creación ».
Nuestra soledad es distinta. A diferencia de la
naturaleza y el mundo animal, la mente humana contiene un espejo y éste reúne
todos los reflejos. La soledad humana es antisolitaria. La soledad humana
profunda es un lugar de gran afinidad y tensión. Cuando accedes a ella, te
vuelves compañero de todo y de todos. Cuando te extiendes frenéticamente hacia
el exterior y buscas refugio en tu imagen externa o tu función, te destierras.
Cuando vuelves pacientemente y en silencio a tu yo, entras en la unidad y la
comunión.
Nadie sino tú puede intuir la eternidad y la
profundidad ocultas en tu soledad.
Éste es uno de los aspectos solitarios de
la individualidad. Sólo adquieres conciencia de lo eterno en ti cuando
confrontas tus miedos y los obligas a retroceder. El elemento verdaderamente
solitario en la soledad es el miedo. Eres el custodio y la puerta al mundo que
llevas en tu interior; nadie más tiene acceso. Nadie puede ver al mundo ni
sentir tu vida de la misma manera que tú. Cada persona ocupa un terreno tan
distinto que las comparaciones son imposibles. Cuando comparas tu yo con
otros, invitas a la envidia a entrar en tu conciencia; puede ser un huésped
peligroso y destructivo. Una de las grandes tensiones de la vida espiritual que
despierta es hallar el ritmo de su lenguaje, percepción y comunión singulares.
La fidelidad a la propia vida requiere un compromiso y una visión
constantemente renovados.
Si tratas
de visualizarte a través de las lentes que te ofrecen otros, sólo verás
distorsiones; tu propia luz y belleza aparecerán borrosas, desagradables y
feas. Tu sentido de la belleza interior debe ser algo muy íntimo. Lo sagrado es
hermano de lo secreto. Nuestros tiempos padecen un alto grado de
desacralización precisamente porque se ha desvanecido lo secreto. Nuestra
tecnología moderna de la información es una gran destructora de la intimidad.
Debemos proteger lo más profundo y reservado que hay en nosotros. Por eso la
vida moderna tiene tanta sed de lenguaje del alma, que es una presencia tímida.
La sed de lenguaje del alma demuestra que ésta se ha visto obligada a
refugiarse en lo más recóndito, donde puede seguir su propia textura y ritmo.
Al proclamar la doctrina de la autosuficiencia, el mundo moderno ha negado el
alma y la ha obligado a llevar una existencia marginal y precaria.
Acaso una manera de conectarte con la vida más
profunda consista en recuperar la conciencia de la timidez del alma. Si bien
puede crear dificultades, la timidez es una cualidad atractiva. En un consejo
inesperado, Nietzsche dice que una de las mejores maneras de despertar el interés
de otro es sonrojarse. El valor de la timidez, su misterio y su discreción son
ajenos a la inmediatez frontal de los encuentros modernos. Para conectarnos
con nuestra vida interior debemos aprender a no aprehender el alma de manera
directa o conflictiva. Dicho de otra manera, la conciencia de neón de buena
parte de la psicología y espiritualidad modernas siempre nos dejarán pobres de
alma.
Hacia una espiritualidad de la no interferencia
En una granja uno aprende a respetar la
naturaleza y en especial la sabiduría de su tenebroso mundo subterráneo. Al
sembrar en la primavera, uno encomienda las plantas a la oscuridad del suelo,
que lleva a cabo su obra. Es destructivo entrometerse con el ritmo y la
sabiduría de su oscuridad. El martes siembras varias hileras de patatas y
estás encantado.
El miércoles alguien te dice que están demasiado juntas, que
así no tendrás cosecha.
Las desentierras y vuelves a plantarlas más
separadamente. El lunes siguiente, un técnico agropecuario dice que esa
variedad particular de patata requiere que estén muy juntas. Vuelves a desenterrarlas
para plantarlas en estrecha proximidad. Si sigues así, nada podrá crecer en tu
huerto.
En nuestro sediento mundo moderno, la gente remueve constantemente la
tierra de su corazón. Siempre tiene un pensamiento, plan o síndrome nuevos para
justificarse. Un viejo recuerdo abre una nueva herida. Así remueven
implacablemente, una y otra vez, la tierra de su corazón. En la naturaleza no
vemos a los árboles preocupados por el análisis terapéutico de sus
raíces ni por el mundo pétreo que debieron evitar en su camino hacia la luz.
El árbol crece simultáneamente en dos direcciones, hacia la oscuridad y hacia
la luz, con todas las ramas y raíces que necesita para encarnar sus deseos
irrefrenables.
La introspección negativa perjudica al alma.
Atrapa a muchas personas durante años y paradójicamente jamás les permite
cambiar. Es prudente permitir al alma realizar su obra secreta durante el
tiempo nocturno de la vida. Tal vez no veas nada nuevo durante mucho tiempo.
Tal vez tengas sólo indicios muy tenues del crecimiento secreto en tu interior,
pero son suficientes. Debemos sentirnos realizados y satisfechos. No puedes
dragar el fondo de tu alma con la luz mezquina del autoanálisis. La revelación
del mundo interior no es barata. Tal vez el análisis sea el camino equivocado
para asomarse a la oscuridad interior.
Todos tenemos heridas; debemos ocuparnos de ellas y dejar que se curen. Aquí es oportuna la hermosa frase de Hegel: «Las heridas del espíritu se curan sin dejar cicatrices.» Cada herida tiene su curación, pero ésta espera en el aspecto indirecto, oblicuo, no analítico de nuestra naturaleza. Debemos tener conciencia de dónde estamos heridos e invitar a nuestra alma profunda en su mundo nocturno a remendar el tejido desgarrado, remozarnos y devolvernos a la unidad. Si cuidamos de la herida indirecta y benignamente, se curará. La esperanza creativa cura y renueva.
Si pudieras confiar en tu alma, recibirías todas
las bendiciones que necesitas. La vida misma es el gran sacramento a través
del cual sufrimos heridas y las curamos. Si vivimos todo, la vida nos será
fiel.
Uno de los pecados mayores es la vida no vivida
La tradición occidental nos enseñó muchas cosas
sobre la naturaleza de la negatividad y el pecado, pero jamás nos dijo que uno
de los mayores pecados es la vida no vivida. Se nos envía al mundo a vivir
plenamente todo lo que despierta en nuestro seno y todo lo que viene hacia
nosotros. Es una experiencia desoladora acompañar en su lecho de muerte a
alguien que está lleno de remordimientos; oírle decir cuánto desearía tener un
año más para cumplir esos sueños íntimos que siempre posponía para después de
la jubilación. Había pospuesto el sueño de su corazón. Muchas personas no viven
la vida que desean. Muchas de las cosas que les impiden cumplir su destino son
falsas. No son barreras reales, sino sólo imágenes de su mente. Jamás
permitamos que nuestros miedos o las expectativas ajenas determinen las
fronteras de nuestro destino.
Tenemos el privilegio de contar aún con tiempo.
Tenemos una sola vida, es una pena permitir que la limiten el miedo y las
barreras falsas. Ireneo, un gran filósofo y teólogo de los primeros siglos,
dijo que «la gloria de Dios es la persona humana viviendo en plenitud». Es
hermoso imaginar que la verdadera divinidad es la presencia en la que se
armonizan toda belleza, unidad, creatividad, oscuridad y negatividad. Lo divino
desborda de pasión creativa e instinto por la vida vivida plenamente. Si te
permites ser la persona que eres, todo entrará en ritmo. Si vives la vida que
amas, tendrás refugio y bendiciones. A veces la gran carencia de bendiciones
en y alrededor de nosotros deriva de que no vivimos la vida que queremos, sino
la que se espera de nosotros. Estamos en disonancia con la signatura secreta y
la luz de nuestra propia naturaleza.
Cada alma tiene su forma. Cada persona tiene un
destino secreto. Cuando tratas de imitar lo que hicieron otros o adaptarte por
la fuerza a un molde prefabricado, traicionas tu individualidad. Debemos
volver a la soledad interior para recuperar el sueño que hay en el fogón del
alma. Debemos recibir ese sueño, maravillados como un niño en el umbral de un
descubrimiento. Al redescubrir nuestra naturaleza infantil, entramos en un
mundo de potencialidad benigna. Así penetraremos con mayor frecuencia en ese lugar
de distensión, júbilo y celebración. Desechamos los fardos falsos. Entramos en
consonancia con nuestro ritmo. Nuestra forma de arcilla aprende gradualmente a
caminar con júbilo sobre esta tierra magnífica.
Bendición
de la soledad
Que reconozcas en tu vida la presencia, el poder
y la luz de tu alma.
Que comprendas que nunca estás solo, que el
resplandor y la comunión de tu alma te conecta íntimamente con el ritmo del
universo.
Que aprendas a respetar tu individualidad y tu
particularidad.
Que comprendas que la forma de tu alma es única,
que te aguarda
un destino especial aquí, que detrás de la
fachada de tu vida
sucede algo hermoso, bueno y eterno. Que
aprendas a contemplar tu yo con el mismo júbilo, orgullo y felicidad con que Dios te ve en cada momento.
Qué bello!! Gracias
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